El club de los currelas muertos (XIII)

Planes propuestos por el club de lectura, cine y documentales El club de los currelas muertos para no ver el mundial de la infamia de Catar.

El director norteamericano Woody Allen cumplió ayer 87 años y como plan de viernes, no se me ocurre nada mejor que una de sus películas. De las que no son de su éppca bergmaniana de mediados de los ochenta, sino de las brillantes comedias de los noventa, de sus caminatas charlatanas de los setenta o de casi cualquiera de sus obras. Propongo Balas sobre Broadway, por ejemplo. O una menos conocida, como Magia a la luz de la luna. O Annie Hall o Manhattan. Casi todas son perfectas para una noche de viernes de pizza, vino y una peli de hora y media.

Y si no les apetece una peli, también pueden coger alguno de sus libros de historias surrealistas como Pura anarquía o Cómo acabar de una vez por todas con la cultura. O su «pliego de descargos» en forma de memorias, como fue A propósito de nada. Ya entré en su día en la polémica con Mia Farrow y la acusación reabierta treinta años después. Desde luego, el bueno de Woody, que lleva más de 25 años con su pareja, Soon Yi, no encaja para mí en el prototipo de depredador sexual. Y me encanta su sarcasmo, que me recuerda mucho a Groucho sin tener mucho en común con Groucho Marx. Su último libro está dedicado a:

«Para Soon-Yi, la mejor.

La tenía comiendo de la mano y de pronto noté que me faltaba el brazo».

El club de los currelas muertos (X)

Planes propuestos por el club de lectura, cine y documentales El club de los currelas muertos para no ver el mundial de la infamia de Catar

En la foto vemos al actor y director estadounidense Ben Affleck pasando por delante de un mural del Ayatolá Jomeini. Corresponde, obviamente, a un fotograma de la película Argo, de 2012, galardonada con los Óscar a mejor película, mejor montaje y mejor guion adaptado.

No sé por qué hoy precisamente me he acordado de esta película sobre el enfrentamiento USA-Irán como consecuencia de la crisis de los rehenes de la embajada de Teherán. La retención de los diplomáticos norteamericanos se produjo a finales de los setenta y concluyó en enero de 1981 tras 444 días de cautiverio. Me pareció una película muy entretenida que por momentos me resultaba inverosímil (¿una producción norteamericana de ciencia ficción en ese ambiente explosivo?), pero sí tuvo bastantes visos de veracidad. Menos que licencias artísticas, por supuesto, como suele ocurrir en Hollywood.

Fue la propia CIA la que se encargó de desmentir algunas de estas licencias que se tomaron los guionistas y productores hollywoodienses en un hilo de Twitter con el título «Real vs Reel», algo así como «Realidad frente a Rollo (de película)».

La película minusvaloraba el papel de Canadá, donde se refugiaron seis de los trabajadores norteamericanos que lograron huir a tiempo de la embajada, e insinuaba la falta de auxilio de Reino Unido y Nueva Zelanda, lo cual, según parece, dista mucho de ser cierto. Y por supuesto, lo que nunca me creí durante la película: el clímax final en el aeropuerto, la persecución por las pistas y toda esa parafernalia tan de película para crear tensión. Al parecer, según la CIA, la salida fue de lo más normal, incluso con un retraso por una pequeña avería. Nada tan espectacular como lo que nos contaron Affleck y los suyos.

Que la realidad no te estropee una buena historia, una de las máximas de los guionistas y creadores de todo el mundo.

En resumidas cuentas, Argo es una buena peli, entretenida. Pero mi favorita sobre los tiempos convulsos de la revolución iraní es Persépolis, la película francesa de 2007 basada en los cómic de Marjane Satrapi.

La única vez hasta hoy que se enfrentaron Estados Unidos e Irán en un Mundial ocurrió en 1998, con victoria de los asiáticos por dos goles a uno. Según se rumoreó entonces, los jugadores habían sido amenazados de muerte si perdían el partido.

El club de los currelas muertos (VI)

Planes propuestos por el club de lectura, cine y documentales El club de los currelas muertos para no ver el mundial de la infamia de Catar.

El viernes es un día para ir al cine. Corrijo, es EL DÍA del cine. Los sábados sueles hacer más planes con amigos o familia, o te vas el fin de semana a algún lado, o lo pasas fuera desde por la mañana y por la noche solo quieres plan de manta y peli. Pero los viernes son para mí, para nosotros, el día de ir al cine. Es cierto que en ocasiones no hay un gran estreno que llevemos meses esperando, pero raro será el día que no encontremos una propuesta interesante, y por «interesante» no entiendo los blockbusters de acción que me aburren soberanamente.

Sé que hay muchas alternativas para ver una buena película en casa, ya sea Netflix, Movistar, HBO, Amazon Prime o la propia programación a la carta de las cadenas tradicionales, pero ir al cine es otra cosa, como comenté en La magia de la sala oscura. Estudias la programación, te interesas por lo que vas a ver, te desplazas y compras una entrada. Se crea un «compromiso» en el sentido en el que Quentin Tarantino nos explicaba en su momento con los videoclubes:

«Incluso si estás suscrito a todos los canales de televisión por cable, accedes a la guía, desciendes por la lista y… ves algo o lo grabas, y quizá nunca te sientes a verlo, o lo ves y quizá a los diez o veinte minutos empiezas a hacer otra cosa, y piensas: ‘Nah, realmente no me interesa’. Hemos caído un poco en esto.

Sin embargo, había una naturaleza diferente en el videoclub. Mirabas a tu alrededor, elegías cajas, leías las cajas por detrás. Tomabas una decisión, y quizá hablabas con el tío detrás del mostrador, y te recomendaba algo, (…) Y el asunto es que invertías en algo, de un modo en el que no estás invirtiendo con la tecnología electrónica cuando se refiere al cine. Había un mayor compromiso. (…)

Quizá es algo que ha atrapado tu mirada, no sabías nada al respecto, y te la juegas. La alquilabas, sinceramente querías probar y ver algo hasta cierto punto. Y eso es lo que de verdad se ha perdido, extrañamente, se ha perdido el compromiso».

Cuando voy al cine estoy plenamente comprometido. Llego puntual, no quiero perderme ni los tráilers, no llevo comida ni bebida, pongo el móvil en modo avión, meo antes de salir de casa y me concentro en la pantalla. Me desespero con los que encienden sus móviles para consultar el guasap en mitad de la proyección. Casi tanto como con los ruidosos. Pero el público es necesario, es parte de ese entretenimiento que tanto me gusta. Compartir las risas o las lágrimas a flor de piel en una sala repleta de gente. Como decía Christopher Nolan, «es esa combinación mágica de la emoción visual y la experiencia grupal que se vive en una sala de cine, donde todo el mundo está experimentando lo mismo, lo que me fascina. Creo firmemente en esa capacidad del cine de hacerte vivir experiencias que jamás podrías vivir de otro modo«.

Pues eso, que miro la cartelera y… veo que se acaba de estrenar una nueva película del detective Benoit Blanc, el que interpretara Daniel Craig en la entretenidísima Puñales por la espalda, con guion y dirección de Rian Johnson. La propia película se titula Puñales por la espalda: El misterio de Glass Onion. De nuevo un reparto repleto de rostros conocidos: Edward Norton, Daniel Craig, Kate Hudson, Ethan Hawke… Repite Rian Johnson como guionista y director.

Actores ingleses y norteamericanos. En mi caso, preferibles al Inglaterra-Estados Unidos de esta noche. Lo tengo claro.

El club de los currelas muertos (II)

Planes propuestos por el club de lectura, cine y documentales El club de los currelas muertos para no ver el mundial de la infamia de Catar.

