(Aviso para los que no hayan visto la peli: no habrá spoilers hasta después
de la foto del hombre pájaro. Lo anterior se puede leer, pero era necesario hablar del final.
Al final, recuerda, tras el hombre pájaro)
Cuando oí que Alejandro González Iñárritu había hecho una comedia, desconfié un tanto, no podía dar crédito (como mi banco). De este director mexicano me gustaron y mucho sus tres primeras películas, al menos las tres primeras conocidas: Amores Perros, 21 gramos y Babel. A cual más triste, a cual más de cortarse las venas. Son tres películas de las que te dejan hecho polvo, pensando en lo afortunado que eres por tener lo poco (o mucho, según se mire) que tienes. Las tres películas fueron escritas por el guionista Guillermo Arriaga, y tras esta “trilogía de la desesperanza”, sus carreras profesionales se separaron. Y esa separación se notó mucho en la siguiente película de Iñárritu, Biutiful, una película cargante interpretada por un tipo más cargante aún, Javier Bardem.
Con estos antecedentes, la verdad es que tenía bastantes reservas hacia Birdman, no como película, que estaba seguro de que me iba a interesar, sino como comedia. ¿Era posible que Iñárritu hiciera algo divertido, medianamente gracioso, que no me entraran ganas de pegarme un tiro? Dudaba bastante de los adjetivos con los que nos la vendían desde el propio tráiler: “salvajemente divertida, inusualmente adorable, totalmente brillante”, palabra de Time Out.
Pues en mi modesta opinión, no es “salvajemente divertida”, sino brutalmente ácida, con buenos toques de humor a ratos, tirando a humor negro, pero el tono general no es de comedia, sino de drama de personajes rotos en su interior, como el Iñárritu de toda la vida. Con algún golpe de humor, eso sí, al contrario de la trilogía de las venas sesgadas. Es “inusualmente adorable” para gente como yo, que entré desde el minuto uno en la propuesta formal, pero absolutamente detestable y cargante para otras personas, que la aborrecieron desde el principio, como la mujer de Lester. No es ”totalmente brillante”, pero sí parcialmente. Tiene momentos muy buenos, como un par de escenas de Edward Norton, el enfrentamiento con la crítica del New York Times o la famosa caminata en calzoncillos por Times Square.
La película está rodada en un falso plano secuencia, y digo falso, porque según he leído tiene hasta doce cortes, pero resultan imperceptibles en su mayoría para el espectador. Como en La soga de Alfred Hitchcock, que aprovechaba el paso de un personaje por delante de la cámara o la apertura de una puerta para cambiar las bobinas. Pero más que a La soga, ese principio, con el caminar de Michael Keaton entre camerinos, pasillos, bambalinas y escenario de un teatro de Broadway me recuerda al plano secuencia inicial de Ojos de serpiente, de Brian de Palma. Lo mejor de esa película, sin duda. Son casi 13 minutos en los que la cámara sigue a un Nicholas Cage circulando por los interiores de un pabellón en el que se va a celebrar una velada de boxeo. Por si a alguno le interesa, puede ver la película completa en este enlace.
Como decía antes, si somos capaces de «entrar» en ese estilo frenético, persiguiendo a los personajes por el teatro, si logramos no cansarnos con tanto movimiento durante dos horas, si no nos estorba la banda sonora insertada artificial, acústica y visualmente (un batería en los recovecos del teatro) y nos maravillamos de la complejidad que debió tener el rodaje, sólo falta que el guion o la historia nos resulten atractivos. Y para mí lo son, al igual que los personajes. Cierto que unos más que otros, pero en general nos muestra una fauna de actores bastante variopinta y desquiciada.
Michael Keaton interpreta el que algunos dicen que es el mejor papel de su carrera, y posiblemente lo sea, porque no puede decirse que sea un actor del que recordemos grandes interpretaciones o papeles memorables. Para mí el mejor hasta ahora había sido el cabroncete de Pacific Heights (aquí titulada De repente, un extraño), la peli de John Schlesinger. Y desde luego, este Michael Keaton cascado, arrugado y alopécico resulta mucho más creíble que aquel Batman que se beneficiaba a Kim Basinger en la pesadísima versión de Tim Burton.
