¡Oh capitán, mi capitán!

BARNEY, 01/05/2022

Con el título de Liga obtenido ayer por el Real Madrid de fútbol, el brasileño Marcelo Vieira supera a Don Francisco Gento en cuanto a número de títulos con la camiseta blanca: 24 frente a los 23 de la Galerna del Cantábrico. No soy amigo de estas estadísticas que ponen en el mismo plano una Champions que un Mundial de clubes y comparan épocas diferentes, cuando antes no se disputaban tantos títulos, pero el dato en sí dice mucho de su larga carrera: es el jugador más laureado en el club de fútbol más exitoso del mundo. Me llevé una enorme alegría ayer cuando vi la sonrisa de Marcelo al recoger el trofeo, cuando lo vi disfrutar por el campo o en el abrazo a Modric tras el 1-0 que casi certificaba el título.

Aunque sin duda la foto de ayer, de una jornada memorable en instantáneas, es la que muestra al capitán encaramado a la Cibeles con el rojizo atardecer madrileño de fondo:

Marcelo es puro madridismo, un tío que ha disfrutado todos y cada uno de sus dieciséis años en la primera plantilla y que ha dado siempre muestras de su cariño al club. Ha sido irreprochable en su actitud incluso cuando el físico, como estas últimas temporadas, no le ha acompañado. Los madridistas pensábamos que iba a ser imposible encontrar un reemplazo a Roberto Carlos en el lateral izquierdo y durante una década tuvimos un artista como ha habido pocos sobre un terreno de juego:

En la última Champions del Real Madrid, en 2018, destacó incluso en lo que no era su especialidad: marcó en Turín y Múnich, y anotó en Madrid frente al Paris Saint Germain. La temporada anterior, en el partido de vuelta frente al Bayern (4-2 en el Bernabéu) dio uno de los mayores recitales defensivos y ofensivos que se recuerda en un campo.

Siempre ha estado ahí para lo que el equipo necesitara, ha sabido echarse a un lado cuando otros comenzaban a despuntar en su mismo flanco izquierdo (Mendy, Reguilón, Miguel Gutiérrez, incluso Coentrao durante algunas temporadas) y ha tratado de aportar cuanto ha podido. Para la historia quedará esa prórroga reciente contra el poderoso (físicamente superior) Chelsea, una prórroga que el Madrid afrontó con la defensa más insólita en décadas: Lucas y Marcelo en los laterales, Carvajal y Alaba como centrales. Supo dar la talla, luchar contra sus limitaciones y jugar con la veteranía para sacar el partido adelante. El brazalete de capitán que portaba ayer durante el encuentro es un premio a su trayectoria.

La capitanía en el fútbol añade un componente extra a los valores estrictamente futbolísticos. Significa jerarquía, dominio de la situación, un modelo en el que fijarse los jóvenes, una autoridad sobre rivales e incluso el árbitro a la hora de cuestionar algunos lances del juego. Es el referente emocional del equipo, el que debe transmitir a los demás el ánimo, la prolongación del entrenador cuando los jugadores saltan al campo. Y Marcelo ha sido siempre un diez, aunque no portara el brazalete. Gerrard en el Liverpool, Del Piero en la Juve, Pirlo en la selección azzurra, Carles Puyol en el Barça fueron grandes capitanes, tipos cuyo objetivo era procurar lo mejor para el equipo por encima de egos o individualidades.

Resulta curioso que el Real Madrid haya sido mejor entendido por muchos jugadores extranjeros que por los propios nacionales: Marcelo y Karim Benzema son los dos grandes capitanes este año, como también podrían serlo Luka Modric, Casemiro, Toni Kroos o, en breve, David Alaba. Sergio Ramos tuvo sus años, transmitía personalidad sobre el campo, pero un entorno que lo aconsejaba equivocadamente y su amistad con una prensa nociva hacen (para mí) que no sea el tipo de capitán que me satisface. Como Cristiano Ronaldo.

Sergio Ramos terminó su carrera en el Real Madrid con 22 títulos, y ayer por la tarde dejó un mensaje de felicitación al club en redes sociales. Podía haber estado ahí con Marcelo celebrando el 24º título, pero sus estupideces y malas decisiones lo llevaron a un club en el que apenas ha jugado y en el que ha sido receptor de un buen número de críticas. El capitán de un equipo como el Madrid no puede tratar de conseguir más pasta amenazando con irse al Manchester United, o contando al presidente que se marchaba a China y quería hacerlo gratis, o rechazando una oferta de renovación del club mientras se lesionaba en los bolos con la selección o contaba en los medios afines (que eran muchos) que quería jugar la Euro, los Juegos Olímpicos y el Mundial. Todo ello mientras pedía más pasta al club con los 35 bien cumplidos. El capitán de cualquier club no puede decir que ha tirado un penalti sin ser el designado por el entrenador porque «llevaba pocos goles esta temporada», o que le parecen bien los pitos a un compañero como Gareth Bale, por muchos méritos que pueda hacer (no entiendo lo de ayer, por ejemplo, salvo un pacto con el club).