No está entre las mejores películas de Álex de la Iglesia, que como sabe todo buen lector de este blog es uno de mis directores españoles favoritos, pero es puro Álex de la Iglesia. Parte de una situación cotidiana y un entorno familiar (como en La comunidad, El bar o Perfectos desconocidos), para ir incorporando personajes cada vez más tarados que llevan al límite sucesos que no deberían ir más allá, y todo ello con el humor salvaje y en ocasiones un tanto negro del director (recordad El día de esa bestia). El propio director firma el guion a medias con su colaborador habitual, Jorge Guerricaechevarría y cuenta con su mujer Carolina Bang en la producción. Logra esos momentos que te desesperan y divierten como espectador, pues los personajes no se comportan de un modo racional, como harías tú, e incluso los que aparentemente lo son, terminan alterando su comportamiento para adaptarse al conflicto creado.

Y que no falte la gran escena de locura final, ese caos tan propio de El mundo está loco, loco, loco que parece seña de identidad del director. La película dura una hora y cuarenta y seis minutos, y repito, no es la mejor obra de Álex de la Iglesia, aunque te arranque unas buenas risas, pero desde luego, siempre será preferible a un Estados Unidos-Gales del mundial de Catar.

V de Vendetta (II): la película

(Imagen del Póster: Tienda Etsy)

TRAVIS, 30/10/2022

Vistosa. Valiente en algunas decisiones, menos Valiente en otras. Vigorosa, algo Vanidosa y nada Vulgar. Violenta, solo cuando la ocasión lo requería. Verborreica. Visual y Verbalmente atractiva. Versión más que Válida de la obra de Alan Moore y David Lloyd a la que ya dedicamos la primera parte. Vamos, pues, con ella.

Las hermanas Wachowski

Lilly y Lana Wachowski (en aquellos años de principios de siglo, Andy y Larry) gozaban de una posición intermedia en Hollywood: habían logrado un éxito más que destacable con Matrix (1999) y con sus dos secuelas (2003), pero no estaban integradas plenamente en lo más convencional del star system norteamericano. Siempre habían ido un tanto por libre, en sus guiones, en lo retorcido de varias de sus propuestas y en sus declaraciones. Sin embargo, el éxito de la trilogía les había procurado el derecho a decidir qué historia querían rodar.

La novela de Alan Moore y David Lloyd (guionista y dibujante, respectivamente) podía ser un punto de partida estupendo para dar otra bofetada a una sociedad dormida y algo complaciente como lo fueron Matrix o El club de la lucha en su momento, ambas del mismo año, por cierto. Una sociedad reprimida, atemorizada por un gobierno fascista y dictatorial, con unos medios de comunicación volcados en difundir la versión oficial como la única verdadera. Al igual que la novela, la trama se desarrolla en Inglaterra, si bien el momento temporal escogido es aproximadamente tres décadas posterior: 1997 y 98 en el cómic, sobre 2030 en la película. Las grandes potencias están destruidas o al borde del colapso en esos momentos, y el fascismo se ha impuesto como respuesta al desorden social imperante.

Las Wachowski se centraron en la producción y en el guion, y dejaron la dirección a James McTeigue, anterior ayudante de dirección en la trilogía de Matrix y en El ataque de los clones. El diseño de producción me parece muy logrado, consigue crear un Londres inquietante, oscuro, decadente, y una galería de V tan sugerente como la del propio libro. Otros decorados como la celda, el campo de pruebas de Larkhill o el Metro también son grandes aciertos, no tanto todo lo que rodea al Líder Supremo y su comité de secuaces/sicarios. La película contó con un presupuesto de 54 millones de dólares, y todo, música, efectos especiales y de sonido, montaje, fotografía, encaja bastante bien.

El hecho de trasladar la historia de la época ultraconservadora de Thatcher en los ochenta a un hipotético futuro repleto de atentados y desórdenes hizo que el guion se tuviera que actualizar en varios de los puntos de la trama. No olvidemos que la película se rodó en 2005, poco tiempo después de los atentados del 11-S y casi de modo contemporáneo a los atentados terroristas en el Metro de Londres el 7 de julio de 2005. Quizás por eso hubo que «sobreexplicar» las motivaciones del terrorista o pintar al poder como un ejército de psicópatas, con objeto de que no pareciera que se estaba enalteciendo la figura de un activista (terrorista) que se dedicaba a volar edificios públicos como el Parlamento o el Palacio de Justicia.

La versión disgustó de manera notable a su creador, Alan Moore, que renegó de la misma hasta el punto de que su nombre no aparezca en los títulos de crédito. A mí me parece una buena versión/adaptación con innumerables aciertos y con otras decisiones controvertidas que no alteran lo sustancial de la trama. Lo mejor de la trama original de la novela gráfica permanece en la versión cinematográfica. Alan Moore despotricó de esta versión igual que lo hizo de la que Zach Snyder rodó de su Watchmen, o del mismo modo que discutió con las productoras, con las editoriales o con la mayoría de los dibujantes con los que ha trabajado a lo largo de su vida. No debe de ser un tipo sencillo.

Los actores

Por diferentes razones, no era sencillo escoger a los actores para dar vida a los personajes ideados por Moore y dibujados por Lloyd.

  • El personaje de Evey en el cómic tiene 16 años y Natalie Portman había cumplido 24 cuando rodó la película. La niña del libro tiene que prostituirse para sobrevivir y se marcha a vivir con un adulto cuarentón (o más) cuando sale del refugio de V, pero quizás elegir una actriz menor de edad habría sido delicado para la distribución de la película. Natalie Portman cumple con creces, resulta frágil cuando tiene que serlo, sensual si lo necesita, o madura cuando pasa su particular confinamiento. Un papel muy Portman, como los de León, el profesional, Beautiful Girls o como princesa Amidala.
  • V tenía como principal característica que su rostro no se ve en ningún momento, luego el actor escogido tendría que valerse solo de su voz para representar el papel. Hugo Weaving fue el seleccionado y pese a que el actor australiano vivía su mejor momento profesional tras interpretar al agente Smith de Matrix y al elfo Elrond en El señor de los anillos, tuvo que aceptar la imposición, eso sí, no de muy buen grado. Pero el personaje tiene tales líneas de diálogos para lucirse que lo borda, tanto en la versión original, como en el estupendo doblaje de Armando Carreras (el que siempre había asociado al personaje, hasta este último visionado).
  • El líder supremo Adam Susan, en la película convertido en Adam Sutler, quizás para asemejar el apellido al de Hitler, recae en John Hurt. Es inevitable encontrar el paralelismo del actor con su participación en 1984, la flojísima versión del clásico de George Orwell, con esas imágenes en pantalla gigante por toda la ciudad y las televisiones de los particulares. En 1984 interpretaba a Winston Smith, el trabajador que comienza a cuestionarse su propio pensamiento, mientras que en V muestra a un líder exagerado, pasado de rosca y poco, muy poco inteligente. Quizás esa mutación sea una de las peores decisiones de la versión de las Wachowski.
  • Conocí a Stephen Fry en Los amigos de Peter, donde interpretaba a un homosexual que había mantenido oculta su condición de tal durante toda su vida. La vida real del actor fue muy similar, puesto que escondió durante años su condición hasta que finalmente salió del armario. Como dice V en un momento de la trama, «yo no creo en las coincidencias», y Stephen Fry interpreta a la estrella de la televisión Gordon Deitrich, un homosexual que oculta su condición por temor a las represalias del partido en el poder. Muy bueno el rincón escondido de su casa.
  • Stephen Rea es el inspector de policía que encuentra a V, pero también el que desvela que detrás de los supuestos actos terroristas ocurridos años atrás estaba el propio partido del gobierno, los fascistas de Fuego Nórdico. Conocí a Rea por hacer de irlandés tristón en Juego de lágrimas, y luego lo vi en Michael Collins haciendo de irlandés tristón. Aquí hace de detective de policía. Irlandés y tristón, por supuesto.

El reparto lo completan otros actores como el redomado hijo de puta obispo pedófilo (Anthony James Lilliman), un exagerado Tim Piggott-Smith como Creedy, otro redomado hijo de puta, en este caso miembro de la policía secreta, y Roger Allam, como Prothero, el no menos redomado hijo de puta que es una de las principales caras visibles del partido en el poder. Alan Moore no deja títere con cabeza y se cuestiona todos los poderes del estado totalitario, también los manipuladores medios de comunicación.

