El (pen)último baile de la BMK y la CRL

BARNEY, 14/05/2023

The last dance de Michael Jordan y los Chicago Bulls del sexto anillo en la temporada 1997-98. The last waltz, el concierto de despedida de The Band en 1976 y el documental de Martin Scorsese sobre dicho concierto. The last picture show (1971, Peter Bogdanovich), como símbolo de una época que terminaba en un pequeño pueblo de Texas.

Todas estas obras representan momentos únicos, el final de una era y el comienzo de otra que será distinta, que no tiene por qué ser peor, pero que hace inevitable sentir nostalgia o añoranza por aquello que ya no veremos más en vivo. Sinceramente, yo creía haber visto ya la temporada pasada the last dance de Benzema, Modric y Kroos, los cuales ganaron la Liga con facilidad y nos regalaron la Champions más emocionante que recuerdan nuestros ojos. También creía haber presenciado el último baile de Sergio Llull y Rudy Fernández, campeones de la ACB y privados del triunfo en la Euroliga por una sola canasta. Todos estos viejos rockeros, grandes mitos del madridismo, parecían haber dado lo mejor de sí en una grandísima temporada y que en la siguiente tocaba renovar el equipo, reconstruir el futuro.

A este sentimiento de «final de una era» contribuyeron las salidas de Casemiro y Marcelo en el equipo de fútbol, como anteriormente lo habían sido las de Cristiano Ronaldo, Ramos y Varane, o la salida de jugadores importantes durante años como Taylor y Thompkins, o el hecho de que fuera la primera temporada en ¿siglos? sin la presencia del incombustible Felipe Reyes en la sección de baloncesto.

La renovación del equipo de fútbol lleva varios años en marcha y la edad media de los titulares se ha rebajado de manera considerable con la incorporación de Vinícius, Rodrygo, Fede Valverde, Camavinga, Militao o Tchouameni. El equipo tiene que adaptarse a un fútbol moderno más físico, que demanda mayor potencia y velocidad, un fútbol en el que los sabios gurús habían pronosticado la retirada de Luka Modric (cumplirá 38 años en septiembre), Benzema (35) y Toni Kroos (33).

Al equipo de baloncesto le está costando más la renovación, puesto que la lista de salidas en los últimos años ha sido incesante: Campazzo, Carroll, Ayón, Slaughter, Nocioni y los jóvenes que emigraron a la NBA, Luka Doncic y Usman Garuba. Ahí se mantienen desde hace años dos tipos de los que se lleva anticipando su retirada varias temporadas: Rudy Fernández (38 años), Sergio Llull (36 en unos pocos meses) y Fabien Causeur (otro que roza los 36). A ellos se ha unido esta temporada otro ilustre veterano de la «temporada perfecta» de 2015, Sergio «Chacho» Rodríguez, a punto de alcanzar los 37 palos.

Pues bien, todo hacía presagiar que la transición estaba en marcha en ambas plantillas y que el equipo sufriría si seguía depositando su confianza en los veteranos, en esos veteranos que parecían habernos regalado ya su último y glorioso baile la temporada pasada. Y sin embargo, aquí estamos los madridistas, ilusionados de nuevo en una semana decisiva en la que el Real Madrid está a un partido, a una sola victoria en ambos torneos, de repetir finales en la Champions y la Euroliga. Hay indicios racionales que nos hacen pensar que este año está más complicado que nunca.

