Matar el fútbol

BARNEY, 26/12/2021

La FIFA sigue adelante con su propuesta de organizar un Mundial de fútbol cada dos años. No solo eso, sino que indican que a partir de 2026 el número de selecciones participantes subirá a 48. La evolución del número de equipos participantes en las últimas décadas ha sido la siguiente:

  • De Inglaterra 1966 a Argentina 1978: 16 selecciones.
  • De España 1982 a Estados Unidos 1994: 24 selecciones.
  • Desde Francia 1998 hasta Rusia 2918: 32 selecciones.

Si ya en varios de estos mundiales hubo partidos aburridos e irrelevantes, con 48 equipos me temo lo peor, en especial en las primeras fases. Por su parte, la UEFA y la CONMEBOL (Confederación Sudamericana de Fútbol) han alcanzado un acuerdo para que las seis mejores selecciones de Sudamérica disputen la UEFA Nations League en el grupo A, y otras cuatro en el B. De este modo, la categoría A pasaría a contar con 22 combinados nacionales y la B con otros B. Se jugaría siempre en Europa, insertando las fases de grupo en mitad de la temporada, y las eliminatorias finales en junio, cuando hayan concluido los campeonatos de clubes nacionales y continentales.

Entre medias se tienen que seguir disputando las clasificaciones para las Eurocopas, Copas América (5 en los últimos 11 años), mundiales y cada cuatro años, los Juegos Olímpicos. La selección española ha jugado este año dos partidazos contra Italia, la final de la Liga de Naciones contra Francia y unos cuartos de la Euro muy entretenidos frente a Croacia, pero para ello ha sido necesario también una serie de partidos que no pasarán precisamente a la historia del deporte: Kosovo, Georgia, Grecia, Lituania y Eslovaquia. Incluyo en los tostones también los partidos frente a Suecia.

«Football is for the fans» y toda esa patraña que nos sueltan. Tanto la FIFA como la UEFA consideran que tienen un filón que pueden explotar y explotar aún más, y para ello van a seguir haciendo cuanto esté en sus manos no por el bien del fútbol, ni por llevarlo a más rincones del planeta, sino por su bolsillo. Los jugadores ni existen en este calendario absurdo que interrumpe las competiciones de clubes. Y ni siquiera he incluido los partidos de los Juegos Olímpicos, un torneo para el que, a pesar de las limitaciones de edad, también se llevan a profesionales que rinden al máximo nivel en sus equipos. Football is for the fans, claro, porque todos estábamos expectantes ante los Corea del Sur-Nueva Zelanda, Japón-Sudáfrica, España-Egipto, Arabia Saudí-Costa de Marfil y varios partidos más que supongo que alguien muy aficionado vería en su casa.

Yo no soy, o no era al menos, enemigo del fútbol de selecciones, pero cada vez que se interrumpe la Liga española o la Premier para un España-Kosovo o un Inglaterra-San Marino, me convierto en uno de los mayores detractores del mismo. Y yo solo soy un aficionado, pero me pongo en la piel de un directivo de club y me subiría por las paredes: «¿o sea, que las fichas millonarias de los futbolistas las pago yo y los beneficios te los llevas tú?». ¿Qué coño es eso de suspender las competiciones en Europa en noviembre de 2022 para llevar el mundial a una dictadura opresora como Catar? ¿Y luego te devuelvo a los futbolistas hechos papilla, como tras cada parón de selecciones?

Sergio Ramos llevaba en el Real Madrid dieciséis temporadas y en plena renovación, con varias lesiones encadenadas, se le ocurrió decir que quería disputar Eurocopa y Juegos Olímpicos en verano. Se lesionó tras un partido intrascendente contra Kosovo, jugó cojo las semifinales de Champions con el Madrid y al final se quedó sin Euro, sin Juegos y sin Real Madrid. El club que le pagaba, y muy bien.

El centrocampista del Real Madrid, Dani Ceballos, se lesionó el tobillo durante los Juegos y según los médicos de la selección, podría jugar infiltrado las semifinales. Por fortuna no se forzó, pero al llegar a Madrid, los servicios médicos del club comprobaron que tenía una lesión mucho más seria que le ha impedido jugar desde entonces (recuerdo que la lesión se produjo ¡en julio!).

El joven jugador del Barça Pedri, que acaba de cumplir 19 años, encadenó las competiciones con el club que le paga con la Eurocopa y los Juegos Olímpicos. Una locura para un chaval en formación que por entonces tenía (como dijeron los comentaristas unos dos millones de veces) «solo 18 años». En total jugó 73 partidos durante la temporada 2020-21, 52 con el Barça y el resto con las selecciones. Esta temporada está pagando las consecuencias de los esfuerzos y solo ha disputado cuatro partidos con su club, dos en Liga y otros dos en Champions.

Las federaciones hacen lo que les da la gana con los futbolistas. En lo más crudo de la temporada pasada, con las semifinales de Champions en ciernes, la selección croata hizo jugar a Luka Modric tres partidos en seis días. Y luego se habla del «virus FIFA», que no es sino un eufemismo para definir la sobrecarga. Pero ya que hablamos de virus en época de pandemias, conviene recordar la insensatez de los distintos organismos del fútbol al juntar a futbolistas que juegan en distintos campeonatos para las interminables fases de clasificación, con viajes de un continente a otro, o con protocolos distintos entre países.

Ya sé que los futbolistas no son unos lumbreras precisamente (como se ve en la foto junto a la barbacoa), pero la gracia que tiene que hacer a sus clubes saber que no van a poder contar con sus jugadores durante tres o cuatro partidos debe de ser inmensa. O los equipos que cuenten con futbolistas africanos en sus filas (la Ligue1 francesa es la que más lo va a notar), puesto que la Copa África comienza en unos días (el 9 de enero) y finalizará el 6 de febrero. El Sevilla, por ejemplo, que está clasificado en segundo lugar en la Liga española, se va a quedar sin su portero titular (Bono), el delantero centro (En Nesyri) y Munir durante varias semanas, convocados por Marruecos. En algún momento se tiene que cortar este sinsentido que altera y pervierte las competiciones.