«El pueblo no debería temer a sus gobernantes.

Los gobernantes deberían temer al pueblo».

Los cambios (alerta: spoiler)

Algunos cambios de la trama eran necesarios, como la supresión de los personajes alrededor del líder, que en el libro tienen mucho peso y no aportan a la idea principal sobre la lucha del estado fascista frente al «villano» libertador. El orden de las voladuras de los distintos edificios no es sustancial para el desarrollo de la trama y cumplen su función de manera brillante con la Obertura de Tchaikovski.

La modernización de la estética del campo de concentración me parece un acierto: los presos, en lugar de recordar a los judíos en cualquier campo nazi, nos transportan a los detenidos en Guantánamo, con su uniforme naranja y sometidos a todo tipo de vejaciones y torturas, como el ahogamiento intermitente. 2005, no conviene olvidarlo.

Dos de los mejores momentos del libro tienen una traslación casi perfecta a la película: el asesinato «poético» de la doctora Delia Surridge (literal, casi palabra por palabra, excepto el momento final en que V le muestra su rostro) y la lectura de la carta en papel higiénico de la prisionera de la celda IV, Valerie. La película añade un matiz que he comprobado que no está en el original:

«Recuerdo que las palabras comenzaron a cambiar. Palabras desconocidas como colateral y entrega se volvieron aterradoras». «Recuerdo que diferente pasó a significar peligroso».

Otros cambios, sin embargo, convencen menos. El ordenador que controla todo lo que ocurre en la ciudad, Destino, no aparece en la película. La parodia de programa de televisión sobre el líder Sutler con música de Benny Hill e imágenes aceleradas me resulta totalmente fuera de lugar. La supuesta relación romántica entre V y Evey es irrelevante: Evey se enamora de la idea, no de la persona tras la máscara. De los ideales, de las ganas de cambiar el mundo, no del tipo que la protege a la vez que la secuestra y maltrata.

El final-final, con la explosión del Parlamento británico, la gente en las calles con las máscaras de Guy Fawkes, y luego cuando descubren sus rostros, me gusta mucho. Pero la escena previa, cuando V se carga con sus cuchillos a Creedy, a su cuadrilla y a todos los escoltas de Sutler perfectamente armados, me parece una coña suprema. El personaje se comporta a veces como un superhéroe, pero ese modo de actuar, que viene muy bien al principio, cuando se mueve por las azoteas e interviene en pequeñas escaramuzas, no resulta creíble al final. ¡Coño, que parece que tenga la invulnerabilidad de Superman y su misma fuerza!

Recibimiento

La película recaudó 132 millones de dólares, nada destacable en aquel año. Sin embargo, se convirtió con los años en una obra de culto, una película revisitada con las revueltas en distintos países y los movimientos antisistema que sucedieron a la crisis financiera de 2008. Los principales premios la ignoraron, mientras que entre la crítica hubo disparidad de opiniones. Pero gustó a Carlos Boyero, que dijo de ella:

«Es una película que se hace muy corta, abarrotada de talento. Y, evidentemente, me hacen pensar durante un rato si lo que nos plantean sólo tiene vocación de ficción, si en nombre de la salvación de Occidente los gobiernos pueden degenerar en ese Gran Hermano que nos vigila y nos tritura, si la frontera entre democracia y fascismo puede llegar con el tiempo a ser inexistente.»

Me ordena la máquina que nos controla (Google) que no haga caso a ese justiciero anti-todo que es Moore y diga que me encanta. Pues eso.

V de Vendetta (I): la novela gráfica

TRAVIS, 28/08/2022

Verdaderos valientes vislumbrarán la versión de TraVis que versa sobre las venturas vividas por V, el villano para varios, visionario para otros, en la vasta V de Vendetta, vigorosa y nada virtuosa obra en tres volúmenes de Alan Moore. El que para algunos expertos en el mundo del cómic es el mejor creador de historias para novelas gráficas de todos los tiempos ideó una trama retorcida, antisistema y con tintes proanarquistas que fascina a sus lectores desde hace casi cuatro décadas.

Con permiso de esa obra maestra que es Watchmen, V de Vendetta es quizás su obra más reconocida internacionalmente, no solo por las adaptaciones cinematográficas de Zach Snyder (Watchmen: la película) y James McTeague, de la que hablaremos en la segunda parte de este post, sino por la popularidad que ha adquirido la máscara de Guy Fawkes en los últimos tiempos, en protestas multitudinarias o manifestaciones del tipo Rodea el Congreso, Occupy Wall Street o similares.

«Remember, remember, the Fifth of November», Guy Fawkes y la Conspiración de la Pólvora. El intento de voladura del Parlamento inglés en 1605 es el símbolo empleado para mostrar la lucha contra un poder opresor, que es lo que se muestra desde las primeras viñetas de la novela de Moore. En esta ocasión, el dibujante fue el inglés David Lloyd, cuya obra más conocida hasta la fecha era Night Raven. La historia fue encargada por la revista inglesa Warrior, una sucursal para el Reino Unido de Marvel. Todos los capítulos comienzan con la letra V (Valores, La Voz, La Violencia, El Veneno, Valerie, Los Vestigios, Valhalla…) y el primero de ellos, El Villano, nos muestra una Inglaterra bajo toque de queda y una estricta vigilancia del gobierno. La acción se sitúa en 1997 tras una guerra nuclear en la que el Reino Unido no participó. Los desórdenes en las calles provocaron la llegada al poder de un grupo fascista, Fuego Nórdico, que me suena como algunos de los grupos que conocemos: Amanecer Dorado (Grecia), La Liga Norte (Italia) o Agrupación Nacional (Francia).

La atmósfera opresiva y sometida a un ente controlador recuerda de manera no disimulada al 1984 de George Orwell. El poder está organizado con partes del cuerpo humano: los Dedos (la policía), el Oído (el espionaje), la Voz (la propaganda del régimen), los Ojos (los vigilantes), la Nariz (los investigadores),… Cámaras en las calles, una versión oficial única, eslóganes que se repiten o aparecen en anuncios en las calles, el Líder Supremo que quiere «que la población recuerde por qué nos necesita», la supresión de la cultura como la conocemos…

La novela se publicó en su primera parte entre 1982 y 1985, concretamente hasta el capítulo 10 del segundo libro, El Veredicto. Sin embargo, tras el cierre de la revista Warrior, pasó varios años inacabada, sin que se supiera el final de las andanzas de los personajes, hasta que fue DC Comics quien encargó su conclusión en 1988. Consta de tres libros y sorprende que pasara todo este tiempo durante el cual permaneció con la misma fuerza, o que incluso aumentara la crudeza de la misma respecto a cuando fue inicialmente pergeñada. Alan Moore tenía menos de treinta años cuando la concibió y estaba aterrado ante la posibilidad de que Margaret Thatcher se perpetuara en el gobierno.

Años después su discurso no había cambiado, como se aprecia en la Introducción que escribió con motivo de la publicación completa de la obra entre 1988 y 1989.

«Ya es 1988. Margaret Thatcher ha estrenado su tercera legislatura y afirma con rotundidad que los conservadores conservarán el liderazgo hasta el próximo siglo. Mi hija menor tiene siete años y la prensa sensacionalista dice que hay campos de concentración para personas con sida. Los nuevos antidisturbios llevan visores negros, igual que sus caballos, y en el techo de las furgonetas han instalado cámaras de vídeo rotatorias. El gobierno ha expresado su deseo de erradicar la homosexualidad aunque sea como concepto abstracto, y uno no puede más que especular sobre qué minoría será la próxima contra la que se legislará. Me he planteado llevarme a mi familia fuera del país dentro de poco».

