
BARNEY, 11/09/2021
El refranero español nos recuerda aquello de «zapatero, a tus zapatos» para indicarnos que solo deberíamos opinar de lo que sabemos, de aquello que comprendemos, y que quizás no deberíamos hacer eso tan «español» de dar nuestra opinión sobre absolutamente todo, da igual si lo conocemos o lo ignoramos. Me viene a la cabeza este refrán cuando escucho algunas declaraciones de futbolistas sobre temas no relacionados con el deporte que practican (auténticos gañanes muchos de ellos), y sin embargo, soy partidario de que opinen libremente sobre lo que quieran por cuanto el peso que tienen como figuras reconocidas a nivel mundial puede ser muy valioso para dar visibilidad a ciertos asuntos, o para concienciar sobre algún tema concreto, como explicaba Pau Gasol en los recientes Juegos Olímpicos (Tokio 2020 I: la libertad de expresión).
En este post y el siguiente vamos a comentar la opinión de algunos futbolistas cuando se han quitado las botas y han cogido una pluma (o un teclado) para pronunciarse sobre algún tema concreto. En este primer capítulo, hablaremos de las polémicas en torno a la Superliga y el Mundial de Catar, dos asuntos que dan para debatir sobre fútbol, economía, derechos humanos y desigualdades. El jugador español Ander Herrera fue uno de los primeros en escribir abiertamente sus pensamientos acerca de la Superliga:
Qué bonito. el jugador millonario que habla con amor y cariño del fútbol popular, de los aficionados, de luchar de manera noble y humilde contra los poderosos. Pero es que, Ander, juegas en el Paris Saint Germain. Y en 2014 te fichó el Manchester United, que en aquel año era el equipo más rico del mundo. Y no lo critico, ojo, Ander ha ido mejorando como profesional (Zaragoza-Athletic-ManU-PSG) a la par que sus emolumentos se incrementaban, y eso es lo normal en un jugador de fútbol. Lo que no es de recibo es que alguien del Paris Saint Germain, o del Catar Saint Germain, como he leído en algún sitio, venga a dar lecciones de ética y buen comportamiento, o a hablarnos de que los ricos roban el espectáculo a los aficionados.
El PSG fue adquirido por el fondo estatal Qatar Sports Investments en 2011 y desde entonces se calcula que los cataríes han inyectado en el club 1.400 millones de euros para los 50 fichajes realizados y más de 1.800 millones de euros en total. Solo en 2017 invirtieron 222 millones de euros en Neymar Jr. y otros 180 millones en Mbappé. El fair-play financiero saltó hecho añicos en mil pedazos, al igual que con el City de Abu Dabi, pero ese organismo nefasto y corrupto llamado UEFA miró hacia otro lado. Este año el PSG se ha hecho con los servicios de los capitanes del Real Madrid y Barcelona, Ramos y Messi, más el portero titular de Italia, Donnarumma, y el neerlandés Wijnaldum. Por mucho que digan que no se han pagado cifras de traspaso (Achraf y Pereira aparte), entre las primas de fichaje y los estratosféricos salarios a una plantilla de 34 jugadores (lee bien, Ander, 34), la masa salarial se dispara por encima de los 530 millones de euros anuales. Las pérdidas de la última temporada ascienden a 250 millones de euros, que se suman a los 125 millones de la anterior. No pasa nada, se le enchufa un chorro más de millones desde el golfo pérsico y a seguir fichando jugadores. Es lo que tiene haber nacido con el culo sobre un depósito de petróleo.
No es justo que «los ricos roben lo que el pueblo creó», como dice Ander Herrera, porque de ese modo se acaban «las ilusiones de los aficionados de los equipos que no son gigantes de poder ganarse en el campo el competir en las mejores condiciones». El PSG ha ganado 9 Ligas en su historia, 7 de ellas desde que el emir de Catar es el dueño del club, 6 de sus 14 Copas de Francia, y 8 de sus 10 Supercopas. Parece que el dinero cataría ha influido algo para desequilibrar la competición francesa.
La UEFA ha mirado para otro lado y ha permitido a los franceses saltarse el control financiero, exactamente igual que la Ligue 1. El control que se realiza en Francia se hace con la temporada cerrada, no de manera previa, como en España, y eso permite que el PSG «salve» los números de esta temporada con una previsión de venta de jugadores por encima de los 200 millones de euros. Algo que no ha cumplido ni en un treinta por ciento, pese a tener la oferta del Real Madrid por Mbappé sobre la mesa. Están tan podridos de pasta que han podido rechazar una oferta entre los 180 y los 200 millones de euros.
El presidente del PSG, Nasser Al Khelaifi, preside desde abril de este año la asociación de clubes europeos (ECA), y se ha posicionado claramente en contra de la Superliga y a favor de la UEFA, presidida por ese tipo siniestro llamado Aleksander Ceferin. La Superliga pretende alcanzar un formato de competición similar a las norteamericanas (NBA, NFL), con un reparto más equitativo de los ingresos generados y un control económico que mejorara la igualdad de la competición. Evidentemente, nada de esto interesa a los cataríes, que van a seguir en el negocio del fútbol al menos hasta el Mundial de Catar en 2022. Veremos qué ocurre después. En Málaga saben lo que suele pasar cuando algún millonario de estos entra en un club, lo mete en una dinámica de gastos descontrolada y luego desaparece o deja de inyectar artificialmente pasta. El Málaga llegó a cuartos de final de la Champions y ahora pena por la Segunda División, con numerosos problemas económicos. Su máximo accionista, el que fuera presidente en aquellos años, es Abdullah ben Nasser Al Thani, pariente del emir de Catar.
