Hace ya un montón de años, el entonces ministro de Trabajo, Eduardo Zaplana, insistía ante un grupo de periodistas en que el Gobierno no había modificado la redacción final de un Real Decreto debido a las presiones sindicales. El secretario general de UGT, Cándido Méndez, preguntado por dichas declaraciones, contestó con acierto:
“Si tiene plumas de pato, pico de pato, nada como un pato, anda como un pato y dice “cua” como un pato, me da igual que lo quieran llamar Pato Lucas o Rana Gustavo”.
Coño, es un pato, pues claro que sí. Con esta frase, Cándido Méndez quería transmitir que podrían llamarlo de otro modo, contarnos otra historia, que Zaplana podría seguir negando lo evidente, pero que si no era un pato, se le parecía una barbaridad, hasta el punto de ser imposible de distinguir.
Traigo esta anécdota al blog porque explica perfectamente, con el tono campechano del líder sindical, el asunto del que quiero hablar hoy: la negación de lo evidente. La persistencia en la defensa de algo aunque todas las pruebas apunten a lo contrario.
Ocurre en todos los campos: ese defensa que le mete un leñazo al delantero y levanta los brazos protestando airadamente por la sanción, o ese “cariño, esto no es lo que parece” tan de película cuando te han pillado in fraganti, o los cientos de ejemplos que nos da nuestra clase política casi a diario. Desgraciadamente, rebatir que “es un pato”, negarse a reconocer una realidad, o un error, y no digamos asumir las responsabilidades, se han convertido en modos de actuación cada vez más habituales. Ya sé que es humano, que desde niños decimos “yo no he sido” aunque tengamos la figura de porcelana rota en nuestra mano, pero la verdad es que me toca bastante las narices.
La lentitud de nuestra justicia, la infinita tardanza en cerrar los sumarios, juzgar los casos y ejecutar las sentencias, son los principales aliados de este comportamiento. Ese retraso del sistema judicial en la resolución de los casos genera sensación de impunidad en los acusados, y esa sensación es la que permite a muchos de nuestros dirigentes hacerse los ofendidos ante las acusaciones, discutir las evidencias y hasta partirse la caja ante las cámaras. Se están riendo de nosotros, nos toman por imbéciles, y como la justicia puede tardar hasta diez años, incluso más, en cerrar un caso, parece que todo queda en sospechas no confirmadas. Es cierto que no podemos condenar por indicios, pero, coño, se pongan como se pongan, es un pato.
Si tiene plumas de pato, y millones de euros en Andorra, si tiene pico, y una fortuna que no se justifica por su cargo público, si nada como un pato, y numerosas patochadas en forma de adjudicaciones irregulares le señalan, coño, lo de Jordi Pujol es un pato que mueve más millones que Donald.
No podemos condenar por indicios, decía, pero sí actuar de otro modo. El Rey Felipe VI acaba de desposeer a su hermana Cristina del título de Duquesa de Palma, no sé si para evitar lo que estaba por llegar (la solicitud de retirada del mismo por parte de la nueva corporación entrante), o porque realmente considera que un comportamiento tan innoble no merece un título nobiliario.
El alcalde de Las Rozas, Ignacio Fernández Rubio, del que ya he hablado en anteriores entradas, acaba de dejar su cargo, seguramente muy a su pesar, porque las plumas y pico de pato, y sus andares de pato, y su comportamiento patoso al frente de Guadarrama le inhabilitaban para ejercer de edil en este ayuntamiento. Lo cierto es que su partido (PP) podía haberlo hecho antes, podía no haberle designado cabeza de lista cuando ya se sabía de sus imputaciones, pero ha tenido que ser la exigencia de Ciudadanos la que lo lograra. Para el que siga pensando que no vale la pena ir a votar, este es uno más de los ejemplos de la importancia del voto.
