Propuestas para cambiar el Reglamento del fútbol (II)

19/04/2021

II. Diez propuestas by Barney

He basado mis propuestas en primer lugar en los aspectos que celebro en otros deportes que me gustan, como el baloncesto, el rugby o el balonmano y en segundo lugar, en el rechazo a todo lo que detesto del lodazal infecto de conductas antideportivas en que se ha convertido el fútbol. La inmensa mayoría de jugadores de tenis, baloncesto, atletas, o incluso los aguerridos jugadores de balonmano o rugby, son auténticos caballeros del deporte, mientras que el fútbol debe ser el único deporte en el que el Reglamento premia al tramposo, al que evita de manera intencionada el ataque del rival. Y no solo eso, sino que los medios lo priman: «el fútbol es de los vivos», «qué listo estuvo», «una falta táctica», «logró engañar al árbitro»,…

Así que vamos allá con diez propuestas para mejorar el espectáculo y la limpieza del fútbol:

  • 1. Tiempo cronometrado o parado, en lugar de tiempo corrido. Dos tiempos de treinta minutos. El tenis, los deportes de raqueta, o el voleibol, son deportes en los que no hay límite de tiempo, se pueden pasar horas jugando hasta que alcanzan un marcador determinado (3 sets, 25 puntos, 21 en el tenis de mesa). En el baloncesto, balonmano, fútbol sala y waterpolo se juega a reloj parado. El fútbol es ese caso extraño en el que se pierde tanto tiempo como el que se juega porque no se para nunca y el objetivo ni siquiera consiste en llegar a un marcador determinado. Lo que propongo no es ninguna novedad, la IFAB ya lo ha planteado en varias ocasiones, como en 2017. Hay cosas que los aficionados detestamos en el fútbol y que sorprendentemente tienen premio: el jugador que finge una lesión y se pasa dos minutos en el suelo hasta que se reanuda el juego, los saques de banda o córner del equipo que va en ventaja, el portero que tarda treinta segundos en sacar (el sábado lo hizo Courtois y me cabreó mucho, pese a que íbamos ganando), el ceremonial de los cambios en los que el sustituido se va a la parte más alejada del campo y regresa de manera parsimoniosa hacia el banquillo,… Es desesperante, nunca se descuenta el tiempo que se pierde, luego la norma favorece al infractor, ¡absurdo! La IFAB planteó partidos de sesenta minutos divididos en dos partes de treinta en los que se parara el cronómetro cada vez que había una interrupción. Lo único que yo añadiría es que la última posesión de cada parte se deje concluir, es decir, no se pita el final al llegar al minuto treinta o sesenta, sino cuando el juego se interrumpe. Como el fútbol es un deporte de pillos, el que va en ventaja podría hacer una falta para forzar el final, pero en ese caso no contaría: si quiere que el partido se acabe, tendrá que recuperar el balón y lanzarlo fuera.
  • 2. Cambios sin límite, pero sin parar el juego. La idea es la del balonmano, en cualquier momento. Ya se encargarán sustituto y sustituido de no perder tiempo. Las actuales plantillas tienen veinticinco futbolistas, profesionales bien pagados que se quedan sin jugar durante muchos partidos cada temporada, porque solo juegan once más los cinco cambios. Esta circunstancia, unida a los calendarios cada vez más cargados, convierte a los suplentes en un recurso de lujo que se queda sin utilizar por los clubes. Millones de euros ociosos que además generan tensiones en los vestuarios, apatía en los menos profesionales por ver que apenas cuentan en las rotaciones, incremento de lesiones en los habituales, partidos en los que el cansancio acaba pesando más que el propio talento,… El campo de fútbol es mucho más grande que uno de balonmano, así que se podría poner un banquillo de suplentes en cada banda, con siete integrantes de cada equipo por banquillo. Siete en banda derecha, siete en banda izquierda, once jugando y la plantilla entera sabiendo que puede saltar al campo en cualquier momento en función de las circunstancias y el marcador. Como el tiempo sería cronometrado, no habría pérdida alguna de tiempo, los esfuerzos serían más intensos, aumentaría la velocidad del juego, habría muchas más alternativas para los entrenadores y los partidos no se resolverían por la fatiga de los titulares. La única pega que le veo a esta propuesta es que serían más evidentes las diferencias entre los equipos grandes y los pequeños, porque podrían fichar a jugadores de banquillo que en el resto de equipos contarían con muchos más minutos. Pero eso ya ocurre en la actualidad.