Esta es una de mis viñetas favoritas, en la que «el gobierno de Su Majestad» se complace en devolver a los ciudadanos «el derecho a la privacidad». Si Orwell y Moore hubieran sabido entonces de la Patriot Act norteamericana o de tantos programas de ciberespionaje como los que existen en la actualidad, pensarían que se quedaban cortos.

La obra fue concebida e ilustrada inicialmente en blanco y negro, y así se publicó en sus primeras ediciones hasta que quedara suspendida. Fue DC Comics quien pidió que se le añadieran esas paletas de color en la conclusión y reediciones posteriores de la obra, y lo encargó a Steve Whitake y Siobhan Dodds. Por esa razón hay tanto negro en el libro, tanta escena con abuso de las sombras y unos colores poco variados, nada que ver con Watchmen, por ejemplo.

Otra elección de los autores fue que no hubiera onomatopeyas, tan habituales del lenguaje de los cómics, ni bocadillos de pensamiento, lo que hace que toda la acción sea «pronunciada» o «dictada» por algunos de los personajes. Las referencias de la novela son numerosas, van mucho más allá de 1984. Las escaleras de las viñetas que preceden a este párrafo recuerdan los grabados de Escher. Hay diálogos extraídos de Shakespeare o Pynchon, música de los Rolling Stones, Beethoven y David Bowie, películas de James Cagney, escenas que recuerdan a Batman… El autor mencionó en entrevistas a Dick Turpin, Robin Hood y obras que desconozco como ¡Arrepiéntete, Arlequín! o el cuadro Europa después de la lluvia, pintado por Max Ernst poco después de que Hitler alcanzara el poder en Alemania.

En ese Londres distópico y antipático, los libros han sido prohibidos, como las películas, la música o la pintura, lo que convierte a V en una especie de guardián del Arte, de los movimientos culturales creados por el ser humano.

Pensar o razonar es peligroso para el gobernante, mejor acabar con todo ello: Fahrenheit 451. O Goebbels y el nazismo, que se manifiesta también en los campos de concentración o reeducación, con experimentos genéticos y mutaciones hormonales en los prisioneros. Esta parte acerca de un gobierno fascista y manipulador que experimenta de modo salvaje sobre la reeducación de los detenidos puede recordar vagamente a La naranja mecánica de Anthony Burgess. Un gobierno que surge como respuesta al desorden imperante en las calles o que contrata a redomados hijos de puta para mantener el control.

La doctora Delia Surridge, partícipe activa de la reeducación de los presos, que incluye terapias para homosexuales y todo, tiene (para mí al menos) uno de los mejores momentos de toda la obra: ¿puede un asesinato a sangre fría resultar poético? Pues sí, o así lo parece, tanto en el cómic como en la posterior película. V se venga también de la doctora, pero lo hace sin sufrimiento y para ello se vale de una de las rosas que había aprendido a cultivar en el campo. Una variedad que, como todo lo bello, había desaparecido.

La doctora es la única persona que ve la cara de V en toda la novela. Lo conoce, sabe quién es y las aberraciones que cometieron con aquel prisionero de la celda «cinco». O «V». Hay mucho más que una venganza en la motivación del protagonista de la obra. Aunque para algunos estudiosos de la obra sea importante averiguar su identidad, y se han organizado debates sobre si hay pistas en la novela (que si es el padre de Evey, que si es la rea de la celda IV, que si es alguno de los dirigentes en el poder), lo cierto es que carece de relevancia, al menos para mí. A V lo mueve un sentido muy particular de la justicia, una vieja compañera que considera que fue vejada y a la que hay que restablecer. A su manera, claro está, lo cual sitúa al propio V en un escalón diferente del fascismo.

En la segunda parte hablaré de la película producida por las hermanas Wachovski cuando eran hermanos, de las diferencias notables con la novela y de los aciertos o cobardías a la hora de adaptar el cómic de Moore y Lloyd. Hasta entonces, os dejo con otro de mis momentos favoritos, del que ya hablé en Cadena perpetua por lo que me recuerda al mismo: la liberación de Evey bajo la lluvia.

Porque solo cuando lo has perdido todo, eres libre.

Continuará: V de Vendetta (II): la película.

Hace ocho años

Cuanto mayor eres parece que los años pasan más rápido, veloces, sin apenas tiempo para saborearlos, para disfrutarlos, para observar, tomar perspectiva. De repente adviertes que ya estás de nuevo en verano, inicio del curso, navidades, fin de año, cumpleaños… ¿y ya ha pasado otro año?

Hoy se cumplen ocho años desde que arrancó este blog de los «Cuatro amiguetes y unas jarras», ocho años desde aquella Declaración de intenciones en la que se explicaba de qué iba a hablar cada uno de los cuatro. El 99 por ciento de los blogs muere en su primer año de vida, luego llegar a ocho años es una señal de buena salud, de que ha captado el interés de un buen número de lectores, un «me llena de orgullo y satisfacción», que decía el emérito. Por cierto, aunque pueda parecer que los ocho años pasan muy rápido, tanto que nos falta aún perspectiva histórica para valorar ciertos asuntos, nada más lejos de la realidad. Por ejemplo, cuando nació este blog, el mismo Juan Carlos I acababa de abdicar en favor de su hijo Felipe VI, quien comenzó su reinado (según Barney) con un discurso repleto de referencias futboleras. Juan Carlos I, Mariano Rajoy en la presidencia de gobierno, Angela Merkel en Alemania y Barack Obama en Estados Unidos. Y el Madrid campeón de Europa, porque hay cosas que tampoco cambian demasiado, y está bien que sea así.

Una visita a las hemerotecas del 15 de agosto de 2014 nos puede ayudar para hablar del paso del tiempo en estos ocho años, o para ver lo que siempre permanece ahí, inalterable.

Josean: Vaya, el titular principal podría haber sido escrito la semana pasada. La zona euro en problemas, atascada, con una economía alemana que no carbura, y ya sabemos que si la locomotora sufre, el resto de los 28 lo pasa peor. Cambiamos «Rajoy» por Pedro Sánchez y también seguimos hablando de reformas estructurales que no terminan de concretarse, salvo por la vía del incremento de impuestos. La columna de la derecha hace referencia a un escándalo de corrupción, uno de los temas de los que más se ha hablado en este blog, sin importar el partido del que procediera. La parte inferior de la portada también podría ser, con ciertos matices, de hace apenas unos días:

El interminable procés catalán, en su día con Artur Mas, los centros de acogida de inmigrantes colapsados por las pateras y un nuevo caso de abuso policial en Estados Unidos, con el único cambio de que el presidente en aquel agosto de 2014 era Barack Obama. En el blog vivimos la época pre-POTUS Trump y ya llevamos casi dos años de la posterior. Y «La deuda pública supera ya el billón de euros». Los peligros del endeudamiento excesivo, la recuperación que nunca llega, las medidas equivocadas, el gasto público excesivo o despilfarrado en chorradas, de todo eso se ha hablado en el blog mientras la deuda pública seguía disparándose. Ocho años.

«El mundo está cansado de tanta guerra», decía el Papa Francisco entonces. Y nos parecía que lo de este año con Ucrania, Taiwán, o los conflictos ya medio olvidados en Siria, Somalia o Yemen eran lo excepcional. Nunca hemos dejado de estar en guerra, y nunca hemos dejado de estar cansados de la misma.

Lester: la portada de El Mundo de aquel día hablaba del Canal de Panamá, de los cien años transcurridos desde el arranque a principios del siglo XX. Este blog tuvo la inmensa fortuna de contar en detalle la ampliación del Canal en junio de 2016, con un amplio reportaje desde allí mismo que (si se me perdona la molestia) ya quisiera el propio diario madrileño.