Toni Kroos es uno de los futbolistas más sensatos que conozco y ya expresó su cansancio en la carta en la que anunciaba su retirada de la selección alemana: «A partir de ahora me permitiré deliberadamente descansos que no existen como jugador nacional desde hace once años. Y además, como esposo y padre, también me gustaría estar allí para mi esposa y mis tres hijos«. Pero creo que no serán los futbolistas los que pongan freno a esta situación, sino los dueños de los clubes. Los que pagan los estratosféricos salarios de los futbolistas y reciben muy poco como compensación a sus cesiones. Esto es lo que recibieron los clubes por sus jugadores durante el pasado Mundial de Rusia 2018:

Clubes cobro Mundial

Aunque parezca un buen ingreso, no deja de ser calderilla si pensamos que los principales clubes de Europa tienen en torno a una docena de internacionales en sus filas. Si los jugadores se lesionan, la FIFA tiene un Programa de Protección de Clubes con un fondo de hasta 80 millones de euros anuales. No es ni el veinte por ciento de la masa salarial del PSG, por poner la cifra en contexto. Es una ayuda, desde luego, pero solo cubre las lesiones superiores a 28 días y la parte fija de los salarios de los futbolistas, no los variables ni los bonus. Además, tiene un importe máximo anual de 7,5 millones de euros por jugador, lo que en muchos casos cubrirá la ficha del futbolista, pero no así en muchos otros. El club pierde si el jugador se lesiona menos de 28 días, si su salario es superior, o simplemente por las sobrecargas generadas. Y luego hay torneos no cubiertos por el seguro, como los Juegos Olímpicos, que en el caso de España es cubierto por la Federación con su propio seguro.

Las cifras que mueven las competiciones de selecciones son enormes, demasiado golosas y poco transparentes. Los derechos de televisión que negocian la FIFA y la UEFA suponen unos ingresos gigantescos para estos organismos, que además no tienen la responsabilidad de gestionar los clubes ni de pagar los caprichos de sus estrellas. Joao Havelange, Joseph Blatter, Michel Platini, Infantino, Ceferin,… vaya colección. Las acusaciones de haber aceptado sobornos y de plegarse al poder de los petrodólares sobrevuelan el mundo del fútbol y lo que menos importa a estos dirigentes es el espectáculo.

Precisamente el fútbol de partidos absurdos de selecciones es el que está haciendo que se pierda a los jóvenes. Y un Reglamento que hay que modificar para dotar al juego de mayor dinamismo, evitar las pérdidas de tiempo y castigar el teatro tanto como el juego sucio. El ejemplo del baloncesto está al alcance de estos gerifaltes del fútbol. El Reglamento se modifica en pro del espectáculo cada año. La Euroliga es una competición muy atractiva en la que los mejores clubes de Europa no ceden a sus jugadores para las selecciones durante las fases de clasificación. Al final de la temporada, y porque los jugadores de baloncesto son de otra pasta, los que pueden con su cuerpo disputan mundiales, eurobasket, Juegos Olímpicos y lo que les echen. Y casi siempre a tope, sin quejas sobre el calendario. Pero durante la temporada regular no. No vamos a quedarnos sin un Real Madrid-CSKA o un Barça-Unics Kazan como los de esta semana por un España-Finlandia de clasificación. La Superliga que proponían Florentino Pérez, Joan Laporta y la familia Agnelli junto con una serie de clubes entre «acojonaos» y untados era la solución: grandes partidos todas las semanas. Los mejores futbolistas a pleno rendimiento, al cien por cien de capacidad y concentración.

Pero la demagogia ha vencido con el mensaje falaz de los ricos y los pobres y el «football is for the fans» Si fuera para los aficionados, se tomaría ejemplo de un día como hoy en Inglaterra: el Boxing Day. Partidos para los más jóvenes, para que los niños vayan con sus padres al fútbol y se enganchen a unos colores, al ambiente del estadio. Aquí el fútbol es tan «for the fans» que se suspende en época de vacaciones escolares y luego se ponen los partidos a las diez de la noche entre semana. Están matando el futbol entre todos.

El futbolista coge la pluma (II)

BARNEY, 09/10/2021

Retomo las críticas al Mundial de Catar 2022 de la primera parte y comienzo esta segunda con la carta de un futbolista que ha dicho que no va a acudir a esa cita deportiva, el alemán Toni Kroos. Llama la atención que se retire de la selección con apenas 31 años, una edad que, en los tiempos actuales y si el futbolista se ha cuidado bien, permite seguir muchos años más a un alto nivel (ahí están los ejemplos de Cristiano, Messi o Modric, por ejemplo). En la carta de despedida explica claramente sus motivos, si bien yo quiero entender que hay algo de crítica hacia la organización del Mundial en ese país («Tenía claro durante mucho tiempo que no estaría disponible para la Copa del Mundo de 2022 en Catar»). Los motivos que esgrime el centrocampista alemán son más que entendibles: quiere centrarse en sus objetivos con el Real Madrid, pasar más tiempo con su familia (mujer y tres hijos) y sobre todo, disfrutar «deliberadamente descansos que no existen como jugador nacional desde hace once años«.