  • 3. Aumentar el tamaño de las porterías. Esta propuesta se la escuché hace años a Don Alfredo Di Stéfano, que de esto sabía un poco. El tamaño reglamentario actual es de 7,32 metros de ancho por 2,44 metros de altura. Con porteros del tamaño de Courtois, Oblak, Neuer, Allison Becker y tantos otros, por encima del 1,90 m. de altura, más la agilidad y potencia que han adquirido en los tiempos recientes, se hace cada vez más difícil meter un gol desde larga distancia. Qué pocas veces vemos ya esos pepinazos desde lejos que se colaban como misiles por las escuadras o las cepas de los postes. El tamaño de estos porteros y su calidad son un factor más para intentar entrar con el balón hasta el fondo, con lo cual se potencian más las defensas cerradas. Es curioso que en el fútbol evolucionen algunas cosas y otras apenas nada, pues las primeras porterías de fútbol tenían unas medidas muy similares a las actuales: 8 yardas de ancho por 8 pies de altura. O lo que es lo mismo, 7,30 metros por 2,34 de altura. En 1996 Josep Blatter, entonces presidente de la FIFA, propuso aumentar el tamaño de las porterías: unos 50 cm. de ancho y 25 cm. de altura, aproximadamente dos balones de anchura y uno de altura. La propuesta fue rechazada de modo unánime, aunque yo creo que habría que rescatarla del cajón e ir más allá: 2-3 metros de ancho y 30-40 cm. de altura. Si uno ve un partido actual, porteros como Oblak o Courtois llegan al larguero con la cabeza y son capaces de alcanzar el poste desde el centro de la portería sin apenas dar un paso. Los porteros actuales son atletas más largos que un partido de la selección española, luego hay que dificultar su trabajo si queremos potenciar el fútbol ofensivo, los tiros de media y larga distancia. En definitiva, los goles.
  • 4. Áreas más pequeñas: hay dos jugadores sobre el campo con una ventaja muy superior sobre los otros veinte, pues pueden usar las manos, ¿de verdad es necesario que puedan ejercer su superioridad en una zona de 665 metros cuadrados? Es demasiada ventaja y aunque se les ha dificultado mucho el uso de las manos en los últimos tiempos cuando el balón viene de un compañero, no estaría de más reducir el área en el que pueden aprovecharse de su ventaja, salir hasta 18 metros para dificultar al atacante su jugada o desplazarse lateralmente 16 metros hacia cada lado para abortar jugadas de peligro. Enlazo esta norma con la siguiente.
  • 5. Dejar el fuera de juego solo para las áreas, trazando una horizontal hasta las bandas, o delimitar una zona cercana al área, como se hace en el fútbol 7. Marco Van Basten proponía suprimirlo por completo, pero creo que sería contraproducente porque podría convertir el fútbol en una acumulación de futbolistas en el área pequeña y balones a la olla, y eso es todavía más feo que el «balonmanismo» del fútbol actual. Al área hay que llegar tocando, combinando, lanzando balones en profundidad, con penetraciones y suprimir totalmente el fuera de juego llevaría a acumular futbolistas en el área, palomeros, chupagoles y todas esas figuras del fútbol de barrio que desvirtuarían el espectáculo. Respecto a las polémicas de los fueras de juego por centímetros, que si el hombro, la rodilla o la punta de la bota, yo propondría que el jugador solo ha entrado en área de fuera de juego cuando ha pisado esa zona, igual que en el baloncesto un jugador no está fuera si ha saltado desde dentro del campo para salvar una bola. Un jugador podría estar en carrera en el momento en que se le lanza el pase, pero si no ha pisado el área de fuera de juego en el momento en que el balón sale de su compañero no estaría en posición irregular. Se reducirían esas perpendiculares absurdas que a veces salen del antebrazo y otras de la clavícula porque la posición la marcarían los pies apoyados sobre el suelo. Y con esta propuesta mantendríamos a los jugadores fuera de las áreas, pero «agrandaríamos» el campo. Hace años se jugó un Barcelona-Real Madrid con esta regla, en un amistoso organizado por Canal Plus bajo el nombre de «El Gran Desafío». Solo hubo un fuera de juego en todo el partido (Villarroya, quién si no) y para el espectador el partido fue entretenido, con más llegadas, aunque algunos jugadores se quejaron de que el campo era «más largo». Justo lo que no ocurre ahora: defensas que adelantan las líneas, campos que se acortan y limitan. Con la forma física de los futbolistas actuales, se puede plantear cualquier opción, la de Wenger, la de Van Basten o la del fútbol 7, que siempre serán mejores que la actual. En cuanto a la manipulación de las imágenes para determinar si es posición correcta o no, seguirá existiendo la polémica, como ayer con el gol anulado de manera incorrecta a Mariano, pero se reducirán las posibilidades. Sobre este asunto y el principio de incertidumbre de Heisenberg vs principio de certidumbre del VAR, dejo aquí mi último artículo para La Galerna.