La indemnización en diferido de Luis Bárcenas
Luis Bárcenas estuvo en nómina del Partido Popular hasta enero de 2013, no hasta abril de 2010, se ponga como se ponga María Dolores de Cospedal. Las explicaciones sobre la indemnización diferida pactada sujeta a IRPF son lamentables, de lo más penoso que hemos escuchado de nuestros dirigentes en los últimos años, y eso que tenemos cientos de declaraciones patéticas para elegir.
Cuando MariCospe dijo muy vehemente que la indemnización del ex tesorero por supuesto que estaba sujeta a retención, como todo el mundo sabe, porque lo contrario sería ilegal, me llamó la atención que ningún periodista le contestara que precisamente las indemnizaciones están exentas hasta el límite de los 45 días (33 desde la reforma laboral). “Coño, que es un pato, María Dolores, deja de hacer el ridículo”. Cualquiera que haya cobrado una indemnización lo sabe y en ese momento automáticamente se desmontaba la patraña de que Luis Bárcenas había sido cesado tres años atrás por “pérdida de confianza”.
Luis Bárcenas siguió en nómina del Partido Popular pese a que todas las investigaciones le situaban en el centro de la trama Gürtel, y de ahí los SMS de apoyo de Mariano Rajoy, y la tibieza con la que le trataron en el partido durante esos tres años. Según la inverosímil teoría de la Cospe, Luis Bárcenas no trabajaba en el partido, pero seguía acudiendo a diario, teniendo despacho, una sala reservada para almacenar documentación, recibía visitas, y como no trabajaba, lo que percibía era una “simulación de retribución”. Literal. Con retención de IRPF y todo.
Nos vamos a reír con la resolución de la demanda de Luis Bárcenas al Partido Popular solicitando su reingreso en el partido, o en su defecto, la percepción de una indemnización de 900.000 euros. Este Bárcenas me parece un tipo despreciable, pero estoy seguro de que no es el peor de todos. Como estoy seguro de que en su demanda de readmisión o indemnización tiene toda la razón del mundo, aunque luego pueda salir otra cosa en el juicio.
La FIFA
Desde hace años en nuestras reuniones cerveceras, Barney nos habla de la golfería de los dirigentes de la FIFA y de su inmensa corrupción, que no arranca con Blatter, sino que empezó muchos años atrás con Havelange. El fútbol mueve millones de euros y el sistema de votación para elegir a los países organizadores de los mundiales de fútbol es tan oscuro como el futuro de un pensionista griego, así que lo raro es que no haya saltado el escándalo mucho antes.
La designación de Rusia y Catar para los mundiales de 2018 y 2022 era tan sospechosa que algún día tenía que explotar. Tenía plumas, pico y patas de pato, y hacía «cua, cua, cuánto me toca a mí». Cuando Blatter vio peligrar su cargo hace unos años y asumió que la elección del país organizador del Mundial 2018 podía ser su última decisión al frente del organismo, su último «favor» al mundo del fútbol, decidió hacerse el penúltimo «favor» a sí mismo, y adjudicó de una tacada dos mundiales seguidos a los dos países que más pasta podían ofrecer en ese momento. ¿A alguien le ha extrañado la detención de varios dirigentes de la FIFA en Suiza?
Estos días hemos vuelto a ver imágenes del atraco en el España-Corea del Sur del Mundial de 2002 y se ha comentado lo que todos pensamos desde hace 13 años: que fue una estafa, que fue un robo, que el partido está bajo sospecha. Barney nos ha recordado que no sólo están los dos goles anulados que tanto nos han repetido estos días (la jugada de Joaquín me sigue cabreando cada vez que la ponen), sino que hay una jugada todavía peor, menos recordada, que se produjo en el último minuto de la prórroga: un fuera de juego que no era por metros cuando Luis Enrique se quedaba solo delante del portero coreano. El mamonazo de Al-Ghandour pitó peligro. Peligro de quedarse sin la prima FIFA, supongo. Se puede ver en el vídeo de este enlace. Aquí hubo pato encerrado, qué duda cabe.
Pero es lo de siempre, que como no hay pruebas, nos tendremos que conformar con que nos digan que no fue un pato. Y así debe ser, aunque nos duela.
(Continuará)