Esas comedias francesas, por Travis

De vez en cuando nuestros vecinos del Norte nos sorprenden con alguna magnífica comedia que arrasa en las taquillas francesas, lo cual nos provocaba hasta hace poco una sana envidia. Se suelen presentar en nuestro país acompañadas de subtítulos promocionales que indican los varios millones de personas que han ido a verla en Francia. Y digo que nos provocaba una sana envidia por lo raro que resultaba hasta hace bien poco tener películas españolas en lo más alto de nuestras listas de recaudación.

Estas películas no siempre tienen una buena acogida en nuestras carteleras, bien por la rivalidad tradicional entre ambos países, o bien porque el humor francés difiere del nuestro. Creo que algo de culpa tiene el doblaje, porque los aspavientos de los actores galos no encajan bien en ocasiones con las frases traducidas, o al menos eso me parece a mí. Será por la costumbre, pero el caso es que no me «chirría» tanto el doblaje de una película inglesa o americana. Y no siempre me pasa. Por ejemplo, con el doblaje de la magnífica Cyrano de Bergerac. Mi momento favorito es el duelo a espada mientras Depardieu compone un verso. «Y al finalizar, ¡os hiero!»:

Ha habido comedias francesas de gran éxito en el país vecino, y que sin embargo a mí se me han hecho pesadísimas, como Felpudo maldito (1994), Los visitantes (1993) o cualquiera de Astérix y Obélix. No he conseguido ver más de diez minutos seguidos de ninguna película de Astérix.

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Me he leído todas las historietas de los personajes de Goscinny y Uderzo varias veces, y están entre mis cómics o tebeos favoritos, o novelas gráficas, como algunos pretenden llamarlas ahora para dignificar un género que ya es suficientemente digno de por sí. Pero creo que a Francia le pasa con Astérix lo mismo que a nosotros con el Capitán Alatriste, que habiendo tan buen material, no hay manera de hacer una buena película o una buena serie.

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Recientemente he visto dos de estas comedias francesas que han arrasado las taquillas: Se nos fue de las manos y Dios mío, ¿pero qué te hemos hecho? En nuestra taquilla serían equivalentes a nuestros éxitos patrios Torrente y Ocho apellidos vascos. La primera es una comedia gamberra, muy divertida a ratos, que calca esquemas de películas como Resacón en Las Vegas. Estoy preparando una entrada sobre comedias gamberras y descerebradas, así que dejaré esta para otro día.

La segunda, Dios mío, ¿pero qué te hemos hecho?, es una comedia que empieza de modo políticamente incorrecto, y trata un tema tan controvertido como el racismo. Un tema especialmente controvertido en Francia, que nos lleva varios años de adelanto en lo que a inmigración se refiere, y por la presencia cada vez más relevante del Frente Nacional de Jean-Marie y Marine Le Pen.

El argumento es sencillo: un matrimonio tradicional y conservador, con cuatro hijas, tiene que lidiar con una situación para ellos incómoda como es el que las tres mayores se casen con un chino, un judío y un musulmán. Las reuniones familiares se convierten en un infierno para todos, especialmente para los padres, con conversaciones en las que se intentan obviar los temas escabrosos, como la religión o la política, pero se acaba discutiendo por la comida, la bebida o los topicazos sobre las razas. Como nuestros Ocho apellidos vascos y su colección de tópicos sobre la comida o la pelota vasca, la Virgen del Rocío o el «mi arma» sevillano. La película se promociona con uno de esos tráilers que por un lado hace que te entren ganas de ir a verla, pero por otro te cuentan quizás demasiado:

Para colmo, los padres, que se habían llevado la alegría de saber que su hija pequeña se casa con un católico, tienen que ver cómo el susodicho novio es… negro. Negro, muy negro, de familia africana igualmente racista. Es negro, y decirlo no es racista, no voy a cometer la tontería de llamarlo afroamericano, como recomiendan los manuales del hablar políticamente correcto.

