BARNEY, 22/08/2021
Hace dos semanas ya de la finalización de los Juegos de Tokio y aunque me comprometí a hacer un resumen con lo que a mi juicio había sido lo mejor y lo peor, me parece más interesante hablar de lo que sobra en unos juegos olímpicos, de lo que está de más. Hay demasiadas competiciones, algunas tan chorras que devalúan el valor de obtener una medalla olímpica. También hablaré de lo que más me ha gustado, porque ha habido algunos momentos muy interesantes, pero en general han sido unos juegos raros, lo que se podía esperar de unos juegos sin público, en año impar y no bisiesto. Y sin considerar que a veces lo más interesante ocurría a las cuatro de la mañana.
El medallero ha quedado finalmente de este modo:
113 medallas los norteamericanos, que al final superaron a los chinos en el medallero, que fueron por delante hasta la última jornada. España no aparece en esos primeros puestos y me dan mucha envidia algunos países de nuestro entorno como Italia (¡40 medallas!), Países Bajos (36) o Francia (33). Noruega consiguió la mitad de medallas que la delegación española, pero está en el puesto 20º por el número de oros, algunos tan espectaculares como los dos de atletismo de los que hablaré en «lo mejor».
Se repartieron en total 340 medallas de oro en las 339 especialidades. Hay una más de oro y «solo» 338 de plata, porque el italiano Tamberi y el catarí Barshim decidieron compartir el oro en salto de altura, en lo que para algunos ha sido uno de los momentos mágicos de los Juegos. No para mí, desde luego. Eso de optar por no competir y repartirse el oro con un colega, por muy bonita que fuera la intrahistoria, está en contra del espíritu de la competición y de los valores olímpicos. Se pierde, se felicita al ganador y se entrena más duro para lograr el triunfo a la siguiente. Por cierto, varios medios repitieron que era la primera vez que había un empate por la medalla de oro en 113 años y como mi memoria no me falla y recordaba un empate en natación en Los Ángeles 84, busqué el dato y corroboré que no era cierto. Aún recuerdo aquella final de natación en la que dos nadadoras norteamericanas empataron en tiempo y fue imposible dilucidar quién había sido la ganadora:

O la holandesa Sifan Hassan, que se cayó en el último paso por meta de la semifinal de 1.500 y tuvo los arrestos de levantarse, pelear y clasificarse para la final ganando la serie. Impresionante. Posteriormente se llevó el oro y nuestra admiración. Vaya zancada, merece la pena ver el vídeo de esa última vuelta:
Lo mejor de los Juegos, lo más recordado, suele ser lo que ocurre en la pista de atletismo. Durante los Juegos de Tokio se han superado tres récords del mundo en el «deporte rey»:
- El triple salto: la venezolana Yulimar Rojas, con 15,67 metros, acompañada en el podio por nuestra Ana Peleteiro con el bronce al cuello.
- Las impresionantes finales de 400 m. vallas, en las que, tanto en categoría masculina como femenina, los segundos clasificados también rebajaron las anteriores marcas de la prueba. Para los que recordamos a Kevin Young en Barcelona 92 convirtiéndose en el primer atleta en bajar los 47 segundos, la barbaridad de marca que hicieron el noruego Karsten Warholm (45.94) y el estadounidense Rai Benjamin (46.17) nos dejó blancos a los que tuvimos la suerte de verlo en directo. El propio Warholm no se lo creía. En categoría femenina, Sydney McLaughlin (EEUU) batió su propio récord del mundo y se convirtió en la primera atleta en bajar de los 52 segundos (51.46), pero es que la segunda clasificada, Dalilah Muhammad (EEUU), también lo logró con un tiempo de 51.58.
Reconozco que me han dado envidia los noruegos, tanto por la victoria de Warholm, como por el oro en los 1.500 metros, que se llevó Jakob Ingebritsen con récord olímpico incluido. Salvando las distancias, me recordó a aquellos tiempos lejanos en los que uno de los nuestros, Fermín Cacho, se llevaba el oro por delante del imperio africano en la media y larga distancia.
Atletismo, natación, gimnasia artística… eso significan los Juegos para mí en primer lugar. En segundo, algunos deportes de equipo: baloncesto, balonmano, voleibol (no el soporífero voley playa) y, aunque me aburran soberanamente, hockey hierba y waterpolo. El fútbol sobra en los Juegos, igual que esos inventos del rugby a 7 o el baloncesto 3 x 3. Y el béisbol. Si esta competición de quince días consiste en juntar a los mejores deportistas del mundo de una especialidad, no tiene sentido incorporar torneos como los mencionados, un fútbol light o un remedo del baloncesto callejero. Igual que creo que sobran el tenis y el golf, deportes en los que cualquier torneo tiene más prestigio que el título olímpico. Aparte de lo mal que se organiza, con tres pruebas (individuales, dobles y mixtos) en una semana, lo que provoca situaciones de agotamiento extremo como las de Novak Djokovic.
339 medallas de oro son muchísimas, una aberración tan enorme que incluso desprestigia el valor de una medalla. Sobran pruebas a punta pala. Creo que ni siquiera los más frikis, los que veíamos los resúmenes diarios y muchas competiciones en directo, seríamos capaces de recordar más de ¿50? ¿80 medallistas de oro? Yo sé que hace mucha ilusión a los triunfadores, pero habría que eliminar pruebas, empezando por esa que nos dio un oro y una plata: la coreografía de kárate llamada Kata, en la que Sandra Sánchez y Damián Quintero son dos de los mejores del mundo. Sé que tiene mucho mérito, pero… ¿de verdad tiene que ser un deporte olímpico? ¿Y por qué no la capoeira, que también es una coreografía de peleas?
