
TRAVIS, 19/12/2021
A finales de 1970 se inició el rodaje de La naranja mecánica en Londres, adaptación de la novela de Anthony Burgess de la que se encargaría el director norteamericano Stanley Kubrick, un rodaje que se prolongó por espacio de seis meses. El estreno mundial se produjo el 19 de diciembre de 1971 en Nueva York, hace ya medio siglo, y una de las cosas que más me ha sorprendido al volver a verla estos días es pensar que el conservadurismo actual dificultaría o recortaría de manera notable una obra así. Los productores se autocensurarían, estoy convencido. Ya el propio Stanley Kubrick tuvo que hacer cambios sobre la novela original para lograr que se pudiera estrenar y aun con ello hubo numerosos países que la prohibieron durante años e incluso décadas. La ultraviolencia explícita, la falta de moral de los personajes o las escenas sexuales, violaciones incluidas, provocaban entonces y siguen provocando a día de hoy incomodidad, desasosiego. El famoso inicio de la peli no engaña a nadie e indica por dónde van a ir las dos horas y cuarto de metraje:
La cámara se aleja con un travelling, de manera inversa a un zoom. Podríamos pensar que tiene un significado metafórico de alejamiento de la violencia, pero creo que se debe más bien al gusto del director por mostrar esos planos panorámicos con el gran angular, enorme profundidad de campo, con simetrías inquietantes y los personajes en el centro de la acción.



Puro estilo Kubrick. Sus planos referentes, como los de El resplandor:
El one-point perspective que Kubrick utilizó como nadie, trazando con escuadra y cartabón:

Y por supuesto, los famosísimos de 2001: una odisea del espacio:

La adaptación
Del guion se encargó el propio Stanley Kubrick. Como ya mencioné en el post dedicado a la novela, la edición norteamericana se publicó sin el capítulo 21, y cuando se reeditó en 1986 en Estados Unidos, el propio Burgess escribió una introducción en la que decía que «La naranja americana o kubrickiana es una fábula; la británica, o la mundial, es una novela». Nunca estuvo satisfecho por el resultado, en especial porque ese recorte supuso cambiar el final pensado por el propio autor.
La película de Kubrick separa perfectamente las tres partes de la novela (Álex y sus drugos cometiendo tropelías, la terapia Ludovico y la vuelta a la sociedad) como si fueran tres capítulos de cuarenta y cinco minutos. Casi exactos. Y durante los mismos Álex va pasando prácticamente por todas las situaciones y vicisitudes de los protagonistas bajo el prisma tan personal del director. Toma elecciones estéticas y argumentales, pero casi todas ellas son fieles al espíritu de la novela.
En el artículo Las palabras y las películas del propio Kubrick, publicado en la revista británica Sight & Sound en 1961 (y a la que he tenido acceso gracias al cuadernillo de Cahiers du Cinema), explica lo que entiende que debe ser una adaptación literaria:
«Creo que para hacer una películas, el libro ideal no es una novela de acción, sino por el contrario una novela que trate principalmente de la vida interior de los personajes. Le daría al guionista un listado preciso con lo que piensa o siente cada personaje en cada momento de la historia». Para ello, pocas novelas como esta, narrada en primera persona por un tipo que expresa cada una de sus sensaciones o motivaciones, aunque esta sea la excitación por la sangre («le brotó la sangre, hermanos míos, y qué hermosa era», «soltaba sangre como una clase muy especial de fruta jugosa»). Continúa Kubrick: «El estilo es lo que un artista utiliza para fascinar al lector, la manera en que le comunica sus sentimientos, sus emociones y sus pensamientos. Eso es lo que ha de ser dramatizados y no el estilo. El guion debe encontrar su propio estilo, como si agarrara el contenido. Y al hacer eso podrá subrayar otra cara escondida de la construcción de la novela. Puede ser tan bueno como la novela, o no; a veces, en cierto modo, puede ser mucho mejor».
A mí me parece una estupenda adaptación de una novela parcialmente cercenada, pero ya coincidimos Reggie y yo en Mucho mejor la peli que no debería estar incluida en ese listado de «30 películas mejores que la novela en la que se basaron». El estilo de Kubrick es artificioso, ahonda en la irrealidad de la historia, los decorados son exagerados y las interpretaciones sobreactuadas (vaya padres, o ¡ese Deltoid!), pero es exactamente lo que es la novela: pura exageración. Una de las primeras escenas, la del intento de violación por parte de la pandilla de Billyboy, se desarrolla en el escenario de un teatro abandonado y los movimientos de los personajes, incluidos los de la chica a punto de ser violada, parecen una coreografía, una danza más que un intento de fuga.