En fútbol, la dejadez en Liga ha sido desesperante por momentos. Bien es cierto que a esa aparente desidia parece haber contribuido el escándalo que supone que, una vez destapado el caso «BarçaCTAgate», o «Negreira», como quiere la mayoría de la prensa vendida, las instituciones del fútbol profesional se han puesto al servicio del Barça para decir que aquí no ha pasado nada (LFP y Javier Tebas, «el Barcelona podría ser una víctima»), que Negreira no era nadie (Medina Cantalejo, CTA) o que de momento no se ha demostrado nada (Rubiales). Todos ellos alentados por una prensa más preocupada por los gestos de Vinícius que de investigar o hablar día tras día de la bochornosa ausencia de sanciones en este caso de corrupción deportiva. El Madrid está a 14 puntos del Barça, y aunque el sistema se ha encargado con sus decisiones, designaciones y manipulaciones de VAR de hacernos ver que todo está igual que antes con los pagos a Negreira, esa no es la diferencia real entre ambos equipos, como se vio en la eliminatoria reciente en semifinales de Copa del Rey. Pero al Madrid, jugando como ha jugado numerosos partidos de esta Liga, no le daba para adelantar a este flojísimo Barça, que se ha dedicado a cerrar su retaguardia (solo 14 goles en contra) y esperar sus oportunidades. Y ha merecido ganar la Liga por delante del Madrid, me cabrea, pero es así.

Otra cosa muy diferente es lo ocurrido en Europa. Al Barça de Xavi no le daba, como se vio al caer de nuevo en fase de grupos y luego en la Europa League. Por el contrario, si el Real Madrid bordeó o superó el milagro en varias eliminatorias de la temporada pasada (PSG, Chelsea y City), en este año ha demostrado una solvencia incontestable: 6-2 sobre el Liverpool en el global, y 4-0 sobre el Chelsea. Contra el todopoderoso City de los 1.500 millones en fichajes y Haaland para rematar cualquier cosa que caiga en el área, el equipo jugó con solvencia y pudo llevarse el partido del Bernabéu perfectamente.

El equipo de baloncesto no está teniendo su mejor temporada, su primera temporada post-Pablo Laso. A las críticas a Chus Mateo por la gestión de la plantilla, se unen unos resultados discretos hasta la fecha (al margen del título en la Supercopa en septiembre): eliminados en semifinales de Copa del Rey, terceros en Liga y en fase regular de la Euroliga, y sobre todo malas sensaciones tras haber bajado las prestaciones en los últimos meses de competición. La hecatombe parecía cercana tras el 0-2 en la eliminatoria de playoffs con el Partizán de Obradovic. O tras la machada de vencer en los dos partidos de Belgrado, cuando el equipo caía por dieciséis puntos al descanso. Muchos lo daban muerto, aunque alguno aún creíamos en el milagro:

«No era posible», como describe Emilio Dumas, pero «lo que no era posible se hizo posible». Y se logró con los tres veteranos en pista, con Llull, Rudy y el Chacho, que se quitaron quince años de encima cada uno y reventaron el partido. El Chacho Rodríguez anotó 19 puntos en 19 minutos, su mejor actuación en mucho tiempo. Rudy no anotó un solo punto, pero robó dos balones importantísimos en defensa y rebaño dos rebotes en ataque cuando el equipo estaba lanzado. Se dejó el hombro en una jugada con Exum, tuvo que ser asistido en la banda y circula por las redes un vídeo en el que Chus Mateo le pregunta en los últimos segundos: «Rudy, ¿estás para defender?». Joder, no puede tirar a canasta, ni levantar el brazo más allá del hombro, pero le pregunta si puede ser la mosca cojonera que es en defensa. Y Llull, qué decir del denostado Sergio Llull. Llevaba 0 de 4 intentos, y en los últimos cinco minutos anota ocho puntos sin fallo, mandarina incluida. Los cracks de la nueva hornada, Musa y Mario Hezonja, se subieron al carro de la remontada inverosímil y se dejaron hasta el último aliento para hacerlo posible. «No puedo describirlo», como dijo el bosnio Musa al finalizar. O como dijo el croata Hezonja: «Tenemos tantos lesionados que ya no sé ni quién juega. Se nota el corazón ganador, estábamos hablando de subir el nivel, lo hemos subido en defensa y hemos ganado». «El Real Madrid siempre ha sido un equipo así».

Pues en esas estamos, «veteranos y noveles», como reza el himno, a un paso de plantarse en dos nuevas finales de las máximas competiciones europeas. El reto es mayúsculo, seguramente aún más complicado que hace un año.

