V de Vendetta (II): la película

(Imagen del Póster: Tienda Etsy)

TRAVIS, 30/10/2022

Vistosa. Valiente en algunas decisiones, menos Valiente en otras. Vigorosa, algo Vanidosa y nada Vulgar. Violenta, solo cuando la ocasión lo requería. Verborreica. Visual y Verbalmente atractiva. Versión más que Válida de la obra de Alan Moore y David Lloyd a la que ya dedicamos la primera parte. Vamos, pues, con ella.

Las hermanas Wachowski

Lilly y Lana Wachowski (en aquellos años de principios de siglo, Andy y Larry) gozaban de una posición intermedia en Hollywood: habían logrado un éxito más que destacable con Matrix (1999) y con sus dos secuelas (2003), pero no estaban integradas plenamente en lo más convencional del star system norteamericano. Siempre habían ido un tanto por libre, en sus guiones, en lo retorcido de varias de sus propuestas y en sus declaraciones. Sin embargo, el éxito de la trilogía les había procurado el derecho a decidir qué historia querían rodar.

La novela de Alan Moore y David Lloyd (guionista y dibujante, respectivamente) podía ser un punto de partida estupendo para dar otra bofetada a una sociedad dormida y algo complaciente como lo fueron Matrix o El club de la lucha en su momento, ambas del mismo año, por cierto. Una sociedad reprimida, atemorizada por un gobierno fascista y dictatorial, con unos medios de comunicación volcados en difundir la versión oficial como la única verdadera. Al igual que la novela, la trama se desarrolla en Inglaterra, si bien el momento temporal escogido es aproximadamente tres décadas posterior: 1997 y 98 en el cómic, sobre 2030 en la película. Las grandes potencias están destruidas o al borde del colapso en esos momentos, y el fascismo se ha impuesto como respuesta al desorden social imperante.

Las Wachowski se centraron en la producción y en el guion, y dejaron la dirección a James McTeigue, anterior ayudante de dirección en la trilogía de Matrix y en El ataque de los clones. El diseño de producción me parece muy logrado, consigue crear un Londres inquietante, oscuro, decadente, y una galería de V tan sugerente como la del propio libro. Otros decorados como la celda, el campo de pruebas de Larkhill o el Metro también son grandes aciertos, no tanto todo lo que rodea al Líder Supremo y su comité de secuaces/sicarios. La película contó con un presupuesto de 54 millones de dólares, y todo, música, efectos especiales y de sonido, montaje, fotografía, encaja bastante bien.

El hecho de trasladar la historia de la época ultraconservadora de Thatcher en los ochenta a un hipotético futuro repleto de atentados y desórdenes hizo que el guion se tuviera que actualizar en varios de los puntos de la trama. No olvidemos que la película se rodó en 2005, poco tiempo después de los atentados del 11-S y casi de modo contemporáneo a los atentados terroristas en el Metro de Londres el 7 de julio de 2005. Quizás por eso hubo que «sobreexplicar» las motivaciones del terrorista o pintar al poder como un ejército de psicópatas, con objeto de que no pareciera que se estaba enalteciendo la figura de un activista (terrorista) que se dedicaba a volar edificios públicos como el Parlamento o el Palacio de Justicia.

La versión disgustó de manera notable a su creador, Alan Moore, que renegó de la misma hasta el punto de que su nombre no aparezca en los títulos de crédito. A mí me parece una buena versión/adaptación con innumerables aciertos y con otras decisiones controvertidas que no alteran lo sustancial de la trama. Lo mejor de la trama original de la novela gráfica permanece en la versión cinematográfica. Alan Moore despotricó de esta versión igual que lo hizo de la que Zach Snyder rodó de su Watchmen, o del mismo modo que discutió con las productoras, con las editoriales o con la mayoría de los dibujantes con los que ha trabajado a lo largo de su vida. No debe de ser un tipo sencillo.

Los actores

Por diferentes razones, no era sencillo escoger a los actores para dar vida a los personajes ideados por Moore y dibujados por Lloyd.