La película tiene momentos muy buenos, como esa Marsellesa cantada a pleno pulmón, que empequeñece y deja por los suelos el momento Victor Laszlo de Casablanca, o las primeras reuniones familiares, con la preparación que hacen las hijas de sus respectivos maridos y de cómo debe ser su comportamiento.

El problema de estas películas es que el racismo es un tema tan delicado ya de por sí que al final se suaviza todo, situaciones y personajes, y el chino, el judío, el musulmán y el negro, y todos los blancos que salen en la película, son tíos tan perfectos, tan majos, que el conflicto interracial desaparece. Es una comedia, no lo olvidemos, y difícilmente se podría hacer humor de un asunto como el racismo. No tiene mala leche, como si la tienen los mafiosos de El Padrino, que se muestran partidarios de vender drogas a los negros porque son como animales. Tampoco tiene un momento concreto de lucidez en el que el cabeza de familia, interpretado por Christian Clavier se quite ese corsé racista que le oprime, como lo tenía por ejemplo Spencer Tracy en Adivina quién viene a cenar esta noche. Otra película que emplea el mismo truco, por cierto, de utilizar a un negro perfecto como Sidney Poitier. Educado, inteligente, de buena presencia, médico de carrera y con la aspiración de socorrer a gente necesitada en el tercer mundo, ¿cómo va a haber conflicto racista con un tipo así?

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Hace unos años vi otra buena comedia francesa, Bienvenidos al Norte, (2008), que utilizaba otro conflicto para su argumento, las diferencias entre la gente con aspiraciones de la ciudad y esos «paletos» de los pueblos pequeños. Al final, por ese empeño en suavizar los contrastes que indicaba, la gente ruda del pueblo le da varias lecciones a los pijos de ciudad, lecciones sobre la amistad, el saber vivir, y sobre todo, la sinceridad.

Me gustó más la versión italiana, Bienvenidos al Sur, pese a que fuera un calco de la francesa, porque el problema Norte-Sur italiano, Milán-Nápoles, se identifica mucho más con lo que ocurre en España, vascos y andaluces, o catalanes y andaluces, como parece que será Nueve apellidos catalanes. No tengo ninguna duda de que el origen de Ocho apellidos vascos está en la italiana Bienvenidos al Sur.

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El autor y director de Bienvenidos al Norte es Dany Boon, hijo de argelino y francesa del Norte, así que él mejor que nadie para explotar esas diferencias culturales. Este director es el responsable también de otra buena comedia francesa, La casa de tus sueños, de 2006, en la que un hombre lo pierde todo al meterse a reformar una casa que, en lugar de ser la de sus sueños, termina recordando a Esta casa es una ruina. Uno de los personajes más irritantes de La casa de tus sueños es el que interpreta el actor Daniel Prévost, al que, los que no somos expertos en cine francés, recordábamos por el papel de inspector de Hacienda cornudo en La cena de los idiotas (1998), de Francis Veber, una de las comedias francesas más divertidas que recuerdo. Se nota el origen teatral de la película, y su adaptación española a la escena lleva más de cinco temporadas de éxito (genial Josema Yuste).

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No sé en qué género catalogar dos películas tan agradables de ver como Amelie (2001) y Los chicos del coro (2005). No son exactamente comedias, pero la primera es una historia surrealista sobre una chica encantadora, con una sonrisa siempre dibujada en el rostro, que habrá a quien le cargue, pero a mí debo reconocer que me gustó y mucho. Resulta bastante más cercana que otra película incatalogable de su director Jean Pierre Jeunet, Delicatessen. La segunda es una historia más al uso de profesores que cambian el destino de sus alumnos, como El club de los poetas muertos, La lengua de las mariposas, Profesor Holland, o en otro registro bien distinto, El sargento de hierro.

