Star Wars, Ep. I a III, por Travis

Tengo un recuerdo que no soy capaz de encontrar en Internet pero que define perfectamente lo que fue para mí (y para la mayoría de los aficionados) esta segunda trilogía de Star Wars. Creo que era en la serie South Park. Uno de los personajes ha estado viendo La Amenaza Fantasma, el Episodio I, y cuando finaliza, se levanta, coge un avión, se marcha a Hollywood, llama a la casa de George Lucas y según abre el director, sin mediar palabra, este personaje le da un guantazo. A continuación se da la vuelta y toma otro avión de vuelta a su casa.

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Igual fue en otra serie, o fue un sueño mío (con los peligros que tienen los sueños) o no ocurrió en South Park, pero como los creadores de esta serie se hicieron más famosos de lo que ya eran con sus críticas a Lucas y Spielberg por lo que hicieron con las nuevas películas de la saga galáctica y de Indiana Jones, me parece completamente verosímil que fueran ellos los que expusieran en pantalla los sentimientos de millones de aficionados del mundo. Y es que lo que hicieron Lucas y Spielberg en sentido metafórico fue lo que los explícitos e incorrectos personajes de South Park representaron en pantalla: una violación en toda regla.

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Episodio I – La amenaza fantasma

¿Era necesario, George? Antes de hacer una película así o antes de que los productores decidan apostar una millonaria inversión como la de este primer episodio, alguien tendría que hacerse la sencilla pregunta: ¿era necesario? Y si profundizamos un poco más, una segunda pregunta: ¿tiene algo nuevo o interesante que aportar?

El caso es que los aficionados de todo el mundo estábamos deseando que se estrenara y acudimos en masa a los cines, pese a que ya empezaban a llegarnos malas referencias de los que la habían visto, referencias que ignorábamos porque siempre hemos creído que el resto del mundo no comprende la complejidad de la Fuerza o no es tan conocedora del universo Star Wars como podemos serlo «nosotros». Al igual que en la entrada dedicada a los Episodios IV a VI, los Simpsons nos explicaron perfectamente en apenas un par de minutos lo que sentimos los aficionados de todo el mundo. O cómo pasar de la expectación al aburrimiento en una trama tediosa de senados y aranceles (solo la he encontrado en versión latina):

Lo cierto es que nunca entendí muy bien qué pretendía contar George Lucas o qué nuevo impulso pretendía dar a la franquicia con una continuación-precuela tan torpe. Esa historia de aranceles, bloqueos comerciales y senados inútiles (¡anda, como el nuestro!) era tan aburrida que ni siquiera las buenas escenas de acción la levantan. Y eso que yo me había preparado para la ocasión, se me habían desollado las manos de tanto frotármelas ante lo que me esperaba, me había leído entera la revista Cinemanía con su portada triple (que aún conservo), con los antecedentes de cada uno de los personajes, había convencido a varios amigos de la necesidad de ir a verla el fin de semana del estreno,… para nada.20160108_011909

A ratos me aburrí tanto como Ewan McGregor, el cual confesó que con tanto efecto digital y tanto personaje al que nunca veía, sufrió el rodaje más soporífero de toda su carrera. Y lo transmite, como Liam Neeson haciendo de Qui-Gon Jinn, maestro Jedi. Su nave se escapa de varios monstruos submarinos gigantescos y los actores tienen el mismo careto de hastío que haciendo zapping un viernes por la noche.

Como esta película ya se ha destripado bastante, así como la trilogía de precuelas, voy a destacar los momentos que creo que se pueden salvar y a insistir en los fallos imperdonables de la misma.

Momentos salvables de La amenaza fantasma

1. La carrera de vainas: si pretendía ser un homenaje a la carrera de cuadrigas de Ben-Hur, como así parece, le sobra velocidad (la de William Wyler, así como la de Fred Niblo de 1925, eran un prodigio de ritmo y contención a la vez) y le falta la relación amistosa (y algo más) entre Mesala y Ben-Hur. Entre el pequeño e inverosímil piloto Anakin Skywalker y el no menos inverosímil Sebulba no hay más tensión que la que pueda haber entre un tramposo y un niño de 9 años que cree estar jugando un videojuego. Pero hay que reconocer que es entretenida y las imágenes son lo suficientemente espectaculares como para que las disfrutemos. Sin grandes jolgorios, eso sí, no como el falsísimo griterío del público en las gradas. Está metida con calzador en la trama (una apuesta para liberar al niño esclavo) y no deja de extrañarme ver al maestro Jedi Qui-Gon Jinn utilizando técnicas de dominio mental para hacer trampas. Creí que había una cierta ética en el uso de la Fuerza, pero veo que no.