La kata desaparece del programa de París 2024, y me parece normal, por mucho que se quejen los nuestros. Además, me ocurre que por lo general desconfío de todos los deportes en los que hay jueces que deciden el ganador por sus criterios particulares, que en ocasiones están más cerca de sus santos ovarios o de lo que sus dídimos les dicten. Natación sincronizada, siempre igual. Podrían no lanzarse a la piscina que las puntuaciones iban a ser las mismas. Gimnasia rítmica, katas de kárate (¿gana el que pone más cara de concentración?), gimnasia en trampolín, la cosa esa del monopatín, ufff, mi madre. El podio femenino del skateboarding sumaba 42 años, dos niñas de 13 años y otra de 16 montando en monopatín… ¿oro olímpico?

Yo recortaba unas cuantas disciplinas del programa. Si le dejaran al COB (Comité Olímpico de Barney) analizar todas las pruebas, mantendría algunas o no en función de sus gustos. Con un par. Todas las especialidades con caballo fuera. Sobre todo la doma esa, en la que los jueces votan medio dormidos en función de los pasitos laterales de los caballos. Deportes de lucha: grecorromana, ñé, no sé yo. Venga, vale, pasa el corte. El boxeo lo veo fuera de lugar en su versión descafeinada y amateur. Otra cosa era ver a Muhammad Ali o a Myke Tyson en un ring, pero está claro que esos combates no son propios de unos juegos olímpicos. Judo, taekwondo… vale, pasan el corte. Esgrima sí, desde luego, aunque sea un tostón importante. De todo lo incorporado recientemente, quitaría cosas como el surf, la bici BMX y tendría en estudio la escalada.
En parte es solo un problema de tradiciones o de resistencia a la incorporación de nuevos deportes, porque creo que la dispersión de pruebas y la incorporación de algunas minoritarias devalúan el valor del propio logro de la medalla. Aunque por otro lado, creo que el Comité Olímpico Internacional hace bien en modernizar algunas pruebas, como cuando incorporó el triatlón, por ejemplo. Me pareció perfecto, pero habría que quitar de manera definitiva el pentatlón moderno. Lleva años siendo olímpico y no sabemos una m… del mismo. Recuerdo de niño cuando leí en qué consistía: una combinada de carrera a caballo, campo a través, natación, tiro con pistola y esgrima. Alucinaba y más con la historia de sus orígenes: supuestamente un militar que huía de sus enemigos a caballo, y cuando este fue alcanzado, se defendió con la espada, luego con la pistola, atravesó un río a nado y finalmente huyó campo a través. Qué estrés, parecía el protagonista de 1917. ¿Alguien sabe algo de este deporte en los últimos 80 años? Cero, ¿no? Pues fuera. Como la marcha atlética. Eso de que andan rápido, pero no corren, como si se frenaran, choca frontalmente con el altius, citius, fortius. O que dependa tanto de los jueces, cuando se ve claramente que todos van corriendo, ¿o qué otra cosa puede ser ir a menos de cuatro minutos el kilómetro?
La vela, el remo y el piragüismo, vale, pasan¨, se mantienen. Los deportes de tiro, ya sea con arco, pistola o como en las ferias de los pueblos (tiro al plato), vale. Pocas oportunidades más tienen de aparecer en un telediario o en la portada de un periódico deportivo, como este año con el oro de Fátima Gálvez y Alberto Fernández. Por supuesto que el COB daría un SÍ enorme al ciclismo, tanto en ruta como en pista. Solo digo una cosa: por favor, señores programadores de la tele, ¡pónganlo más! Especialmente las pruebas de pista, que en muchas ocasiones son espectaculares, y no las tenemos tan vistas como el ciclismo de carretera, para el que ya tenemos nuestros buenos Tours, Giros y Vueltas, sean siesteros o no.
Con la halterofilia me pasa a veces como con el ciclismo: me agoto solo de verlo. Con la diferencia de que disfruto del ciclismo. Lo de los halteras… unos tipos (o tipas) levantando dos millones de kilos, ufff… y yo que cada vez que lo veo pienso «¡que te vas a partir la espalda, muchacha!». Pero el COB mantendría la prueba, aunque fuera solo por tradición.
El COB completaría su programa olímpico con los deportes de raqueta, pero no el tenis, como ya he comentado. Bádminton, tenis de mesa y valoraría el pádel y el squash, deportes muy populares en todo el mundo, cuyo «olimpismo» contribuiría a aumentar su visibilidad.
Y aquí termina este especial de los Juegos. Por cierto, cuántas horas de protagonismo para Simone Biles y su extraña historia, y qué pocas para Emma McKeon. Total, solo se ha llevado siete medallas en natación.
Capítulos de esta serie:
Tokio 2020 (I): la libertad de expresión, by Josean.
Tokio 2020 (II): la película de Simone Biles, by Travis.
Tokio 2020 (III): el maratón olímpico, by Lester.
Tokio 2020 (IV): devaluar una medalla, by Barney.