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Cuando pensé en escribir esta entrada, no recordaba muchas películas francesas, pero poco a poco me vienen a la mente unas cuantas. Si tienes niños o sobrinos, o aunque no los tengas, no dejes de ver El pequeño Nicolás, de 2009, con un sabor a colegio antiguo repleto de personajes de nuestra infancia: el despistado, el empollón gafotas, el hijo de papá o el batallitas. Genial, nada que ver con el niñato que ahora aparece en todos los saraos bajo este apelativo.

Y termino con la que quizás sea mi favorita, Intocable, de los directores Olivier Nakache y Eric Toledano. No solo es divertida, sino que tiene mucho trasfondo detrás, hasta el punto de haber sido elegida por una compañía de seguros para una reciente campaña publicitaria: «Es un canto a la vida». La historia de un senegalés que comienza a trabajar como asistente de un millonario tetrapléjico, de carácter huraño, al que consigue arrancarle continuamente una sonrisa y devolverle las ganas de vivir. Estos directores acaban de estrenar Samba, con el mismo actor entrañable, ese negro muy negro de humor negro llamado Omar Sy. Iré a verla, cómo no, puede que sea otra de esas magníficas comedias francesas a las que me refería al principio.

Cara Travis

2 comentarios en “Esas comedias francesas, por Travis

  1. Ufff, pues yo creo que esta de «Dios mío…» podía haber dado mucho más de sí y sin embargo acaba en una simple y prescindible comedieta de tinte full-progre, donde parece acabar la cosa de forma totalmente previsible y buenista con el consiguiente tufillo «venga, a darse besos todo el mundo, ser buenos es lo mas molón»…

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    En fin, pienso que esta manera de influenciar a la gente ante un problema tan serio como es la progresiva pérdida de los valores culturales europeos ante el avance y progresión de otras culturas externas más o menos tolerantes, es un poco triste y estupidizante, y lo digo sin ánimo de expresar racismo ni nada parecido. Me encanta Francia y su cultura, he recorrido el país y cuanto más lo visito más me gusta, y detesto lo que representa Le Pen. Pero el tomarse al estilo «mundo de la piruleta» estas cosas, como se me quedó el cuerpo tras la peli, tampoco me parece lo más recomendable. Me parecen mucho más aceptables, por duras y por realistas, las conclusiones que se pueden extraer de pelis como Arde Misisipi o la misma Adivina… que has mencionado, y no me refiero a que esté de acuerdo con lo que se hace o se dice en esas pelis, me refiero a lo que son capaces de hacerte pensar.

    Por otra parte creo, como tú, que el doblaje de las pelis francesas es pésimo y las estropea un montón, esta especialmente me hubiera gustado verla en VO pero no pude. Ah, y también coincido en los que dices de las de Astérix, con lo geniales que son los cómica, lo insoportables que son las pelis… buena parte de culpa la tiene Roberto Benigni, qué tío pelmazo!!!! No le aguanto ni en la aclamada La vida es bella, tuve que armarme de valor -y de un rato especialmente libre- para poder decir que la había visto, y seguir diciendo que no veré nunca más una peli en la que salga este tipo.

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    • Yo también creo que Dios mío, ¿pero qué…? podía haber dado mucho más de sí, pero ya se sabe que vivimos en el mundo de lo políticamente correcto, en el que el malo no puede ser negro ni chino ni latino ni homosexual, porque todo un colectivo se sentiría atacado. Y esto es una comedia, no lo olvidemos. Respecto al racismo,… buff, qué complicado sin que me tachen de lo que no soy, hay que ser políticamente correcto, alguna broma pase, como cuando nos contaban chistes de negros o chinos en el colegio, pero en el fondo entiendo que todos los personajes tienen que ser perfectos, majísimos, llevarse bien, ser buenas personas, etc,… porque si no, alguien podría decir que se está atacando a todo un colectivo. Y sólo el que tiene una mirada sucia es capaz de encontrar connotaciones racistas donde no hay más que un humor blanco. Coño, ya me ha vuelto a salir el racismo.

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