The Irishman, by Martin Scorsese. Descomunal y desmesurada. Enérgica y reposada a la vez. De ritmo frenético y de ritmos pausados. Magnífica, talentosa, brutal. Magistral, aunque quizás no sea la obra maestra de la que algunos hablan.
La duración
El irlandés, la última gran película de Martin Scorsese (y esperemos que no sea su última gran película), asusta de inicio con sus 209 minutos de metraje. Uno sabe que va a enfrentarse a una obra mayúscula, igual que si subiera a un ring de boxeo dispuesto a que le noqueen, y tiene que llevar la mentalidad necesaria para no sucumbir, para dar lo mejor y disfrutar los grandes momentos que el genio de Scorsese nos regala. Y son muchos.
Hay quien no puede con las películas largas, por encima de las tres horas, pero yo no tengo ningún problema con ellas si logran engancharme por mis partes desde el principio. El Padrino duraba 200 minutos, Érase una vez en América alcanzaba los 225 y varias de mis películas favoritas están en duraciones cercanas o superiores a esa barrera invisible (e inabordable para algunos) de las tres horas: El Padrino II, Espartaco, la trilogía de El señor de los anillos, Ben-Hur, Apocalypse Now, La gran evasión, El cazador… En cambio, me parecen una eternidad los 182 minutos de la última de los Vengadores y una tortura inacabable en varias vidas cualquier cosa de los Transformers, así dure dos horas y media o solo cuarenta y cinco minutos.
Como hay gente que no se ve con los arrestos suficientes para enfrentarse a una obra de este tamaño, pues vivimos en los tiempos de lo efímero, los tuits y los guasaps en lugar de los libros, y las series con capítulos de 50 minutos en lugar de los peliculómetros de larga duración, un periodista sueco llamado Alexander Dunerfors se ha hecho famoso con su célebre propuesta para ver El irlandés como si se tratara de una miniserie de cuatro capítulos, indicando los momentos exactos de corte:
Sea cual sea tu manera, del tirón o en píldoras anticonceptivas (perdón por la broma), si tienes oportunidad, no dejes de verla. Aunque evidentemente no seré yo quien recomiende seguir las pautas de Dunerfors.
La producción
El proyecto comenzó en 2004 cuando Martin Scorsese buscaba realizar una película sobre la mafia, pero no una película más, sino con un tono crepuscular, más reflexivo y maduro. No sé si buscaba lo que Sin perdón representó para el wéstern, pero así lo interpreto por lo que he leído. Martin Scorsese se fía mucho del criterio de Robert De Niro, no en vano le muestra todos sus guiones aunque no participe en las películas posteriores, y fue el propio actor el que dio con el libro de Frank Sheeran en el que se basa la película. La producción era compleja porque abarcaba varias décadas y a ello se unió el coste del rejuvenecimiento digital de los actores, lo que fue disparando el presupuesto hasta los 159 millones de dólares que se calcula costó la producción.
Sorprendentemente los grandes estudios no entraron en el proyecto, ni siquiera antes de añadir el elevado coste de los efectos digitales, y al final ha sido Netflix, una cadena sobre todo de distribución de contenidos online, la que ha afrontado una película tan cara, la de mayor presupuesto de toda la carrera de Scorsese. Sinceramente yo no entiendo cómo piensan rentabilizar una producción que apenas ha estado quince días en salas comerciales y por la que los usuarios de Netflix no van a pagar un precio extra, ni una suscripción Premium, ni cosas por el estilo. Pero oye, bienvenida sea la idea de Netflix o de quien sea por invertir en proyectos arriesgados y de autor. Decían los agoreros hace unos años que Netflix y otras plataformas de emisión en streaming se iban a cargar el cine, y resulta que la gran triunfadora de la temporada pasada, Roma, de Alfonso Cuarón, y El irlandés deben su existencia a la valentía de los gestores de Netflix por apostar por un producto de calidad.
El argumento
El libro en el que se basa la película se tituló originalmente I heard you paint houses, genial “broma” que nos resuelven a qué se debe nada más comenzar, y su autor fue Charles Brandt. En España el libro se publicó con un título con spoiler, explicando ya uno de los puntos principales de la trama: Jimmy Hoffa: caso cerrado.
