Con su película Campeones, Javier Fesser ha vuelto a lograr algo tan complicado como poner de acuerdo a crítica y público con esta historia sobre un entrenador de baloncesto de élite que se ve obligado a prestar servicios sociales entrenando a un grupo de discapacitados intelectuales en un centro de Vallecas.
Tres semanas seguidas como número uno en taquilla, desbancando al mismísimo Spielberg y su Ready Player One, y una buena acogida por la mayor parte de críticos de este país, Carlos Boyero incluido. Reconozco que tenía ciertos reparos a la hora de ver esta peli porque al tratar un tema como la discapacidad intelectual podía caer en la sensiblería o en lo peor de las historias bienintencionadas, cuya trama se suele diluir en situaciones forzadamente tiernas.
Sin embargo, pasé dos horas estupendas, riéndome cuando las situaciones lo buscaban (y lo lograban), y valorando la parte más íntima y personal de los protagonistas. El actor que sostiene la película, Javier Gutiérrez, está enorme en todas las facetas (pese a su estatura), algo que ya no sorprende a nadie a estas alturas (pese a su estatura) de su carrera. Sabe ser cabrón, cruel, cobarde, simpático, tierno, inteligente o agresivo según sea el momento, y en todas las facetas se crece (pese a…) y lo clava cual triple de los protagonistas. Protagonistas, por cierto, que no eran actores, sino auténticas personas con discapacidades intelectuales de algún tipo que hicieron un trabajo sorprendente y espléndido.
Solo es posible encontrar algunos diálogos como el de la primera sesión de entrenamiento en el universo particular de su director, Javier Fesser, hermano del periodista Guillermo, la mitad de Gomaespuma, otro de los pocos «lechones» existentes en este mundo capaces de entender este universo tan particular de diálogos surrealistas, tortazos de cómic, dientes sucios y gafas de culo de vaso. He visto prácticamente todo lo que ha hecho Javier Fesser (me falta Camino) y desde luego tiene en mí a uno de sus fieles seguidores, alguien que se ha visto incluso la recopilación de los cortos de Javi y Lucy y los anuncios de las Películas Pendelton, por supuesto Aquel ritmillo y El sedcleto de la tlompeta, sus versiones de Mortadelo y Filemón y una de las obras maestras del cine español: El milagro de P. Tinto, que consiguió el milagro de que viera a P. Tinto dos veces en menos de 24 horas en aquellos tiempos lejanos del videoclub. Para mí es una obra redonda, aunque será una castaña absurda para todo el que no entre, como decía, en ese universo tan particular.
Recomiendo Campeones, de la que no quiero contar mucho para no destriparla. Pasaréis un buen rato con una historia repleta de cariño hacia sus personajes. Y divertida, cercana, humana y que sabe mostrar las debilidades de todos los personajes, discapacitados y de los que antes de imbuirse en la historia se consideran a sí mismos «normales».
Para aficionados al baloncesto y al cine, Campeones entra directa en el top-10 de películas del subgénero, que ni siquiera sé si llega a 10, pues se salvan muy pocas: Hoosiers, Entrenador Carter, Ganar de cualquier manera, One on One, Space Jam (sí, Space Jam, con Michael Jordan y Bugs Bunny, ¿quién quiere más?),… y en la que no entran Una tribu en la cancha, Los blancos no saben meterla, Teen Wolf o esa cosa llamada Air Bud y secuelas.
No he visto la película, porque normalmente los deportes, salvo los no habituales para nuestros ojos, como el béisbol o el boxeo, no suelen quedar bien en pantalla. La chilena de Pelé en Evasión o victoria es lo más verosímil de una película en la que nos chirría tanto ver a Stallone de portero parando un penalti como a Michael Caine avanzando majestuoso con su tripita por el campo.
Según me cuenta Travis, en un momento de la película se recuerda de pasada uno de los momentos más bochornosos de la historia de nuestro deporte: la descalificación del equipo de baloncesto de discapacitados intelectuales en los Juegos Paralímpicos de Sidney 2000. Los medios pasaron de refilón por el asunto, pero se trata de una de esas manchas que nos deberían avergonzar durante años y años. Nosotros, que hemos disfrutado tanto con algunas victorias de los nuestros y entonamos orgullosos el «¡¡yo soy español, español, español!!», deberíamos de sentir ganas de no aparecer en estos eventos si no es para lamentar en público los comportamientos antideportivos alentados por algunos de nuestros dirigentes.
Para el que no sepa la historia, lo que ocurrió fue que España presentó una selección en la que solo dos de los doce jugadores del equipo tenían una discapacidad intelectual. Y ganaron el oro, cómo no. De verdad que como amante del deporte no puedo entender qué coño pasaba por la cabeza de estos tipos que se prestaron al engaño.
Supongo que la pasta que ingresaba la Federación por la medalla de oro tuvo mucho que ver en el asunto (140.000 euros), pero es que algunos de nuestros dirigentes resultan repugnantes por su apego al puesto, equiparable a su desapego al deporte, y por los tejemanejes económicos (por ejemplo, José Luis Sáez en el baloncesto, Escañuela en el tenis, y cómo no, el instaurador del Villarato en el fútbol).
Recuerdo lo lamentable que me pareció en su día el que tuvo la idea de «españolizar» al esquiador alemán Johann Muehlegg, porque en ningún otro país se atrevían a contar con su médico y sus métodos. «Juanito» le llamaban cuando ganó las tres medallas de oro en Salt Lake City en 2002, y volvió a ser el alemán Johann en cuanto se destapó el pastel.