Esa irrealidad de la novela y de la película es perfecta para enmascarar la violencia de lo que se narra. Kubrick emplea la cámara lenta, la ultra rápida, el zoom, el travelling, la retroproyección, el picado y el contrapicado, todos los elementos a su alcance que alejan la historia del documental, lo envuelve todo con la música y satura la pantalla de colores y elementos geométricos. Es brillante en todo, también en el alejamiento de la veracidad.


Los cambios
El personaje de Álex en la novela tiene solo quince años, mientras que el actor Malcolm McDowell contaba veintisiete cuando rodó la película. Las niñas que Álex lleva engañadas a su casa, a las que posteriormente droga y viola, tienen diez años en la novela, mientras que en el filme de Kubrick tienen un aspecto algo más crecido y menos infantil, y el sexo es consentido. Esta es la, ejem, transformación de la niña de diez años:

Los personajes son unos tarados mentales, verdaderos psicópatas y, sin embargo, uno ve la película o lee la novela y es capaz de encontrar un punto de humor en ellos, no sé muy bien por qué. La temida crítica cinematográfica Pauline Kael definió el filme como «comedia de ciencia-ficción porno-violenta», y se cabreaba porque afirmaba que «los directores nos llevan a aceptar la violencia» con naturalidad, como parte del ser humano, que es uno de los grandes temas de la novela. Como la posibilidad de reconducirla o si es lícito alterar la voluntad del hombre para inhibir sus impulsos más primarios.

Otra elección importante a la hora de trasladar la novela a la pantalla fue la reducción del uso del nadsat, porque podía hacer incomprensibles los diálogos, o resultar demasiado incómodo o cargante para el espectador. Se utiliza de manera ocasional y en contextos que hacen que se pueda seguir la trama. Algunos cambios respecto al libro aportan al ambiente febril y enrarecido de la película, como los cuadros eróticos de «la loca de los gatos» o la escultura con la que Álex da muerte a la mujer, que en el libro era una estatua de plata, y aquí… pues eso, algo que da bastante juego al director.

La película finaliza en el capítulo 20 de la novela, con la frase de Álex: «sí, ya estoy curado». El capítulo 21 es el que le da un cierto aspecto moralista a toda la historia. Álex ha madurado, comienza a trabajar y elige la bondad por propia voluntad. Entre otras cosas, descubre que le cuesta esfuerzo ganar el dinero y decide no derrocharlo como anteriormente a sabiendas de que podría robar para mantener sus caprichos: «Es que no me gusta arrojar porque sí los golis que me he ganado duramente«. Puede seguir robando o asesinando, o violando a mujeres, pero elige comportarse de otro modo. Ha madurado, «la juventud debe partir», aunque solo tenga dieciocho años y se muestra aburrido de la violencia, cansado. Se imagina a sí mismo formando una familia, con una débochca (mujer) con la que tener un hijo. «Ahí estaba vuestro Humilde Narrador Álex volviendo a casa, del trabajo a un bueno y caliente plato de cena, y ahí estaba esa ptitsa (muchacha) que le daba la bienvenida y lo saludaba como si lo amara«.