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2. El duelo con Darth Maul: una vez que nos olvidamos del ridículo aspecto de este malo malísimo que cae a las primeras de cambio (poco más que una máscara hipermaquillada y con cuernos que puedes adquirir en la Plaza Mayor), lo cierto es que su espada láser doble mola bastante y su duelo con Qui-Gon Jinn y Obi-Wan Kenobi quizás sea lo mejor de todo este primer episodio. Ayuda mucho en esa tensión la banda sonora de John Williams, que para este duelo añadió a la Orquesta Sinfónica de Londres unos magníficos coros con aire entre épico y religioso interpretados por el grupo London Voices.

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1. El aburrimiento. Star Wars podía ser inverosímil, poco creíble, infantil a ratos, con personajes arquetípicos, pero nunca era aburrida. Solo aguanté las deliberaciones del Senado porque había leído que una de las delegaciones representaba a paisanos de E.T., y me pasé la escena buscándolos. El resto me interesaba tanto como un debate en el senado sobre la subida del tipo mínimo del I.B.I.

2. Los «bichos» o alienígenas de otros planetas son un error de diseño en su gran mayoría. Watto, ese abejorro con mini-trompa al que da la impresión que los Jedis se van a ventilar de un manotazo, como quien se quita de encima un incómodo… pues lo que es, abejorro. Sebulba, esa ridícula criatura que anda con las manos y lleva los pies colgando, por no sé muy bien qué extraño misterio de la evolución. Nute Gunray es una patata con pedruscos de mercadillo por ojos que no inspira temor ni respeto, como requería su personaje. El Consejo Jedi parece una reunión de frikis desfasados que haría las delicias de Tod Browning.

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Y por supuesto, el denostadísimo y con razón Jar-Jar Binks. Se han dicho tantas cosas negativas sobre él que no quiero insistir demasiado. Todos los gungans son un despropósito, hablan como futbolistas brasileños en días posteriores a una fiesta de cumpleaños. George Lucas reaccionó a las críticas de los espectadores y lo hizo desaparecer casi por completo en las siguientes entregas. Algunos internautas se le adelantaron y editaron una versión de La amenaza fantasma suprimiendo digitalmente a este personaje, y los que la han visto dicen que mejora considerablemente la versión de Lucas. Este personaje es uno de esos guiños de Lucas para arrancar una sonrisa fácil a los más jóvenes de la sala, pero creo que solo logra el cabreo de los adultos.

En esa misma revista Cinemanía de agosto de 1999, he leído estos días una crítica muy favorable de Maruja Torres, «película entretenidísima», «hay en el guion un fabuloso talento», «las batallas son estupendas», que llega a alabar incluso a este infame Jar-Jar: «Seré infantil, pero el bicho de andares de rapero, pantalones de campana y lengua literalmente más larga que la de una cotilla de Hollywood me hace mucha gracia». Con la perspectiva de los años puedo decir que posiblemente nunca haya estado más en desacuerdo con Maruja Torres que en esta crítica.

Para mí, el aspecto de este bichejo inmundo no está inspirado en los raperos, sino en Goofy: arrastrar de piernas, orejas enormes y lacias caídas hacia atrás, mirada bobalicona, gracieta fácil,…

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3. Las traiciones al espíritu clásico. Cuando creíamos que la Fuerza y su dominio era una cuestión de aprendizaje espiritual, una paciente transformación interior, en línea con las místicas enseñanzas de Yoda, «es una energía que nos rodea y nos une,… debes sentirla aquí, contigo, conmigo, en el árbol, en la roca,…», llega Lucas por boca de Qui-Gon Jinn y nos dice que según su mini-laboratorio portátil (que debía tener en esa maquinilla eléctrica de afeitar que llevaba toda la peli) Anakin tiene un nivel de midiclorianos como no se ha visto nunca. O sea, que la Fuerza se limita a unos niveles de células en sangre, como quien tiene el ácido úrico por las nubes. Genial, a tomar por culo el aprendizaje Jedi. Pero es que además nos cuentan que el chico es muy mayor para empezar su adiestramiento, cuando todos recordamos a Luke con veintitantos iniciando el mismo con el maestro Yoda en Dagobah. Todo vale.