La otra noticia de portada es la del brote de Ébola, aquel virus que venía de África y nos tenía acojonados, ¿quién no recuerda a la enfermera Teresa Romero y el sacrificio de su perro Excalibur? Para mí, lo peor fue comprobar ya entonces cómo se utiliza cualquier suceso para politizar, enmierdar y asustar al personal. Un juego de niños al lado de lo que ocurrió después con la Covid-19, el p… virus al que también hubo que dedicarle mucho tiempo en el blog (Aplauso a una generación de héroes, Casi feliz en casa, Volverán las malditas mascarillas, Las cicatrices del coronavirus, entre muchos otros).

Ver a Michael J. Fox en portada y hablar del paso del tiempo parece inevitable. Nadie como su personaje Marty McFly para mirar hacia atrás y regresar al pasado, o al futuro, o conmemorar que este blog llegaba a la fecha mítica del 21 de octubre de 2015, que como todos los frikis sabemos, es la fecha «futurista» que Robert Zemeckis imaginó durante el rodaje de 1985.

Barney: en cuanto a la parte del deporte, me hace gracia ver en todas las portadas a Luis Suárez, quizás el tipo más sucio que haya visto sobre un terreno de juego. Marrullero, agresivo, faltón, mordedor… en agosto de 2014 era noticia porque llegaba al Barça con una sanción de varios meses tras el bocado que le pegó a Chiellini en el Mundial de Brasil. Pues nada, en el Barcelona encontró ese paraíso de impunidad que tanto he denunciado en el blog. Ocho años sin una sola expulsión (salvo una por doble amarilla en Copa), con un historial de agresiones e insultos brutal, más en su época culé que en la del Atleti. Ocho años después se ha ido de rositas de la Liga española, un caso digno de estudio que no analizará el autoproclamado mejor periodismo deportivo del mundo.

Prefiero irme a las portadas de la prensa deportiva, que entonces nos hablaban de:

Pues sí, razones para soñar. Este blog ha podido disfrutar de las Champions del Madrid en Milán, Cardiff, Kiev y París. Y varias Ligas. Han sido buenos años para los madridistas, qué duda cabe. Hemos vivido las despedidas de Cristiano Ronaldo y de Gareth Bale. E innumerables triunfos de Rafa Nadal, otra constante en estos ocho años. Pero también ha habido muchos huecos para el baloncesto, Pau Gasol, Pablo Laso, el atletismo y los Juegos Olímpicos de Río en 2016 y de Tokio en 2021.

Travis: se me ha ocurrido mirar la taquilla de aquel agosto de 2014 y lo cierto es que fue un poco para echarse a llorar:

Que no digo que Los guardianes de la galaxia no sean entretenidos, pero es que la colección de «éxitos» cinematográficos de la época no ha pasado a la historia precisamente. No en vano, compruebo que aquel fue:

Y no me extraña, si lo ilustran con una foto de los soporíferos Transformers. ¿De verdad que este es el cine que nos vendrá en próximos años?, me preguntaba. Porque hasta para hacer cine de explosiones y acción hay que tener clase, como en mi debut en el blog: Armageddon y Gravity. Peliculones, sin duda. Obras maestras al lado del top-ten de aquel agosto lejano.

Si me voy al año 2014 completo, fue un gran año para el cine español (al que se ha defendido en este blog, por cierto), con tres películas entre las diez más taquilleras. La estupenda Ocho apellidos vascos, la entretenida El Niño y la última de Torrente. De este listado, la que más se recuerda sin duda es El Lobo de Wall Street, del maestro Scorsese, que ha aparecido varias veces en estos ocho años (Taxi driver, El irlandés, New York).

En fin, que este blog seguirá un año más. Sí, lo siento, somos así de brasas: van 545 post, más un centenar en otros medios, dos libros (Relatos de un tiempo fugaz y Aguafiestas), un tercero que llegará en septiembre y muchas, muchas lecturas. Será un placer seguir contando con vosotros.

Un abrazo.

Cine y tenis (II)

TRAVIS, 10/07/2022

Continuación de Cine y tenis (I)

Lo normal es que las películas sobre deportes como el tenis hablen del talento unido al esfuerzo, al sacrificio de los entrenamientos y las renuncias a todo aquello que pueda despistar del objetivo final, pero Woody Allen reflejó en el arranque de Match Point otro de los factores en ocasiones fundamentales que no se pueden desdeñar: la suerte.

«Aquel que dijo más vale tener suerte que talento conocía la esencia de la vida. La gente tiene miedo a reconocer que gran parte de la vida depende de la suerte, le asusta pensar cuántas cosas escapan a nuestro control».

El primer break de Djokovic en la final de Wimbledon de hoy ha sido con una bola que ha golpeado la cinta y ha caído muerta en la pista de Kyrgios. Ese momento en el que la pelota puede caer de un lado o del otro, llevar al triunfo o a la derrota, es una metáfora de la vida que Woody Allen utilizará para la trama de su película sobre un exjugador profesional, un trepa, arribista, un tipo sin escrúpulos interpretado por Jonathan Rhys-Meyers. El tenis es solo la excusa para entrar en el mundo de los ricachones de Londres y apenas aparecerá después a lo largo del metraje, pero el momento cumbre de la película se resolverá con genialidad de un modo similar a este golpeo de la pelota en la cinta del primer minuto, cámara lenta incluida.

No es la primera vez que Woody Allen introduce el tenis en algún punto de sus guiones. Supongo que los que vimos Annie Hall lo recordamos vestido con su inconfundible estilo y un porte un tanto escuchimizado, o por las secuencias con Diane Keaton con la raqueta o sobre la cancha:

Con otra raqueta diferente, la de squash, apareció en Manhattan, y entre su lista de Cosas que hacen que la vida valga la pena de la misma película coló a Jimmy Connors. ¡Jimmy Connors junto a La educación sentimental de Flaubert, o Groucho Marx, ja, ja, ja, qué grande! La relación de Woody Allen con el deporte viene de lejos, como contó en una entrevista en L’Equipe a principios de este siglo. O cómo pasar de aspirar a tenista a hacerse cultureta:

“A los 30 años me aficioné al tenis. Creo que el tenis y el golf son buenos sitios para ligar. De joven leía periódicos deportivos, pero cuando empezaron a interesarme las chicas, descubrí que ellas hablaban de cosas como la literatura, de las que yo no tenía la más mínima idea. Por eso comencé a leer libros».

Woody Allen

Tanto Manhattan como Annie Hall son películas de los setenta, y durante esos años se celebró un partido de tenis de exhibición/reivindicación que dio lugar en 2017 a una película completa: el que disputaron la número uno de entonces, Billie Jean King, con el tenista retirado Bobby Riggs, La batalla de los sexos. La película fue dirigida por los mismos creadores de Pequeña Miss Sunshine, Jonathan Dayton y Valerie Faris, y vista hoy en día, sorprende que varias de las frases del fanfarrón Bobby (que no dudo que se pronunciaran de ese modo) serían impensables medio siglo después. No me imagino una rueda de prensa con medio centenar de periodistas en la que un tipo se autoproclamara «cerdo machista» y dijera que «claro que le gustan las mujeres: en la cocina y en la cama». Todo eso bajo las risas de los periodistas, aficionados e incluso de su rival femenina. Muy bien Emma Stone y Steve Carell (¿algo paródico, quizás?) en una película que prometía más, pero abre tantos frentes (la homosexualidad oculta, la presión de los patrocinadores, el nacimiento de la WTA, el machismo del mundo del deporte y los premios) que se queda en entretenida, para pasar un buen rato. No conocía la historia, pero a lo largo del metraje se pronuncian tal cantidad de frases de carga machista que sabía que solo podía concluir con la victoria de Billie Jean.

Por cierto, qué cascada se veía a Billie Jean King este año durante la archirrepetida entrega del trofeo a Rafa Nadal como ganador de Roland Garros:

El deporte de élite no es sano y mucho me temo que Nadal dentro de treinta años puede estar igual de cascado o más. Me lo imagino con bastón para sujetarse porque las rodillas ya no lo hacen, una bota ortopédica para el pie, tiritas en las manos, corsé y faja para las lesiones de costillas y abdomen. Y sin que los brazos le alcancen para sacarse los calzoncillos del culo. Qué grande es, si fuera americano ya tendría una película sobre su locura competitiva.

