«Joder, Travis, ¿quién te ha visto y quién te ve?». Eso fue lo que comentaron los «amiguetes» cuando les dije que había ido con mi chica a ver la película de Jon Favreau, #Chef. Es lo que tiene estar en plena fase de pico y pala, trabajándote a una chica que te interesa. Y que te interesa mucho, además. «Te estás haciendo mayor», me dijo Lester. «En el fondo, eres un sentimental, como Rick», añadió Barney. Puede que haya un poco de razón en sus palabras. Hace años, para saber si una chica me interesaba o no, elegía en la cartelera la película más sanguinolenta, o la más rara, y si la chica me decía «mejor la de Sandra Bullock, o esa otra de Meg Ryan», sabía que esa relación no tenía futuro. A veces su desconocimiento del cine hacía que me acompañaran a la sala, y entonces observaba con detenimiento sus reacciones. Si eran capaces de aguantar Funny Games o la escena de la oreja de Reservoir Dogs, sabía que nos íbamos a entender. Hace muchos años recuerdo que llevé a una niña «supermona», de familia bien, a ver Henry, retrato de un asesino,
y… la relación terminó ahí. Fue algo parecido a lo que le pasa a Travis Bickle cuando lleva a Cybill Shepherd al cine en Taxi Driver. 10 segundos en la sala. Fin de la relación. Rotundo. «Este chico no anda bien de la azotea». Por eso me hizo tanta gracia cuando pocos años después, Nanni Moretti elegía la misma película para hacer una crítica mordaz de ese tipo de cine, y sobre todo, de la crítica cinematográfica, como diciendo «¿a quién le puede gustar esto?» o «¿de verdad has hecho una buena crítica de este engendro?». Las reacciones de aquella niña «supermona» fueron similares a las de Nanni Moretti:
Pero me estoy haciendo mayor, me estoy volviendo un sentimental, bla, bla, bla, hay una chica que me interesa muchísimo, y el viernes pasado, lo reconozco, fui a ver #Chef, de Jon Favreau, en lugar de Lucy o Los Mercenarios 3. La semana anterior había visto un sketch de los chicos de Euskadi movie que presumían de haber creado un nuevo tipo de programa, muy original: «¡un programa que no es de cocina!». Y es que #Chef es una película más que se sube a la moda de los programas de cocina: Master Chef, Top Chef, Pesadilla en la cocina, versiones española y americana, Guerra de cupcakes, Crónicas carnívoras, Master Chef infantil,… Cualquier día tendremos un Master Chef versión geriátrico: «¡Concursantes, hoy tenéis que preparar una sopa!»
#Chef coincide en la cartelera con otra película relacionada con temas culinarios: Un viaje de diez metros. No sé por qué esto de ver a otras personas cocinando resulta tan entretenido. La primera vez que sentí esa sensación fue viendo El Padrino, esa escena en la que Clemenza está preparando la salsa de tomate para las albóndigas. Cada vez que la veo empiezo a segregar jugos gástricos, me abre el apetito. En ocasiones hasta sientes que te viene el olor de la pantalla, como el perrito de Harry Callahan o la hamburguesa de Jules en Pulp Fiction.
Hace años no era habitual ver a gente cocinando en pantalla. Apenas teníamos a Arguiñano, un tío simpático de Zarauz que contaba chistes lamentables pero con gracia. Y si trato de recordar películas, así a botepronto se me ocurren dos en las que la cocina desarrolla un papel fundamental. Como agua para chocolate era una película mexicana de 1992, (basada en el libro de Laura Esquivel) en la que lo más novedoso era que el estado de ánimo de la cocinera se transmitía a la comida. Tenía bastante del realismo mágico de Isabel Allende y momentos empalagosos como la famosa receta de las codornices en pétalos de rosa, que luego se encontraba a patadas en libros y suplementos dominicales. Cómo no compartir ese «momentaso» con quien no la haya visto:
La otra película es Chocolat, de Lasse Hallstrom, en la que Juliette Binoche prepara unos exquisitos postres de ¿lo adivinan? chocolate. Se juntan un director con películas muy interesantes y a contracorriente como Lasse Hallstrom (¿A quién ama Gilbert Grape?, Las normas de la casa de la sidra o La pesca de salmón en Yemen), y una mujer con todas las letras como Juliette Binoche.
