Finalizo aquí mi particular trilogía sobre el escabroso tema del suicidio, comenzada con De suicidios y escritores malditos, y continuada con el guion veinteañero Inútil. Cuando estaba redactando la primera parte me vinieron a la mente varios personajes que provocan o fuerzan su muerte, si bien casi siempre hay una buena causa detrás.
«Vales más muerto que vivo«, son las palabras del malvado Potter que retumban en los oídos del bueno de George Bailey, a punto de arrojarse desde el puente para que su familia pueda cobrar el seguro y salir de la ruina que se les venía encima en ¡Qué bello es vivir!, una maravillosa película que no envejece.
Más que de suicidios hablamos de sacrificios, un concepto muy asociado a la religión. Resulta interesante buscar paralelismos o coincidencias entre algunas películas y el sacrificio que nos cuentan los Evangelios con la muerte de Jesús en la cruz para salvar a la Humanidad.
Algunos paralelismos son bastante evidentes, como los de la película Matrix. Para empezar, prácticamente todos los nombres de los personajes tienen su significado: la guarida de los hombres en Zión (que suena igual que el monte Sión, «la madre de todos los pueblos» según la Biblia, la Tierra Prometida que alcanzarán los justos), la nave Nabucodonosor (el rey de Babilonia que vagó por el desierto y guio a los suyos a la conquista de Jerusalén), Trinity, Cypher (Lucifer),… Algunos son más rebuscados, como el Oráculo (claramente Juan Bautista) que anuncia la venida del Elegido. Ese Elegido que termina siendo Neo (anagrama de «The One», el Elegido en inglés), pero que inicialmente es Thomas Anderson. Thomas es una referencia al discípulo incrédulo de Jesucristo, Tomás, como en los primeros momentos de la película, cuando el personaje interpretado por Keanu Reeves manifiesta su falta de fe ante lo que le están contando. Y Anderson significa «Hijo de Andrés», y Andrés viene de andros y significa «hombre», luego tenemos un «hijo del hombre» que no puede ser casual.
Internet está lleno de interpretaciones religiosas, cristianas, hinduístas o budistas de la película, pero me quedo con el sacrificio de ese hombre que ha venido a salvar a la humanidad de las tinieblas, que es traicionado por uno de los suyos y que muere… pero resucita. Uno de tantos frikis que circula por Internet escribió que Neo permanece muerto 72 segundos, en clara alusión a los 3 días, 72 horas, que según el Nuevo Testamento estuvo muerto Jesucristo. Hay otros frikis como el que esto escribe que, cronómetro en mano, trató de verificar esta afirmación y aunque no recuerdo el tiempo exacto, creo que fueron bastantes segundos menos, unos 50 ó 60.
De lo que no cabe duda es del sentido que hay detrás de esta película. La trilogía fue perdiendo fuelle, posiblemente porque la primera película era tan redonda, tan perfecta, que cualquier continuación era innecesaria. La segunda, Matrix Reloaded, tenía una escena muy complicada de entender, la creación del Arquitecto, que algunos blogueros han tratado de descifrar en clave bíblica.
Respecto al tema del día, aunque pase más desapercibido, para mí es definitivo el momento de la tercera entrega, Matrix Revolutions, en el que Neo se sacrifica por la humanidad y se entrega a las máquinas, al Mal. Lo hace con los brazos en cruz.
La misma postura que Clint Eastwood en ese magnífico final de Gran Torino, en el que se sacrifica, busca su muerte, para ayudar a ese joven coreano al que ha regalado el Gran Torino del 72 que da título a la película.
A veces no nos damos ni cuenta, pero los mensajes religiosos aparecen en infinidad de películas, aunque posiblemente pocos cineastas han reconocido su influencia como Martin Scorsese:
En ocasiones podemos encontrarlos hasta en películas en las que no lo esperamos, como Superman v Batman, la obra de Zack Snyder estrenada este 2016. Lo que voy a contar es un spoiler en toda regla, pero tampoco creo que importe mucho a los que no la hayan visto a estas alturas. Superman muere para salvar a la Humanidad en su ataque desesperado a Doomsday. Superman se sacrifica para salvar a esos hombres que no le han tratado de un modo demasiado benévolo. La película finaliza con el inquietante movimiento del ataúd, una fuerza interior puja por salir, por resucitar. Ya se está preparando la Liga de la Justicia, luego sabemos qué va a ocurrir con el superhéroe de Kryptón.