6. Expulsiones temporales a los jugadores. Los diez minutos del rugby quizás sean excesivos, mientras que los veinte segundos del waterpolo se me antojan cortos. Como los partidos se disputarían a tiempo parado, tendría que ser una expulsión temporal de 5-8 minutos. Los motivos para una expulsión temporal serían amplios, como por ejemplo:

* Entrada fuerte y desproporcionada sobre un rival.

* “Falta táctica” para evitar un contraataque.

* Las faltas a un jugador en posición clara de gol dentro de la zona delimitada para el fuera de juego serán sancionadas con penalti y expulsión temporal del infractor.

* El típico pique o calentón entre jugadores.

* Una cosa que me desespera del fútbol es desplazar el balón cuando se ha señalado una falta. Yo aplicaría la norma del balonmano: expulsión temporal si no dejas el balón inmediatamente en el sitio y sales huyendo de allí como si fuera una granada a la que le han quitado la anilla.

* Cortar el balón con la mano de manera intencionada.

* Cualquier protesta al árbitro, por nimia que sea, puesto que al colegiado hay que respetarlo como hacen los maromos del rugby. Incluso a HH y BB.

* Pedir al árbitro que saque tarjeta al rival. Es uno de los gestos que trajeron las modas recientes y que me parece más detestable, de mal compañero.

Un jugador con dos expulsiones temporales no podrá volver al campo, pero sí podrá ser sustituido.

7. Limitación de faltas por cada jugador, como en el baloncesto. Cuatro, cinco como máximo. Sí, puede que en ocasiones se piten faltas que en realidad son roces, pero es igual que en el baloncesto, el jugador que tiene cuatro sabe que tiene que ser menos agresivo en defensa, y si se trata de favorecer el juego de ataque, empecemos por debilitar las defensas agresivas al límite del Reglamento. El jugador que alcance el número de faltas podrá ser sustituido por otro compañero, pero no dejará a su equipo en inferioridad numérica.

La tarjeta roja seguirá existiendo para agresiones a un rival, insultos al árbitro o entradas con el uso excesivo de la fuerza sin intención de jugar el balón, o con ánimo de lesionar al contrario. Y una norma que puede no gustar: roja al jugador del banquillo que salte al campo a protestar, a una tangana, o a algo distinto que jugar al fútbol. Directo al túnel de vestuarios, acabemos de una vez con los shows de los tipos de los banquillos.

8. La mano en el área es penalti siempre que el brazo esté despegado del cuerpo y desvíe la trayectoria del balón, da igual la intencionalidad, si está apoyada en el suelo o no, si viene de rebote, si es una posición natural, si “agranda el espacio ocupado por el defensa”, si tiene influencia en la jugada,… da lo mismo. Mano despegada del cuerpo: penalti. Dejémonos de las surrealistas interpretaciones de Andújar, Iturralde, Fouto y demás palmeros.

9. Cambios en las eliminatorias de los campeonatos: yo me cargaba la fórmula del valor doble de los goles en campo contrario. Debería pasar el que más goles meta en el global de las eliminatorias, es lo más justo. Esta regla hace que el equipo local, el que debería jugar al ataque para obtener la máxima ventaja, suele jugar con bastantes precauciones, sin descuidar la defensa porque un gol en contra puede ser letal. En caso de empate, jugaría una prórroga de diez minutos de tiempo cronometrado con un jugador menos para que haya más huecos y no puedan encerrarse o atrincherarse en sus áreas. Ya sé que los jugadores deberían estar fundidos, pero con la norma de los cambios, pueden aguantar perfectamente. Si tras los diez minutos de prórroga persiste el empate, se juegan otros diez minutos con otro jugador menos. Si aun así persiste el empate, no me convence la opción de los penaltis «shootouts» que proponía Marco Van Basten, y mantendría los tradicionales, pero con el orden de lanzamiento ABBA, como ya se ha probado en algunos campeonatos en categorías inferiores, o como hace el tenis con el cambio de saque en los tie-break para ir alternando las ventajas. Como han demostrado algunos estudios, en el sesenta por ciento de las tandas de penaltis gana el equipo que lanza primero, dato que parecía desconocer el Cholo Simeone en Milán cuando eligió tirar en último lugar. Con el sistema ABBA, la presión o la tranquilidad van cambiando de bando.