Sinceramente, no veo este posible final para la película, salvo que Kubrick (que lo dudo) lo resuma con ese plano final en el que Álex practica «el viejo unodós» con una joven desnuda rodeado de gente vestida de etiqueta, como de boda. Me chirriaría el capítulo tal como fue escrito, no creo que la mayoría de los espectadores viéramos con buenos ojos a un Álex rehabilitado y felizmente casado con una mujer a la que respetara. Lo entiendo en la novela porque Burgess quería llegar a la elección voluntaria del Bien y el abandono del Mal, no como consecuencia del atroz proceso de tortura ejercido por el estado sobre sus ciudadanos, sino como decisión consciente, razonada, meditada. He sido un hijo de puta, pero he comprendido. En su lugar, la película termina cuando Álex sonríe sádicamente y afirma estar «curado», y todos entendemos qué significa eso para el psicópata.

Reacciones al estreno
La crítica estuvo dividida entre quienes la consideraron una gran película y quienes se escandalizaron por su ausencia de valores morales de ningún tipo. Varios países la prohibieron, pero fue un éxito completo en todos aquellos en los que fue estrenada. En Reino Unido, tras varios crímenes cometidos por jóvenes que copiaban la estética de los personajes, las críticas se amplificaron y hubo voces exigiendo su prohibición. Algo que ocurre periódicamente, me vienen a la cabeza peticiones similares tras Asesinos natos, Pulp Fiction y ahora con El juego del calamar.
La obra llevaba más de un año en cartel en el Reino Unido cuando Stanley Kubrick comenzó a recibir amenazas de muerte para él y para su propia familia en su residencia a las afueras de Londres. Fue entonces cuando el propio Kubrick solicitó la retirada de la película de las carteleras, y consiguió que la distribuidora lo hiciera y no la reestrenara durante más de dos décadas. Desconozco el nivel de las amenazas, pero el veto del director en el Reino Unido se mantuvo hasta el fallecimiento del propio Kubrick en 1999. Eso ha sido hace dos días, como quien dice.
La película estuvo prohibida por la censura en España, pero en 1975 se estrenó en la Seminci de Valladolid. Precisamente acaba de estrenarse (17 de diciembre en TCM) un documental que narra la aventura de su estreno en «una de las ciudades más conservadoras de España», como cuenta el propio Malcolm McDowell.

La naranja prohibida. Lo recomiendo, se emite en abierto, y ahí podemos encontrar las cartas de los responsables del festival de cine de Valladolid a la Warner, las respuestas de esta, las exigencias de Kubrick y las hilarantes contestaciones de los órganos censores. La fama que precedía a la película provocó largas colas de estudiantes y una expectación como pocas veces se había visto en la ciudad. No hay que olvidar que estábamos en los últimos estertores del franquismo (abril de 1975), en la etapa del cine del destape en la que se podía ver algo más de una teta en pantalla como muestra de «apertura» del Régimen. La película se estrenó en Madrid a principios de 1976, pero exclusivamente en versión original, y solo puede exhibirse doblada dos años más tarde.
Curiosidades
- La música de Ludwig van. El gran Ludwig van, oh, hermanos míos, porque apenas se habla de Beethoven. La banda sonora es fantástica, con obras fundamentalmente de Rossini y Beethoven perfectamente engarzadas con las imágenes. El compositor Walter Carlos (ahora Wendy Carlos) modificó varias de las piezas con ayuda de un sintetizador, lo que produce un sonido para la obra entre futurista y clásico, perfecta mezcla para unos decorados que comparten ambos estilos. Algunas de las alteraciones del sintetizador sirven para marcar el tempo de los personajes, lo ralentiza o lo acelera, como en la famosa escena en la que emplea la Obertura de Guillermo Tell, que por sí solo es un videoclip de un minuto entre divertido y perturbador. El tiempo real que aparece en ese minuto es de unos veintiocho minutos.
- En la escena de las dos jóvenes que conoce en la tienda de discos aparece un disco con la banda sonora de 2001, Una odisea del espacio.