El Manchester City lleva una racha brutal en su estadio, con 14 victorias consecutivas. Y 22 de los últimos 24 partidos ganados. El Madrid no ha pasado nunca en una eliminatoria en la que jugó la vuelta en campo contrario con el 1-1 de la ida. En mi memoria retumba la noche de pesadilla del 5-0 en Milan, el que podría decirse que fue «el último baile» de la Quinta del Buitre en Europa. El City parece intratable, y en el Madrid llegan tocados Camavinga y Vinícius, y dos jugadores clave en su peor momento de la temporada: Benzema y Militao.

Actualización: pues no pudo ser y lo peor fue la sensación de que no estábamos en condiciones de competir. No me sale cabrearme con este grupo irrepetible de jugadores que tantas alegrías nos dieron en el pasado. 5 Champions desde 2014, qué maravilla. Par alguien que vivió su primera Champions con 28 años, lo anormal es lo que hemos vivido. Fin de ciclo, a reconstruir de nuevo, sobre una base de jóvenes con talento, que los tenemos ya instalados en el top mundial.

En baloncesto se ha confirmado hoy la ausencia casi segura de Vincent Poirier, el único jugador de la plantilla que podía ofrecer minutos de descanso a Edy Tavares. Su baja se suma a la de Deck por lesión tras la segunda batalla en Belgrado, y de Yabusele por sanción tras la tangana de Madrid. Tres bajas clave en un puesto básico. Enfrente, el F.C. Barcelona de Jasikevicius y Mirotic, el único equipo que solventó su eliminatoria por la vía rápida (3-0 al Zalgiris). Tendrán una baja destacada, la del base Cory Higgins, para mí, quizás su jugador más temible, aquel al que peor defiende el Madrid.

Claro que algo parecido nos temíamos en las semis de 2014 y los nuestros batieron el récord de la mayor paliza en la Euroliga a esas alturas de la competición (100-62). Con unos incomensurables Rudy Fernández, Sergio Llull y Chacho Rodríguez (21 puntazos), a los que se unió un gran Nikola Mirotic, por aquel entonces en el «lado bueno», jejeje.

Puede que estos grandes jugadores nos regalen otras victorias épicas. Lo normal sería lo contrario. Si lograran acceder a la final, sería el penúltimo baile para una generación única. Y sería el penúltimo, porque sé que todos les pediríamos uno más. The last dance.

Apéndice:

El Madrid tendrá que competir contra todo esto. Y también contra lo que predice la Inteligencia Artificial, el popular ChatGPT, que otorga pocas posibilidades a los nuestros. Aquí os dejo un ejercicio que hice con esta aplicación:

El Madrid también tendrá que derrotar a ChatGPT.

¡¡¡Llull, Llull, Llull, Llull!!!

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Barney, 26/04/2018

El retorno del guerrero Sergio Llull a las canchas de juego no fue como esperábamos. Fue peor, y a la vez fue infinitamente mejor. Estoy seguro de que ni siquiera él mismo lo había imaginado de ese modo. Pese a que el miércoles había partido de semifinales de Champions en Múnich, mi prioridad en esos momentos estaba en el baloncesto y en contemplar in situ el regreso de este menorquín que tantas veces nos ha levantado de los asientos.

Mi hijo y yo teníamos claro que no queríamos perdernos ni el calentamiento del 23, ni mucho menos la presentación del jugador por megafonía, con el Palacio en penumbra apenas iluminado por bengalas y luces de diseño. La expectación era máxima y el ambiente en las gradas crecía en intensidad aumentado por el speaker y el movimiento acompasado de esas manos gigantes que nos dieron a los espectadores con la leyenda “Vuelve Llull” y la cara del jugador con el grito característico de rabia que suele acompañar sus mayores proezas.