Y 10. Un calendario más racional: hay que reducir partidos intrascendentes, como los que acaban de jugar las selecciones nacionales en mitad de la fase clave de los campeonatos de clubes. No soy un enemigo del fútbol de selecciones, pero no es de recibo que Lewandowski no haya jugado con el Bayern de Múnich en cuartos de final ante el PSG, o que Ramos recayera de su lesión con España, que Modric juegue tres partidos en una semana, o que Luis Suárez y Torreira pillen el Covid con su selección cuando su club, que es el que les paga, aplica estrictos protocolos para evitar esos contagios. La Liga española no da para veinte equipos, hay que reducirlo a dieciséis, como mucho, y hay que promover enfrentamientos entre los mejores clubes de Europa todas las semanas, no de manera excepcional. La Euroliga de baloncesto ofrece un calendario extenuante para jugadores, pero gozoso para los aficionados. Treinta y cuatro partidos de fase regular, y las selecciones quedan relegadas solo para las grandes fases finales, no para partidos irrelevantes. Si la UEFA y la FIFA se quieren llevar gratis by the face a los jugadores de los clubes, que les pagan y muy bien, deberían suscribir unos enormes seguros que costeen las fichas de los futbolistas por el tiempo que estos estén parados tras una lesión con su respectiva selección. El hartazgo de los grandes clubes con estos organismos son los que han llevado a la creación de la Superliga por parte de doce grandes clubes europeos, más los que están por sumarse a la propuesta, que sospecho que serán muchos.

Las normas que he incluido son meras propuestas, algunas más estrafalarias que otras, varias de ellas ya han estado sobre la mesa, y en cualquier caso, son simples elucubraciones de un aficionado que ve que el deporte que le gusta no evoluciona. Estoy abierto al debate, sugerencias, críticas…

Como todos los lectores asiduos de este blog sabéis, si queréis colaborar por una buena causa a través de una ONG contrastada, es posible hacerlo mediante microdonaciones en este enlace: Ayuda en Acción/colabora

Propuestas para cambiar el Reglamento del fútbol (I)

BARNEY, 17/04/2021

I. El contexto

Son entrañables. No suelen defraudar. Cuando algo no les gusta, cuando el resultado no es el que esperaban, la culpa es del Reglamento. Del oficial, no del suyo. Me refiero, cómo no, a los seguidores del Barça y a sus altavoces mediáticos. PERO esta vez voy a darles la razón en parte. El sábado pasado, tras la victoria del Real Madrid frente al eterno rival por dos goles a uno en Valdebebas, los seguidores culés se quejaron de dos cosas: un penalti de chiste de Mendy sobre Braithwaite y el poco descuento que concedió Gil Manzano, apenas cuatro minutos. Ambas protestas fueron amplificadas por los de siempre, el entrenador Ronald Koeman y el voceras mayor del universo, Gerard Piqué.

Al día siguiente, Gol TV, la cadena de Jaume Roures, último avalista del Barça, publicó un mensaje indicando el tiempo perdido, 9 minutos, 50 segundos, y por lo visto (no puedo contrastarlo, porque no veo TeleRoures), en El Golazo le dedicaron parte del programa al tiempo que se perdió durante el encuentro. Sus medios afines, que son casi todos, difundieron por doquier la noticia:

Dejando a un lado que incluyen los más de tres minutos que se pasaron rajando al árbitro (son únicos en esto) y la avería del pinganillo del colegiado, lo cierto es que tienen razón: el descuento fue corto. Podía haber durado un par de minutos más perfectamente. Pero eso es lo que no puede ser, que una decisión tan importante como esa, en un partido de la trascendencia de un Madrid-Barça dependa del criterio subjetivo de un árbitro y no de un Reglamento claro. Todos tenemos nuestros descuentos (o no-descuentos) fatídicos clavados en el alma y la sensación de injusticia que te queda, que es distinta a la de un penalti o un error de apreciación. Lo prolongo o no según me apetezca, y que pase lo que tenga que pasar.

Han cambiado muchas cosas en el mundo del fútbol de unos años a esta parte y el Reglamento apenas lo ha hecho. Muy poco, tan poco que creo que la FIFA puede competir en inmovilismo con la propia Iglesia. En 2016, la IFAB (International Football Association Board) publicó varias novedades que la FIFA trató de vender como la mayor revolución del Reglamento en décadas, pero en realidad lo más destacable fue la incorporación del VAR, cambiar la norma llamada del «triple castigo»(expulsión tras un penalti en ocasión manifiesta de gol) y permitir el saque de centro hacia atrás. No mucho más. En 2019, modificaron la regla del saque de puerta, para el que ya no sería necesario que el balón saliera del área, y a lo largo de estos últimos años han cambiado la norma de la mano considerada como infracción o penalti, hasta el punto de que ahora mismo nadie sabe cuándo una mano es penalti y cuándo no.

