Una furgoneta del siglo XIII, por Travis

Reconozco que tengo una sensación agridulce tras mi última entrada (Libros de atrezzo). Una sonrisa de oreja a oreja porque pude comprobar que soy capaz de inventar cosas con convicción, lo cual puede ser muy útil (y peligroso) en la vida diaria, y una ligera sensación de fastidio al saber que hubo gente que se creyó todo lo que contaba, pese a que me despedía con un «disculpadme la broma, amigos». Por si no quedó clara la cosa, todo lo referido al «libro intruso» era mentira, pura ficción, no así las imágenes de contenido sexual en películas de Disney.

Quizás lo único cierto en mi ficción sea que Sigue leyendo

Frases de cine para usar en el trabajo (II)

Continuación de: Frases de cine para usar en el trabajo (I).

No quiero terminar como Lester Burnham en ese fenomenal arranque de American Beauty, cuando le vemos despertarse pesadamente para ir al trabajo, con una desgana absoluta, y le escuchamos:

En cierto modo, ya estoy muerto.

Después de disfrutar de «el mejor momento del día» en la ducha, acude en coche medio adormilado mientras su voz en off nos cuenta que:

He perdido algo. No estoy muy seguro de lo que es,

pero sé que no siempre me he sentido tan apático.

La motivación, como anuncié al final de la primera parte de esta recopilación de citas. Las ganas de levantarse cada mañana, cuya falta puede convertir tu rutina diaria en un infierno si no le pones remedio. El bueno de Lester parece encontrarlo cuando manda todo al carajo y presenta a su superior un escrito con la descripción de su trabajo, algo que desde ese ente casi siempre invisible llamado la Dirección habían solicitado a la plantilla porque había que acometer «ajustes»:

Habré visto esta escena un millón de veces y me sigo riendo como la primera vez. Me la sé de memoria, aunque espero no necesitarla nunca:

Mi trabajo consiste básicamente en ocultar mi desprecio por los cerdos de Dirección, y al menos una vez al día meterme en el lavabo para cascármela, mientras sueño con vivir una vida que no se parezca tanto al infierno.

Como dije en una entrada hace eones, Lester Burnham no es un ejemplo a seguir, ni lo pretende, pero lo que me interesa de su filosofía aplicada al mundo laboral (y a su vida personal) son sus ganas de recuperar ese «algo» que dice haber perdido. Y cada uno busca ese «algo» por lo que levantarse cada mañana de una manera diferente. Lester opta por algo radical:

Quiero la menor cantidad posible de responsabilidad.

El dinero es secundario, hablamos de otra cosa, de recuperar una vida, la motivación, las ganas de levantarse por la mañana ya sea para hacer deporte, ir al trabajo o retozar con tu mujer. A Lester le da igual la pasta, y eso es lo que me gusta de él. En cierto modo, su impulso es el mismo que siente Jerry Maguire / Tom Cruise cuando se pone a escribir su declaración de objetivos bajo el título Las cosas que pensamos y no decimos:

Odiaba mi lugar en el mundo (…) Habíamos olvidado lo que era importante (…) De repente, todo estaba muy claro. La respuesta era menos clientes, menos dinero. Más atención (…) Empezar nuestra vida de verdad (…) Era el yo que siempre había querido ser.

El empleado de la copistería donde lleva la declaración para imprimir las ciento diez copias que le costarán el despido le suelta mi frase favorita de la película:

Así es como uno se hace grande, con un par de pelotas.


Eso intento cada día en el curro, no olvidar quién soy o cuáles son mis principios. Con un par. Y sin embargo, la frase que todo el mundo recuerda de esta peli es la que suelta el personaje interpretado por Cuba Gooding Jr., mucho más acorde con este mercado laboral tan competitivo:

¡Enséñame la pasta! / Show me the money!

El dinero y la responsabilidad deberían ir parejos, aunque cada vez conozco más casos de gente que quieren lo primero (y el poder asociado) sin tener que soportar lo segundo sobre sus espaldas. A ellos va dedicada la cita de Ben Parker, el tío de Spiderman, aunque la frase original estuviera en un discurso de Franklin Delano Roosevelt:

Un gran poder conlleva una gran responsabilidad.

No todos los jefes lo asumen. Hace años hice un curso que utilizaba imágenes del deporte y escenas de cine para hablar de motivación en el trabajo, dirección de equipos, gestión de los recursos, etcétera. Hoy a todo esto se le llama coaching, que vende más. Recuerdo escenas de Profesor Holland, de El indomable Will Hunting, de un partido de Mourinho con el Oporto, y una muy conocida sobre esa clase de jefes despreciables que solo buscan su bonus importándoles un carajo su equipo. Es el famoso discurso de Alec Baldwin en Glengarry Glen Ross, basada en la obra de teatro del mismo título de David Mamet:

La buena noticia es que están despedidos. La mala es que tienen solo una semana para recuperar sus puestos, a contar desde esta noche.

Bueno, es otra forma de motivar, las amenazas y los insultos en los que se regodea el HdP de Mr. Fuck-off Alec Baldwin son un cohete en el culo para el equipo de vendedores. Reconozco que me he congraciado con este actor después de haberle odiado durante años por este papel y por ser el afortunado que se quedó con nuestro icono sexual ochentero Kim Basinger. Y curiosamente el mayor de los Baldwin ha recuperado mi afecto por dos papeles chorras paródicos: el de Torrente 5 y su parodia de Donald Trump en televisión, que le ha hecho ganar un Emmy recientemente.