- El diseño de ese estrambótico vestuario es obra de una debutante, la italiana Milena Canonero. A lo largo de su carrera ha ganado cuatro Óscar al mejor diseño de vestuario: Gran Hotel Budapest (2014), Marie Antoinette (2006), Carros de fuego (1981) y Barry Lyndon (1975), del propio Stanley Kubrick. Malcolm McDowell contó que Stanley Kubrick encontró en el maletero del coche del actor unas coquillas para protegerse sus partes, puesto que era practicante de cricket. Al director le pareció que podían darle ese aire entre retro y futurista si lo llevaban por encima del traje.
- La canción Singin’ in the rain que Álex canta mientras golpea al escritor y desnuda a su mujer fue una improvisación del actor, al que Kubrick le pidió que cantara algo porque la escena había quedado muy sosa. A Kubrick le encantó, «es la canción que define la euforia para Hollywood». Le gustó tanto que compró los derechos de autor y la utilizó dos veces más en la película: para que Álex se delate en su segunda visita al escritor (un gran acierto) y en los títulos de crédito finales.

- El culturista que ayuda al escritor que ha quedado en silla de ruedas tras la paliza de los drugos es ni más ni menos que David Prowse, el actor que interpretaría a Darth Vader tras la máscara (v. Goodbye, Lord Vader).
- El perfeccionismo extremo, enfermizo más bien, de Kubrick le hizo famoso entre otras cosas por el número de tomas que obligaba a hacer a los actores. David Prowse acabó exhausto tras repetir más de treinta veces la escena en la que lleva al escritor con la silla de ruedas por las escaleras. La escena de los periodistas en el hospital se repitió 74 veces, y la escena inicial del intento de violación de Billyboy tuvo tantas tomas que la actriz inicialmente elegida abandonó el rodaje, harta de tanta «incomodidad».
- La película estuvo prohibida en España, pero en 1973 se rodó y estrenó una producción de José Frade, con dirección de Eloy de la Iglesia, titulada Una gota de sangre para morir amando. La película tiene tal cantidad de escenas similares que fue apodada «La mandarina mecánica».


- La película no disimulaba referencias a la obra de Kubrick, que aparecía mencionada en una escena, y fue distribuida en mercados anglosajones como Clockwork terror. La protagonista era Sue Lyon, la actriz de Lolita en la versión de Kubrick.
- Del doblaje español se encargó Carlos Saura y de la traducción, el escritor Vicente Molina Foix. El mismo equipo de El resplandor. Yo personalmente detesto la voz española de Álex, no me gustó nada.
- El suero que inyectan a Álex antes de la terapia Ludovico está en el bote 114. Las supersticiones o manías de Kubrick. En ¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú, el CRM-114 es el aparato de seguridad que bloquea las comunicaciones con el B-52, y en Eyes Wide Shut el personaje de Tom Cruise visita el pasillo C, cámara (room) 114. Descubrimiento vía Cahiers du Cinema.
Otras referencias de los Cuatro amiguetes
Barney.- «La naranja mecánica» fue el apelativo que se dio a la fantástica selección holandesa de principios de los setenta, aquella comandada por Johan Cruyff y en la que jugaron Neeskens, Resenbrink o Johnny Rep entre otros. Un gran equipo comandado por Rinus Michels que llegó a dos finales de mundiales (Alemania 1974 y Argentina 1978).
Josean.- La naranja mecánica de Kubrick figura entre las películas más rentables de la historia, pues tuvo un coste de unos dos millones y medio de dólares y obtuvo una recaudación superior a los cuarenta. No se acerca a la rentabilidad de Garganta profunda, conocida en algunos círculos como la más rentable de todos los tiempos.
Lester.- Quizás quienes sí entendieron el final del libro antes que muchos fueron los miembros del grupo musical Los Nikis, quienes a mediados de los ochenta sorprendieron con la canción La naranja no es mecánica, con frases como «oh, hermanito, se acabaron los delitos», «la ultraviolencia siempre acaba mal» o «Álex, no lo intentes de nuevo, deja a los mendigos vivir en paz».