Se ha llegado a un punto absurdo en el que parece que cada semana se reinterpreta la norma, voluntaria/involuntaria, separada del cuerpo o no, que ocupa espacio o no, posición natural, influencia,… aunque creo que eso no es culpa del Reglamento, sino de los opinadores, que hacen auténticos ejercicios de trilerismo para justificar lo injustificable:

La polémica va a seguir existiendo siempre, es consustancial al propio fútbol, pero lo que no puede hacer este deporte es convertirse en algo anodino, que es en lo que por desgracia a veces se está convirtiendo. Resulta paradójico que haya mejorado todo, la técnica de los jugadores, la preparación física, la velocidad, el estado del terreno de juego, la calidad de las retransmisiones… y que todo eso haya redundado en partidos más planos, con menos ocasiones, menos goles, sin apenas alternativas o remontadas épicas. Con mucha menos emoción. Hace un par de semanas se jugó la final de Copa del Rey entre el Athletic de Bilbao y la Real Sociedad, con victoria de estos últimos por un gol a cero. Vi el último cuarto de hora, en el que los bilbaínos deberían haberse volcado sobre la portería donostiarra y fue soporífero: su única preocupación era no perder el balón. Solo tiraron una vez a puerta y apenas colgaron balones al área, ni siquiera a la desesperada. Fue decepcionante.

O los partidos de clasificación de España, con posesiones del ochenta por ciento y dos remates a portería, ¿es este el fútbol que queremos?

El fútbol que me gustaba se muere, como dije en su día. La mayoría de deportes ha sabido evolucionar a medida que incorporaba ventajas técnicas o físicas. En baloncesto ampliaron las zonas para sacar de ellas a los jugadores grandes, crearon la zona de tres puntos para primar a los tiradores o ampliaron el perímetro cuando comprobaron que la ventaja era excesiva, redujeron las posesiones de 30 a 24 segundos, etc. La evolución es constante y creo que el fútbol puede acabar perder mucho interés si no ofrece alternativas que mejoren el espectáculo.

La FIFA nombró Director de desarrollo técnico al exjugador holandés Marco Van Basten en 2016, y aunque he leído ya varios artículos de sus propuestas, lo cierto es que no ha encontrado todavía el suficiente apoyo para sacarlas adelante. Coincido con él en esa búsqueda de nuevas reglas que hagan más atractivo este deporte, sobre todo ahora que ya sí puede decirse que ha llegado a rincones en los que era minoritario, como China o Estados Unidos. Marco Van Basten planteó lo siguiente:

  • 1. Penaltis shootouts en lugar de prórrogas o la tradicional tanda de penaltis. El jugador arranca a veinticinco metros de la portería y tiene que driblar al portero o chutar antes de llegar al punto de penalti. Todo ello en menos de ocho segundos. En algunos casos, se ha probado con la limitación de tres toques para el delantero. «Es más talento y menos fortuna. Más espectacular para los aficionados e interesante para los jugadores».
  • 2. Acabar con el fuera de juego. Bien, Marco, por fin alguien lo pone encima de la mesa: «el fútbol se parece cada vez más al balonmano con nueve o diez defensas delante de la portería. Es difícil marcar y crear algo en tan poco espacio». Se parece al balonmano, o al waterpolo, o al fútbol sala: delanteros pasándose el balón de un lado a otro hasta que aparece un hueco, si aparece. El francés Arsene Wenger, entrenador durante muchos años del Arsenal, propuso por su parte un cambio en la regla del fuera de juego, consistente en que no se considere fuera de juego la posición adelantada de un delantero, siempre y cuando una parte de su cuerpo con la que puede anotar gol esté en línea con el defensa. El propio presidente de la FIFA, Gianni Infantino, afirmó que «queremos que el fútbol sea cada día más ofensivo». En un estudio realizado en Inglaterra se concluyó que con la norma Wenger los fueras de juego se reducirían en un cincuenta por ciento. Se evitaría la polémica de anular goles por uno o dos centímetros, como ha ocurrido en ocasiones, cuando ni siquiera es posible determinar la posición exacta del delantero en relación con el momento justo de la salida del balón de la bota de su compañero, pero no sé si se eliminaría la controversia por las líneas mal tiradas que tenemos siempre en España.
  • 3. La tarjeta naranja. Lo que plantea el holandés es una expulsión temporal, como en el balonmano o en el waterpolo. Totalmente de acuerdo. La mayoría de las ocasiones se favorece al infractor, al defensa que corta bruscamente un contraataque, o al que directamente busca hacer daño a un rival. Otra alternativa que pone encima de la mesa es limitar el número de faltas por jugador.
  • 4. Jugar a tiempo parado para evitar pérdidas de tiempo. En este punto, que es en el que he empezado, no puedo estar más de acuerdo. Es absurdo, surrealista, me atrevería a decir que estúpido, otorgar al árbitro el poder que tiene ahora para alargar, acortar o permitir las pérdidas de tiempo. El balón está en juego apenas un sesenta por ciento del tiempo total de juego en las ligas europeas en las que menos tiempo se pierde, las del norte de Europa. En España la cifra alcanza un ridículo 53 por ciento, por eso resulta tan desesperante todo el tiempo que se pierde en hacer los cambios, sacar una falta, un saque de portería, las protestas… Hay que acabar con este sinsentido.
  • 5. Ampliar los cambios. Cuando Van Basten propuso esta medida solo estaban permitidos tres cambios. Tras el parón de la pandemia se aprobó de manera transitoria la ampliación a cinco cambios en tres ventanas por equipo, que parece que va a quedarse por un tiempo.

