En defensa del cine español, por Travis

Premios Goya Sevilla

«No me gusta el cine español», «no soporto a Pepito ni a Fulanita» o «todas las películas son iguales» son frases que algunos colegas me repiten con frecuencia cada vez que les comento o recomiendo una película española. Eso cuando no meten la política o los prejuicios para soltarte los archiconocidos «esos progres de la Ceja» o «siempre están con la guerra civil», justo antes del requeterrepetido «solo están para cobrar la subvención y vivir del cuento». Y no, no estoy de acuerdo en absoluto. Aunque a mí tampoco me guste «algún tipo de cine español» y «no soporte a mis Pepitos y Fulanitas» particulares, sí tengo claro que «no todas las películas son iguales». Ni mucho menos.

Hoy que el cine español celebra su tradicional fiesta anual, los Goya, creo que es un día perfecto para dedicarle un texto de homenaje, un post en defensa del buen cine español. El bueno, nada más, al malo podemos aplicarle el lanzallamas, igual que al mal cine francés, al americano, o a cualquier cinta de Lars von Trier.

Los Goya son una ceremonia bastante tediosa, pero nada que no sean los Óscar o (supongo) los César franceses o los Bafta británicos. Pero antes de comenzar, ¿por qué Goya? ¿Por qué se escogió al pintor aragonés para premiar algo mucho más reciente que sus cuadros? Siempre he creído que sería por el uso de la luz y el color, o por los encuadres del pintor, tan cinematográficos que alguien de la Academia de Cine lo elegiría por ser capaz de utilizar el color como Alfred Hitchcock,

1 Los borrachos Goya

por resultar costumbrista como Francis Ford Coppola,

2 La gallina ciega Goya

simbólico como Martin Scorsese,

3 Aquelarre Goya

por crear una luz como si de un fotograma de Vittorio Storaro se tratara,

4 Fusilamientos 2 de mayo Goya

o por ser un mago de la oscuridad y las tinieblas, como Ridley Scott:

5 Pintura negra Goya

Mal empiezo si para hablar del cine español menciono a directores extranjeros. Rebobino. El color de las escenas de Almodóvar, la representación costumbrista de Luis García Berlanga, el uso de los símbolos de Julio Medem, la iluminación y la fotografía de Javier Aguirresarobe (quien, por cierto, participó en Los fantasmas de Goya, de Milos Forman) o las sombras y penumbras de Álex de la Iglesia, bien podían tener inspiración en los cuadros de Goya.

Algo de lo comentado hubo en la creación de estos premios allá por 1987. Se buscó una palabra de dos sílabas, con cierta sonoridad, como Óscar o César, y se eligió Goya porque el artista «había tenido un concepto pictórico cercano al cine» y «varias de sus obras más representativas tenían casi un tratamiento secuencial».

Sea por lo que fuere, el cine español no termina de convencer aquí, a buena parte de nuestros compatriotas. La recaudación se situó por encima de los 100 millones de euros en 2018, barrera que se superó por quinto año consecutivo. Puede parecer una cifra aceptable, pero se trata «solo» de 17 millones de espectadores de los casi cien millones de entradas vendidas, lo que mantiene la cuota de pantalla en ese rango entre el 16 y el 20 por ciento en el que se estabilizó hace ya mucho tiempo.

La película más taquillera de 2018 en España fue Jurassic World: el reino caído, dirigida, ¡anda, coño!, por el barcelonés Juan Antonio Bayona. Una muestra más del enorme talento que hay aquí, un talento que Bayona ha desplegado cual bestia del jurásico en las cuatro películas que ha dirigido hasta la fecha: la mencionada, El internado, Lo imposible y la que más me ha acongojado en los últimos años, Un monstruo viene a verme.

He visto tres de las cinco películas nominadas a mejor película este año, y desde luego que tengo que decir a esos colegas que «no, no son todas iguales», y «no, no van sobre la guerra civil». El cine español tiene miles de temas más por explotar. Un equipo de baloncesto de discapacitados intelectuales, un político corrupto, las soterradas disputas familiares en un pueblo, dos gitanas lesbianas y dos hermanos gitanos tratando de rehacer sus vidas.

Esos son grosso modo los temas de los que tratan las cinco películas que competirán por el Goya a mejor película de 2018: Campeones, El reino, Todos lo saben, Carmen y Lola y Entre dos aguas. No he visto las dos últimas, pero sí puedo decir que las tres primeras son películas con bastante interés, notables. Muy cuidadas en cada detalle, desde el guion, los actores seleccionados, la factura técnica y el diseño de producción. Con historias interesantes que contar.

El reino (Rodrigo Sorogoyen) nos cuenta en hora y media lo que vemos en el telediario por capítulos durante meses: una panda de políticos corruptos, grabaciones, chantajes, registros policiales, investigaciones judiciales,… Si el cine español quiere desarrollar estas tramas, como hemos visto en los últimos años, tenemos material como para ser una potencia de primer orden. Antonio de la Torre compone otro estupendo personaje más que añadir a su carrera repleta de hijos de puta integrales, un carrerón que nada tiene que envidiar a muchos actores de Hollywood.