Habrá quien diga que el paralelismo está cogido con pinzas, pero hace tiempo oí en la radio otra versión de Superman, concretamente la de ese superhombre que vino de los cielos, que fue criado por unos padres que no eran los suyos, ese hombre justo que poseía unos poderes superiores, que obraba milagros y que tenía la misión de salvar a la humanidad. Joder, y yo que había pensado toda la vida que solo era un cómic.
Igual que hay quien cree haber visto en las Crónicas de Narnia un simple y entretenido relato fantástico. Hay mucho más trasfondo debajo. El autor de los libros, C.S. Lewis, tenía unas profundas convicciones cristianas que plasmó en sus libros. La Bruja de las Nieves representa el Mal, es Lucifer, y extiende su mal en forma de hielo por el mundo de Narnia. El León Aslan se entrega a la Bruja y se sacrifica (muere en un altar) a cambio de la salvación de los niños, de los humanos. Pero resucita y vuelve a la vida siendo más fuerte para derrotar finalmente a la Bruja y traer la primavera, el Bien, al mundo.
No quiero ponerme trascendental en temas en los que no soy un experto, así que continúo con otro personaje con un tipo de misión un tanto más retorcida. Retorcida, pero también con trasfondo religioso. Es la que desempeña con notable acierto el asesino de Seven o Se7en, ese cautivador John Doe en el que se zambulle Kevin Spacey. Su gran obra consiste en castigar a los impenitentes pecadores culpables de caer en los siete pecados capitales para concienciar al mundo de la gravedad de sus actos,… pero para culminar su obra maestra necesita un último sacrificio: el suyo. Su pecado es la envidia y habrá quien pierda la cabeza por la ira de otros. Qué pena que mi propuesta para una segunda parte no haya tenido éxito. Si Jess Frank siguiera vivo seguro que apadrinaba mi bazofia.
Pero no todo va a ser la religión cristiana. Hollywood es una industria tradicionalmente controlada por el lobby judío, así que no debe extrañarnos que otra religión, la musulmana, el Islam, sea presentada con frecuencia con ese modo salvaje de suicidio que es el que practican los terroristas de la Yihad en todas sus formas (United 93, World Trade Center, Mentiras arriesgadas, Estado de sitio, Múnich, o la palestina Paradise Now).
Y aparte de todos estos héroes o villanos que se sacrifican por lo que les dictan sus creencias, están esos otros que simplemente se dejan la vida por salvar la de sus compañeros o incluso la de desconocidos. Está el «¡corred, insensatos!» de Gandalf que se rinde ante el balrog de un modo muy parecido al de Obi-Wan Kenobi ante Darth Vader, mientras sus compañeros contemplan la escena al otro lado del foso.
O está ese Will Smith de Siete almas, película tramposa (como su director Gabriele Muccino) que juega a intentar provocar el llanto con el gesto del bueno de Will para salvar la vida de siete personas.
O el avión del Escuadrón 633 que se estrella contra la roca que debe destruir la factoría nazi, y el avión que el alcohólico Randy Quaid empotra contra las naves alienígenas de Independence day, y por supuesto el sacrificio del perforador Bruce Willis para salvar a la humanidad entera en Armageddon. Gran momento del cine palomitero.
Pero sin duda de todos estos momentos del cine (comercial o no) elijo la autoeliminación del Terminator Schwarzenegger en la segunda película de la saga, quizás la mejor. Épico, en el cine de Coslada en el que la vi algunos espectadores soltaron una lagrimita.
Y es que algo tiene el suicidio en sus distintas vertientes que se convierte con frecuencia en un suceso muy cinematográfico. Pero no os recomiendo su práctica. ¡Hasta la próxima!
3 comentarios en “De suicidios, sacrificios e inmolaciones, por Travis”