Onetti, Ibáñez, la dignidad y el genio, por Lester

He tenido la oportunidad de visitar recientemente la exposición “Reencuentro con Onetti, veinte años después” en la Casa de América. Los veinte años a los que hace referencia el título de la exposición son los transcurridos desde la muerte del escritor uruguayo Juan Carlos Onetti, concretamente en mayo de 1994. La exposición consta de primeras ediciones del autor, reseñas periodísticas, libros firmados, dedicatorias y cartas sueltas, mobiliario, fotografías y sobre todo, una buena relación de recuerdos y objetos personales. Se centra en buena parte en lo que fueron los últimos años de la vida del escritor, aquellos que decidió pasar sin salir primero de casa, ese piso en la Avenida de América, luego de la habitación y finalmente, sin moverse apenas de la cama. La exposición tiene una réplica de lo que fue su dormitorio (y su comedor, oficina, sala de estar y de visitas) esos últimos doce años de su vida, esos años en los que Onetti decidió “abdicar” o retirarse de este mundo. Hice una foto de la réplica:

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Ignoro las razones de ese desistimiento o esa rendición, pero he buscado varias reseñas escritas tras su muerte por críticos y amigos, y tratan de encontrarle un sentido heroico a su acción. El País le dedicó una serie de artículos a “El hombre que vivía en la cama”.

“El escritor uruguayo Juan Carlos Onetti decidió retirarse del mundo hace 12 años,. Se metió en la cama y rechazó el exterior, pero siguió escribiendo, leyendo y bebiendo whisky.”

“Defendía empecinadamente su intimidad, su tiempo de escritura y de lectura, su vida familiar” (Mario Benedetti).

“El rechazo de Onetti al mundo exterior se agudizó en los últimos tiempos” (Manuel R. Mora / Gonzalo Botín).

“Un día le pusieron una inyección maldita y ya tuvo una razón para quedarse definitivamente en la cama. Fue su rabia tranquila contra el mundo la que le mantuvo así en aquel espacio sin horizonte” (Juan Cruz).

La verdad es que estos elogios responden al arquetipo hispano por el cual se alaban todas las acciones del fenecido, sea como fuera el tipo en cuestión. Recuerdo que de Jesús Gil se dijo al morir que “era un hombre muy impetuoso, vehemente, firme defensor de sus ideas”, cuando quedó claro hace mucho el tipo de persona que era. De los que han sido unos cabrones en vida se dice en el momento de su muerte que “eran muy amigos de sus amigos”, “encendidos defensores de sus convicciones”. Maneras muy simples de no decir que el tío era un redomado hijo de puta.

No es el caso de Juan Carlos Onetti, ni mucho menos, pero sí quería hacer el comentario a propósito de esa actitud de los últimos doce años de su vida que a mí sinceramente no me parece digna de elogio. O digna al menos de su figura. En la pared, junto a la lámpara, se encuentra el Decálogo del Club de los que nacieron cansados, entre los que se ve se incluía el propio escritor. No deja de ser un chiste, como tantos que se reciben por Internet o Whatsapp, pero por alguna razón parece que a los genios no se les permiten estas debilidades.

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» Ama a tu cama como a ti mismo», «el trabajo es cansancio», «no hagas hoy lo que puedas hacer mañana» y una que no comparto en absoluto: «De mucho descansar, nadie murió jamás». En esos últimos años, Onetti siguió leyendo (mucho, de ahí que se preparara esa mesa junto a la cama), escribiendo (poco, cada vez menos), fumando y bebiendo whisky (quizás para prolongar su vida en alcohol). En algunas de las fotos se le ve recibiendo visitas incluso en la cama, a veces vestido, con la corbata mal anudada, y otras directamente en pijama, con camiseta interior. Sé que tuvo problemas de movilidad, como tantísimos ancianos, pero no fue esa su excusa para esta actitud.

