Españoles por el mundo perdiendo el Norte, por Travis

PN1Nada, otra semana más que no veo El Francotirador. Mis expectativas iniciales se van desinflando, pero aun así, no voy a dejar de verla. Siendo el cine un entretenimiento individual, nos empeñamos en ir siempre acompañados, para lo cual es necesario ponerse de acuerdo con tu acompañante para elegir la película. Y ahí empiezan a veces las dificultades, sobre todo cuando tu acompañante es una adolescente, la hija de Lester. Pero bueno, es viernes, y vamos a ver si nos echamos unas risas con una película española recién estrenada llamada Perdiendo el Norte.

A eso voy al cine básicamente, a pasar un buen rato y a olvidarme de las historias y las histerias de la semana. El director de Perdiendo el Norte es Nacho G. Velilla, un tipo que viene de la televisión y que estrena aquí su tercer largometraje.

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De los dos anteriores sólo he visto Que se mueran los feos, una más de la moda actual de los catetos, paletos de pueblo y ese humor que llaman costumbrista. En la línea de José Mota y los chicos de Muchachada Nui, que al parecer tienen muchos seguidores, entre los cuales no me encuentro. No le veo la gracia a los personajes feos, sucios y asilvestrados, pero ya que me he chupado unas cuantas horas en las verbenas de los pueblos, reconozco que Que se mueran los feos me arrancó alguna sonrisa y me sirvió para echar un rato entretenido una tarde en casa. A esas risas ayudan los siempre estupendos Javier Cámara y Carmen Machi. Por cierto, algo debe tener el director de Perdiendo el Norte con los peinados de Javier Cámara, porque le encanta ponerle «ensaimadas anasagasteras» o códigos de barras.

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Nacho García Velilla, como decía, viene de la televisión, del mundo de las series. Tenía antes de la película dos sentimientos enfrentados: un tío que ha sido guionista y director de 7 vidas (otra vez Cámara y Machi) se merece todos mis respetos, si bien un tipo que ha trabajado como guionista en Aída no se merece nada más que la horca. Perdiendo el Norte está escrita en colaboración con su equipo habitual de guionistas, Oriol Capel, David S. Olivas y Antonio Sánchez.

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Centrándonos ya en la película, el argumento trata de dos jóvenes, Yon González y Julián López, que emigran a Alemania con la esperanza de encontrar trabajo como economista e investigador, respectivamente, atraídos por las noticias sobre la buena salud de la economía alemana y las enormes oportunidades que se ofrecen allí a los españoles, aunque no sepan una palabra de alemán. Bueno, conocen «Biergarten», como todo el mundo. Y «angelamerkel», que como todos los habitantes del sur de Europa saben, significa sodomita.

El impulso definitivo para decantarse por la experiencia berlinesa se lo da uno de esos reportajes tipo Españoles en el mundoMadrileños por el mundo, el típico programa en el que todos los que han salido al extranjero parece que han triunfado en la vida y son los amos de la ciudad, tienen unas casas maravillosas, unos trabajos envidiables, unos niños preciosos,… A veces pienso que son actores contratados, que es todo una falacia.

Luego resulta que el «técnico especialista en gestión medioambiental» es en realidad un peón de recogida de basuras, como ocurre en la película. Pero claro, quién va a contar a sus familiares y colegas que las está pasando putas en su experiencia internacional, ¿no? Pues de eso trata básicamente la película, de cómo contar que eres un triunfador cuando realmente estás currando de pinche de cocina, repartidor y limpiador en un kebab turco. En ese sentido, Perdiendo el Norte es la comedia de esos españoles por el mundo, al estilo de la historia un poco más dramática que fue el año pasado Una vida inesperada (de Jorge Torregrossa, con guion de Elvira Lindo, ambientada en Nueva York, y con Cámara frente a la cámara).