Sergio Llull se lesionó el 9 de agosto de 2017 durante un partido de preparación con la selección española. Rotura del ligamento cruzado anterior de la rodilla derecha. Seis, siete, ocho, nueve meses de baja, quién sabe. La temporada casi completa. En aquel momento hablé con amigos aficionados al baloncesto, con mi hijo, que sabe de la NBA más que la mayoría de periodistas deportivos, y a todos les transmití el mensaje que publiqué en Twitter: “Mucho ánimo. Llegarás a tiempo de darnos la Liga”. En enero subí mi apuesta: “¡Y también la Euroliga!”

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A este estado de ánimo y euforia no contenida ayudó el seguimiento que muchos fuimos haciendo de la evolución de la recuperación de la lesión que Sergio Llull publicaba periódicamente en redes sociales en forma de pequeños vídeos. Sudor, esfuerzo, sacrificio, concentración,… Rocky Balboa pensando en Apollo Creed. Los dientes apretados, la seguridad en la mirada, el pelo empapado en sudor,… la imagen de un tipo que iba a triunfar en su empeño.

Creo que éramos muchos los que anhelábamos el regreso del bueno de Sergio y los que deseábamos que desde el primer minuto todo le fuera de cara. Que anotara su primer tiro, un triplón cayéndose a un lado, que robara un balón, que hiciera uno de los espectaculares mates made in «El increíble Llull»,… nada de eso sucedió. Creo que la ansiedad por lograr esa primera canasta, acrecentada por el aliento de todos los que estábamos en la grada, le hizo tomar varias malas decisiones que le llevaron a marrar sus primeros tiros. Nada de eso nos desanimó, y mucho menos iba a hacerlo con él, el tipo de los huevos de hormigón armado que agradecía al público cada muestra de cariño. Menudo ambiente vivimos, enormes como siempre los Berserkers.

En el descanso me encontré en las gradas con Fer, un amigo de la infancia famoso en el colegio por su tiro lateral de tres y cuatro metros, y hablamos del ansiado «momento Llull» que tanto esperábamos. «Tiene que llegar», asentimos.

Los equipos griegos son muy perros, admirables, pero muy perros. O el símil debería de ser más bien con los gatos, por la cantidad de vidas que tienen. El Madrid amenazó con romper el partido varias veces, ocho puntos, remontaban los griegos, siete puntos, volvían a igualar, trece de ventaja al inicio del tercer cuarto, y en un suspiro estábamos de nuevo empatados. ¿Quieres huir del estrés del trabajo? No vengas al baloncesto salvo que estés buscando una terapia de choque.

Todo quedaba por decidir al inicio del último cuarto y Pablo Laso se la jugó con Llull en cancha, pese a que no estaba fino. Hasta cinco triples llegó a fallar «el aeroplano de Mahón» y un tiro de dos, sin estrenar su casillero, lo que le ponía en un desolador 0 de 6 en tiros de campo que no era el re-debut soñado por todos nosotros. En un día en el que el Madrid se jugaba tanto, la apuesta de Laso era cuando menos arriesgada. Pero «el momento Llull» llegó cuando quedaban poco más de cinco minutos y el marcador señalaba una ventaja mínima de los nuestros, 62-61. Sergio pidió el balón y se fue directo a canasta pese a la defensa de Rivers y la ayuda de Gist. La dejó en lo más alto del tablero y el balón cayó suavemente dentro. El griterío fue ensordecedor. A la importancia de la canasta se unió la satisfacción de ver cumplido el retorno del infatigable Llull. 

Pero ahí no terminó la cosa. Como los griegos siguieron peleando de modo encomiable hasta el final, con 64-63 y a falta de menos de cuatro minutos, Llull se jugó dos triples demenciales para cualquiera, no digamos para alguien con el escaso acierto que llevaba el menorquín hasta el momento. ¡Chof, chof! El silencio del balón en el aire reventó con la locura que estalló en el pabellón, ¿pero qué has hecho, Sergio? Los pelos como escarpias, ¡vaya momentazo! Y Llull gritando de nuevo en el centro de la cancha, como en los mejores tiempos. Un grito contagioso, un aullido que te anima a unirte a la locura.