Pero hay muchos más. Ahora resulta que Anakin, con sus 9 añitos, es el creador del androide de protocolo C3PO. ¿Para qué? ¿Para volver a enlazar esta trilogía con las originales? En el Episodio IV, Una nueva esperanza, cuando Darth Vader entra en la nave de la Princesa Leia y se encuentra a C3PO podía haberle mirado con extrañeza, o haberle soltado el mitico «Yo soy tu padre», pero no hace ningún comentario, ni mirada, ¡sencillamente porque es una idea absurda que nos cuela Lucas sin tener ningún sentido! Un niño de 9 años que pilota naves a toda pastilla y fabrica androides exactamente iguales a unas cuantas decenas de los que pueblan la galaxia. Absurdo.

Floja, floja, a los seguidores de Star Wars nos dejó bastante chafados. Pero seguíamos creyendo en la saga, manteníamos una nueva esperanza y confiando en el retorno del Jedi.

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Episodio II – El ataque de los clones

Esto es una opinión personal, pero para mí, la más aburrida y la peor con diferencia de las siete que se han rodado a día de hoy. Quizás tenga algo que ver en esta opinión el hecho de que sea la única que no he visto en cine. Tenía tal cabreo con La amenaza fantasma que me resistí a verla, y más aún cuando varios amigos de fiar la definieron como «truño del trece». La segunda vez que la vi me quedé dormido, y cuando me desperté hacia el final, estaba deseando cortarme las venas porque no acababa nunca. Estas Navidades la han repuesto en la tele y lo poco que he visto sigue sin atraerme lo más mínimo.

La historia de amor me parece un «porque sí». Yo te quiero mucho, Amidala, o Padmé, como te llames hoy, y yo también, Anakin, porque sí, o porque me recuerdas con esa trencita al menor de los Estopa. Aparte de un «porque sí», resulta cursi y empalagosa, por mucho lago Como o Sevilla que se utilice en la ambientación. Tiene momentos en los que falla todo, hasta el que nunca falla, John Williams. Esta historia «porque sí» es todo lo contrario a los puyazos enamorados que se soltaban Leia y Han en la trilogía clásica.

George Lucas nunca fue un buen director de actores, pero mientras se mueve en el mundo digital, la cosa más o menos aguanta, si no falla mucho en el diseño de las criaturas. El problema se da cuando tiene que rodar esta historia amorosa, mal desarrollada en el guion. Y además le trata de añadir un aire trágico al pastel, tipo «el nuestro este es un amor contra corriente, los Jedis no podemos enamorarnos, nadie quiere que sigamos, pero nuestro amor sobrevivirá», y tal y cual. Bah, una castaña, si en esas fechas hubieran existido las películas de la saga Crepúsculo, hubiera pensado que se inspiró en ellas para este Episodio II, buscando el público adolescente, con Hayden Christensen poniendo la misma cara de pobrecito sufriente que Robert Pattinson: «jo, Amidala, qué trágica nuestra existencia, pero lucharé contra todos por nuestro amor, te lo juro». Un horror, posiblemente sea la parte más detestable de toda la saga de Star Wars.

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En cine, a veces menos es más. George Lucas presumía en la presentación de esta segunda parte de la cantidad de efectos digitales empleados en la película, tropocientos mil, ni los recuerdo. Era algo así como el noventa por ciento de las escenas. ¿Y para qué? Yo sinceramente echo en falta la sinceridad de los decorados de la trilogía clásica, con su sencillez, su suciedad y su veracidad presentes en cada fotograma. Las imágenes de Coruscant con sus cientos de vehículos volantes pueden resultar visualmente llamativas, pero a mí me parecen más un dibujo animado o un magnífico fondo diseñado por un aprendiz de Moebius que un mundo real y tangible. La cadena de montaje de Geonosis es un puñetero videojuego sin gracia alguna, ¿a qué viene esta parte? ¿Necesitaban vender más jueguecitos de la Play?