Su abnegada mujer, Dolly, fue su compañera, amanuense, compradora de libros, jardinera, camarera y cuidadora, en lo que no debieron ser unos años sencillos. Al ver la cama, las paredes, las fotos y algún vídeo de la exposición, mi mujer me dijo: «Aquí huele a rancio». Y es verdad. Aunque no hubiera humo ni whiskys, el ambiente se sentía rancio, decadente. Por muy genio que fuese, la conducta de Onetti, y esto es una opinión completamente personal, carece de toda dignidad. Dignidad en primer lugar con uno mismo. En las fotos se le ve con aspecto de quien ha pasado una mala fiesta, y se ha acostado directamente en la cama… hace tres días.

En alguno de los vídeos que muestra la exposición, se le ve en sus últimos años bebiendo y fumando, sin que apenas se le entienda, y se le oye hablar con la lucidez del borracho, pero también con sus incongruencias. Me quedé con una frase: «hay mucha vida más allá de la literatura». Y sin embargo, Onetti abdicó, dimitió, renunció a la misma. Con 72 años, con 12 más al menos por delante.

A los genios, una vez alcanzado ese estatus, parece que se les permite todo. Que hay que aplaudirles hasta sus defecaciones, porque son unos genios. Pero en el fondo son personas normales, y quizás lo que me sienta mal es que pretendemos que estas personas se comporten como un referente hasta el final. Y no tenemos ningún derecho a exigírselo.

Apenas a 300 metros de la Casa de América, en el Círculo de Bellas Artes, acaba de inaugurarse la exposición «Francisco Ibáñez, el Mago del Humor».

ibáñezEs una entretenidísima muestra de la obra del dibujante de tebeos (y guionista, y genio del humor) Ibáñez, creador de Pepe Gotera y Otilio, el Botones Sacarino, 13 Rue del Percebe, Rompetechos y sobre todo, los grandiosos Mortadelo y Filemón.

Sus personajes son una referencia para varias generaciones, y hasta se han incorporado al lenguaje popular. Cuando uno está cegato es un Rompetechos, en España nadie dice un Mister Magoo. Las comunidades de vecinos tienen bastante de la 13 Rue del Percebe, que disecciona perfectamente a los distintos inquilinos de una casa: el jeta, el vago, el moroso, el de la familia numerosa y asilvestrada, el plasta de los animales,… Todos hemos tenido en nuestros trabajos una Ofelia y un jefe clavado al Súper, y por supuesto cuando viene un chapuzas a casa terminamos diciendo a los amigos: «son unos Pepe Gotera y Otilio». La barba del Profesor Bacterio se ha puesto de moda entre los hipsters y hasta creo que James Harden se ha inspirado en ella:

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Mortadelo y Filemón son parte de mi vida y he conseguido transmitírsela a mi hijo. Hace pocos años encontré en una librería la Historia de los Mundiales de Mortadelo y Filemón y por supuesto que me la compré, la leímos los dos y compartimos los mejores chistes. Aunque se repitieran algunos topicazos Mundial tras Mundial, Juegos Olímpicos tras Juegos Olímpicos, aventura tras aventura, nos daba igual, los disfrutábamos de igual modo. Cada especial del Mundial o de los Juegos era un lanzamiento tan esperado entre mis amigos como para otros lo puede ser la última versión del iPhone.

Francisco Ibáñez ha cumplido ya 78 años y hasta donde sé sigue trabajando al mismo ritmo estajanovista de toda su vida. Es un hombre que ha vivido encadenado a una mesa de dibujo, pergeñando historietas divertidísimas desde hace casi sesenta años. Le gusta caricaturizarse a sí mismo de ese modo, con un ritmo febril de trabajo:

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Hace años leí en una entrevista una comparación que hacía con Goscinny y Uderzo, los creadores de Astérix y Obélix, mi otra pareja de cómics de la infancia y la adolescencia. Decía Ibáñez que Goscinny y Uderzo habían publicado 24 álbumes en 20 años, de 1961 a 1979 (los publicados desde 1980, una decena, corresponden sólo a Uderzo), lo que les permitía un ritmo de trabajo mucho más pausado que el suyo, más trabajado y pulido. Y además eran dos personas. Ibáñez tenía por contrato la obligación de publicar 6 álbumes al año, lo cual es una salvajada. Uno cada dos meses, lo que hacía que la mayoría de las veces la calidad no pudiera ir pareja con la cantidad. Y sin embargo nos gustaba todo lo que leíamos. A partir de los 90 se atrevió a meterse en temas de actualidad como el mítico Juanito Batallas (por supuesto, sobre Juan Guerra) o El Dictador, sobre Pinochet. Sus dibujos se han ido puliendo y cada vez son mejores, como puede verse en la exposición:

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Hace pocos años, otra vez en una librería, me encontré unos tomos de Mortadelo y Filemón, pero eran completamente distintos, eran más como una guía de los personajes y una serie de trucos para dibujarlos. Estuve ojeándolos un buen rato porque siempre quise saber dibujarlos. Además, reconozco que siempre me han maravillado las manos de los personajes de Ibáñez. Para mí son las mejores de los cómics, las más expresivas. En uno de los tomos explicaban cómo hacerlas y estuve tentado de comprarme el libro. Al final no lo hice, entre otras razones porque me preguntaba a mí mismo que por qué quería aprender a dibujar manos el estilo Ibáñez una vez pasados los cuarenta. Pues la verdad es que me he arrepentido.

Cada vez que veo a Ibáñez en televisión o le oigo en la radio, o leo una entrevista suya, me maravillo por su agilidad mental, por su sonrisa y su sentido del humor. Tiene más vitalidad que chavales con sesenta años menos. Transmite alegría, ganas de vivir, ganas de hacer cosas maravillosa. Hace años le dieron la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes, y algún día le tendrán que dar la Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo, por toda una vida dedicada a entretenernos y a divertirnos. Es un genio que mantiene intacta su dignidad, ojalá nos dure muchos años.

Cara Lester

 

 

 

 

9 comentarios en “Onetti, Ibáñez, la dignidad y el genio, por Lester

  1. No sabía que Onetti había malgastado su vida de un modo tan egoísta. Elogio no se merece más bien todo lo contrario ¿ dónde se encuentra el merito de quedarte como un animal de corral en la cama esperando a la nada ( bueno … esperando a su mujer que le sirviera el vaso del agua, la comida, el whisky, el tabaco ..y le subiera la taza del water siempre que el genio lo necesitara..) ? . Puro egoísmo y soberbia.
    Triste legado deja junto a su obra ¡ojalá nadie vea en el fin de los días de Onetti algo digno de imitar!

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    • Gracias por el comentario, Betania. No deja de ser curioso cómo detrás de algunas obras excepcionales hay vidas nada admirables. A lo mejor no es más que una vida normal, pero nos sentimos defraudados en cierto modo porque creemos que las personas deben ser igual de geniales que sus obras. Y no tiene por qué. Pero tenía curiosidad por ver la exposición y tratar de averiguar las razones que llevaron a Onetti a actuar de ese modo en sus últimos años. Y no las he encontrado. Tú las has definido: egoísmo y soberbia. Saludos.

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  2. Pues sí, menudo coñazo el Onetti.

    Y en cambio qué maravilla lo de Ibáñez, tengo muchas ganas de ir a esa exposición. Ya sabes que muchos de los mismos «mortadelos» que leímos fueron los mismos, los mismos tebeos, los mismos libritos de la editorial Bruguera, y algunos Super Humor de esos tan fantásticos, de vez en cuando todavía compro alguno, sobre todo si son de Mortadelo y Filemón, o de 13 Rue del Percebe. Los otros personajes no están mal pero me hacen menos gracia.