Sergio Llull tiene el gen madridista al que ya me he referido aquí en varias ocasiones, el de Petrovic, Sabonis, Fernando Martín o el Chapu, el mismo que mostró Felipe Reyes en el segundo partido de la serie en Atenas, cuando más complicado parecía todo. Es ese gen que lleva a un tío de 37 años que lo ha ganado todo a dejar en pañales a los pívots rivales o a sus propios compañeros, como ese Eddy Tavares que es más alto, más joven y más fuerte, pero que carece del tesón y la fuerza mental del capitán o de Llull.

Los dos triples pusieron el 70-63 en el marcador, pero un minuto después los griegos volvieron a demostrar lo que decía acerca de sus mil vidas y empataron el partido (tremendos Calathes y Mike James). Pero no podíamos perder en un día así y un triple final de Carroll (tras asistencia de Llull) nos dio la tranquilidad que nuestros corazones demandaban.

Ha vuelto Llull, el marciano capaz de cascar 5 triples sin fallo en un cuarto de la final de Liga al Barça, el mismo que le anota tres triples en el último segundo de tres cuartos a los Oklahoma City Thunder o hace un mate con la zurda entrando en la zona rival como un obús. Si alguno tiene dudas de las razones de nuestra admiración por este jugador, le dejo este vídeo. Aquí está la canasta ganadora de la Copa del Rey contra el Barça, la del Fuenla, Baskonia, y por supuesto, la de Valencia, la que mejor define el espíritu competitivo de este crack al que no le va a frenar ni siquiera una canasta rival a falta de un segundo:

Ha vuelto Llull. La temporada pasada llegó fundido a la final de la Liga y a la Final Four. Se nos ha escapado la Copa del Rey por muy poco (y algún palo que otro). Este año está fresco y con los colmillos afilados. La mejor noticia posible cuando queda lo más importante de la temporada.

P.D.: ah, sí, el Madrid de fútbol ganó 1-2 en Múnich, pero eso empieza a pertenecer a lo rutinario.

¡¡¡Ba-lon-ces-to!!! (Barney)

Basket

En mi urbanización todavía no había dejado de oírse el eco de nuestros gritos de «¡Campeoooones, campeoooones, oé, oé, oé!», cuando he decidido sentarme frente al ordenador para colgar una entrada que llevaba tiempo queriendo escribir. El Real Madrid de baloncesto acaba de ganar su 32ª liga frente al eterno rival, y lo ha hecho a lo grande, ganando en el Palau, sin sufrir demasiado (un poco en el tercer cuarto) y poniendo un contundente 3-0 en el marcador. Hace apenas un mes disfruté a lo grande también con la victoria en la Euroliga en el Palacio de los Deportes de Madrid (ahora llamado BarclayCard).

Habrá quien me quiera tachar de ventajista por ponerme a escribir cuando ganan los míos, o habrá quien recurra al tópico de «ya están los merengues agarrándose al baloncesto cuando les falla el fútbol». Y se confundirán, porque ya dejé mi particular enhorabuena a los culés la misma noche de su victoria en la Champions de fútbol, o una entrada muy crítica con el Madrid de fútbol apenas unas horas después del 4-0 que el Atleti nos enchufó este año.

«¡¡¡Ba-lon-ces-to!!!», gritó Pepu Hernández en 2006 tras la victoria de la selección española en el Mundial de Japón. Era su llamamiento por este deporte, porque se le prestara más atención. Porque un buen partido de ba-lon-ces-to fuera en las noticias por delante de un entrenamiento del Madrid de fútbol, o de la llegada de Messi y compañía al aeropuerto el día antes de un encuentro. Chorrada de noticias.

Pues bien, el Madrid de baloncesto lo ha ganado todo este año: Supercopa, Copa del Rey, Euroliga y Liga española. Y lo he disfrutado desde el principio. Como un enano, en compañía de mi hijo. No es ventajista por mi parte, ni me estoy agarrando al basket porque el fútbol nos haya fallado, entre otras cosas porque este año, por primera vez en mi vida, nos hemos hecho abonados del baloncesto. Cada día me gusta más, hasta el punto de superar al fútbol ahora mismo en mis preferencias. Y no soy el único, tengo varios amigos que me han comentado lo mismo esta temporada. Por eso digo que quería escribir este post desde hace tiempo.

