Segundas partes que nunca se rodarán (y III), por Travis

Blade Runner Returns

Blade Runner

El primer problema que se encuentran los productores para esta secuela es conocer el punto de partida. ¿Continúa la historia después del primer final estrenado? ¿Continúa tras el primer montaje en DVD? ¿O tras el Director’s Cut de 1992, o el montaje final de 2007? La mayor duda es saber si Deckard (Harrison Ford) es un replicante o no, porque está claro que Sean Young, ahora Sean Old, lo es. Así que la historia comienza con la depresión de Deckard por las dudas existenciales acerca de sí mismo y por el fracaso de su vida sentimental. Su vida con la replicante es un desastre, los coitos son aburridos porque estos bichos no muestran emoción alguna. Un «¡oh!» es lo más cercano a un orgasmo que pueden emitir. En una de las conversaciones, Deckard le increpa:

– No entiendo cuando la gente describe como algo maravilloso que en la cama su mujer es una máquina.

Como los replicantes tienen una vida limitada a cuatro años, Deckard se pasa contando los días hasta que finalmente una mañana, Sean Old se queda «cuajaica» en un sillón, como una figura de cera inerte:

– Tienes la misma expresividad que cuando te movías.end2

Pero Deckard necesita saber si él es también un replicante o no. Gaff fue desenchufado después de dejarles huir en la primera, y reciclaron su endoesqueleto para fabricar origamis. A Deckard no le queda más remedio que acudir al Creador, papel que interpreta el propio Ridley Scott. Mucho decorado ultramoderno, carteles de neón con marcas que ya no existen, polución a manta, una lluvia pesada,… Beijing en unos años. El Creador recibe a Deckard con un batín de seda con las iniciales S.S.A. Cuando Deckard le pregunta por su origen, al Creador se le escapa una carcajada:

– ¡Pues claro que eres un replicante! ¿Cómo un humano iba a hablar tan despacio como tú? Eres un modelo 2.0 de los Nexus, esa versión defectuosa que dio tantos problemas. Te implantamos unos recuerdos, pero tienes pocas prestaciones, hablas muy lento, no puedes sonreír,…

– Pero… no puede ser,… llevo viviendo casi ocho años…

– Claro, es como los móviles antiguos, que tienen menos funciones pero la batería dura el doble –le pasa un escáner por los ojos-. Te pasa como a los concejales defectuosos, que en lugar de durar cuatro años, aguantan ocho. A veces más.

– ¿Entonces?

El Creador mira la pantalla del escáner:

– Te quedan 23 días antes de apagarte.

– Pero… no puede ser, tengo muchas cosas por hacer en la vida como… (se queda pensando, se supone que el momento es poético-trascendental-existencialista, pero en realidad, se pasa casi un minuto en silencio)… no sé, pero no me puedo marchar todavía.

– ¿De verdad hay algo que creas que puedes hacer con tu vida?

– No sé -dice Deckard-, será por los recuerdos implantados, pero me veo haciendo de arqueólogo aventurero o vaquero espacial hasta los 70 años. O estrellando mi propia avioneta en Kentucky. Así que no todo está perdido. Puede haber un futuro.

El Creador le mira con pena, y le propone un trato:

end3 – Hay un asesino suelto, un replicante del tipo Havier-3, que está eliminando todas mis creaciones anteriores. Acaba con él y yo te prolongaré la vida. Te puedo insertar este chip que he desarrollado en los últimos tiempos. Todavía está en fase experimental.

– ¿Y funcionará?

– Casi seguro. Lo que sí te garantizo es que mejorará tus prestaciones.

– ¿Adquiriré superfuerza, invulnerabilidad? ¿Seré más rápido?

– Serás más rápido… hablando, que hasta ahora estabas en modo 45 revoluciones y la verdad es que cansas bastante.

Deckard se marcha con una misión. Llueve. No muestra alegría porque es tan expresivo como su compañera en estado vegetativo, pero al menos tiene algo por lo que luchar. El replicante Havier-3, interpretado por Javier Bardem con el pelo oxigenado, es un tipo malencarado y con evidentes síntomas de no pasar mucho por la ducha. Los productores ahorran mucho así con la caracterización del personaje.

Llueve todo el rato. Tras varias persecuciones tediosas y una pelea desigual en la azotea de un edificio, Deckard queda malherido y colgando de una cornisa. Llueve a cántaros, esto parece Lekeitio. Havier-3 se acerca en gayumbos y con una paloma gris en las manos (es Beijing, no lo olvidemos). Parece que va a arrojar a Deckard al vacío, pero sin embargo le salva la vida y le deja seguro en la azotea. Con voz muy profunda, comienza su discurso final:end4

“Yo he visto cosas que vosotros no creeríais. He visto contenedores en llamas más allá de la Puerta del Sol en una protesta por la reforma laboral, y luego a esos mismos manifestantes usando esa norma para despedir a los trabajadores de su negocio. He visto actores echar Rayos C por los ojos en protesta por la guerra de Irak y luego irse a vivir a California. He visto tipos despotricando contra la privatización de la sanidad y luego alquilando una planta entera del hospital más caro de Estados Unidos para sus propios hijos. Coño, que he visto polideportivos con el nombre de mi madre. Todos esos momentos se perderán, afortunadamente, como lágrimas en la lluvia. Es hora de partir”.

Suelta la paloma al vacío, pero esta no vuela porque está intoxicada de tanta polución como hay en la ciudad. Cae y se estampa contra el suelo. “Coño”, exclama Havier-3, “es también mi hora de partir… me la crisma”. Se arroja al vacío.

Deckard vuelve a la casa del Creador para que le instale el chip milagroso, pero este ha desaparecido. En la mesa de su despacho están las pésimas críticas por sus últimos trabajos.

Deckard sabe que se le acaba el tiempo. Pero ni se inmuta. Como el resto de la película. Como en 1982. Música electrónica. Fundido a negro.

end

Ya dijo aquel que segundas partes nunca fueron buenas.

Cara Travis

2 comentarios en “Segundas partes que nunca se rodarán (y III), por Travis

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