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Las oportunidades perdidas

Esta es una película repleta de oportunidades perdidas. Tenemos al siempre magnífico Samuel L. Jackson como Mace Windu, pero en esta película su papel es irrelevante, apenas hace nada que recordemos. Y eso es imperdonable cuando hablamos de un tío al que recordamos entre otras cosas por llevar una cartera de Bad Motherfucker o por soltarnos un salmo bíblico antes de liarse a tiros.

SW32Hay un malo malísimo de altura como es Christopher Lee, aquí como conde Dooku, y ni nos acojona como el Emperador, ni nos emociona como Vader. Ni fu ni fa. Un tío que ha hecho de Saruman, de Scaramanga, del Conde Drácula y de mil cosas más, como recordaba esta foto recientemente. No se puede perder a un actor así para la noble causa del Mal. Su combate de sables láser con Anakin es el más flojo de todas las películas, apenas un par de mandobles y ya te he cortado un brazo, niñato. Ahora muevo un poco las manos y me pongo a tirar cosas de las paredes como si me hubiera dejado la churri. Luego llega Yoda para arreglarlo, y aunque reconozco que la primera vez me gustó el combate y vemos por fin cómo el anciano maestro pudo ser un gran guerrero, luego te quedas pensando y dices: «entonces, eso de andar utilizando un bastón, como un venerable anciano reumático al que hay que ceder el paso en un paso de cebra, ¿era simple postureo? ¿Un caballero Jedi preocupado por las apariencias, fingiendo ser lo que no es?»

Por tratar de enlazar con las pelis clásicas, Lucas nos cuenta que el ejército de clones se crea a partir del ADN de Jango Fett, el padre del cazarrecompensas Boba Fett que tantos aficionados tuvo en los episodios V y VI (no me incluyo entre ellos). Otra traición a la saga, a mi modo de ver. Lo que nos gusta de los cazarrecompensas de las películas, sean de Tarantino o de los hermanos Coen, es precisamente que van por libre, que son implacables en la persecución y no se casan con nadie, y aquí Jango Fett es un tipo que se vende y colabora con ese Imperio en ciernes, con el que parece tener un contrato firmado por varios años para experimentar con su ADN y entrenar al ejército de clones.

Apenas salvo nada de la película. Se ve que a Lucas le gustaron las comparaciones con Ben-Hur y en esta nos mete sin venir a cuento un homenaje a Quo Vadis, cuando encadenan a Padmé, Obi-Wan y Anakin, y les enfrentan a otros horribles bichos. Digitales, por supuesto, poco creíbles y mucho menos acojonantes que los toros o leones que utilizaban los romanos. Escapan con facilidad, y lo que es peor, con aburrimiento para el espectador.

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Reconozco que me gustó ver la Plaza de España de Sevilla en pantalla como la sede del planeta Naboo. No desentona, como tampoco desentonó en la políticamente muy incorrecta (y divertida) El Dictador, de Sacha Baron Cohen.

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Episodio III – La venganza del Sith o La venganza de los Sith

Para mí la mejor de esta nueva trilogía, lo cual no es decir gran cosa. El listón no estaba muy alto. Cuando fui a verla, allá por junio de 2005, me llamó la atención que estaba yo solo en la sala. Nadie más. George Lucas había ahuyentado a muchos fieles de la saga con las dos anteriores.

El caso es que esta película está bien en general, es entretenida, con momentos interesantes como las intrigas del senador Palpatine para hacerse con el poder, o la manipulación del ejército de clones para traicionar a los miembros del consejo Jedi. Mace Windu es por fin un personaje de peso, Padmé tiene un papel mucho más complejo y en absoluto empalagoso, y Hayden Christensen no nos cabrea tanto como en la anterior. Sin embargo, creo que le falta consistencia al paso de Anakin al Lado Oscuro. No sé muy bien qué esperaba, pero algo más que las cuatro palabras de Palpatine. Y si se convierte en un despiadado asesino de niños o de moradores de las arenas, tendremos que ver algo más que lo que vemos en pantalla.