El que haya seguido estos modestos escritos habrá visto lo harto que estoy de las soplapolleces del fútbol, como en aquel I love this game! allá por septiembre, en el que comparaba el esfuerzo y la dificultad de los jugadores de baloncesto frente a los señoritos del fútbol que se siguen quejando por jugar miércoles y domingo. Comentaba también la capacidad del deporte de la canasta de adaptar las reglas para buscar más espectáculo, sin complejos, sin medias tintas, no como esa FIFA de mangantes. En Que aprendan también del rugby ponía a caldo el teatro y la poca nobleza de algunos futbolistas, tretas impensables en otros deportes como el rugby o el propio baloncesto.

Este año en el Palacio hemos disfrutado de cada partido, hemos visto un espectáculo enorme, vistoso, entretenido, un público entregado a su equipo y sobre todo, un ambiente mucho más sano que el del fútbol. Voy poco al Bernabéu (cuestión de pasta, con unos precios vergonzosos en ocasiones) y he sentido rabia y asco al ver a miles de personas pitar a los «nuestros». A Marcelo, porque estaba gordo, a Ramos por perder un balón, a Arbeloa, «¡cono!», a Illarra,… Lo de Casillas ha sido lamentable, tampoco quiero insistir. Se va a ir por la puerta de atrás. Como Hierro, Del Bosque o Raúl. Qué crack eres, Florentino. Reconozco que he sentido envidia del Barça y la despedida de Xavi. Ahora podrá ser jardinero, su vocación frustrada, siempre opinando del estado del césped.20150621_123426

Por mil razones me estoy alejando del fútbol y estoy cada día más cerca del basket. En el Palacio de los Deportes no se pita a los jugadores, sino todo lo contrario. Sólo alguna vez hemos visto algún amago de pitada, algún pito hacia Rudy en esos días en que se lanzaba varias mandarinas desde 8 metros. Mi hijo ha grabado algún vídeo del ambiente mágico que hemos tenido en esta temporada que acaba de terminar.

La plantilla de baloncesto

Qué equipazo hemos tenido estos últimos años. Basándonos en los nacionales, los Sergios («¡Llull, quédate!»), Rudy y el que algunos daban por acabado y ha sido MVP de la temporada, Felipe Reyes.

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El tío con más huevos que ha llevado esta camiseta después de Fernando Martín. Los extranjeros han servido para complementar esa base nacional:

– Gustavo Ayón, el mexicano al que el Barça no quiso, y que ha ido mejorando partido a partido, tanto en defensa como en ataque.

– K.C. Rivers, un tío que llegó como tirador, pero al que Laso ha sabido controlar y reconvertir en un buen defensor. Y sólo le dejaba tirar en posiciones claras, no como al principio de temporada, que lanzaba mucho más.

– Jonas Maciulis, el lituano que ha jugado pocos minutos, pero ha cumplido siempre (en la final de la Euroliga estuvo enorme).

– Carroll, el mejor tirador de la ACB, pero inconstante. Ha sido clave en días en los que se le necesitaba, como en la final de la Euroliga, o como esta tarde (canastón a falta de 18 segundos).

– Marcus Slaughter, torpe como pocos en ataque, pero muy ágil y válido cuando hacía falta defender, incluso a los bajos del equipo rival, como en la anterior eliminatoria contra el Valencia Basket.basket2

– Los pívots altos, los dos más flojos de toda la plantilla esta temporada. A Salah Mejri le faltan los kilos que este año le sobraban a Bouroussis. Supongo que ahora al acabar la temporada nos enteraremos de por qué el griego no ha jugado ni un minuto en los play offs, un tío con sueldo de futbolista y que hace apenas tres años estaba en el quinteto ideal de la Euroliga. Ahí pesaba algo más que el sobrepeso. Ha sido el «Mirotic» de esta temporada.

basket5– Dejo para el final a uno de mis favoritos, el Chapu Nocioni, MVP de la final de la Euroliga. Ese argentino al que le debemos el punto extra de intensidad en defensa y en ataque que tanta falta hace en momentos del partido. Sus dos triples de hoy o de la final de la Euroliga, o los tapones de la final de Copa son sus grandísimas aportaciones a estos títulos.