Retrocedo hasta los sesenta, ¿una raqueta como escurridor de espaguetis? No lo veo, Jack Lemmon, Billy Wilder, puede que sea lo único que no funciona en El apartamento (1960).

Si seguimos retrocediendo en el tiempo, llegamos a los cincuenta, en donde aparece la mismísima Katharine Hepburn demostrando sus habilidades deportivas en La impetuosa, Pat and Mike en el original, dirigida por George Cukor en 1952. La actriz no necesitó que la doblara ningún especialista en las escenas de golf o tenis, puesto que había desarrollado un buen nivel en ambos deportes durante su juventud, al igual que en la natación. Como supimos por el documental All about me, Miss Hepburn siguió jugando al tenis hasta pasados los ochenta.

Y en el golf logró varios títulos regionales antes de cumplir los veinte años. Según parece, esta escena, en la que Hepburn golpea nueve bolas seguidas, se grabó del tirón:

Un partido de tenis puede generar una enorme tensión, y eso lo sabía bien el mago del suspense, el británico Alfred Hitchcock, quien llevó la resolución de su trama al desarrollo de un partido en Extraños en el tren (Strangers in the train, 1951). Ese final es inverosímil, como tantos de Hitchcock, pues nadie se cree que las gafas estén en el mismo sitio del asesinato días después del mismo, pero el director convierte esa anécdota (un MacGuffin, quizás) en la clave que hace que el personaje de Farley Granger tenga que resolver por la vía rápida un partido de tenis, lo cual resulta imposible porque, como sabe todo el que haya jugado a este deporte, cuanta más prisa tienes por acabar un encuentro, más posibilidades hay de que lo pierdas o juegues peor.

Hitchcock era un exquisito inventor de trucos visuales, y de esta película me quedo con el de este vídeo en concreto, el del personaje de Robert Walker entre el público, con la mirada fija y sin moverse al compás de sus compañeros de graderío. Muy potente:

Como decía en la primera parte, el tenis es un deporte poco cinematográfico en calidad y en cantidad, cuando creo que de él se podrían sacar historias interesantes. Aquí dejo otras dos propuestas: la puñalada a Mónica Seles y el mundo del tenis en esos años convulsos en la antigua Yugoslavia (1993) y la vida de Boris Becker, durante su carrera profesional, pero de manera especial, después. Y poco más para completar este post doble, simplemente una referencia a lo atractivas que suelen quedar las actrices con los uniformes de tenistas.

  1. Catherine Deneuve, en Belle de Jour.
  2. Kirsten Dunst, en Wimbledon.
  3. Dominique Swain, en la Lolita de 1997, no la de Kubrick.
  4. El jardín de los Finzi-Contini.

Los tíos no tenemos esa suerte, y si no, que se revise el look desastrado y a lo Borg trasnochado del mayor de Los Tenenbaums, un tenista retirado de manera prematura, como su ídolo:

O por supuesto, la escena del partido de tenis más patético de la historia del cine, aquel de El otro lado de la cama en el que dirimen sus disputas de pareja Ernesto Alterio y Willy Toledo cuando era un actor con una tremenda vis cómica y no un tipo cabreado con el mundo:

Punto, set y partido. Game over.

Cine y tenis (I)

TRAVIS, 02/07/2022

Estos días se disputa el torneo de tenis más famoso del mundo, el de Wimbledon, el que se disputa sobre la hierba del megapijo All England Tennis Club, y me ha dado por pensar en lo poco cinematográfico que ha resultado ser el deporte de la raqueta, en las pocas películas que ha habido en comparación con otros como el béisbol, el boxeo o incluso el baloncesto (tramas que siempre acaban con un tiro en los últimos segundos del equipo que va perdiendo por un punto). Y creo que en este mundo del tenis siempre pueden encontrarse historias de interés, ya sean de ficción, como basadas en casos reales (ahí dejé mi propuesta sobre Djokovic y los Juegos de Tokio). Por lo general, los tenistas tienen tal cúmulo de manías, éxitos o fracasos, alegrías o decepciones, o historias personales tan curiosas a sus espaldas que sorprende que no se hayan producido más películas basadas en sus andanzas.

Quizás una de las razones esté en lo difícil que es encontrar actores que sepan jugar al tenis, no basta con coger una raqueta, sino aparentar que se tiene un conocimiento mínimo del juego. Mi padre, cada vez que veía alguna escena en una película con un partido de tenis, decía: «ese no ha cogido una raqueta en su vida». Brazos encogidos, la raqueta que sale del pecho como si jugaran a las palas de playa, golpeos frontales, movimientos laterales absurdos… La diferencia entre un actor que sabe jugar al tenis y uno que no tiene ni idea es la que hay entre Kevin Costner y Anthony Quinn en la escena de Revenge (Tony Scott).

Una de las películas destacadas de los Óscar de este año tenía el tenis como motor principal de la acción. King Richard, que como todo el mundo sabe, se traduce en español como El método Williams. La película trata la obsesión de Richard Williams por convertir a sus hijas Venus y Serena en dos estrellas del tenis, algo que lograron con los años al completar unas carreras repletas de éxitos (Venus tiene 7 Grand Slam individuales, mientras que Serena alcanzó la cifra de 23, un récord que todavía podría aumentar, pues no se ha retirado, aunque se prodigue poco por las canchas).

Como suele ocurrir en Hollywood, la figura del padre obsesivo e hipercontrolador es tratada de un modo positivo, halagüeño, por momentos como si fuera un visionario con una misión divina que cumplir. El trasfondo del racismo en un «deporte para blancos» da juego a la trama, así como las comparaciones con Jennifer Capriati, aquel juguete roto que empezó a despuntar muy joven (oro en Barcelona 92 con 16 años, tres Grand Slam posteriormente) y que acabó con problemas legales por posesión de drogas y acusada por robar en una joyería. Richard Williams, interpretado por Will Smith en un papel tan al gusto de la Academia que le supuso el primer Óscar de su carrera, representa a ese héroe americano ultracompetitivo, convencido del trabajo hasta la extenuación, incluso con niñas de poco más de diez años, un personaje que en la vida real resultaba polémico por sus formas y exigencias, así como por aplicar a rajatabla su método (las 78 páginas de su libreto infalible), por mucho que entrenadores profesionales aconsejaran otras técnicas.

Las escenas de tenis están bien rodadas, especialmente el debut como profesional de Venus en un partido frente a nuestra Arantxa Sánchez-Vicario, y las actrices que interpretan a las hermanas Williams, las desconocidas (para mí) Saniyya Sidney y Demi Singleton salen airosas de la complicada papeleta.

Las figuras de los padres obsesionados por el dinero que mueve el circuito del tenis profesional podrían ser de gran interés para otras películas y me vienen a la cabeza los de Steffi Graf (alcohólico, adicto a los medicamentos, condenado a más de tres años de cárcel por fraude fiscal) y André Agassi, uno de esos incombustibles Tauro del 70. Ambos tenistas son curiosamente pareja desde hace años y en uno de los capítulos de Open, la divertida biografía del tenista de Las Vegas, hablan de sus respectivos padres y del convencimiento que tenían ambos acerca del futuro que habían elegido para sus hijos, una infancia, adolescencia y juventud dedicadas enteramente a las raquetas y a perseguir pelotas por una cancha.

La vida de Agassi tendrá que ser llevada al cine en algún momento, porque lo tiene todo, desde la figura del antihéroe, el rebelde con talento que no quiere seguir el camino marcado por su padre y comete auténticas barrabasadas para que lo echen de la Academia de Nick Bolletieri, su aspecto llamativo en el peinado y la vestimenta, hasta el self-made man que se convierte en un ídolo para el país, se liga a «la novia de América», Brooke Shields, y completa el Grand Slam tras ganar Wimbledon vestido de riguroso blanco y con la frente despejada tras asumir su incipiente y temprana calvicie.