Yo creo que las propuestas de Van Basten son interesantes, pero han pasado cinco años y no ha cambiado nada. Las polémicas continúan, el VAR no ha evitado errores porque en muchas ocasiones no son errores, sino interpretaciones, y el juego cada día tiene menos ocasiones de gol. Lo cual es una pena cuando ves que los jugadores, todos, incluidos ya los porteros, tienen un buen dominio del balón con ambas piernas, una técnica depurada y unas facultades físicas muy superiores a las que tenían apenas dos décadas atrás. O lo cambiamos, o empezamos a primar una especie de combate a los puntos en lo que lo importante sea otra cosa, y no los goles:

Continuamos en II. Diez propuestas by Barney.

Una mirada financiera al Madrid-Juve (II), por Josean

El fútbol cada vez tiene menos de ocio y más de negocio, como vimos en la primera parte. Y donde hay negocio, donde se mueve el dinero, hay corrupción. Lo curioso es que el fanatismo de los aficionados hace que en el caso del fútbol toleren determinadas conductas que no admiten en otros órdenes de la vida, como la política o el mundo empresarial. Nos encontramos de ese modo a seguidores que aplauden la visita a los juzgados de condenados por delitos fiscales, o que discuten sobre si en un palco se hacen más negocios que en el otro, en función de sus colores. Sigue leyendo

«¿Por qué? ¿Por qué?», o cuando Mou se transmutó en Barney (1ª parte)

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¿Por qué no se puede pitar penalti en contra del Barça?

diapositiva1 El Dato: en los últimos 64 partidos de liga, ¡64, casi dos ligas!, al Barça solo le han pitado un penalti en contra.

B. (de Barcelonista, Bartomeu o Bocachanclas, pero nunca de Barney): el Barça es un equipo que domina el juego, la pelota, el rival apenas pisa nuestro área. Sigue leyendo

Fair play financiero, ¿quién se lo cree?, por Barney

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Ya tenemos aquí las semifinales de Champions: Bayern de Munich-F.C. Barcelona, y Real Madrid-Juventus.

El Madrid está en semifinales por quinto año consecutivo, el Barça juega por octava vez en los últimos diez años y el Bayern de Munich se clasifica por quinta vez en los últimos seis años. La presencia de estos tres equipos en las semifinales de las últimas temporadas se ha convertido por tanto en una constante en la que se cuelan ocasionales aspirantes como el Atlético de Madrid, el Chelsea, el Borussia Dortmund y el Manchester United. El cuarto semifinalista, la Juventus, pese a ser uno de los grandes de Europa, llevaba más de una década sin pisar esta fase de la Liga de Campeones.

La UEFA tiene montado un sistema y una competición en la que parece que le interesa que sea de este modo, con menos aspirantes reales, porque aumentan las rivalidades, más “partidos del siglo” y clásicos, nuevas revanchas,… Y si no basta con la competición deportiva propiamente dicha, se la inventan individual (Cristiano vs Messi, Guardiola vs Mourinho, balones de Oro, premios Puskas y chorradas similares), o hasta de marcas (Nike vs Adidas).champions 2

Es un negocio. Un gran negocio de proporciones desconocidas. Opaco, marrullero y corrupto. Un negocio blindado al que Blatter y sus secuaces intentan proteger a toda costa. Con normas ilegales, como aquella que impide acudir a la justicia ordinaria para defenderse. O aquella otra que impedía la libre circulación de trabajadores dentro de la Unión Europea (destrozada por la “Ley Bosman”).