  • El personaje de Evey en el cómic tiene 16 años y Natalie Portman había cumplido 24 cuando rodó la película. La niña del libro tiene que prostituirse para sobrevivir y se marcha a vivir con un adulto cuarentón (o más) cuando sale del refugio de V, pero quizás elegir una actriz menor de edad habría sido delicado para la distribución de la película. Natalie Portman cumple con creces, resulta frágil cuando tiene que serlo, sensual si lo necesita, o madura cuando pasa su particular confinamiento. Un papel muy Portman, como los de León, el profesional, Beautiful Girls o como princesa Amidala.
  • V tenía como principal característica que su rostro no se ve en ningún momento, luego el actor escogido tendría que valerse solo de su voz para representar el papel. Hugo Weaving fue el seleccionado y pese a que el actor australiano vivía su mejor momento profesional tras interpretar al agente Smith de Matrix y al elfo Elrond en El señor de los anillos, tuvo que aceptar la imposición, eso sí, no de muy buen grado. Pero el personaje tiene tales líneas de diálogos para lucirse que lo borda, tanto en la versión original, como en el estupendo doblaje de Armando Carreras (el que siempre había asociado al personaje, hasta este último visionado).
  • El líder supremo Adam Susan, en la película convertido en Adam Sutler, quizás para asemejar el apellido al de Hitler, recae en John Hurt. Es inevitable encontrar el paralelismo del actor con su participación en 1984, la flojísima versión del clásico de George Orwell, con esas imágenes en pantalla gigante por toda la ciudad y las televisiones de los particulares. En 1984 interpretaba a Winston Smith, el trabajador que comienza a cuestionarse su propio pensamiento, mientras que en V muestra a un líder exagerado, pasado de rosca y poco, muy poco inteligente. Quizás esa mutación sea una de las peores decisiones de la versión de las Wachowski.
  • Conocí a Stephen Fry en Los amigos de Peter, donde interpretaba a un homosexual que había mantenido oculta su condición de tal durante toda su vida. La vida real del actor fue muy similar, puesto que escondió durante años su condición hasta que finalmente salió del armario. Como dice V en un momento de la trama, «yo no creo en las coincidencias», y Stephen Fry interpreta a la estrella de la televisión Gordon Deitrich, un homosexual que oculta su condición por temor a las represalias del partido en el poder. Muy bueno el rincón escondido de su casa.
  • Stephen Rea es el inspector de policía que encuentra a V, pero también el que desvela que detrás de los supuestos actos terroristas ocurridos años atrás estaba el propio partido del gobierno, los fascistas de Fuego Nórdico. Conocí a Rea por hacer de irlandés tristón en Juego de lágrimas, y luego lo vi en Michael Collins haciendo de irlandés tristón. Aquí hace de detective de policía. Irlandés y tristón, por supuesto.

El reparto lo completan otros actores como el redomado hijo de puta obispo pedófilo (Anthony James Lilliman), un exagerado Tim Piggott-Smith como Creedy, otro redomado hijo de puta, en este caso miembro de la policía secreta, y Roger Allam, como Prothero, el no menos redomado hijo de puta que es una de las principales caras visibles del partido en el poder. Alan Moore no deja títere con cabeza y se cuestiona todos los poderes del estado totalitario, también los manipuladores medios de comunicación.

«El pueblo no debería temer a sus gobernantes.

Los gobernantes deberían temer al pueblo».

Los cambios (alerta: spoiler)

Algunos cambios de la trama eran necesarios, como la supresión de los personajes alrededor del líder, que en el libro tienen mucho peso y no aportan a la idea principal sobre la lucha del estado fascista frente al «villano» libertador. El orden de las voladuras de los distintos edificios no es sustancial para el desarrollo de la trama y cumplen su función de manera brillante con la Obertura de Tchaikovski.

La modernización de la estética del campo de concentración me parece un acierto: los presos, en lugar de recordar a los judíos en cualquier campo nazi, nos transportan a los detenidos en Guantánamo, con su uniforme naranja y sometidos a todo tipo de vejaciones y torturas, como el ahogamiento intermitente. 2005, no conviene olvidarlo.