Lo que no tengo claro es si el subtítulo de Birdman, La inesperada virtud de la ignorancia, hace referencia al personaje de Keaton. ¿Se refiere a lo positivo que resulta para el actor superhéroe metido a director y productor de teatro serio su desconocimiento del género? Le he dado vueltas y no me queda claro. Quizás esa inesperada virtud radique precisamente en eso, en el atrevimiento de un actor que representa lo peor del Hollywood de veinte años atrás, en el valor que muestra al atreverse a adaptar y montar un relato de Raymond Carver para un montaje de teatro serio, género completamente alejado de lo que supone es su dominio.
Cada vez hay más gente que valora la ignorancia, y no me refiero a esos seguidores de programas estúpidos de la tele cuyo lema sería «la sabiduría me persigue, pero yo soy más rápido». Me refiero a esos compañeros o amigos, gente a la que consideras inteligente, que te dicen que «prefiero no saber más», sobre todo si se habla de temas peliagudos, o que «se vive más feliz en la ignorancia», porque, como Cypher en Matrix, prefieren tomarse la pastilla azul y vivir una realidad paralela.
«Cuanto más sé, más grande veo mi ignorancia»
(Diógenes)
Pero para mí lo más importante del personaje de Keaton no es esa supuesta ignorancia, sino la necesidad de reconocimiento que siente («te cuesta admitir que no eres relevante», le espeta su hija), así que me voy a permitir jugar a proponer otros subtítulos para Birdman. Ahí va el primero: La agotadora búsqueda de reconocimiento.
Y todo el que alguna vez haya hecho algo creativo para mostrar aunque sea a los más allegados, ya sea un relato, un corto, pintar un cuadro o escribir un blog, sabrá las enormes dudas que preceden a ese desnudo del trabajo en público: «¿me gustará sólo a mí? ¿Lo que a mí me emociona le parece infumable al resto de la humanidad?». Así que ahí va el segundo: La eterna duda del artista.
Otro de los puntos fuertes de la película está en los secundarios. Mi personaje favorito de Birdman es el de Edward Norton, tremendo en su primera escena dentro de la escena, con un cambio de registro que podría caer en el histrionismo, pero no lo hace. Representa a ese actor insufrible que llena teatros y cines, pero al que no aguanta nadie. Sería, parafraseando a Milan Kundera, la insoportable levedad del genio. (No viene al caso, pero un amiguete cambió el título de la novela por «La insoportable brevedad del sexo». Me ha venido a la mente, perdón por la interrupción)
Emma Stone, con esos ojazos de dibujo manga, interpreta a la hija fumeta de Riggan (Michael Keaton), aunque su personaje se dispersa en ocasiones. Tiene «idasdepinza» un tanto desesperantes, junto a momentos brillantes. Representa la insconstante lucidez de la hierba.
Naomi Watts es grande desde hace años, pero parece no creérselo, exactamente igual que la actriz a la que representa en la película. Anda a la búsqueda de la perdida autoestima de la artista, movida por la encantadora humildad de una actriz secundaria.
Zach Galifianakis hace por primera vez un papel serio, y está irreconocible, porque estábamos demasiado acostumbrados a sus payasadas pasadas de rosca varias vueltas. Es el personaje que pone un poco de rigor, el necesario rigor del financiero.
La película suelta un pequeño gran palo a la crítica supuestamente especializada, tan aficionada a catalogar actores y directores, y a no permitir que, por ejemplo, un actor de comedia pase al drama o a que un director de cine de acción se atreva con un melodrama romántico. Ese palo se personaliza en la pequeña figura de una crítica del New York Times, interpretada por Lindsay Duncan. La vengativa amargura de la crítica, esa crítica incapaz de crear algo nuevo y original, y que en cambio es especialista en destrozar el esmerado trabajo de los demás.