Precisamente sobre el Mundial de Catar en 2022, se ha publicado una carta del capitán de la selección finlandesa de fútbol, Tim Sparv. We need to talk about Qatar. «Necesitamos hablar de Catar». Es muy recomendable.

En su carta, el jugador finés se culpa de haber permanecido ajeno a lo que ocurría en Catar durante los últimos años, cuando además era un país que conocía porque la selección había sido invitada a un campus en dicho país en enero de 2019. Uno de los integrantes de aquella selección, Riku Riski, rechazó hacer el viaje por razones éticas. Cuando el propio Tim Sparv comenzó a investigar sobre los motivos de su rechazo, supo de las condiciones de trabajo de los obreros que estaban participando en la construcción de los estadios de fútbol que albergarán el Mundial de 2022 y se acojonó, como cualquiera que haya ojeado aunque sea mínimamente los informes de Amnistía Internacional o el artículo de The Guardian, que cifraba en 6.500 los fallecimientos durante las obras.
Condiciones precarias, salarios paupérrimos y abonados con retraso, falta de medidas de seguridad, jornadas maratonianas con un clima infernal, trabajos forzosos y en condiciones de semiesclavitud… 6.500 muertos, unos 800 por estadio, lo digo para cuando se jueguen allí los partidos. La mayoría de los fallecidos fueron por «causa natural», según el gobierno catarí. Es decir, morían extenuados o por un golpe de calor, no se les hacía autopsia y se determinaba «causa natural». Al fin y al cabo, son ciudadanos de cuarta en aquel país, puesto que su procedencia era de cinco países: India, Pakistán, Nepal, Bangladesh y Sri Lanka.

Tim Sparv se plantea qué más pueden hacer como deportistas cuyas palabras tienen alcance mundial: denunciarlo, boicotear el Mundial (dice que ahora no procede, con lo que no estoy de acuerdo), exigir mejoras en las condiciones de los trabajadores, hacer campañas… Llevar mensajes de protesta en las camisetas, como han hecho las selecciones de Alemania, Dinamarca o Países Bajos. Pero pone el dedo en la llaga al advertir que la mayoría de las estrellas del fútbol rehúyen este posicionamiento porque podrían perder patrocinios o contratos de publicidad. Pasta al fin y al cabo.
No son los únicos que huyen del enfrentamiento con los poderosos. La propia prensa española ha obviado la carta de Tim Sparv, la ha ignorado. Gugleo cuántos medios del autoproclamado mejor periodismo del mundo se han hecho eco de la noticia y apenas encuentro esto:
Ni una sola referencia en el As y el Marca, y he usado su propio buscador, y apenas en la prensa tradicional. Si criticas a Catar, estás criticando a la FIFA, la UEFA o LaLiga, y los medios ya andan bastante tocados como para arriesgarse a perder contratos de publicidad.
Una pena, un puto drama. Nos comeremos un Mundial en pleno mes de noviembre, alterando todas las competiciones del fútbol de los aficionados de verdad, de los que van a los estadios, para dar satisfacción a los mandamases del golfo pérsico y de la FIFA.
Aprovecho para dejar aquí mi modesta contribución al fútbol de equipos modestos, a los jornaleros del fútbol. Se trata de una entrevista que hice a Ulrik Pedersen, autor del 0-1 del Odense en el Santiago Bernabéu en aquel famoso (y trágico) partido de 1994, y que ha tenido a bien publicarme La Galerna. Le pregunté por la Superliga, por supuesto que sí.
No entiendo mucho de fútbol, la verdad. Pero si un economista de la talla de Josep M. Gay de Liébana, triste y recientemente fallecido, ya sacó unas vergüenzas económicas de tamaño maxi de LaLiga, uno piensa: «Si esto ocurre a nivel nacional, ¿qué no ocurrirá más allá de nuestras fronteras?». Y piensan que somos unos blandengues porque los jugadores europeos «no van a jugar en esos estadios» (hoy… mañana ya se habrán olvidado). Tratándose de dinero, la FIFA, la UEFA y la tía Bernarda miran hacia otro lado. Mientras tanto, mueren a mayor gloria del «fúrbo» personas poniendo ladrillos en esos estados. Mirar la trastienda del «fúrbo» es taparse la nariz. Pero no hay muchos que quieran hacer eso. Y entre los de arriba, parece ser que todos tienen su precio.
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Hay que jodense…
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Tratamos de explicarle ese chiste: «We were fucked up!». Le dijimos que en español venía a sonar similar al nombre de la ciudad, pero no sé si lo hicimos de manera adecuada. En cualquier caso, un caballero este danés, muy majo. Lo cual no quita para que sí, haya que jodense.
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