Dos de los mejores momentos del libro tienen una traslación casi perfecta a la película: el asesinato «poético» de la doctora Delia Surridge (literal, casi palabra por palabra, excepto el momento final en que V le muestra su rostro) y la lectura de la carta en papel higiénico de la prisionera de la celda IV, Valerie. La película añade un matiz que he comprobado que no está en el original:

«Recuerdo que las palabras comenzaron a cambiar. Palabras desconocidas como colateral y entrega se volvieron aterradoras». «Recuerdo que diferente pasó a significar peligroso».

Otros cambios, sin embargo, convencen menos. El ordenador que controla todo lo que ocurre en la ciudad, Destino, no aparece en la película. La parodia de programa de televisión sobre el líder Sutler con música de Benny Hill e imágenes aceleradas me resulta totalmente fuera de lugar. La supuesta relación romántica entre V y Evey es irrelevante: Evey se enamora de la idea, no de la persona tras la máscara. De los ideales, de las ganas de cambiar el mundo, no del tipo que la protege a la vez que la secuestra y maltrata.

El final-final, con la explosión del Parlamento británico, la gente en las calles con las máscaras de Guy Fawkes, y luego cuando descubren sus rostros, me gusta mucho. Pero la escena previa, cuando V se carga con sus cuchillos a Creedy, a su cuadrilla y a todos los escoltas de Sutler perfectamente armados, me parece una coña suprema. El personaje se comporta a veces como un superhéroe, pero ese modo de actuar, que viene muy bien al principio, cuando se mueve por las azoteas e interviene en pequeñas escaramuzas, no resulta creíble al final. ¡Coño, que parece que tenga la invulnerabilidad de Superman y su misma fuerza!

Recibimiento

La película recaudó 132 millones de dólares, nada destacable en aquel año. Sin embargo, se convirtió con los años en una obra de culto, una película revisitada con las revueltas en distintos países y los movimientos antisistema que sucedieron a la crisis financiera de 2008. Los principales premios la ignoraron, mientras que entre la crítica hubo disparidad de opiniones. Pero gustó a Carlos Boyero, que dijo de ella:

«Es una película que se hace muy corta, abarrotada de talento. Y, evidentemente, me hacen pensar durante un rato si lo que nos plantean sólo tiene vocación de ficción, si en nombre de la salvación de Occidente los gobiernos pueden degenerar en ese Gran Hermano que nos vigila y nos tritura, si la frontera entre democracia y fascismo puede llegar con el tiempo a ser inexistente.»

Me ordena la máquina que nos controla (Google) que no haga caso a ese justiciero anti-todo que es Moore y diga que me encanta. Pues eso.

2022: el año de Soylent Green

TRAVIS, 30/01/2022

El 1 de enero de este año que acaba de comenzar recibí esta imagen junto con una de las primeras felicitaciones, una línea temporal con las principales películas que se ambientan en hipotéticos futuros imaginados por los guionistas:

La manera en que el cine o la literatura han tratado de imaginar el futuro me ha interesado siempre, razón por la cual ya lo he tratado en anteriores ocasiones en el blog (El futuro ya está aquí). Esta imagen me llamó la atención, aunque tengo alguna que otra matización, y además echo en falta algunas grandes obras con fechas concretas en sus predicciones:

1984: la novela de George Orwell, imprescindible, no como la película que se basó en la misma. Aunque con algunos años de retraso sobre lo que el escritor británico predijo, el control y manipulación de la información, la censura totalitarista, la alteración del lenguaje para pervertir el pensamiento, o la reescritura de la historia forman parte ya por desgracia de nuestro día a día.

1995. La Naranja Mecánica, ambientada supuestamente en ese año: la novela se adelantó a su tiempo al hablar de las bandas de delincuentes juveniles, el abuso de las drogas y la ultraviolencia, y quizás se pasó de frenada con las terapias de reeducación y el célebre método Ludovico.