Un brasileño como Casemiro entiende mucho mejor lo que debe hacer un gran capitán. Es el tipo que pone orden en el terreno de juego. La jerarquía se demuestra en acciones como la que tuvo con Milner en los cuartos de final de Champions la temporada pasada. Los reds salieron a intimidar y durante los primeros minutos realizaron varias entradas de gran dureza, como la de su capitán Milner a Karim. Hasta que Case, el gran Case, puso a cada uno en su sitio: «no nos vais a intimidar, antes te saco yo a patadas del campo». A los compañeros se los defiende.

La prensa pro-Ramos criticó duramente al club por no renovar al central, pero el tiempo termina poniendo a cada uno en su sitio. Entre las soplagaiteces que se dijeron, me llamó la atención una de las más gordas: que el Madrid perdía liderazgo sobre el campo, que no tenía jugadores con la entidad para portar ese brazalete. Aun dejando a un lado a Karim Benzema, que ha dado otro salto superlativo este año, sorprende que sus periodistas feladores olvidaran que el Madrid contaba entre sus filas con el capitán de Croacia, con el de Alemania, o con el que ocasionalmente ejerce las veces en Brasil, al margen de los olvidados Hazard y Bale, que también llevan con asiduidad el brazalete de Bélgica y Gales.

Para mí el gran error de Ramos fue hacer caso a su hermano René (lo conocí en persona y… bueno, me callaré) y a sus amiguitos de la prensa y no blindarse junto a sus compañeros de plantilla. O hacer negocios con Gerard Piqué cuando ya se ha visto cómo las gastaba este a sus espaldas. Piqué es otro caso sintomático: toda su vida en el Barça y qué pocas veces ha ejercido de capitán, porque sus propios compañeros, en votación secreta, preferían a Messi, Iniesta, Busquets y Mascherano. El capitán debe ser ese líder que se va a desvivir por ti, nunca ese otro para el que su imagen es lo que se antepone a todo lo demás, incluso al club.

La plantilla de baloncesto del Real Madrid ha vivido también unos meses convulsos, que parecen haber concluido tras la expulsión de la plantilla de Thomas Heurtel y Trey Thompkins. Al capitán Sergio Llull se le ha machacado en redes sociales por su baja aportación, sus malos números o lo flojo que ha estado en defensa frente a algunos rivales. Pero siempre ha estado ahí, asumiendo la responsabilidad cuando el balón quemaba a los demás, dando la cara para que se la partan mientras otros superclase como Heurtel hacían lo mínimo o salían de copas antes de un partido decisivo en Atenas. Llull ha sido un referente para sus compañeros porque incluso cuando el físico no daba más de sí, lo intentaba, ejercía los galones y se jugaba algunas canastas decisivas como en la final de Copa. Por eso me alegré tanto de sus buenas prestaciones ante el Maccabi en la eliminatoria que ha llevado a los de Laso a una nueva Final Four. «¡Llull, Llull, Llull!», muchas veces más en el Palacio de los Deportes. Como en su día lo fue Felipe Reyes, otro gran capitán. Como puede llegar a serlo Rudy Fernández.

Este año se retira Marcelo, al menos del Madrid, y el «Oh capitán, mi capitán» del título está dirigido a Karim Benzema, un jugador que lleva catorce temporadas en el club, del que no sabemos ni quién es su representante, que ha renovado solo tres veces en este tiempo, que ha sabido adaptarse a lo que requería el equipo (no hay más que ver su papel con CR7 al lado y sin él) y que ahora ejerce un coaching diario y constante con los jóvenes, en especial con Vinícius Jr. Como Modric con Rodrygo Goes. Un apadrinamiento, como lo define mi amigo Pepe Kollins:

Como Benzema está ejerciendo de gran capitán ya ha salido la prensa metemierda a polemizar con el francés diciendo que en el descanso del partido contra el Getafe tiró el brazalete al suelo visiblemente cabreado. Lástima que sea tan fácil de desmontar la patraña una vez más: ese día el capitán era Marcelo.

Si es que… Enhorabuena al Real Madrid por el título, a Marcelo, Ancelotti, Karim y a todos los miembros de la plantilla. Tiene mucho mérito ganar la Liga de Tebas, la de los apaños Geri-Rubi, la de Medina Cantadelejos y el CTA, la de los medios hostiles, la de los criterios financieros cambiantes y los chantajes para firmar con CVC. Enhorabuena y ahora, sin más celebraciones, a por el City y la Champions, que me encantaría ver el careto de Ceferino en París entregando la copa al capitán del Real Madrid.

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