Me gustó bastante el duelo de sables entre Anakin y Obi-Wan Kenobi en el planeta minero Mustafar, con un pero. Cuando Obi-Wan adquiere una posición superior a la de Anakin, le avisa:

«Estás perdido, no puedes vencerme desde una posición más baja», o algo similar. Como esperábamos, Anakin no le hace caso, ataca, y recibe la estocada casi mortal en la que pierde las piernas, el brazo, cae a la lava,… Un desecho, el paso previo a convertirse en Darth Vader, la armadura que le permite vivir.

Sin embargo, hay numerosos combates de sables de luz en los que hemos visto a un Jedi atacar desde una posición inferior en altura ¡y no ha pasado nada similar, es otra patraña de Lucas para justificar algo que no necesitaba justificar! Sin ir más lejos, recordemos el salto del propio Obi-Wan en el episodio I ante Darth Maul.

SW22Mi mayor reproche de esta película viene por la pérdida de valor de los sables láser. Hablamos de un arma mítica para los de mi generación, ¿quién no ha cogido alguna vez un tubo fluorescente y lo ha blandido con un «sssshhhuuumm, sssshhuuuummmm», parodiando el sonido de los sables? Algunos hasta nos planteamos ensamblarlo a una linterna de la época para construirnos una versión casera del sable. Es un arma que se adquiría como símbolo de control mental, dominio, sabiduría,… Solo quien adquiría determinados conocimientos, quien era capaz de manejar la Fuerza, podía utilizar un sable de luz. O eso pensábamos.

Pues nada, aquí al igual que en El ataque de los clones, todo quisqui tiene una espada láser. Algunos hasta cuatro, como Lord Grievous, esa criatura robótica con corazón humano y una tos de fumador que no entendí muy bien. Y se amplía el espectro de colores, ya no es blanco o azul para los buenos, y rojo para los malos. Aquí vale todo, hasta el púrpura.

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No me gusta nada toda la parte de Lord Grievous, ni el combate, ni la persecución. Otra vez parece un videojuego en el que puedes usar indistintamente una moto o un dragón, hacer derrapes o saltar por un barranco. Todo vale para Lucas, pero no para los espectadores.

Tras acabar con esta trilogía de precuelas, fueron tantas las críticas al director que reaccionó con justificaciones, y con una encendida defensa de las nuevas películas frente a las clásicas. En un afán que me atrevería a definir como «estalinista», comenzó a editar nuevas versiones de la primera trilogía con cambios obscenos, como el comentado en el anterior post («Han shot first«), o insertando a Hayden Christensen en el final de El Retorno del Jedi, cuando los espíritus de los Jedi se presentan en el poblado ewok. Ha hecho tantos retoques en los últimos años que uno de los personajes de South Park que comentaba al principio, en el asalto a la casa de Lucas, encuentra la versión 300 de La guerra de las galaxias, nuestra guerra de las galaxias. Imperdonable.

Sé que había prometido que hablaría de las relaciones entre Star Wars, El señor de los anillos y otras referencias literarias de esta saga, pero siento que esta entrada se ha hecho tan larga como la trilogía de precuelas. Espero que no tan tediosa para el lector. Lo dejaré para la próxima, cuando hable del Episodio VII, El despertar de la Fuerza.

Os dejo un enlace a un magnífico texto de JotDown sobre las grandes cagadas de George Lucas. Coincido con algunas completamente, con otras no tanto.

Hasta la próxima, amigo lector, que la Fuerza te acompañe.

Cara Travis

3 comentarios en “Star Wars, Ep. I a III, por Travis

  1. A mi me pasó lo mismo con la última de Indiana Jones. Fui al cine como quien va a Lourdes, me faltó entrar de rodillas. Al cuarto de hora me di cuenta que aquello era un fraude más grande que el de Madoff. Indiana sobreviviendo a una explosión nuclear, imprecisiones históricas por doquier, los OVNIS…

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