Un episodio tan penoso como el de los que trataron de ocultar y destruir pruebas de la Operación Puerto, que en un principio intentaron que fuera archivada y cuyas primeras sanciones tuvieron que llegar del extranjero (Valverde, Ullrich, Iván Basso). También se trató de ayudar a los implicados en la Operación Galgo, con nuestra (ex) mejor atleta de la historia Marta Domínguez, a la cabeza porque, supongo que pensarían, ¿cómo nos íbamos a quedar sin nuestra mejor atleta y sin la pasta que arrastraba?
Celebro que Campeones esté teniendo un éxito sin duda merecido, porque nos devuelve a la esencia del deporte: el afán de superación y de mejorar día a día a base de esfuerzo y trabajo.
Fui a ver Campeones en cuanto pude, pocos días después del estreno y además con mujer, hijos, sobrinos, cuñaos, a los que «forcé» a que me acompañaran porque supe que nos iba a tocar de un modo muy personal. Como los lectores habituales de este blog sabrán, el verano pasado la familia al completo tuvimos una experiencia muy intensa en el voluntariado que realizamos en el Hogar Teresa de los Andes de Bolivia, en un centro de acogida para chicos con habilidades especiales.
Trabajamos echando un cable con todas las necesidades del centro, que eran infinitas, promovimos y logramos la reforma del Pabellón Azul y sobre todo disfrutamos entrenando a los chicos para las Olimpiadas especiales que se celebraron en los últimos días de agosto.
Al ver la película de Javier Fesser, recordamos a algunos de estos chicos que dejamos en la otra punta del mundo y revivimos momentos inolvidables, situaciones únicas que me gustaría compartir:
Pasamos por muchas fases similares a las de Javier Gutiérrez en la película: el miedo y rechazo inicial, más motivado por el desconocimiento que otra cosa, la satisfacción de los primeros logros, la entrega absoluta de todos nosotros y el enorme orgullo al contemplar el resultado final. Todos eran vencedores, todos resultaron ser unos campeones incomparables.
Reconozco que no he ido a ver la película de Javier Fesser porque el cine que me gusta está poblado de villanos, especialmente en el mundo de las finanzas: lobos de Wall Street, defraudadores como los de La gran apuesta o Gold, especuladores tipo Margin Call o Inside job, y tipejos sin escrúpulos como los de Enron o Entre pillos anda el juego. Campeones huele a buenos sentimientos, a solidaridad, compañerismo y entrega desinteresada, y, francamente, huyo de ese tipo de argumentos porque suelen caer en lo autocomplaciente, en lo que nos haga sentir bien. Y yo estoy rodeado en muchas ocasiones de villanos, así que a la hora de ir al cine prefiero integrarme en su mundo y conocerlos.
Para mí lo interesante de Campeones está en que su producción fue financiada por Triodos Bank, la llamada banca ética especializada en financiar proyectos sostenibles o con unos marcados objetivos sociales o medioambientales. Ya que en este blog he criticado tantas veces el papel de la banca durante la crisis, vamos a hablar bien del gremio por una vez (y casi seguro, sin que sirva de precedente).
La idea de este banco nació en los Países Bajos en 1980 y lleva funcionando en España unos quince años. No cotizan en Bolsa, tienen objetivos sociales, medioambientales o culturales claramente definidos y no invierten en proyectos que no se adecúen a los mismos. Pese a sus limitaciones en la captación de fondos y en el tipo de proyectos que financian, son competitivos en precios, aunque no puedan acometer proyectos de gran volumen y riesgos de nivel medio-alto. La oleada de indignación ciudadana que siguió a la crisis financiera ayudó a que sus clientes se multiplicaran por seis en el período 2010-2015.
Aunque solo he trabajado con ellos una vez la verdad es que me pareció una experiencia interesante. Al análisis financiero del proyecto se unía una auditoría medioambiental, pues en nuestro caso se trataba de financiar unos vehículos eléctricos y tuvimos que justificar los resultados del proyecto.
«Triodos Bank desempeña un papel fundamental en la producción cinematográfica en España. Es una de las entidades que ha financiado más producciones pequeñas y medianas incluso en los momentos más duros, cuando nadie daba un préstamo», declara Ignasi Estapé, uno de los socios de la productora Arcadia Motion Pictures. «El cine es uno de los mejores medios para transmitir mensajes sociales, ya que permite vivir la realidad que se quiere mostrar». Gracias al apoyo de Triodos, la productora pudo sacar adelante en 2014 el documental El hombre que empezó a correr, cuyo objetivo era concienciar y procurar la financiación de unos pozos de agua potable para 125 familias en Muketori (Etiopía).
La Federación Madrileña de Deportistas con Discapacidad Intelectual (FEMADDI) celebra el éxito de la película de Javier Fesser por lo que supone de sensibilización hacia el colectivo, formado por unas 60.000 personas, que sufren cierta desatención por parte de las instituciones. Para FEMADDI, Campeones servirá de «carta de presentación cuando tengamos que acercarnos a las instituciones y a las empresas en busca de apoyos para organizar una competición larga, un torneo de fin de semana o para patrocinar a un equipo. Necesitamos empresas colaboradoras. Además, hay incentivos fiscales que les benefician de manera sustancial».
Por muchas razones, amigos lectores, y sea cual sea la vuestra, id a ver Campeones.
Me habéis convencido. Iré a verla la próxima semana, palabra.
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