Un calendario cargado de partidos, viajes de un lado a otro del globo, concentraciones, cada vez más competiciones y más largas (Champions, Confederaciones, Liga de Naciones, clasificaciones infumables contra selecciones de países inexistentes, amistosos más incomprensibles aún,…) y unos futbolistas que no son máquinas que puedan competir todo el año al más alto nivel. En el caso de las selecciones nacionales se produce una situación terriblemente injusta para los clubes, situación que se tolera por culpa de las normas trasnochadas y casi me atrevo a decir que «feudales» de los dirigentes de la UEFA, la FIFA y las federaciones nacionales. Estos organismos, cuyos dirigentes han sido investigados y/o condenados por corrupción en un porcentaje similar al de los dictadores caribeños o africanos, se permiten usufructuar, utilizar de manera casi gratuita, robar, expropiar (elijan Vds. el adjetivo) los mayores activos de los clubes de fútbol: los futbolistas. Y los clubes de fútbol son, salvo excepciones como el Real Madrid, el Barça o el Athletic de Bilbao, grandes empresas, multinacionales propiedad de sus accionistas e inversores que querrán aunar el rendimiento deportivo con el económico. Pues nada, les importa un carajo: partidos contra Kosovo, Islas Féroe o Gibraltar en mitad de las competiciones de liga o Champions. Y luego si los jugadores se lesionan, como ha ocurrido recientemente con Bale, Ceballos y Hazard en el Madrid, que apechuguen los clubes, que se pasen meses y jornadas pagando sueldos estratosféricos sin poder disfrutar de sus jugadores.

Los jugadores no son máquinas y necesitan descansar, como decía Toni Kroos, y resulta habitual que haya un bajón en los rendimientos de las principales figuras durante la temporada posterior a un Mundial. Pero ese problema ya no le atañe a los prebostes del fútbol mundial. El negocio es rentabilísimo para la FIFA, nos ha j… tan rentable que su máximo dirigente, el italiano Gianni Infantino, ha propuesto que el Mundial se celebre cada dos años, en lugar de hacerlo cada cuatro. Dentro de lo poco que nos gusta a algunos esta propuesta, Infantino ha dicho una cosa repleta de sentido común: «se juegan demasiados partidos irrelevantes a lo largo del año».

Sin embargo, sospecho que el interés de los dirigentes de la FIFA, que han aprobado la propuesta por 166 votos a favor y solo 22 en contra, va más por el lado pecuniario que se mueve en las adjudicaciones que por el fomento del deporte y el fútbol como espectáculo de masas. Infantino indica que la propuesta se debe a que «es una manera de promocionar el fútbol. Hay que estudiar qué podemos hacer para estimular el fútbol», pero eso no se arregla con un Mundial de 48 países cada dos años en el que tengamos un Togo-Honduras o un China-Nueva Zelanda (con todo mi respeto para estas selecciones), sino cambiando el Reglamento de un deporte cuyos partidos resultan cada vez más soporíferos y con menor tiempo de juego efectivo (aquí algunas propuestas personales). Los dirigentes del fútbol mundial están perdiendo a los jóvenes y no creo que eso se arregle con un incremento de los partidos internacionales de selecciones, sino con una reflexión profunda sobre el juego en sí, para la cual es básico contar con los jugadores en perfecto estado de salud y forma física.

¿Y los futbolistas, qué tienen que decir de ello? El «sindicato» de futbolistas profesionales, FIFPRO (Federación Internacional de Futbolistas Profesionales), contestó en un comunicado de su portavoz Jonas Baer-Hoffmann que «los jugadores tienen unos límites fisiológicos naturales, y un interés inherente en el avance sostenible del juego: el éxito del deporte depende de su bienestar físico y mental. Lo que decidimos en los altos niveles del juego repercute en miles de profesionales de todo el mundo. Todo plan para extender las competiciones debe integrar su experiencia y opiniones a nivel colectivo».

Recordemos que cuando hace unos pocos meses surgió la propuesta de crear una Superliga de clubes a nivel europeo con el objeto de incrementar el número de partidos de interés entre los mejores clubes (lo que a la larga conllevaría forzosamente la disminución del número de partidos en ligas nacionales), el presidente de la UEFA Aleksander Ceferin y sus secuaces saltaron con aquel mensaje hipócrita del «Football is for the fans». Precisamente los fans a los que desprecian tolerando unas normas diferentes para los clubes-estado frente a los tradicionales (Real Madrid, Bayern de Múnich, Barcelona o Juventus de Turín).

Esta semana hemos conocido la noticia de que el jeque de Arabia Saudí Mohammed Bin Salman ha comprado el Newcastle, lo que convierte al modesto club de la Premier en el equipo que tiene al dueño con la mayor fortuna del mundo, diez veces superior a la de los fondos emiratíes y cataríes propietarios del Manchester City y el PSG, clubes que han asaltado el mundo del fútbol con sus petrodólares. Mohammed Bin Salman es el mismo tipo cuyos agentes estuvieron tras el asesinato del periodista Jamal Kashoggi en la embajada de Estambul y se llevaron sus restos descuartizados en valijas diplomáticas, pero «football is for the fans» y los aficionados del Newcastle corrieron jubilosos al estadio a celebrar que ahora su equipo del alma pertenece a una dictadura en los primeros puestos del ranking internacional de desprecio a los derechos humanos. Como escuché a Richard Dees de manera brillante en El Radio de esta semana: «Football is for the funds».

Cualquiera que siga este blog sabrá que me gusta el fútbol, sobre todo el de antaño, y cada vez menos los futbolistas. Han sido muy pocos los que han levantado la voz en contra del Mundial de Catar, como Tim Sparv, o del dineral que viene de grandes fortunas de Oriente Medio. Al fin y al cabo todos ellos se verán beneficiados del riego de millones sin importar su origen o la desigualdad competitiva que puede crear. Pero los futbolistas son figuras públicas cuyos movimientos pueden tener gran repercusión, como pudo verse hace un año con la carta de Marcus Rashford a los miembros del Parlamento británico solicitando que se mantuviera la ayuda de comedor a las familias sin recursos durante el verano post-pandemia.

Rashford sabía bien de lo que hablaba puesto que en su familia había tenido que criarse recurriendo a esas ayudas públicas: «Mi madre trabajaba todo el día ganando el salario mínimo para asegurarse de que siempre había una comida en la mesa por las noches, pero eso no era suficiente». La difusión masiva de su carta, el apoyo de numerosas personalidades y (por supuesto que sí) el rédito político que podían obtener del debate creado lograron que el gobierno de Boris Johnson rectificara y mantuviera su apoyo financiero para las familias desfavorecidas.