La película cuenta la vida de Frank Sheeran a lo largo de varias décadas, desde sus orígenes como camionero hasta su entrada en el clan de Russell Buffalino y la posterior amistad con Jimmy Hoffa. Está contada como un inmenso flashback desde el punto de vista de un anciano Sheeran (Robert De Niro) en la residencia de ancianos en la que está ingresado. Solo. Muy solo.
No elude muchos de los principales asuntos de la política norteamericana a lo largo de esos años: la crisis de los misiles de Cuba, el peso de los sindicatos de camioneros, la financiación de la campaña presidencial de Kennedy, su posterior asesinato, Nixon, la prisión y muerte de Hoffa…
Los actores:
Desde el plano secuencia inicial en el asilo en el que Frank Sheeran, el protagonista interpretado por Robert De Niro, pasa sus últimos días, sabemos que va a ser una película de recuerdos, de momentos pasados a lo largo de décadas que van a llevar a su personaje principal a esa silla de ruedas desde la que desgrana con tristeza (y rompiendo la cuarta pared) su vida y hazañas. Uno de los primeros retos a los que se enfrentaron Scorsese y De Niro fue al de hacer creíble a un personaje al que vemos desde sus veintipocos años en la Segunda Guerra Mundial, hasta los 82 años que muestra en sus últimos días en el asilo. El actor tenía 76 años cuando rodó esta película, así que a la caracterización y el maquillaje necesario se unió esta vez el rejuvenecimiento digital de su cara, que, aunque pueda estar logrado, no encaja con la lentitud de movimientos de Robert De Niro. Es una pena, pero cuando De Niro interpreta a un hombre de cuarenta y tantos parece un tío de 76 con varios lifting encima. No se mueve con agilidad, con el poderío físico que se supone que debería mostrar, más aún si tenemos en cuenta que se trata de un matón a sueldo de la mafia. Aun con todo, hacía años que no recordaba a un Robert De Niro tan inspirado, con tantas ganas de meterse en un papel y dar lo mejor de sí en cada plano.
Más que el maquillaje digital, lo que de verdad me chirría es su mirada azul, puesto que al interpretar a un irlandés, el actor italoamericano lleva durante toda la película unas lentillas que le cambian la expresión a esa mirada profunda que conocemos de tantas películas (nueve de ellas, ni más ni menos, con Martin Scorsese). No digo que esté mal, solo que me chirría por la costumbre, porque además creo que no hay actores que miren mejor “al pasado” que Robert De Niro (ya lo hacía en Érase una vez en América o en Uno de los nuestros).
Pese a que pensemos que De Niro y Scorsese llevan toda la vida trabajando juntos, lo cierto es que no se encontraban en una producción desde Casino (1995), hace veinticuatro años. El otro gran papel de la película corresponde a Al Pacino, debutante con Scorsese, quien interpreta al líder del sindicato de camioneros Jimmy Hoffa. Vi la película en versión original, porque no quería perderme los vozarrones de estos protagonistas, y puedo decir con una mezcla de “orgullo y satisfacción” (ha quedado borbónico) que es la primera vez que entiendo a Al Pacino cuando habla. Está brillante, muestra carisma, transmite con eficacia, con poderío, y tiene su enorme presencia habitual (tamaño físico aparte). Quizás el hecho de no tener que interpretar un personaje de la habitual “intensidad” que a veces le gusta es lo que logre esa claridad en su modo de expresarse. Me encantó verle y me encantaron sus muchas escenas con De Niro, por la camaradería y lealtad mutua que se profesan, actores y protagonistas, que de eso va también el argumento.
Joe Pesci estaba retirado del cine desde 2010 con Love Ranch y fue la insistencia de Scorsese la que logró que volviera a situarse delante de una cámara. Nunca le tuve entre mis favoritos, de hecho en Uno de los nuestros me cargaba bastante, pero hay quien dice que es el mejor de los tres en El irlandés. No lo sé, no me gusta clasificar, pero desde luego, quien espere ver al histriónico de Goodfellas o Mi primo Vinny no lo va a encontrar, y precisamente en su comedimiento está el gran acierto de Pesci. Sus miradas lo dicen todo, resulta persuasivo con muy poco y nunca sabes lo que pasa por su cabeza, salvo que lo que decida será lo que finalmente se haga.