(AVISO: llega el pájaro. Voy a hablar del final)
¿Qué has hecho, Iñárritu? ¿En qué estabas pensando? Tenías la oportunidad de acabar a lo grande una película notable (varias estrellitas en formato crítica), y has acabado con una cosa incomprensible. El personaje de Riggan podía haber muerto tras el intento de suicidio, y tendríamos el final de un autor atormentado que decide pegarse un tiro a la manera de John Kennedy Toole o Ernest Hemingway. Bien, acertado final. Pero no, fracasa en su intento. Triunfa con la crítica, y es consciente de ello desde su sala del hospital. Se despide de ese Birdman que ha sido la especie de mosca cojonera, más que voz de la conciencia, que le ha perseguido los últimos veinte años y abre la ventana. Para descansar, para liberarse, para retirarse del mundo una vez que había alcanzado el ansiado reconocimiento. Podía haber muerto ahí también, y no sería un mal final. Pero resulta que tampoco. Bola de fuego aparte, aparece Emma Stone y lanza esta miradita tan absurda que…
… que todavía estoy tratando de interpretar. Que alguien me eche un cable, por favor. En resumen, 118 minutos muy interesantes, y uno decepcionante. Pero no se la pierdan.
Ayer finalmente pude ver la película y me gustó mucho.
Técnicamente tanto el plano secuencia como el sonido de la batería crean una atmósfera muy peculiar que me ha parecido que encajaba perfectamente con ese ambiente frenético de los actores entre bambalinas.
Lo mejor sin duda es la interpretación: Michael Keaton, Edward Norton, Emma Stone y Naomi Watts están fantásticos. Tal y como explicas todos los personajes muestran su mejor y su peor cara. El cambio de registros de Edward Norton espectacular, uno de mis actores favoritos.
Personalmente no me molesta, sino todo lo contrario, que se mezcle lo que se considera «vida real» con hechos fantásticos pero quizás a muchos este aspecto no les guste, como decía no es mi caso.
La «crítica a la crítica» simplemente genial. Personas que critican a otros, viendo los toros desde la barrera, sin nada que perder.
Y efectivamente el final es un poco decepcionante, es el único «pero» que le he visto. El espectador confía en que Riggan se ha suicidado para acabar con todos sus miedos y frustraciones. Pero no es así, abandona su «personalidad» como Birdman y se siente «libre».
El reconocimiento, ese que todos ansiamos de una manera u otra, es el QUID de la cuestión, la clave de la película. En algún sitio leí que el anhelo más profundo del ser humano es el sentirse reconocido o admirado (amado, si queremos decirlo así). Todo lo que hacemos en la vida lo busca pero incluso (aquí difiero de ti Travis) hasta lo que no es creativo o artístico, no hay nada más que ver como los políticos inauguran rotondas, 14 en este caso. No han pegado golpe, no han hecho nada creativo o artístico pero ahí tienen su minuto de gloria…
http://politica.elpais.com/politica/2013/10/15/actualidad/1381865097_432853.html
En definitiva creo que es una película original a todo lo que hemos visto hasta ahora y que merece mucho la pena ver.
Me gustaMe gusta
Si el plano secuencia no es cierto, y es cierto que ha habido cortes, lo demás ya no me sirve. Los temas tan amargos me causan malestar..
Yo quiero ver películas positivas
Me gustaMe gusta
Pero la película no es amarga, es distinta a las anteriores de Iñárritu, mucho más luminosa y agradable. Y a mí también me gusta ver películas positivas, pero reconozco que de vez en cuando, será por masoquismo, apetece ver una historia negra, triste, desesperanzada y con final infeliz.
Me gustaMe gusta
Dejo un interesante link de Juan José Millás sobre esta película y un debate en su taller de escritura: http://cultura.elpais.com/cultura/2015/02/25/actualidad/1424881311_388372.html
Me gustaMe gusta