Los futbolistas son (aparte de niñatos millonarios e incultos en un porcentaje muy elevado) tipos de los más influyentes del mundo, influencers con millones de followers, o como se diga ahora, ojalá se aprovecharan sus esfuerzos para promover causas justas y no regímenes totalitarios. Marcus Rashford tiene como compañero en el Manchester United a un gran tipo como Juan Mata, uno de los pocos futbolistas a los que he visto declarar abiertamente que es un privilegiado que gana mucho más dinero del necesario y de lo que podría necesitar. En su famosa carta de agosto de 2017 A common goal hablaba con la pasión de un niño que quería triunfar en el fútbol, un chaval cuya ilusión era seguida por su padre y su abuelo por varias escuelas de formación y equipos, un jugador que ya en el Chelsea y tras recibir un gol en contra en los últimos minutos de una final de Champions contra el Bayern se dirige a Drogba y le dice simplemente que «crea» en la remontada con la ilusión de ese chico de barrio, como ocurrió.

«Pienso en todo lo que el fútbol me ha dado». «Sé lo afortunado que fui por tener las oportunidades que tuve, pero no todo el mundo tiene una familia como la mía». «Quiero asegurarme de que todos los niños puedan tener las oportunidades que yo tuve», para lo cual proponía iniciar un movimiento que cambiara por completo el mundo del fútbol: el proyecto Common Goal. Un fondo que se nutriría con el uno por ciento del salario de todos los futbolistas que se sumaran a la propuesta y que se destinaría a fines sociales gestionados por una serie de ONGs en varios países. Tres años después se habían sumado apenas unos 150 futbolistas (Giorgio Chiellini, Mats Hummels y Kasper Schmeichel, entre los más famosos) y algún club modesto danés, pero el proyecto corre el peligro de ser absorbido por el lavado de cara de los dirigentes del fútbol mundial: Aleksander Ceferin se ha sumado a la propuesta, así como Ronaldo Nazario, abducido por Infantino y la FIFA para promover el Mundial cada dos años.

El mundo del fútbol es tan falso que podemos ver a Ceferin hablando de los derechos humanos o del interés de los fans, a Al-Khelaifi hablando de ética y a Maradona en un partido contra la droga, aunque sabemos en qué equipo.

Propuestas para cambiar el Reglamento del fútbol (II)

19/04/2021

II. Diez propuestas by Barney

He basado mis propuestas en primer lugar en los aspectos que celebro en otros deportes que me gustan, como el baloncesto, el rugby o el balonmano y en segundo lugar, en el rechazo a todo lo que detesto del lodazal infecto de conductas antideportivas en que se ha convertido el fútbol. La inmensa mayoría de jugadores de tenis, baloncesto, atletas, o incluso los aguerridos jugadores de balonmano o rugby, son auténticos caballeros del deporte, mientras que el fútbol debe ser el único deporte en el que el Reglamento premia al tramposo, al que evita de manera intencionada el ataque del rival. Y no solo eso, sino que los medios lo priman: «el fútbol es de los vivos», «qué listo estuvo», «una falta táctica», «logró engañar al árbitro»,…

Así que vamos allá con diez propuestas para mejorar el espectáculo y la limpieza del fútbol:

  • 1. Tiempo cronometrado o parado, en lugar de tiempo corrido. Dos tiempos de treinta minutos. El tenis, los deportes de raqueta, o el voleibol, son deportes en los que no hay límite de tiempo, se pueden pasar horas jugando hasta que alcanzan un marcador determinado (3 sets, 25 puntos, 21 en el tenis de mesa). En el baloncesto, balonmano, fútbol sala y waterpolo se juega a reloj parado. El fútbol es ese caso extraño en el que se pierde tanto tiempo como el que se juega porque no se para nunca y el objetivo ni siquiera consiste en llegar a un marcador determinado. Lo que propongo no es ninguna novedad, la IFAB ya lo ha planteado en varias ocasiones, como en 2017. Hay cosas que los aficionados detestamos en el fútbol y que sorprendentemente tienen premio: el jugador que finge una lesión y se pasa dos minutos en el suelo hasta que se reanuda el juego, los saques de banda o córner del equipo que va en ventaja, el portero que tarda treinta segundos en sacar (el sábado lo hizo Courtois y me cabreó mucho, pese a que íbamos ganando), el ceremonial de los cambios en los que el sustituido se va a la parte más alejada del campo y regresa de manera parsimoniosa hacia el banquillo,… Es desesperante, nunca se descuenta el tiempo que se pierde, luego la norma favorece al infractor, ¡absurdo! La IFAB planteó partidos de sesenta minutos divididos en dos partes de treinta en los que se parara el cronómetro cada vez que había una interrupción. Lo único que yo añadiría es que la última posesión de cada parte se deje concluir, es decir, no se pita el final al llegar al minuto treinta o sesenta, sino cuando el juego se interrumpe. Como el fútbol es un deporte de pillos, el que va en ventaja podría hacer una falta para forzar el final, pero en ese caso no contaría: si quiere que el partido se acabe, tendrá que recuperar el balón y lanzarlo fuera.
  • 2. Cambios sin límite, pero sin parar el juego. La idea es la del balonmano, en cualquier momento. Ya se encargarán sustituto y sustituido de no perder tiempo. Las actuales plantillas tienen veinticinco futbolistas, profesionales bien pagados que se quedan sin jugar durante muchos partidos cada temporada, porque solo juegan once más los cinco cambios. Esta circunstancia, unida a los calendarios cada vez más cargados, convierte a los suplentes en un recurso de lujo que se queda sin utilizar por los clubes. Millones de euros ociosos que además generan tensiones en los vestuarios, apatía en los menos profesionales por ver que apenas cuentan en las rotaciones, incremento de lesiones en los habituales, partidos en los que el cansancio acaba pesando más que el propio talento,… El campo de fútbol es mucho más grande que uno de balonmano, así que se podría poner un banquillo de suplentes en cada banda, con siete integrantes de cada equipo por banquillo. Siete en banda derecha, siete en banda izquierda, once jugando y la plantilla entera sabiendo que puede saltar al campo en cualquier momento en función de las circunstancias y el marcador. Como el tiempo sería cronometrado, no habría pérdida alguna de tiempo, los esfuerzos serían más intensos, aumentaría la velocidad del juego, habría muchas más alternativas para los entrenadores y los partidos no se resolverían por la fatiga de los titulares. La única pega que le veo a esta propuesta es que serían más evidentes las diferencias entre los equipos grandes y los pequeños, porque podrían fichar a jugadores de banquillo que en el resto de equipos contarían con muchos más minutos. Pero eso ya ocurre en la actualidad.
  • 3. Aumentar el tamaño de las porterías. Esta propuesta se la escuché hace años a Don Alfredo Di Stéfano, que de esto sabía un poco. El tamaño reglamentario actual es de 7,32 metros de ancho por 2,44 metros de altura. Con porteros del tamaño de Courtois, Oblak, Neuer, Allison Becker y tantos otros, por encima del 1,90 m. de altura, más la agilidad y potencia que han adquirido en los tiempos recientes, se hace cada vez más difícil meter un gol desde larga distancia. Qué pocas veces vemos ya esos pepinazos desde lejos que se colaban como misiles por las escuadras o las cepas de los postes. El tamaño de estos porteros y su calidad son un factor más para intentar entrar con el balón hasta el fondo, con lo cual se potencian más las defensas cerradas. Es curioso que en el fútbol evolucionen algunas cosas y otras apenas nada, pues las primeras porterías de fútbol tenían unas medidas muy similares a las actuales: 8 yardas de ancho por 8 pies de altura. O lo que es lo mismo, 7,30 metros por 2,34 de altura. En 1996 Josep Blatter, entonces presidente de la FIFA, propuso aumentar el tamaño de las porterías: unos 50 cm. de ancho y 25 cm. de altura, aproximadamente dos balones de anchura y uno de altura. La propuesta fue rechazada de modo unánime, aunque yo creo que habría que rescatarla del cajón e ir más allá: 2-3 metros de ancho y 30-40 cm. de altura. Si uno ve un partido actual, porteros como Oblak o Courtois llegan al larguero con la cabeza y son capaces de alcanzar el poste desde el centro de la portería sin apenas dar un paso. Los porteros actuales son atletas más largos que un partido de la selección española, luego hay que dificultar su trabajo si queremos potenciar el fútbol ofensivo, los tiros de media y larga distancia. En definitiva, los goles.
  • 4. Áreas más pequeñas: hay dos jugadores sobre el campo con una ventaja muy superior sobre los otros veinte, pues pueden usar las manos, ¿de verdad es necesario que puedan ejercer su superioridad en una zona de 665 metros cuadrados? Es demasiada ventaja y aunque se les ha dificultado mucho el uso de las manos en los últimos tiempos cuando el balón viene de un compañero, no estaría de más reducir el área en el que pueden aprovecharse de su ventaja, salir hasta 18 metros para dificultar al atacante su jugada o desplazarse lateralmente 16 metros hacia cada lado para abortar jugadas de peligro. Enlazo esta norma con la siguiente.
  • 5. Dejar el fuera de juego solo para las áreas, trazando una horizontal hasta las bandas, o delimitar una zona cercana al área, como se hace en el fútbol 7. Marco Van Basten proponía suprimirlo por completo, pero creo que sería contraproducente porque podría convertir el fútbol en una acumulación de futbolistas en el área pequeña y balones a la olla, y eso es todavía más feo que el «balonmanismo» del fútbol actual. Al área hay que llegar tocando, combinando, lanzando balones en profundidad, con penetraciones y suprimir totalmente el fuera de juego llevaría a acumular futbolistas en el área, palomeros, chupagoles y todas esas figuras del fútbol de barrio que desvirtuarían el espectáculo. Respecto a las polémicas de los fueras de juego por centímetros, que si el hombro, la rodilla o la punta de la bota, yo propondría que el jugador solo ha entrado en área de fuera de juego cuando ha pisado esa zona, igual que en el baloncesto un jugador no está fuera si ha saltado desde dentro del campo para salvar una bola. Un jugador podría estar en carrera en el momento en que se le lanza el pase, pero si no ha pisado el área de fuera de juego en el momento en que el balón sale de su compañero no estaría en posición irregular. Se reducirían esas perpendiculares absurdas que a veces salen del antebrazo y otras de la clavícula porque la posición la marcarían los pies apoyados sobre el suelo. Y con esta propuesta mantendríamos a los jugadores fuera de las áreas, pero «agrandaríamos» el campo. Hace años se jugó un Barcelona-Real Madrid con esta regla, en un amistoso organizado por Canal Plus bajo el nombre de «El Gran Desafío». Solo hubo un fuera de juego en todo el partido (Villarroya, quién si no) y para el espectador el partido fue entretenido, con más llegadas, aunque algunos jugadores se quejaron de que el campo era «más largo». Justo lo que no ocurre ahora: defensas que adelantan las líneas, campos que se acortan y limitan. Con la forma física de los futbolistas actuales, se puede plantear cualquier opción, la de Wenger, la de Van Basten o la del fútbol 7, que siempre serán mejores que la actual. En cuanto a la manipulación de las imágenes para determinar si es posición correcta o no, seguirá existiendo la polémica, como ayer con el gol anulado de manera incorrecta a Mariano, pero se reducirán las posibilidades. Sobre este asunto y el principio de incertidumbre de Heisenberg vs principio de certidumbre del VAR, dejo aquí mi último artículo para La Galerna.

6. Expulsiones temporales a los jugadores. Los diez minutos del rugby quizás sean excesivos, mientras que los veinte segundos del waterpolo se me antojan cortos. Como los partidos se disputarían a tiempo parado, tendría que ser una expulsión temporal de 5-8 minutos. Los motivos para una expulsión temporal serían amplios, como por ejemplo:

* Entrada fuerte y desproporcionada sobre un rival.