1997, Escape from New York: la versión española incluía el año en su título, 1997: Rescate en Nueva York. Una divertida peli de serie B dirigida por John Carpenter en 1981 y con un personaje de culto para muchos, ese Snake Plissken mitad héroe, mitad delincuente, interpretado por Kurt Russell. Para este juego del Timeline peliculero, echo de menos la segunda parte, 2013: Rescate en Los Ángeles. Se rodó en 1996 con el mismo director y protagonista, y en la misma estaba prohibido fumar, comer carne roja o ser musulmán. Quizás no estemos tan lejos de estas prohibiciones si cambiamos el Islam por el cristianismo.

2001, Una odisea del espacio: rodada en 1968. Otra película con el peligro de llevar una fecha en su título, porque no, el hombre no ha logrado llegar aún a Júpiter. O a Saturno, como decía la novela de Arthur C. Clarke. En este blog ya dejé mis particulares timelines de películas espaciales en A (bored) man on the moon:

2015, Regreso al futuro: Robert Zemeckis y Steven Spielberg imaginaron en 1985 cómo sería el 2015 al que viajaba Marty McFly y resulta curioso verlo una vez que llegamos a la fecha en cuestión. No tenemos aún coches voladores (salvo algunos prototipos), ropa ajustable, drones para pasear a los perros o aeropatines, pero sí «acertó» con el cine en 3D, las pantallas planas, las videoconferencias, la identificación biométrica y unas gafas muy parecidas a las Google Glass. Pero acertó sobre todo con algo que no es una innovación tecnológica, sino un comportamiento: el atontamiento que produce el enganche a las pantallas, sobre todo en los adolescentes.

1984-2029: Terminator, ¿cómo puede faltar Terminator en ese timeline? La guerra contra las máquinas se sitúa en 2029, pero han sido tantas las idas y venidas al pasado que se podría llenar esa imagen con distintas marcas. El primer Terminator viaja a 1984 para cargarse a Sarah Connor. En la segunda, para mí la mejor de todas, nos cuentan que el 29 de agosto de 1997 Skynet se cargó a 3.000 millones de personas con su petardo nuclear. En 2017, la sociedad está tan absorbida por la inteligencia artificial que hay tras las pantallas de sus tablets, ordenadores y televisiones que no se entera del control absoluto que existe sobre sus vidas (Terminator: Génesis).

2019: Blade Runner. Los seguidores de este blog ya saben que no se encuentra precisamente entre mis favoritas, pero es que además el noviembre de 2019 que imaginó se parece muy poco al real. La cagó incluso con las marcas comerciales que escogió para los carteles de neón: quebraron todas, excepto la Coca-Cola. La «maldición de Blade Runner» se llevó por delante a Atari, RCA, Pan-Am, Bell Systems o TDK.

2199, Matrix: ¿de verdad se desarrolla en ese año? Esa es la fecha que Morfeo calcula, porque durante la primera parte de la película (la primera, la mejor, la obra maestra) se supone que la acción se sitúa en el momento presente, con detalles como la fecha de vencimiento del pasaporte de Neo/Thomas Anderson, el 11 de septiembre de 2001. Acojonante, porque se rodó en 1999. Lo que ocurre es que llega un momento en el que cuesta distinguir el mundo real del virtual, ¿será el Metaverso de Facebook el principio de algo parecido?

Sobre algunas otras fechas: La fuga de Logan se desarrolla en el año 2116, la escasez de papel higiénico de Demolition Man se adelantó algo en el tiempo con el confinamiento de 2020 y me importa un carajo la fecha de ese bodrio llamado El quinto elemento. ¿Y dónde situamos Fahrenheit 451, en qué momento las autoridades censoras se ponen a quemar libros? ¿Canadá, en pleno 2021?

