Los 100 de Travis

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Me aprovecharé del mítico logo de la Paramount tuneado con motivo de los 100 años de cine para mi aniversario particular. 100 artículos ya con este y mis (magníficos, intrigantes, retorcidos, espeluznantes) guiones del cajón siguen sin encontrar un productor que descubra en ellos el talento que ni mis familiares ni amigos hallan en ellos. Culpa, sin duda, de la falta de talento de mis familiares y amigos, jamás de mi afilada pluma.

El que haya seguido mis textos sobre cine habrá encontrado en mí un espectador más disfrutón que crítico, alguien que trata de pasar un buen rato sin buscar más pegas de las necesarias a lo que vemos en pantalla, pero sobre todo habrá encontrado a alguien apasionado por las historias, por lo que cuentan por encima de cómo está contado. Lo cual no quita para que me deje maravillar por numerosos planos y secuencias espectaculares. Uno de mis primeros artículos, No hagan trampas, señores, iba dedicado a los guionistas y a los directores que pervertían esos guiones para colarnos un gol en toda regla, algo que se me antoja inadmisible como espectador. El post sobre Forrest Gump y Benjamin Button trataba de reflejar cómo un mismo guionista puede hacer que se asemejen tanto dos historias con una premisa de partida bien diferente.

Cuando empecé a escribir críticas de películas me encontré con una dificultad añadida, o con varias, según vi por algunos comentarios de amigos o por los que me dejaban en el propio blog:

– Si hablaba sobre una película reciente, los estrenos y las críticas siempre me ganaban porque todos los medios, blogs, webs, etc. ya habían emitido su opinión.

– Si contaba mucho porque contaba mucho y la chafaba al lector.

– Si contaba poco, que por qué me quedaba tan corto con lo que a mí me gusta destripar una peli y encontrar una comparación con otras.

interstellar

Así que la mayoría de las veces me dedicaba a hablar de películas que todo el mundo hubiera visto, clásicos y no necesariamente clásicos.

El guionista frustrado (no, frustrado no, dejémoslo en tardío) comenzaba a aflorar y a imaginar segundas partes alternativas para grandes éxitos. Denis Villeneuve tiró por otra línea argumental para la segunda parte de Blade Runner, pero ahí queda mi idea. Al menos habría sido más divertida.

Con la recuperación de la saga Star Wars en El despertar de la Fuerza aproveché para escribir varios artículos sobre esas películas de las que he sido siempre un seguidor (con su momento de debilidad en la Fuerza tras las precuelas). Y otro tema que empezó a colarse de manera recurrente en este blog: los Óscar, esos premios que nunca nos dejan satisfechos porque no han ganado «los nuestros».

Con el tiempo descubrí que lo que más me gustaba era encontrar temas que abarcaran varias películas, de distintos géneros, épocas y nacionalidades, como los dedicados al suicidio, a los niños estrangulables o a esos bodrios de los ochenta que algunos mitificaron en exceso.

Hacia la mitad de estos cien artículos me encuentro con el primer post dedicado a esa afición tan de moda de censurar lo que no nos gusta, de pretender que con la ocultación o prohibición algo va a desaparecer. Nada más absurdo para mí y mucho más si hablamos de cine, y sin embargo esta corriente ha crecido de manera imparable (manda huevos). El cine es diversión, esparcimiento, otra realidad, y nos lo quieren capar, acotar, cercenar, limitar… un coñazo. Los títulos letales, el homenaje a los taxistas o las frases míticas para usar en la oficina son precisamente lo contrario: evasión hacia otro lugar.

El caso es que esa corriente imparable se disparó tras los Óscar de 2018 y el discurso de Frances McDormand sobre la imposición Rider (aunque creo que la actriz la denominó «inclusión»). El guionista latente que hay en mí trató de imaginar Reservoir dogs o Doce hombre sin piedad con esos parámetros. Imposible, cine del bueno que se iría al garete. Woody Allen y Kevin Spacey fueron víctimas de una corriente censora de otra índole a la que la ausencia de pruebas no le iba a frenar sus ímpetus. Puse su caso en comparación con el de Roman Polanski, muy diferente, en lo que fue la primera colaboración externa de este bloguero.

Con el amiguete Barney comencé a preparar una serie de artículos que se publicaron en La Galerna, ese medio capaz de unir el fútbol con la música, la literatura o el cine de calidad. Y aunque lo que más me atraiga sean los guiones y las buenas historias, quise dejar mi homenaje a los que ponen rostro a esas tramas, a los actores, los buenos, los malos, los protagonistas y esos excepcionales secundarios que merecerían una historia para ellos solos (spin-off, que está todo inventado).

Prohibir Verano Azul, el tabaco, los tacos, libros y películas que no sean suficientemente inclusivas o diversas racial y sexualmente… qué pereza, de verdad. Es cine. «Cine, cine, cine, más cine, por favor», como decía Aute, «que todo en la vida es cine y los sueños, cine son». Pero recuerdo que la canción también hablaba de censura.

Matrix balasPulp Fiction 3

En estos diez artículos me di un paseo por el cine ruso, otro por algunos de los clásicos de final de siglo y una visita a una de mis películas favoritas de siempre: La gran evasión.

En estos últimos artículos tuve un poco de todo: Scorsese en plena forma, más Óscar y más Star Wars, mis caprichos guionizados y mezclados, y una colaboración muy satisfactoria para el que esto escribe sobre el modo de disfrutar de las historias, ya sea en pantalla o en papel con una interlocutora perfecta para ello.

Se trata de disfrutar de una buena historia y aquí me quedan muchas por contar. ¡Espero seguir contando con vosotros, amigos!

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