* “Falta táctica” para evitar un contraataque.

* Las faltas a un jugador en posición clara de gol dentro de la zona delimitada para el fuera de juego serán sancionadas con penalti y expulsión temporal del infractor.

* El típico pique o calentón entre jugadores.

* Una cosa que me desespera del fútbol es desplazar el balón cuando se ha señalado una falta. Yo aplicaría la norma del balonmano: expulsión temporal si no dejas el balón inmediatamente en el sitio y sales huyendo de allí como si fuera una granada a la que le han quitado la anilla.

* Cortar el balón con la mano de manera intencionada.

* Cualquier protesta al árbitro, por nimia que sea, puesto que al colegiado hay que respetarlo como hacen los maromos del rugby. Incluso a HH y BB.

* Pedir al árbitro que saque tarjeta al rival. Es uno de los gestos que trajeron las modas recientes y que me parece más detestable, de mal compañero.

Un jugador con dos expulsiones temporales no podrá volver al campo, pero sí podrá ser sustituido.

7. Limitación de faltas por cada jugador, como en el baloncesto. Cuatro, cinco como máximo. Sí, puede que en ocasiones se piten faltas que en realidad son roces, pero es igual que en el baloncesto, el jugador que tiene cuatro sabe que tiene que ser menos agresivo en defensa, y si se trata de favorecer el juego de ataque, empecemos por debilitar las defensas agresivas al límite del Reglamento. El jugador que alcance el número de faltas podrá ser sustituido por otro compañero, pero no dejará a su equipo en inferioridad numérica.

La tarjeta roja seguirá existiendo para agresiones a un rival, insultos al árbitro o entradas con el uso excesivo de la fuerza sin intención de jugar el balón, o con ánimo de lesionar al contrario. Y una norma que puede no gustar: roja al jugador del banquillo que salte al campo a protestar, a una tangana, o a algo distinto que jugar al fútbol. Directo al túnel de vestuarios, acabemos de una vez con los shows de los tipos de los banquillos.

8. La mano en el área es penalti siempre que el brazo esté despegado del cuerpo y desvíe la trayectoria del balón, da igual la intencionalidad, si está apoyada en el suelo o no, si viene de rebote, si es una posición natural, si “agranda el espacio ocupado por el defensa”, si tiene influencia en la jugada,… da lo mismo. Mano despegada del cuerpo: penalti. Dejémonos de las surrealistas interpretaciones de Andújar, Iturralde, Fouto y demás palmeros.

9. Cambios en las eliminatorias de los campeonatos: yo me cargaba la fórmula del valor doble de los goles en campo contrario. Debería pasar el que más goles meta en el global de las eliminatorias, es lo más justo. Esta regla hace que el equipo local, el que debería jugar al ataque para obtener la máxima ventaja, suele jugar con bastantes precauciones, sin descuidar la defensa porque un gol en contra puede ser letal. En caso de empate, jugaría una prórroga de diez minutos de tiempo cronometrado con un jugador menos para que haya más huecos y no puedan encerrarse o atrincherarse en sus áreas. Ya sé que los jugadores deberían estar fundidos, pero con la norma de los cambios, pueden aguantar perfectamente. Si tras los diez minutos de prórroga persiste el empate, se juegan otros diez minutos con otro jugador menos. Si aun así persiste el empate, no me convence la opción de los penaltis «shootouts» que proponía Marco Van Basten, y mantendría los tradicionales, pero con el orden de lanzamiento ABBA, como ya se ha probado en algunos campeonatos en categorías inferiores, o como hace el tenis con el cambio de saque en los tie-break para ir alternando las ventajas. Como han demostrado algunos estudios, en el sesenta por ciento de las tandas de penaltis gana el equipo que lanza primero, dato que parecía desconocer el Cholo Simeone en Milán cuando eligió tirar en último lugar. Con el sistema ABBA, la presión o la tranquilidad van cambiando de bando.

Y 10. Un calendario más racional: hay que reducir partidos intrascendentes, como los que acaban de jugar las selecciones nacionales en mitad de la fase clave de los campeonatos de clubes. No soy un enemigo del fútbol de selecciones, pero no es de recibo que Lewandowski no haya jugado con el Bayern de Múnich en cuartos de final ante el PSG, o que Ramos recayera de su lesión con España, que Modric juegue tres partidos en una semana, o que Luis Suárez y Torreira pillen el Covid con su selección cuando su club, que es el que les paga, aplica estrictos protocolos para evitar esos contagios. La Liga española no da para veinte equipos, hay que reducirlo a dieciséis, como mucho, y hay que promover enfrentamientos entre los mejores clubes de Europa todas las semanas, no de manera excepcional. La Euroliga de baloncesto ofrece un calendario extenuante para jugadores, pero gozoso para los aficionados. Treinta y cuatro partidos de fase regular, y las selecciones quedan relegadas solo para las grandes fases finales, no para partidos irrelevantes. Si la UEFA y la FIFA se quieren llevar gratis by the face a los jugadores de los clubes, que les pagan y muy bien, deberían suscribir unos enormes seguros que costeen las fichas de los futbolistas por el tiempo que estos estén parados tras una lesión con su respectiva selección. El hartazgo de los grandes clubes con estos organismos son los que han llevado a la creación de la Superliga por parte de doce grandes clubes europeos, más los que están por sumarse a la propuesta, que sospecho que serán muchos.

Las normas que he incluido son meras propuestas, algunas más estrafalarias que otras, varias de ellas ya han estado sobre la mesa, y en cualquier caso, son simples elucubraciones de un aficionado que ve que el deporte que le gusta no evoluciona. Estoy abierto al debate, sugerencias, críticas…

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Propuestas para cambiar el Reglamento del fútbol (I)

BARNEY, 17/04/2021

I. El contexto

Son entrañables. No suelen defraudar. Cuando algo no les gusta, cuando el resultado no es el que esperaban, la culpa es del Reglamento. Del oficial, no del suyo. Me refiero, cómo no, a los seguidores del Barça y a sus altavoces mediáticos. PERO esta vez voy a darles la razón en parte. El sábado pasado, tras la victoria del Real Madrid frente al eterno rival por dos goles a uno en Valdebebas, los seguidores culés se quejaron de dos cosas: un penalti de chiste de Mendy sobre Braithwaite y el poco descuento que concedió Gil Manzano, apenas cuatro minutos. Ambas protestas fueron amplificadas por los de siempre, el entrenador Ronald Koeman y el voceras mayor del universo, Gerard Piqué.