Ya que menciono Wimbledon, hay una película sobre el partido que fuera definido en su momento como «el mejor de la historia», la final que disputaron el sueco Bjorn Borg y el neoyorquino (aunque nacido en Weisbaden) John McEnroe en 1980. La película se titula Borg McEnroe sin más, se rodó en 2017 y fue dirigida por el danés Janus Metz Pedersen. Se centra más en el duelo psicológico de ambos tenistas que en el propio partido en sí, para contarnos que la visión externa que teníamos de ellos (el témpano de hielo sueco Iceborg frente al volcánico norteamericano) estaba alejada en realidad de lo que ambos eran, pues se parecían mucho más de lo que podíamos suponer: Borg era puro nervio que controlaba su rabia interior reprimiendo de raíz cualquier atisbo de emoción, mientras que McEnroe era un tipo mucho más calmado por dentro que necesitaba soltar su rabia hacia fuera para encontrar la concentración.

La película se puede encontrar en YouTube y las escenas de tenis están muy logradas. Cierto es que era otro tenis, más de artistas que de fuerza y la manera de jugar con la Donnay de Borg y la Dunlop de madera de McEnroe son muy diferentes a las actuales. Shia LaBeouf consigue un McEnroe convincente incluso cuando tiene que forzar el extraño saque del jugador zurdo, mientras que el sueco Sverrir Gudnasson se transmuta en Borg por momentos.

La épica final de 1980, con el mítico tie-break del cuarto set que acabó 18-16 y la victoria en el quinto de Borg por 8-6, se repitió un año después, con victoria esta vez para McEnroe. Durante muchos años fue considerado el mejor partido de la historia del tenis, título que para muchos ostenta ahora el triunfo de Rafa Nadal sobre Roger Federer en el mismo escenario en 2008. Nadal había perdido las dos finales anteriores ante el suizo, aunque cada año recortaba un poco la distancia que le sacaba el suizo sobre la hierba del All England Club. La final de 2008, que acabó con un marcador de 6-4/6-4/6-7/6-7 y 9-7 tras casi cinco horas de juego, merecería su propia película. Hay un libro de John Carlin que cuenta todas las peculiaridades de la progresión en el juego del manacorí hasta llegar a ese momento cumbre de su carrera. Y en 2018 se estrenó un magnífico documental dirigido por Andrew Douglas sobre el denominado «partido del siglo». Strokes of genius en el original.

Fue todo un duelo al sol… que acabó casi sin sol. Hubo dos interrupciones por la lluvia y el partido estuvo cerca de tener que suspenderse por falta de luz natural. De hecho, en el documental se aprecia perfectamente cómo había caído la luz, y de haberse prolongado un poco más, los espectadores podíamos habernos perdido la conclusión de uno de los grandes momentos de la historia del deporte. Aquí lo dejo para los aficionados. Muy recomendable:

Habrá más para la segunda parte de este post. De momento, espero que se me admitan mis comentarios sobre la calidad tenística y no interpretativa de los actores, pese a que mi especialidad sea más bien el cine. En el fondo, no soy muy distinto de Torrente aconsejando a Carlos Moyá sobre su revés:

Continuará: Cine y tenis (II)

Objetos de culto (y IV): objetos molones

TRAVIS, 18/04/2022

Completamos ya este largo repaso a:

1. MacGuffins,

2. Armas de Chéjov,

3. Arenques rojos y guiños frikis,

con auténticos objetos de culto. Insisto en que cualquier ayuda es bienvenida para rellenar huecos del listado.

U. (Continuación del MacGuffin Uranio de Encadenados) Los diferentes montajes de Blade Runner pudieron hacer que lo que fue concebido como un arma de Chéjov se quedara finalmente en arenque rojo, o viceversa. Me refiero al pasaje del Unicornio. En un momento de la película, el personaje de Deckard (Harrison Ford) tiene un extraño sueño en el que se le aparece un unicornio.

Nunca entendí la referencia, si era un plano preciosista que le apetecía rodar a Ridley Scott (metió los unicornios en Legend un par de años después) o si tenía un significado profundo. El caso es que en uno de los primeros montajes (creo que el inicial) no había más referencias al unicornio, luego podría ser una pista falsa, un arenque rojo. Sin embargo, en el llamado Director’s Cut, el personaje de Gaff (Edward James Olmos) deja un origami con forma de unicornio en el apartamento de Deckard.

Debido a esta escena, la interpretación más habitual indica que debemos deducir que el propio Deckard es un replicante y que Gaff conoce su secreto, puesto que sabe que sueña con unicornios. Pero para ese momento de la película estoy tan aburrido que en mi caso no tengo claro cómo interpretarlo. En especial, si el anterior origami de Gaff es un hombre con una erección, figura a la que nunca supe qué interpretación dar, ni he encontrado un crítico que me lo aclare.

V. Luis García Berlanga nos dejó varias comedias con su particular sello, y en una de ellas utilizó una Vaquilla para hablarnos de la estupidez de una guerra civil, de los dos bandos que se enfrentan sin saber muy bien por qué principios. Me refiero, cómo no, a La vaquilla, enorme metáfora animal de la idiosincrasia española, de las dos Españas o del “antes muerta que del otro”.

El elemento que actúa como arma de Chéjov en Vértigo es el propio Vértigo del protagonista. Aparece en la primera escena y nos olvidamos del mismo hasta la escena de la escalera en la torre. Pero para ilustrar esta letra, voy a mencionar un “arma de Chéjov” reciente que me dio mucha rabia no entender de inicio: la Vaca muerta de El poder del perro. Estaba tan aburrido que no supe ver a cuento de qué venía esa escena en la que el chaval se pone los guantes de látex y corta una tira de la piel del animal. El “arenque rojo” de la supuesta relación homosexual en ciernes me hizo despistarme de lo que en realidad se estaba cociendo en la trama.

Y aquí voy a dejar otro de esos detalles frikis que suelen pasar desapercibidos. En El show de Truman descubrimos que todo el mundo en el que vive el personaje interpretado por Jim Carrey no es más que un inmenso decorado con un cielo artificial bajo una enorme cúpula. ¿De qué modo recibiría entonces su protagonista la necesaria Vitamina D? Pues hasta eso habían previsto los guionistas, como puede verse en una de las escenas.

Y otro guiño muy, muy friki que solo los auténticos frikardos que todo lo analizan son capaces de ver. El Vestuario que utiliza el personaje de Wayne Night en Parque Jurásico-, película dirigida por Steven Spielberg en 1993, coincide sospechosamente con el de los personajes de Los goonies. Película producida por el propio Spielberg en 1985. No creo que sea una coincidencia, ¿no?

W. ¿Creíais que no se me iba a ocurrir nada para esta letra? Pues está en los propios títulos: Winchester 73 y Un pez llamado Wanda. El robo del Winchester 73, el mejor rifle del mundo, es la excusa para toda la trama en la que James Stewart anda en su búsqueda. En cuanto a Wanda, no es un MacGuffin, aunque todos anden detrás de ella, ni un arma de Chéjov, aunque el pez del mismo nombre albergue la llave del tesoro. Pero es un peliculón (y un pedazo de mujer) que me apetecía recordar.

X. No se me ocurren MacGuffins con esta letra, aunque un taXi puede dar mucho juego para una trama. Ya he hablado mucho en otros post sobre este colectivo de simpáticos cabroncetes, o sobre el uso de un taxi como metáfora de la soledad y espectador de una sociedad que repudia (Taxi driver), así que voy a limitarme a dejar un detalle friki cinéfilo: en los títulos de 20th Century Fox al inicio de las películas de la saga X-Men, la X de Fox permanece iluminada un rato más que el resto de letras, fijaos en el detalle la próxima vez que la veáis. Detalles que me alucinan y que pasan desapercibidos casi siempre.