    Eso sí, además de disfrutarlos me traen recuerdos maravillosos, puede que tú, Lester, también compartas algunos. Como la primera historieta larga de 44 páginas que leí de un tirón, y de la que yo tengo conciencia, recuerdo que fue la de «El Rana», en un viaje muuuuy largo que hicimos en autobús hacia Benidorm con un montón de familias. Mira que después he estado algunas veces en Benidorm y es un sitio que me atufa bastante, pero aquel recuerdo de niño junto al tebeo de Mortadelo, otro de Hazañas Bélicas con los P-38 Lightning como protagonistas y otro del Hombre de Bronce, que se peleaba con uns tipos vestidos de dioses egipcios, fueron geniales. Supongo que esos tebeos nos los compraron para amenizar el viaje en bus, y los «repatriamos» a Madrid.

    También recuerdo una historia larga, que luego he buscado por ahí sin resultado, que se llamaba «Mortadelo y Filemón, Concurso Oposición». En aquella historieta fue donde se contaba por qué Filemón se convirtió en jefe de Mortadelo, con los dibujos ya con su estética más desarrollada, quizá incluso más detallista.

    No sé si en la exposición sobre Ibáñez se hace mención al criminal contrato que le hicieron, no recuerdo si fue Bruguera o Ediciones B, que hicieron que Ibáñez pese a ser ya alguien leído y seguido por millones de personas no sólo en España, sino en otros países, seguía siendo pobre de solemnidad, con un sueldecillo corriente y sin ningún derecho sobre sus personajes. Recuerdo también unos años, finales de los 70 o principios de los 80, en que las historias y los dibujos tanto de Mortadelo como de otros personajes de Ibáñez de repente perdieron toda su magia, la historias eran una mierda y los dibujos también. De niño no comprendías qué pasaba, ni por qué de repente aquellos dibujos tan geniales habían cambiado tanto, luego de mayores nos enteramos de que hubo unos años que la editorial quiso «industrializar» a lo bestia esos dibujos, o que no debiió llegar a un acuerdo con Ibáñez para continuar la producción. No sé si lo contarán pero espero que, aunque sea sin rencores, expliquen qué pasó exactamente, para que se vea una vez más cómo se desprecia y se machaca al genio cada vez que sale uno en nuestro querido país.

    Cuando vaya a ver la de Ibáñez -la de Onetti me doy por «visitado» con tu entrada- intentaré comentar por aquí cosas que me hayan gustado especialmente.

    Mientras tanto, espero que no dejes de escribir una sobre Astérix y Obélix, para discutir sobre cuáles serían los mejores -¿La Cizaña? ¿El Adivino? ¿El Escudo Arverno?-, y también otra sobre Tintín, a ver si de una vez nos enteramos de si era marica o simplemente asexual.

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    • Buenas noches, Andancio, qué recuerdos me traen tus comentarios sobre esos tebeos. El contrato leonino se lo impuso Bruguera (no lo he contrastado, pero estoy casi seguro de que fue así) e Ibáñez siempre se quejó (con su sonrisa en la boca y su peculiar sentido del humor) del ritmo de 6 álbumes por año, una salvajada. Y como tú dices, encima intentaron que otros dibujantes hicieran las historietas de Mortadelo y Filemón. A veces incluso las colaban en un tebeo normal y siempre decíamos: «este es de los malos, fuera», y pasábamos de largo a la siguiente historieta. Coincido contigo en los gustos, nunca fui seguidor de Pepe Gotera y Otilio ni del Botones Sacarino, aunque algún Rompetechos sí me he tragado con una sonrisa. Sería por mi condición de miope incapaz de salir de la cama sin buscar las gafas.
      Se me han quedado muchos temas sin sacar respecto a Mortadelo y Filemón, como su éxito en otros países, especialmente Alemania, donde se llaman Clever y Smart, o Flip y Flop en los países nórdicos. Quería hablar también de su paso al cine o la tele, hasta ahora desafortunado. Confío en la última de Javier Fesser con tecnología 3D y muy buena pinta. La anterior de Javier Fesser, con actores, era floja, pero una obra maestra al lado de la de Miguel Bardem. En la tele hicieron una serie del Botones, pero no pasé de ver el tráiler. Suficiente para desinteresarme. «Manos a la obra» se basó en Pepe Gotera y Otilio, pero seguro que no le pagaron nada a Ibáñez ni se lo van a reconocer nunca. En cierto modo, «La que se avecina» y «Aquí no hay quien viva» se basan en la 13 Rue del Percebe, con personajes unidimensionales, explotando su casi única característica.
      ¿El mejor álbum? Pufff, no me gustan esas clasificaciones, y con Ibáñez, que lleva unos 200 álbumes, sería muy pretencioso por mi parte. Me gustó mucho uno sobre sus orígenes, creo que era «La historia de Mortadelo y Filemón», y el de «Los Mercenarios», y los de los Juegos Olímpicos, Barcelona 92 a la cabeza (barramos para casa y en la autoparodia, Ibáñez era un crack).
      Tengo los 24 tomos de Astérix y Obélix de Goscinny y Uderzo, los mejores, y tengo pendiente una nueva relectura de los mismos. Creo que «La Cizaña» es insuperable, he conocido varios Detritus en mi vida profesional. Joder, qué rollo friki nos acabamos de marcar entre los dos, un placer.
      Lester