Al día siguiente, Gol TV, la cadena de Jaume Roures, último avalista del Barça, publicó un mensaje indicando el tiempo perdido, 9 minutos, 50 segundos, y por lo visto (no puedo contrastarlo, porque no veo TeleRoures), en El Golazo le dedicaron parte del programa al tiempo que se perdió durante el encuentro. Sus medios afines, que son casi todos, difundieron por doquier la noticia:

Dejando a un lado que incluyen los más de tres minutos que se pasaron rajando al árbitro (son únicos en esto) y la avería del pinganillo del colegiado, lo cierto es que tienen razón: el descuento fue corto. Podía haber durado un par de minutos más perfectamente. Pero eso es lo que no puede ser, que una decisión tan importante como esa, en un partido de la trascendencia de un Madrid-Barça dependa del criterio subjetivo de un árbitro y no de un Reglamento claro. Todos tenemos nuestros descuentos (o no-descuentos) fatídicos clavados en el alma y la sensación de injusticia que te queda, que es distinta a la de un penalti o un error de apreciación. Lo prolongo o no según me apetezca, y que pase lo que tenga que pasar.

Han cambiado muchas cosas en el mundo del fútbol de unos años a esta parte y el Reglamento apenas lo ha hecho. Muy poco, tan poco que creo que la FIFA puede competir en inmovilismo con la propia Iglesia. En 2016, la IFAB (International Football Association Board) publicó varias novedades que la FIFA trató de vender como la mayor revolución del Reglamento en décadas, pero en realidad lo más destacable fue la incorporación del VAR, cambiar la norma llamada del «triple castigo»(expulsión tras un penalti en ocasión manifiesta de gol) y permitir el saque de centro hacia atrás. No mucho más. En 2019, modificaron la regla del saque de puerta, para el que ya no sería necesario que el balón saliera del área, y a lo largo de estos últimos años han cambiado la norma de la mano considerada como infracción o penalti, hasta el punto de que ahora mismo nadie sabe cuándo una mano es penalti y cuándo no.

Se ha llegado a un punto absurdo en el que parece que cada semana se reinterpreta la norma, voluntaria/involuntaria, separada del cuerpo o no, que ocupa espacio o no, posición natural, influencia,… aunque creo que eso no es culpa del Reglamento, sino de los opinadores, que hacen auténticos ejercicios de trilerismo para justificar lo injustificable:

La polémica va a seguir existiendo siempre, es consustancial al propio fútbol, pero lo que no puede hacer este deporte es convertirse en algo anodino, que es en lo que por desgracia a veces se está convirtiendo. Resulta paradójico que haya mejorado todo, la técnica de los jugadores, la preparación física, la velocidad, el estado del terreno de juego, la calidad de las retransmisiones… y que todo eso haya redundado en partidos más planos, con menos ocasiones, menos goles, sin apenas alternativas o remontadas épicas. Con mucha menos emoción. Hace un par de semanas se jugó la final de Copa del Rey entre el Athletic de Bilbao y la Real Sociedad, con victoria de estos últimos por un gol a cero. Vi el último cuarto de hora, en el que los bilbaínos deberían haberse volcado sobre la portería donostiarra y fue soporífero: su única preocupación era no perder el balón. Solo tiraron una vez a puerta y apenas colgaron balones al área, ni siquiera a la desesperada. Fue decepcionante.

O los partidos de clasificación de España, con posesiones del ochenta por ciento y dos remates a portería, ¿es este el fútbol que queremos?

El fútbol que me gustaba se muere, como dije en su día. La mayoría de deportes ha sabido evolucionar a medida que incorporaba ventajas técnicas o físicas. En baloncesto ampliaron las zonas para sacar de ellas a los jugadores grandes, crearon la zona de tres puntos para primar a los tiradores o ampliaron el perímetro cuando comprobaron que la ventaja era excesiva, redujeron las posesiones de 30 a 24 segundos, etc. La evolución es constante y creo que el fútbol puede acabar perder mucho interés si no ofrece alternativas que mejoren el espectáculo.

La FIFA nombró Director de desarrollo técnico al exjugador holandés Marco Van Basten en 2016, y aunque he leído ya varios artículos de sus propuestas, lo cierto es que no ha encontrado todavía el suficiente apoyo para sacarlas adelante. Coincido con él en esa búsqueda de nuevas reglas que hagan más atractivo este deporte, sobre todo ahora que ya sí puede decirse que ha llegado a rincones en los que era minoritario, como China o Estados Unidos. Marco Van Basten planteó lo siguiente:

  • 1. Penaltis shootouts en lugar de prórrogas o la tradicional tanda de penaltis. El jugador arranca a veinticinco metros de la portería y tiene que driblar al portero o chutar antes de llegar al punto de penalti. Todo ello en menos de ocho segundos. En algunos casos, se ha probado con la limitación de tres toques para el delantero. «Es más talento y menos fortuna. Más espectacular para los aficionados e interesante para los jugadores».
  • 2. Acabar con el fuera de juego. Bien, Marco, por fin alguien lo pone encima de la mesa: «el fútbol se parece cada vez más al balonmano con nueve o diez defensas delante de la portería. Es difícil marcar y crear algo en tan poco espacio». Se parece al balonmano, o al waterpolo, o al fútbol sala: delanteros pasándose el balón de un lado a otro hasta que aparece un hueco, si aparece. El francés Arsene Wenger, entrenador durante muchos años del Arsenal, propuso por su parte un cambio en la regla del fuera de juego, consistente en que no se considere fuera de juego la posición adelantada de un delantero, siempre y cuando una parte de su cuerpo con la que puede anotar gol esté en línea con el defensa. El propio presidente de la FIFA, Gianni Infantino, afirmó que «queremos que el fútbol sea cada día más ofensivo». En un estudio realizado en Inglaterra se concluyó que con la norma Wenger los fueras de juego se reducirían en un cincuenta por ciento. Se evitaría la polémica de anular goles por uno o dos centímetros, como ha ocurrido en ocasiones, cuando ni siquiera es posible determinar la posición exacta del delantero en relación con el momento justo de la salida del balón de la bota de su compañero, pero no sé si se eliminaría la controversia por las líneas mal tiradas que tenemos siempre en España.
  • 3. La tarjeta naranja. Lo que plantea el holandés es una expulsión temporal, como en el balonmano o en el waterpolo. Totalmente de acuerdo. La mayoría de las ocasiones se favorece al infractor, al defensa que corta bruscamente un contraataque, o al que directamente busca hacer daño a un rival. Otra alternativa que pone encima de la mesa es limitar el número de faltas por jugador.
  • 4. Jugar a tiempo parado para evitar pérdidas de tiempo. En este punto, que es en el que he empezado, no puedo estar más de acuerdo. Es absurdo, surrealista, me atrevería a decir que estúpido, otorgar al árbitro el poder que tiene ahora para alargar, acortar o permitir las pérdidas de tiempo. El balón está en juego apenas un sesenta por ciento del tiempo total de juego en las ligas europeas en las que menos tiempo se pierde, las del norte de Europa. En España la cifra alcanza un ridículo 53 por ciento, por eso resulta tan desesperante todo el tiempo que se pierde en hacer los cambios, sacar una falta, un saque de portería, las protestas… Hay que acabar con este sinsentido.
  • 5. Ampliar los cambios. Cuando Van Basten propuso esta medida solo estaban permitidos tres cambios. Tras el parón de la pandemia se aprobó de manera transitoria la ampliación a cinco cambios en tres ventanas por equipo, que parece que va a quedarse por un tiempo.

Yo creo que las propuestas de Van Basten son interesantes, pero han pasado cinco años y no ha cambiado nada. Las polémicas continúan, el VAR no ha evitado errores porque en muchas ocasiones no son errores, sino interpretaciones, y el juego cada día tiene menos ocasiones de gol. Lo cual es una pena cuando ves que los jugadores, todos, incluidos ya los porteros, tienen un buen dominio del balón con ambas piernas, una técnica depurada y unas facultades físicas muy superiores a las que tenían apenas dos décadas atrás. O lo cambiamos, o empezamos a primar una especie de combate a los puntos en lo que lo importante sea otra cosa, y no los goles:

Continuamos en II. Diez propuestas by Barney.

Rusia 2018 (I): las cifras

Estadio Luzhniki

Josean, 14/07/2018

A punto de terminar el Mundial de Rusia 2018 y ya que los amiguetes han dejado diferentes análisis futboleros, ya sea en modo deportivo (Barney y el odio a Neymar  o a las modas absurdas), actoral (Travis y su manía a los estrellitas) o en forma de relato (Lester para Historias de fútbol), no podíamos dejar de lado los análisis económicos ni geopolíticos (para la segunda parte).

Afortunadamente, como ya dije en la final Real Madrid-Juventus, esto es fútbol y no matemáticas, Sigue leyendo

Una mirada financiera al Madrid-Juve (II), por Josean

El fútbol cada vez tiene menos de ocio y más de negocio, como vimos en la primera parte. Y donde hay negocio, donde se mueve el dinero, hay corrupción. Lo curioso es que el fanatismo de los aficionados hace que en el caso del fútbol toleren determinadas conductas que no admiten en otros órdenes de la vida, como la política o el mundo empresarial. Nos encontramos de ese modo a seguidores que aplauden la visita a los juzgados de condenados por delitos fiscales, o que discuten sobre si en un palco se hacen más negocios que en el otro, en función de sus colores. Sigue leyendo

El puto Balón de Oro, por Barney

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¡No, por favor, quedan seis meses para la entrega del Balón de Oro de los cojones! No empiecen a calentar un debate que (creo) no interesa a la mayoría de aficionados al fútbol. Por cierto, el que no quiera leer palabras malsonantes, que deje de leer este post, porque me voy a cagar en todo, perdón, a explayar a gusto, con la gilimodernez esta del nuevo (y cansino) Balón de Oro.

El domingo pasado se jugaba la final de la Eurocopa de Francia entre Sigue leyendo

Las canteras y el tráfico de menores (I), por Barney

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Una mentira repetida mil veces no termina convirtiéndose en verdad. Por muchas veces que se repita. Que el Barça sea el equipo de la cantera y el Madrid el de los millones es una simpleza de tal calibre que cae por el propio peso de las pruebas. Cierto es que Florentino no ayuda a cambiar esta opinión por su empeño en desprenderse de los buenos jugadores de la cantera para traerse a supuestas estrellas extranjeras que en buena parte de los casos aportan más impacto mediático y venta de camisetas que verdadero buen fútbol, pero lo del Barça, con sus «valors» y su «La Masía no se toca», es un negocio que se parece más a una red de tráfico de menores en toda regla. Sigue leyendo

Coño, es un pato (1 de 2), por Josean

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Hace ya un montón de años, el entonces ministro de Trabajo, Eduardo Zaplana, insistía ante un grupo de periodistas en que el Gobierno no había modificado la redacción final de un Real Decreto debido a las presiones sindicales. El secretario general de UGT, Cándido Méndez, preguntado por dichas declaraciones, contestó con acierto:

“Si tiene plumas de pato, pico de pato, nada como un pato, anda como un pato y dice “cua” como un pato, me da igual que lo quieran llamar Pato Lucas o Rana Gustavo”.

Coño, es un pato, pues claro que sí. Sigue leyendo