Cuando salí de ver Todos lo saben (Asghar Farhadi) le dije a mi acompañante: «anda que no hay historias en los pueblos por contar, conflictos entre familias que ocurrieron en el pasado y que permanecen latentes a la espera de que algo prenda la mecha». La trama tarda en arrancar, pero luego lo hace con fuerza, apoyada en un reparto que se permite el lujo de contar con dos Óscar de Hollywood (Javier Bardem y Penélope Cruz), aunque yo me quedo mil veces antes con Bárbara Lennie y con el argentino Ricardo Darín, al que ya podemos considerar «uno de los nuestros».

Mi favorita para esta noche es Campeones, la obra de Javier Fesser a la que los cuatro amiguetes dedicamos un post entero repleto de cariño. Es una película entrañable, honesta, emotiva, solidaria y muy, muy divertida. Es mi favorita para esta noche y seguramente por eso no ganará, como no lo ha hecho nunca la película por la que yo apostaba, o la más taquillera, o la más reconocida a nivel internacional.

Porque así somos en España muchas veces, que parece que nos jode reconocer el éxito del vecino, no digamos el del compañero de profesión. A Almodóvar le negaron los premios sus propios compañeros de la Academia de Cine durante años, esos mismos años en los que sus vitrinas se abarrotaban de galardones internacionales.

A veces somos nuestros peores enemigos, echando pestes de las películas que se hacen aquí y yendo como locos a ver el último blockbuster bazofia que nos viene de Hollywood. O creando una polémica artificial y difundiendo comunicados y guasaps en contra de una película porque alguien ha escuchado que un actor dijo no sé qué mierda, como le ocurrió a la muy digna El guardián invisible, que me llevó a escribir sobre esos guardianes visibles de la moral. Este blog tampoco es el mejor ejemplo. No hay más que ver que en el post dedicado a las películas más desastrosas de la historia las dos primeras resultaron ser producciones españolas (No somos nadie y Fotos).

Nos encanta buscar la polémica y la alimentamos, «que si los Bardem, que si las sociedades panameñas de Almodóvar, que si Willy Toledo ha dicho,…», y no digo que en la mayoría de los casos con razón, pero hasta en eso nos alejamos de los norteamericanos. Clint Eastwood, Arnold Schwarzenegger, Robert Duvall o Chuck Norris son lo que aquí denominaríamos fachas muy fachas, protofranquistas, pero no creo que a sus películas acudan únicamente votantes del partido republicano. Parece que los espectadores sean capaces de valorar la calidad artística de una película al margen de las ideas políticas de sus directores o actores.

Y entiendo que cueste, a mí también me pasa. Es cierto que en España no ayudaron nada espectáculos como la gala de los Goya del No a la guerra, o los sucesivos ataques a los ministros de Cultura que han ido desfilando año tras año para recibir los insultos y las chanzas de los premiados, sobre todo si eran del PP. Parece que el cine es de izquierdas y que hay que subir el IVA si gobierna el PP y bajarlo si lo hace el PSOE. Basta ya, dejadnos en paz, dejadnos disfrutar de las películas de Amenábar, Bayona, José Luis Cuerda, por supuesto que el gran Álex de la Iglesia, Trueba a veces, Isabel Coixet cuando no se pone coñazo trascendental, Alberto Rodríguez, Raúl Arévalo, Icíar Bollaín y también, por qué no, de las comedias gamberras de Santiago Segura, Nacho García Velilla y tantos otros.

En el fondo, con los años he aprendido que se llaman premios Goya porque evidencian lo que narró mejor que nadie Don Francisco de Goya y Lucientes en su cuadro Duelo a garrotazos:

7 Duelo a garrotazos Goya

 

 

 

Segundas partes que nunca se rodarán (y III), por Travis

Blade Runner Returns

Blade Runner

El primer problema que se encuentran los productores para esta secuela es conocer el punto de partida. ¿Continúa la historia después del primer final estrenado? ¿Continúa tras el primer montaje en DVD? ¿O tras el Director’s Cut de 1992, o el montaje final de 2007? La mayor duda es saber si Deckard (Harrison Ford) es un replicante o no, porque está claro que Sean Young, ahora Sean Old, lo es. Así que la historia comienza con la depresión de Deckard por las dudas existenciales acerca de sí mismo y por el fracaso de su vida sentimental. Su vida con la replicante es un desastre, los coitos son aburridos porque estos bichos no muestran emoción alguna. Un «¡oh!» es lo más cercano a un orgasmo que pueden emitir. En una de las conversaciones, Deckard le increpa:

– No entiendo cuando la gente describe como algo maravilloso que en la cama su mujer es una máquina.