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  3. Querido Lester:

    también yo tuve la oportunidad de visitar la exposición de Ibáñez. ¡Qué de recuerdos!. Ibañez y «su gente» (Otilio, Rompetechos, Sacarino, Mortadelo….) forman parte de mi infancia (mucho), juventud (menos) y madurez (mucho, otra vez), de leerlos, de intercambiarlos con los amigos, de leerlos «al alimón», de ir a cambiarlos (10 pesetas los de Olé y un duro los de tapas de papel). Y como dices, intentando que mi pequeño, de 6 años, empiece a interesarse por leerlos (ya devora desde los tres el album de los mundiales!!!!. GRANDE IBÁÑEZ.

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    • Muy grande en todos los sentidos, especialmente en su capacidad de trabajo y su infinito sentido del humor. La comparación con Onetti surgió por el distinto modo de vivir esos años después de los 70, entre el abandono y el derrotismo de uno, y las ganas de seguir haciendo reír del otro.

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  4. Buenas,
    Grande Ibáñez. En mi, Mortadelo y Filemón entraron a través de mis tíos y primos cuando venían al pueblo a ver a la abuela. Solían traer periódicos caducados, revistas, pasatiempos y también tebeos. Recuerdo que al principio no solía hacer mucho caso a tanto papel, hasta que un día enredando por la troje y supongo que porque tenían muchos dibujos, me agarré a uno. No recuerdo el titulo pero la historia no se me olvidará nunca. Trataba de un «malo» que se había metido en un zoo y con un aparato intercambiaba la forma habitual de actuar y manifestarse de las diferentes especies. Seguro que lo conocéis, el elefante se creía murciélago (creo), la jirafa otra cosa… un lio que ellos dos tenían que resolver. En definitiva me supuso una mezcla de risa, prisa, estrés… que recuerdo incluso haber soñado por la noche. Durante un tiempo leí todos los que encontré y después mis primos ya me los traían directamente a mi. Los años pasaron, me hice mayor y cambié al señor Mortadelo por la señorita Interviu… !craso error! Se pierde mucha vista… leyendo.

    Respecto a la facilidad que tiene la gente de sacar las bondades de los muertos o moribundos (últimamente lo hemos visto con la duquesa de Alba) recuerdo una entrevista a Felipe González cuando le preguntaron por lo gran presidente que había sido Adolfo Suarez y respondió: «Dios nos libre del día de las alabanzas».

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    • Lo que cuentas sobre los tebeos era lo más habitual entre nosotros, cómo nos los intercambiábamos, y cómo año tras año los releías en el pueblo, en casa de tus primos, o se los dejabas a amigos a cambio de otros. Igual que Tintín, Astérix y Obélix, y algunos (no muchos) de la Marvel.

      Lo de alabar a los muertos me ha hecho siempre mucha gracia. No es un tema de respeto a los fallecidos, debe ser algo cultural. En mi caso, si el personaje es un imbécil lo sigue siendo después de fallecido.

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