– Campazzo y Doncic han contado con pocos minutos, pero estábamos todos tan eufóricos en la grada que celebrábamos sus salidas a pista como si fueran un premio para nosotros. «Chaval, calienta, que vas a salir».

Detrás de todos ellos, organizando el cotarro, Pablo Laso. El año pasado estuvieron a punto de cesarlo tras perder la Euroliga. Le criticaron muchísimo todas sus decisiones, aunque la única reprochable, a mi modo de ver, fue que en la final de liga contra el Barça hiciera lo que no había hecho el resto del año, rotar poco y fundir a los jugadores. Jugar con 7 la final, cuando el resto del año lo había hecho con los 12 de la plantilla.

Ha aprendido muchísimo y se le ha notado este año, en la Final Four, y en la liga. Le ha dado varios baños a Xavi Pascual, un tío que me cae muy bien, pero al que me temo que se van a cargar.

La renovación del equipo de fútbol

No nos hemos comido un colín en fútbol, y lo que es peor, el Barça lo ha ganado todo. Así que ahora toca renovar al equipo y lo que debería hacer Florentino es seguir el ejemplo del basket. Como de baloncesto no tiene ni idea, no se ha metido a tomar decisiones. El problema es que se cree que sabe de fútbol (al igual que todo españolito medio, entre los que me incluyo), y por eso toma las decisiones que toma.

El primer paso, traer a un entrenador que conozca bien la casa, Rafa Benítez, como en el baloncesto con Laso, ya lo ha hecho. Ahora que le deje hacer, espero que no se meta en las decisiones deportivas: Bale jugará sí o sí, Casillas es un símbolo, vendo a Makelele porque no es comercial, y como he vendido a los medios centros, me traigo a Gravesen o Pablo García, los buenos jugadores siempre se entienden, aunque jueguen en el mismo puesto, Beckham-Figo, Danilo-Carvajal,…). Me temo que si se mete en la parcela del entrenador, para septiembre tenemos una espantada de Benítez a lo Camacho.

Y una vez que deje al entrenador tomar sus decisiones, que se base en los jugadores nacionales y lo complemente con los extranjeros, no a la inversa. He sentido vergüenza con alineaciones del Madrid con nueve y diez extranjeros. En este aspecto también he sentido envidia del Barça.

Que no se carguen la competición de baloncesto

Un último apunte y acabo. Las últimas 4 finales de liga de baloncesto las han jugado el Madrid y el Barça, como 3 de las 4 últimas Copas del Rey, o las últimas 3 Supercopas. La igualdad con el resto de equipos se ha reducido mucho, aunque no tanto como en el fútbol, y se puede terminar cargando la competición. Entre esta disminución de la competencia y los horarios tan pésimos de la final, las audiencias han sido bajísimas, no han llegado al millón de espectadores.

La pasta del fútbol puede acabar con un espectáculo como es la liga ACB, como ya explicamos recientemente con las cuentas anuales de Madrid y Barça (déficits de 18 y 24 millones que sólo equipos con la pasta del fútbol pueden cubrir). El baloncesto europeo es más atractivo que la NBA, aunque los jugadores no tengan ese físico portentoso ni sean tan espectaculares. Es mucho más táctico, con estrategias, cambios de ritmos, defensas, juego en equipo,… Que no se lo carguen, por favor. Y ahora, a Cibeles, que este año sólo el baloncesto me ha llevado hasta allí (el Mundialito y la Supercopa de Europa no merecían tal viaje).

Cara Barney