Como los replicantes tienen una vida limitada a cuatro años, Deckard se pasa contando los días hasta que finalmente una mañana, Sean Old se queda «cuajaica» en un sillón, como una figura de cera inerte:

– Tienes la misma expresividad que cuando te movías.end2

Pero Deckard necesita saber si él es también un replicante o no. Gaff fue desenchufado después de dejarles huir en la primera, y reciclaron su endoesqueleto para fabricar origamis. A Deckard no le queda más remedio que acudir al Creador, papel que interpreta el propio Ridley Scott. Mucho decorado ultramoderno, carteles de neón con marcas que ya no existen, polución a manta, una lluvia pesada,… Beijing en unos años. El Creador recibe a Deckard con un batín de seda con las iniciales S.S.A. Cuando Deckard le pregunta por su origen, al Creador se le escapa una carcajada:

– ¡Pues claro que eres un replicante! ¿Cómo un humano iba a hablar tan despacio como tú? Eres un modelo 2.0 de los Nexus, esa versión defectuosa que dio tantos problemas. Te implantamos unos recuerdos, pero tienes pocas prestaciones, hablas muy lento, no puedes sonreír,…

– Pero… no puede ser,… llevo viviendo casi ocho años…

– Claro, es como los móviles antiguos, que tienen menos funciones pero la batería dura el doble –le pasa un escáner por los ojos-. Te pasa como a los concejales defectuosos, que en lugar de durar cuatro años, aguantan ocho. A veces más.

– ¿Entonces?

El Creador mira la pantalla del escáner:

– Te quedan 23 días antes de apagarte.

– Pero… no puede ser, tengo muchas cosas por hacer en la vida como… (se queda pensando, se supone que el momento es poético-trascendental-existencialista, pero en realidad, se pasa casi un minuto en silencio)… no sé, pero no me puedo marchar todavía.

– ¿De verdad hay algo que creas que puedes hacer con tu vida?

– No sé -dice Deckard-, será por los recuerdos implantados, pero me veo haciendo de arqueólogo aventurero o vaquero espacial hasta los 70 años. O estrellando mi propia avioneta en Kentucky. Así que no todo está perdido. Puede haber un futuro.

El Creador le mira con pena, y le propone un trato:

end3 – Hay un asesino suelto, un replicante del tipo Havier-3, que está eliminando todas mis creaciones anteriores. Acaba con él y yo te prolongaré la vida. Te puedo insertar este chip que he desarrollado en los últimos tiempos. Todavía está en fase experimental.

– ¿Y funcionará?

– Casi seguro. Lo que sí te garantizo es que mejorará tus prestaciones.

– ¿Adquiriré superfuerza, invulnerabilidad? ¿Seré más rápido?

– Serás más rápido… hablando, que hasta ahora estabas en modo 45 revoluciones y la verdad es que cansas bastante.

Deckard se marcha con una misión. Llueve. No muestra alegría porque es tan expresivo como su compañera en estado vegetativo, pero al menos tiene algo por lo que luchar. El replicante Havier-3, interpretado por Javier Bardem con el pelo oxigenado, es un tipo malencarado y con evidentes síntomas de no pasar mucho por la ducha. Los productores ahorran mucho así con la caracterización del personaje.

Llueve todo el rato. Tras varias persecuciones tediosas y una pelea desigual en la azotea de un edificio, Deckard queda malherido y colgando de una cornisa. Llueve a cántaros, esto parece Lekeitio. Havier-3 se acerca en gayumbos y con una paloma gris en las manos (es Beijing, no lo olvidemos). Parece que va a arrojar a Deckard al vacío, pero sin embargo le salva la vida y le deja seguro en la azotea. Con voz muy profunda, comienza su discurso final:end4

“Yo he visto cosas que vosotros no creeríais. He visto contenedores en llamas más allá de la Puerta del Sol en una protesta por la reforma laboral, y luego a esos mismos manifestantes usando esa norma para despedir a los trabajadores de su negocio. He visto actores echar Rayos C por los ojos en protesta por la guerra de Irak y luego irse a vivir a California. He visto tipos despotricando contra la privatización de la sanidad y luego alquilando una planta entera del hospital más caro de Estados Unidos para sus propios hijos. Coño, que he visto polideportivos con el nombre de mi madre. Todos esos momentos se perderán, afortunadamente, como lágrimas en la lluvia. Es hora de partir”.

Suelta la paloma al vacío, pero esta no vuela porque está intoxicada de tanta polución como hay en la ciudad. Cae y se estampa contra el suelo. “Coño”, exclama Havier-3, “es también mi hora de partir… me la crisma”. Se arroja al vacío.

Deckard vuelve a la casa del Creador para que le instale el chip milagroso, pero este ha desaparecido. En la mesa de su despacho están las pésimas críticas por sus últimos trabajos.

Deckard sabe que se le acaba el tiempo. Pero ni se inmuta. Como el resto de la película. Como en 1982. Música electrónica. Fundido a negro.

end

Ya dijo aquel que segundas partes nunca fueron buenas.

Cara Travis