Pero volvamos a #Chef. Jon Favreau lo es todo en esta película. Director, guionista y actor principal. Le conocíamos como el director de los Iron Man o de esa cosa titulada Cowboys & Aliens, es decir, grandes producciones de las que en esta ocasión se aleja para rodar una pequeña película repleta de buenas intenciones y personajes amables. Algo similar a lo que le ocurre al protagonista de la película. Jon interpreta a Carl Casper, el orondo chef de un restaurante de primer nivel al que le entran ínfulas de artista (seguramente por ver tantos programas de cocina en la tele), es despedido y decide reinventar su carrera haciendo bocadillos en un camión que va recorriendo el país. En cierto modo, es una versión americana de El chiringuito de Pepe, que para el que no sepa de qué va, trata de un artista de la cocina digamos experimental que decide reiniciar su carrera en lo que puede ser lo más alejado de la cocina de vanguardia: un chiringuito de playa en Peñíscola. Por cierto, ya que hablamos de esos artistas de la cocina moderna, no puedo dejar de lado ese grandioso monólogo de Leo Harlem.
– MAITRE.- ¿Cómo ha encontrado la lubina el señor?
– LEO.- ¿Que cómo la he encontrado? Pues te lo voy a decir: ¡de milagro! Debajo de una alcaparra.
Tiene mucha más gracia contado por él:
Pero ya me estoy yendo otra vez del tema. La película es simpática, agradable de ver, como todas esas películas sin grandes pretensiones. Tiene unos secundarios de lujo que aparecen más bien poco en el metraje, como Dustin Hoffman, Robert Downey Jr. y Scarlett Johansson. A medida que sus personajes van desapareciendo, crece la relación entre el Chef Carl y su hijo, y a lo largo de los kilómetros de carretera de ciudad en ciudad vendiendo bocadillos, como en toda road movie (y quede claro que esta no lo es), la relación va evolucionando hacia el entendimiento mutuo. A ritmo de Twitter, de ahí la almohadilla (#) del título.
Las escenas de cocina son… … … (puntos suspensivos para limpiar las babas del teclado) sumamente entretenidas. No sé qué tienen las técnicas de cocina que te hacen quedarte embobado mirando, cuando es algo que deberíamos evitar en cualquier restaurante. Primera y casi única regla de cualquier restaurante, por caro que sea: no entres en la cocina, no veas cómo manipulan lo que te vas a zampar, no quieras saber quiénes y cómo tocan lo que te vas a llevar a la boca. Si vas a ver #Chef te recomiendo que vayas cenado, porque en caso contrario, vas a estar deseando que acabe para salir a picar algo, y no comida de autor, sino un bocata del mayor tamaño que encuentres. Porque en la película, lo que más despierta tu apetito no son los huevos con caviar en copa de soplagaitas, sino los bocatas de la camioneta, bien untados de mantequilla y repletos de queso, carne y bacon churruscado.
Como decía al principio, fui a ver #Chef con mi chica, con mi proyecto, con M., y la cosa salió bien. Como la película era un tanto intrascendente para mí, aunque repito, agradable de ver, pude dedicar a M. toda mi atención. Excepto en los momentos en que Sofía Vergara (de rubia millonetis) acaparaba la pantalla con un par de… sonrisas.
Al acabar la película fuimos a mi casa, «la chica te interesa de verdad, ¿eh?», le preparé mi especialidad, «en el fondo eres un sentimental», la torta mallorquina en su justo punto de aceite de oliva, hasta arriba de queso y jamón, con un par de tortillas francesas y algo de lechuga y tomate para desengrasar, y disfrutamos de ese placer culpable de la comida sencilla, «te estás haciendo mayor».
El final de la noche fue perfecto. Quizás mañana le haga la prueba de Henry, retrato de un asesino.
La mejor película de comidas, bajo la humilde opinión de alguien que no va al cine desde hace años (salvo «disneis» y pixares») es:…….(No es ratatui)………….
¡TOMATES VERDES FRITOS!
Al final acaba uno con ganas de probar la dichosa salsa.
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No sé cómo se me pudo olvidar Ratatouille, con esos colores de la comida, esa textura, muy realista todo pese a ser digital. Y respecto a la salsa de Tomates verdes fritos, qué quieres que te diga, después de saber que llevaba «extra de carne», no sé si es el plato más apetecible.
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Estoy de dibujos animados de ratones, patos, cerdos, abejas y demás fauna que habla hasta los pendientes!!!!
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