2022. Llegamos al año de Soylent Green. Cuando el 1 de enero recibí esa imagen, no había visto la película, pero se encuentra fácilmente por internet, así que dejo aquí un enlace por si alguno siente la misma curiosidad por verla: Película «Cuando el Destino nos Alcance»

Se rodó en 1973, estaba basada en la novela ¡Hagan sitio, hagan sitio!, de Harry Harrison y su título español fue Cuando el destino nos alcance. La trama nos sitúa donde se sitúan siempre las escenas apocalípticas, ya sean meteoritos, inundaciones, nevadas, Godzillas, ataques zombis o atentados terroristas: en Nueva York. Pero una Nueva York con un ligero problema de hiperpoblación (40 millones de habitantes) y desempleo (20 millones de parados solo en Manhattan). La película fue dirigida por Richard Fleischer, uno de esos artesanos de Hollywood sin tanto nombre como otros directores, pero con una filmografía repleta de entretenidísimas películas: Asalto al carro blindado, 20.000 leguas de viaje submarino, Viaje alucinante, Tora! Tora! Tora!, o mi favorita de largo: Los vikingos.

Soylent Green cuenta con un reparto con tres grandes de la interpretación, Charlton Heston, Edward G. Robinson y Joseph Cotten en un papel menor, algunos secundarios conocidos como Chuck Connors (el de la cara cuadrada que casi siempre hacía de malo) y Brock Peters (Matar a un ruiseñor), y una actriz que desconocía, pero que es pura sensualidad en su papel de «mobiliario» del apartamento: Leigh Taylor-Young. Lo interesante de la trama es que se trata de una de las primeras películas con un mensaje claramente ecologista. Ya en los estupendos dos primeros minutos, en los que describe en fotos de época unos cien-ciento cincuenta años de historia, de 1850 hasta la segunda mitad del siglo XX, advierte del peligro de la polución, la superpoblación, el calentamiento global y el ritmo de vida de entonces. Tanto la ganadería como la agricultura se han echado a perder y la gente se alimenta de Soylent, en sus variedades roja y amarilla. La película habla también del control de grandes corporaciones, como Soylent, que anuncia el lanzamiento de su último producto, Soylent Green, elaborado a partir de plancton, según indica la publicidad de la empresa.

Sin desvelar grandes aspectos de la trama, me han llamado la atención algunos detalles que parecen actuales (recuerdo que se rodó casi medio siglo antes del 2022 en que sitúa la acción), como el toque de queda, las mascarillas que llevan algunos personajes, la iglesia como refugio o «Cáritas» para los más desfavorecidos o la referencia a violaciones en cuadrilla. Las élites tienen acceso a productos de lujo que no alcanzan a la población, pero nada del otro mundo, sino una ducha de agua caliente, un filete o la mermelada de fresa. Hay revueltas sociales, como en tantos lugares hoy día, y los antidisturbios tienen que actuar de manera un tanto particular (no desvelo nada, está en la carátula al principio del post).

No me ha parecido una gran película, aunque entretiene, y su resolución es algo floja, falta de metraje, de alternativas o de una gran final como el de esa otra película de Charlton Heston anterior en unos pocos años: El planeta de los simios. Por cierto, ya que hablo del actor de la Asociación Nacional del Rifle, su personaje es un jeta de cuidado, aunque si el papel consistía en hacernos valorar los placeres de la vida (lo que hoy parece cotidiano, en Soylent Green tratado como un lujo), cumple de maravilla. Su manera de solucionar el problema de superpoblación en el mundo guarda una cierta relación con La fuga de Logan, si bien aquí se matan dos pájaros de un tiro. Estamos en 2022, esperemos poder seguir disfrutando de buena comida, «¡un tomate!», dice Sol (Edward G. Robinson), y no compuestos plásticos insípidos distribuidos por la corporación megamillonaria de turno.

Una película que nos habla directamente de la belleza de este mundo, de sus paisajes, de la naturaleza viva y de la importancia de protegerla. Ya lo he comentado en otros post, pero la idea de la Tierra como vertedero que aparece en Wall-E me parece de lo más aterrador de estos futuros distópicos imaginados por el cine o la literatura.

De suicidios, sacrificios e inmolaciones, por Travis

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Finalizo aquí mi particular trilogía sobre el escabroso tema del suicidio, comenzada con De suicidios y escritores malditos, y continuada con el guion veinteañero Inútil. Cuando estaba redactando la primera parte me vinieron a la mente varios personajes que provocan o fuerzan su muerte, si bien casi siempre hay una buena causa detrás.

«Vales más muerto que vivo«,  Sigue leyendo