Y. No se me ocurre nada que contar que comience con esta letra, pero voy a utilizar una película con uno de los guiones más retorcidos de los noventa para hablar de MacGuffins, arenques rojos y Chéjov: Sospechosos habituales. ¿Y por qué en esta letra? Pues por su director, BrYan Singer, o por sus actores principales, Kevin SpaceY y Gabriel BYrne. O por lo que desvelaré a continuación. El gran robo que se investiga desde el inicio de la trama sería el MacGuffin de la trama, porque ni siquiera es lo relevante, sino la respuesta a “¿quién es KeYser Söze?”.

Uno de los villanos favoritos de mi lista, por cierto. Y como podremos comprobar al final del guion, casi todo en el mismo son “arenques rojos”, pistas para despistarnos: la discapacidad de Spacey, el aspecto físico del temible Keyser, o el nombre que vemos en la taza del inspector de policía: KobaYashi. No deberíamos dar nada por hecho, sino fiarnos de algunas frases que estaban en nuestras narices: “El mayor truco que hizo el diablo fue convencer al mundo de que no existía“. “Y así, (se sopla en los dedos) desaparecer”.

Z. Los Zombis son como un enorme MacGuffin de los que se habla mucho a lo largo de una película, pero luego, lo cierto es que aparecen muy poco tiempo en pantalla. Representan una amenaza del exterior, un peligro latente que aparecerá en cualquier momento y provocan el pánico en los perseguidos. Pese a que se muevan a cámara lenta, como en las primeras películas del género, con George A. Romero a la cabeza (La noche de los muertos vivientes, 1968). Pero en el fondo son películas de personajes encerrados que se enfrentan a sus miedos en una situación extrema en la que saben que posiblemente vayan a morir. Como en Amanecer Zulú, Las cuatro plumas o cualquier versión de El Álamo.

Podría utilizar los Zapatos de cualquier película del fetichista Tarantino para hablar de este objeto como «arma de Chéjov» puesto en mitad de la trama, pero me quedo con la mejor escena de Jojo Rabbit: los Zapatos de Scarlett Johansson. Esos detalles iniciales no podían ser casuales, tenían un objeto.

Y una vez terminado este amplio repaso, voy a dejar aquí esa colección de objetos “molones”, cosas que he visto en películas y que no me importaría tener, aunque solo sea como detalle friki de coleccionista:

Andúril. La espada de Aragorn. Mira que en España tenemos la Tizona y la Colada, o las armas de los conquistadores de América, pero uno se da una vuelta por Toledo y lo que más le sorprende de los escaparates del “acero castellano” son las réplicas de armas de películas, como Andúril de El Señor de los anillos, o la espada de Conan, el Bárbaro.

BMF. Estas tres iniciales están en la cartera de Vincent, el personaje de Samuel L. Jackson en Pulp Fiction. En la traducción española dice: “¿ves una cartera que pone “hijoputa peligroso”? En el original decía Bad Mother Fucker y fue tal la demanda de carteras (que no existían) que una compañía las puso a la venta.

Cazadora de Tyler Durden. El club de la lucha. Pero hay que tener la percha de Brad Pitt para poder llevarla.

Delorean. “Si vas a hacer una máquina del tiempo, hazla con estilo”. Sí, tengo un Delorean en mi lugar de trabajo. Con su condensador de fluzo y todo.

Endor. Bien sea el planeta de El retorno del Jedi o bien, el territorio de El señor de los anillos, que como ya hemos comentado por aquí, tienen varios puntos en común. Pero eso es un lugar y no un objeto, así que como ahora se viene algún otro avión, escojo el Espíritu de San Luis, el avión de Charles Lindbergh en la vida real y en El héroe solitario (Billy Wilder).

F-14 Tomcat, de Top Gun. Pedazo de avión, con sus alas plegables. O de El final de la cuenta atrás. De chaval hice una maqueta de este avión, y de mayor me hice una foto con uno en el hangar del Museo Smithsonian del Aire y el Espacio junto al aeropuerto de Washington. Impresionante.

Gafas de Matrix. ¿No me doy un aire a Neo con ellas?

Helicóptero. Ya sea un Black Hawk, El trueno azul o el que transporta a Forrest Gump y Bubba, pero nada supera a los helicópteros del ejército filipino utilizados con la Cabalgata de las Walkirias a todo meter en Apocalypse Now. Pero a la misma altura, si no a una superior, sitúo el mítico Halcón Milenario.

Isla. ¿Cuál, la del tesoro, la misteriosa, la de los Robinsones de los mares del Sur, la carnívora de La vida de Pi, la del Náufrago Tom Hanks? ¿La repleta de nativas tahitianas de muy buen ver de El motín de la Bounty? Os las regalo todas, yo me quedo con la isla tailandesa de La playa, con sus particulares plantaciones, pero sin tanto pirado suelto.

Johnny B. Goode. Gran descubrimiento de Marty McFly, de nuevo en Regreso al futuro.

Katana de Hatori Hanzo. Como dijimos en su momento, es un objeto que parece adquirir vida propia.

Látigo de Indiana Jones. Tan propia del personaje como la capa para Superman.

Magnum 44. “El mejor revólver del mundo, capaz de volarte los sesos de un tiro…”. Y si Harry el Sucio dice tal cosa, quién soy yo para llevarle la contraria.

Nave de Darth Vader. O la de Matt Damon en Marte, The Martian.

Ñ. BaÑador de Halle Berry en Muere otro día. O el de Ursula Andress en la primera de Agente 007, contra el Doctor No. No hace falta añadir nada.

O. Mmmhhh… ¿la Orgía de Eyes Wide Shut? No, la verdad es que no. Mejor me quedo con varios de los Ovnis que nos ha regalado el cine: el de Encuentros en la tercera fase, el de la familia de E.T. o el impactante desde el punto de vista visual de La Llegada.

Pósters de Cadena Perpetua. No solo porque tapen el túnel de la huida, sino porque el paso de las décadas se aprecia en las mujeres de los pósters: Rita Hayworth, Marilyn Monroe y Raquel Welch.

Q. Help!

Hay Relojes de película que se convirtieron en joyas de coleccionista, como el de Top Gun, el de Michael Douglas en Wall Street o varios de 007, pero creo que ninguno tiene tanta vida como el Reloj de oro de Bruce Willis en Pulp Fiction. O como los cigarrillos Red Apple de su director.

S. Sable Láser de Star Wars. Sinceramente creo que en los inicios de la saga, el propio George Lucas no era consciente de la mística con la que iba a envolver este arma Jedi.

T. Terminator, pero no un T-1000, ni una Terminatrix como la de la tercera parte, ni nada surgido con posterioridad, sino un Schwarzie que envejece e intenta sonreír.

U. Ulifante de El señor de los anillos. Si bien el aspecto estético está muy logrado, decepciona un tanto al ver su utilidad como arma de combate.

V. Podría hablar de la colección de Vello púbico del Marqués de las Marismas en La escopeta nacional de Berlanga, pero molarme, me mola más bien poco, me da algo de asquito, así que me quedaré con el Vehículo espacial de Interstellar.

W. Wall-E. Un robot para recoger y separar la basura. Será imprescindible en un plazo muy breve, seguro.

X. Xenomorfo de Alien. Si has parido una criatura como esta y le has sacado poco partido en la primera parte, en la que el terror o la angustia se genera por su ausencia, nada mejor que una segunda parte poblada de xenomorfos para acogotar a los marines. Aunque casi preferiría tener en casa un X-Wing como el de Luke Skywalker.

Y. Yate. Casi que me vale cualquiera, ya sea el de un villano de peli de James Bond, el de El lobo de Wall Street (Leonardo di Caprio), o el de Sator (Kenneth Branagh) en Tenet. Pero solo el Yate del millonario Osgood ha tenido el privilegio de contar con Marilyn Monroe en su interior (Con faldas y a lo loco).

Z. Las Zapatillas Nike de Marty McFly en Regreso al futuro. El marketing logró que me comprara unas en mi primer viaje a Estados Unidos, allá a finales de los ochenta.