Harvey Keitel vuelve a trabajar con Scorsese (Malas calles, Alicia ya no vive aquí, Taxi driver), pero tiene un papel menor. Los numerosos secundarios mafiosos resultan… pues eso, numerosos secundarios mafiosos, con cara de secundarios mafiosos y de los cuales nos cuentan su final nada más presentárnoslos:
Como ocurre en general en el cine de Scorsese, hay mucha testosterona y pocos papeles femeninos (¡lo siento, Frances MacDormand!), pero el de Anna Paquin, que interpreta a Peggy, la hija mayor de Sheeran, es fundamental para la última parte de la trama. Apenas habla la boca, pero igual que cuando el papel de Peggy lo interpreta una niña en sus primeros años, sus silencios y miradas son más elocuentes que sus palabras. Muestra incredulidad, rabia, desprecio, miedo y cualquier sentimiento negativo que podamos pensar. También el asco.
La dirección
He leído en algunos medios que El irlandés es el gran testamento cinematográfico de Martin Scorsese, ¡no, por favor!, como si tras esta magna película fuera a retirarse de modo definitivo. El director tiene 77 años, pero por lo que se ve en esta película, se mantiene en plena forma. Es cierto que parece un compendio de todo lo anterior que ha hecho, y al igual que me pasó con Érase una vez en… Hollywood, la última de Tarantino, parece como si hubiera querido meterlo todo sin mesura en una sola cinta: la mafia, la amistad, la lealtad, la religión, el envejecimiento, la familia, la soledad, la comida, toda la música del mundo, la culpa y la búsqueda de la redención,… Pero lo hace de una manera absorbente, como ha hecho a lo largo de toda su carrera.
Sigue ofreciendo momentos memorables, como el miedo de la mujer de Hoffa al arrancar el coche, la llamada de teléfono de Sheeran o la bandera a media asta (o sin medias) de Hoffa, por citar solo algunos. O el desmantelamiento de la huelga de taxis, o todo ese final en busca de perdón o comprensión. O… no quiero desvelar nada.
No he encontrado todavía datos del número de planos que utiliza, pero serán muy numerosos. Según el estudioso y teórico del cine David Bordwell, Infiltrados es la película de Scorsese con los planos más veloces: 2,7 segundos de media. Le siguen El aviador, con 3,6 segundos, Uno de los nuestros y Gangs of New York con 6,7 segundos y Taxi driver con 7,3. El irlandés está repleta de planos perfectamente encadenados, fundidos o congelados, pero donde Scorsese sigue siendo un maestro es en los planos secuencia, como el del principio o el asesinato en la barbería que ni siquiera llegamos a ver.
El resultado
Al final he tardado un poco más de lo esperado en escribir este post, y durante estas dos semanas me ha dado tiempo a leer calificativos de «obra maestra» y algunos de «aburrida» o «decepcionante». Y comparaciones con algunas de las otras grandes películas del año. Leí una encuesta entre lectores en la que animaban a votar entre el Joker de Todd Philips, Érase de Tarantino y la de Scorsese. Aunque a la cabeza de la encuesta iba en ese momento el Joker, para mí El irlandés es la mejor de las tres, un peliculón enorme, aunque no sé si la gran película del año porque me quedan otras por ver (Parasites), o bien me han parecido por debajo (A marriage story).
Respecto a las comparaciones con las otras grandes obras de Scorsese sobre la mafia, he leído algunas opiniones que la situaban junto a Goodfellas (Uno de los nuestros), y por encima de Casino o Malas calles. Mi favorita sigue siendo Casino, tres horas de puro Scorsese con una de las mejores bandas sonoras de la historia, y El irlandés iría a continuación, por encima de Goodfellas, porque creo que Ray Liotta y la exageración de Pesci la sitúan por debajo de las dos anteriores (aunque el nivel siga siendo altisimo).
¿Qué quiero decir con todo este rollo? Que la veáis si tenéis oportunidad, por supuesto que sí. Puro Scorsese.