Por eso me hace tanta gracia cuando oigo a los dirigentes de la UEFA hablar del fair play financiero. Tienen la indecencia de vendernos la idea de que se establecen unas reglas comunes de financiación para evitar que el poderío económico prime sobre el deportivo. Claro, claro, y yo voy y me lo trago. Por eso es sólo una casualidad que Bayern, Barça y Real Madrid tengan un puesto casi permanente en las semifinales.

Afortunadamente esto es un juego y como tal, mantiene un componente real de competencia deportiva, o de suerte, y por eso a veces nos encontramos sorpresas como las del Atleti o el Borussia compitiendo dignamente contra los todopoderosos y millonarios clubes mencionados. Y por el contrario, tenemos casos de equipos millonarios que dilapidan su fortuna en fichajes erróneos como el Chelsea, el PSG o el Manchester, cuyos puestos en el “ranking financiero” no se corresponden con sus prestaciones deportivas reales. Soy consciente de que en la última década Chelsea y Manchester han logrado las mismas Champions que Madrid y Bayern, pero sus presencias en las últimas rondas han sido más ocasionales que las de los tres que considero un peldaño por encima del resto.

El problema es que esta tendencia de los grandes a acaparar posiblemente aumentará en próximas temporadas, como en las ligas nacionales, que están muertas ahora mismo. Se las han cargado. Al año siguiente de sus magníficas temporadas, los grandes de Europa en pasta desmantelan a esos equipos que intentan entrar al reducido grupo de privilegiados, como le pasó al Borussia, cuyos dos mejores jugadores, Lewandoski y Gotze, acabaron en el Bayern (y Reus seguro que se va pronto), o el Atleti, que perdió a Diego Costa, Courtois y Filipe Luis (y seguro que pierde a Arda y Koke en breve). Ya hablé hace unos meses de la poca alegría que sentí al ganar la Supercopa de Europa al Sevilla cuando solo en el banquillo teníamos varias veces el presupuesto del Sevilla en el terreno de juego. En ese mismo post elogié los méritos del Atleti del Cholo por ser capaz de ganar la liga española y bordear la Champions con tan pocos mimbres.

Diapositiva1Como los seguidores habituales de este blog saben de mi forofismo madridista, y con el deseo de evitar críticas, he elegido precisamente las cuentas de mi equipo para explicar algunas curiosidades de este negocio del fútbol. Este inmenso negocio en el que no existe el fair play financiero que predica la UEFA. En estas cuentas se puede observar la máquina de ganar dinero que es el Real Madrid, independientemente de los títulos.

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Me he permitido situar los importantes, Ligas y Champions, porque las Copas, Supercopas y Mundialitos, entran en otras categorías. En estos 15 años el Madrid ha pasado de unos ingresos de 118 millones de euros a 663, ¡ojo!, 663 millones de euros. Incluso esos años en que el Madrid no se comió un colín, los tres y pico de la anterior etapa de Florentino, el equipo seguía aumentando sus ingresos. Ganó lo económico sobre lo deportivo, los jugadores «mediáticos» sobre las necesidades del equipo (Beckham, cuando ya tenías a Figo, por ejemplo). Entre los grandes éxitos de Flo está haber echado con malas formas a Vicente del Bosque para traer a un entrenador que el Presidente definió como «moderno», porque, todo hay que decirlo, tenía mejor presencia que Don Pantuflo y hablaba un correctísimo inglés. Así estuvimos, comiéndonos los mocos durante varios años y viendo al Presi presumir de ser el equipo más rico del mundo.

Pero sigamos con algunos detalles de las Cuentas del Madrid, como el desglose de sus ingresos, o la evolución del resultado bruto de explotación:

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La parte superior del cuadro recoge el desglose de ingresos, en el que se ve que se ha pasado de ingresar cero euros por partidos amistosos y compromisos internacionales a un 13% de los ingresos, unos 70 millones de euros al año. Así no es de extrañar ver al equipo jugando trofeos absurdos en países con regímenes no democráticos solo para ingresar más pasta. Da igual el equipo, el físico de los jugadores, da igual que para ellos estos viajes sean una ruina, no importa que en abril nos lamentemos de esos torneos absurdos en China o Catar.

Para mí otro detalle importante es la reducción del peso de los socios y abonados, que cada vez importan menos a la Junta Directiva. Y en cuanto al resultado de explotación, hay una explicación curiosa en las cuentas al descenso en los últimos tres ejercicios: las primas a los futbolistas por los títulos. Es decir, que ganar títulos es más gravoso para la cuenta de resultados que perderlos en las últimas rondas. Curioso. A lo mejor por eso Florentino no se pone nervioso nunca, porque pase lo que pase, él siempre gana.