La película se desarrolla en Berlín, una ciudad interesantísima, llena de vida y de historia, con zonas espectaculares y museos apasionantes, como nos contó Lester en su entrada El día que gané a Gebreselassie. Y una ciudad muy cinematográfica. Viendo los rincones de Berlín en la película me venían a la cabeza Uno, dos, tres, La vida de los otros o Good Bye, Lenin.

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Lo mejor de la película lo ponen los secundarios veteranos, Javier Cámara, Carmen Machi y sobre todo, José Sacristán. Cuando su personaje, un emigrante que fue en busca de fortuna a mediados de los sesenta y se quedó definitivamente en Berlín, conoce a los jóvenes y les espeta: «que no tenéis ni idea, que os creéis los más listos del mundo y no sabéis de qué habláis, que os quejáis todo el día porque creéis que lo vuestro es lo más duro del mundo y no sabéis lo que pasamos nosotros», parece que realmente es Pepe Sacristán el actor quien se lo suelta a Yon González y Julián López, no a sus personajes.

El resto de actores representan unos estereotipos bastante típicos y tópicos. Yon González y Julián López interpretan los roles del guapito y el empollón gafotas, y es este último con su careto y su desparpajo quien gana por goleada. Úrsula Corberó es la megapija, la «otra», y Miki Esparbé el «fumao colgao» que se supone que aporta toques de humor gamberro. En realidad lo que aporta es un par de toques de mal gusto, como su modo «sutil» de interrumpir el primer momento de intimidad entre los protagonistas. «Son las coles, no puedo».

Hay un personaje «con chicha», con gracia, el dueño del kebab, un turco interpretado por un tal Younes Bachir, que habla un español bastante particular porque lo aprendió «de madre puta». Se pasa la película pronunciando refranes con errores, «corazón que no ve, ojos no sienten», que dicho con acento turco tiene su aquel. Esta particularidad tampoco es original, porque me recordó a un personaje que hace años (muchos años) salía en Protagonistas, de Luis del Olmo, con el acento de Johan Cruyff y soltando refranes repletos de errores. Hasta sacó un libro repleto de citas en las que la gracia está en la mala interpretación del sentido original, igual que el turco del kebab:

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Blanca Suárez es la tía buena, y hay que reconocer que esta guapísima en cada minuto de la película, incluso cuando se supone que lleva cinco horas seguidas corriendo el maratón.

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El desenlace se produce precisamente durante el maratón de Berlín, al modo de la que fuera última película de Cary Grant, Walk, Don’t Run, que todos los que tenemos nivel medio-alto de inglés, es decir, cualquier español por el mundo, sabe que significa Apartamento para tres.

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En fin, la niña de Lester disfrutó, yo estuve entretenido y me eché unas risas, y a otra cosa, mariposa. Comparada con Fuga de cerebros es una obra maestra, pero pierde la comparación ante las películas de Daniel Sánchez Arévalo, por ejemplo, bastante más entretenidas y con más trasfondo.

La semana que viene hablaremos de… ¿El Francotirador?

Cara Travis

 

 

 

2 comentarios en “Españoles por el mundo perdiendo el Norte, por Travis

  1. CON ESTA CRÓNICA CASI QUE YA HE VISTO LA PELI……AUNQUE PENSÁNDOLO BIEN CON EL POCO TIEMPO QUE TENGO LIBRE CASI HASTA TE LO AGRADEZCO YA QUE NO CREO QUE PUEDA IR A VERLA, JAJA.

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    • No me creo que digas eso, Pena de cuñada! He tenido cuidado de contar cosas de la película, detalles del triángulo-cuadrángulo amoroso, hacer spoiler,… cómo eres. Por esa razón prefiero hablar de películas que todo el mundo ha visto, así puedo contar con tranquilidad que Michael Madsen le va a rebanar la oreja al detenido en Reservoir Dogs, por ejemplo, y no fastidio a nadie, ¿no? Y respecto al tiempo libre, siempre hay tiempo para ver una película por la noche, mejor que lo que echan habitualmente, ¿no te parece?
      Saludos.
      Travis.

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