Que el Real Madrid sea una mina de hacer dinero no es algo criticable, no quiero referirme en este post a eso. He analizado las cuentas del Barça y tienen una evolución similar. Son las consecuencias simplemente de la explotación de unas marcas reconocidas mundialmente y a las que se intenta sacar el mayor partido. Mi crítica viene por el lado de la competición. El Madrid y el Barça son antagónicos en todo menos en el reparto de la pasta del negocio. Y aquí coinciden en dos puntos:

– Uno, cuanto más blinden el sistema para avanzar en la competición (no olvidemos que el sistema de grupos en la Champions se inventó después de un par de años en que algunos grandes de Europa cayeron en el mes de noviembre), cuanto mayor sea el reparto económico por llegar a las últimas rondas, mayor será el desequilibrio con el resto de equipos.

– Y dos, el reparto del dinero de las televisiones. Que el Madrid y el Barça se hayan repartido más del cincuenta por ciento de los derechos televisivos en los últimos años atenta contra la competición. Los clubes acaban de firmar un manifiesto por un reparto equitativo, pero no me creo que lo consigan. Y si firman algo en esa línea, llegarán los amigos de Josean de la CNMC para invalidar el acuerdo, porque unas empresas privadas no pueden repartirse un mercado libre como es el de los derechos televisivos. Evidentemente, las cadenas no van a pagar lo mismo al Madrid o al Barça que, con todos los respetos, al Granada o al Getafe. Y continuaremos agrandando la brecha hasta convertir la Liga en el tostón que es actualmente.

Todo esto jamás ocurriría en Estados Unidos, donde de verdad saben de espectáculo y de mantener la igualdad en la competición. Miremos la NBA, por ejemplo. Una norma como el draft nos parece impensable en España. Imaginemos a ese chaval de Hospitalet de Llobregat que desea desde su nacimiento triunfar en el Barça y le dicen tras el sorteo que se tiene que ir al Almería. O a ese chico de Móstoles que nació con un escudo del Madrid en el pecho y que se tiene que ir al Athletic de Bilbao. Imposible, no ocurrirá jamás. Pero por lo menos alguien tenía que evitar ese robo de jugadores desde las propias canteras. Próximamente le dedicaré una entrada a esas fábricas de jugadores… y de promesas incumplidas.

NBA

Pero hay otros modos de controlar la igualdad en la competición y la NBA mantiene otras normas como el tope salarial de las plantillas, por ejemplo, o el veto a determinados traspasos, como ocurrió con nuestro Pau Gasol. De haber existido esta norma en Europa, tenían que haber prohibido que Lewandoski y Gotze fueran al Bayern, por ejemplo, o que el Barça se llevara medio Sevilla (Alves, Keita, Adriano, Rakitic), o que el Madrid fichara a lo mejor de la segunda fila de equipos (Ramos, Isco, Illarra, Modric, James, Bale). Hago un paréntesis para hablar de Illarra. Es tal el apego de Florentino Pérez al negocio que voy a empezar a creer en las teorías de algunos que dicen que los 40 millones de euros de su fichaje se deben al interés de adjudicarse para ACS la remodelación de Anoeta.

Claro que de aprobar ciertas normas, el negocio sería menor. Y eso no interesa a los presidentes de los grandes equipos ni a los mandamases de la UEFA.

Un último cuadro extraído de las Cuentas del Real Madrid: Diapositiva5

La sección de fútbol gana 73 millones de euros al año, la de baloncesto palma 18. Y sin embargo se mantiene entre los mejores de Europa. Con el dinero del fútbol, claro. Las fichas de los jugadores triplican los ingresos de la sección.

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La sección de baloncesto del Barça pierde más todavía, 24 millones de euros al año. Pero ahí sigue, pagando salarios de futbolista a jugadores que no lo están generando. Puro fair play financiero. O alguien lo frena o se van a cargar el baloncesto también. Nuestro eterno rival es mes que un club, concretamente tiene algo de ONG que se permite tirar 6,7 millones en el balonmano, 2,7 millones en el hockey, o ¡5,2 millones en el fútbol sala! Luego celebran los títulos como si tuvieran méritos más allá del exterminio de la competición.

Lo cierto es que yo soy del Madrid y que mi «hooliganismo» hace que me comporte exactamente igual. Pero en el fondo, muy en el fondo, me gustaría que las cosas fueran de otra manera, aunque no sé si estaría preparado para luchar cada diez años por la permanencia o celebrar como un éxito alcanzar la Europa League.

Ahora, a tomar Turín, y luego, como Leonard Cohen, «We’ll take Berlín!»

Cara Barney