Merece la pena buscar vídeos en YouTube de su caracterización del POTUS más peligroso desde George W. Bush.

¿Ves este reloj? Este reloj vale más que tu coche.

El año pasado gané 970.000 dólares, ¿cuánto ganaste tú?

Jefe tóxico, nocivo sin duda, pero hay otro detalle cachondo en el vídeo de Glengarry Glen Ross, ¿os habéis fijado quién es el segundo de Baldwin? Esa ladilla rastrera que parece asentir a cada insulto de Baldwin es Kevin Spacey, ¡joder, Lester Burnham! ¿Qué pasó con ese «tipo corriente sin nada que perder»? ¡Al final se salió del curro para encontrar otro en el que ganara más sin importarle tener que putear a sus compañeros!

Les desearía buena suerte, pero no sabrían qué hacer con ella.

Con esa evolución, no debe extrañarme que Lester Spacey o Kevin Burnham, vendido a la pasta, terminara siendo otro jefazo repulsivo en la divertida comedia Cómo acabar con tu jefe:

 Has trabajado duro para conseguir ese ascenso, pero no sé si puedo confiar en ti.

Finalmente, tras varias humillaciones a su abnegado colaborador Nick (Jason Bateman), le niega el ascenso para quedarse él con los dos salarios, con el actual y con el del puesto vacante, y aprovecha para ampliar su despacho ante el asombro de Nick:

– Hace meses que insinúa que habría un ascenso para mí y he estado trabajando duro para conseguirlo. ¿Me ha estado mintiendo?

– ¿Mintiendo? No, Nick, ¡motivando! Todos formamos parte del mismo equipo.

El equipo. La motivación. Dos de los mantras de los que tanto se habla en el trabajo, pero que tanto cuesta conseguir. Charles Chaplin en El gran dictador lo tenía claro:

No quiero que mis trabajadores estén descontentos. Fusiladlos a todos.

Al Capone, en la soberbia interpretación de Robert de Niro en Los intocables de Elliot Ness, tenía claro que el equipo tenía que funcionar sin fisuras. No estaban permitidos los errores ni los individualismos. Y utiliza la metáfora del deporte. El béisbol:

Un hombre está de pie en el puesto meta. ¿Qué está a punto de conseguir? Va a conseguir una proeza individual. Está allí de pie, solo. ¿Pero en el campo, qué es? Forma parte de un gran equipo. Mira, lanza, batea, corre. Pero es parte de un equipo. (…) Si su equipo no le ayuda, ¿qué pasa? (…) Jamás ganará el partido, a menos que el equipo le ayude.

Así que en este repaso veo distintos modos de motivar, algunos éticamente reprochables y legalmente dudosos, como el miedo, el insulto o la humillación. Pero otros son lícitos, aunque como decía al principio, no deberían ser los principales, como el dinero. El amiguete Josean dice haber conocido a tipos que se creen como El lobo de Wall Street, a los que definió como «lobos de las finanzas», tipos que compran los discursos de Leonardo di Caprio o Gordon Gekko (Wall Street):

Dinero, lujos, objetos caros, esa es la motivación de este equipo de trabajo:

 Mis putos guerreros que no colgarán el teléfono hasta que su cliente compre ¡o muera! (…) Sed feroces, sed despiadados. Sois unos putos terroristas telefónicos.

Cuando cumplí 26 años ya era el jefe de mi propia firma de inversiones. Gané 49 millones de dólares, lo que me molestó porque me faltaron 3 para ganar un millón a la semana.

Trabaja hasta que tu cuenta bancaria luzca como un número telefónico.

Habrá quien le valga, pero yo sinceramente prefiero otras cosas. Tiempo, libertad para hacer lo que me plazca, tranquilidad.

Lo mismo que anhela Lester Burnham, cuando «todo era diversión y jodienda«.

Despreocuparse por las cosas materiales, como Tyler Durden (El club de la lucha), porque «lo que posees, acabarás poseyéndote«. Porque «cuando lo has perdido todo, es cuando eres libre de verdad». «No sois vuestra cuenta corriente, no sois el coche que tenéis, no sois el contenido de vuestra cartera, no sois vuestros pantalones».

La sencillez de las cosas que pueden provocar una sonrisa o un momento de felicidad con los amigos, como le ocurre a Andy Dufresne (Cadena perpetua): «Todo lo que pido son tres cervezas para cada uno de mis colegas… Pienso que un hombre trabajando al sol se siente más hombre si puede tener una botella de cerveza«. «Creo que es la clase de emoción que solo puede sentir un hombre libre«, piensa su amigo Red (Morgan Freeman) cuando se ve fuera de la cárcel por primera vez en cuarenta años.

Tener esperanzas, como el Viggo Mortensen de Captain Fantastic parafraseando a su idolatrado Noam Chomsky: “Si asumes que no hay esperanza, entonces garantizas que no habrá esperanza. Si asumes que hay un instinto de libertad, que hay oportunidades para cambiar las cosas, entonces, quizá, puedas contribuir a hacer un mundo mejor«.

«La libertad y la simple belleza son demasiado buenas para dejarlas pasar«, nos recuerda Chris McCandless, el protagonista de Hacia rutas salvajes, «La libertad siempre nos fascina, la asociamos en la mente con el escape de las obligaciones, la ley y la opresión«. Escapar de las obligaciones,… No parece sencillo. Claro que la propuesta de este joven que lo deja todo para vivir su aventura personal en Alaska es demasiado radical, y hay frases de la película que bien podría pronunciarlas cualquier personaje de Los lunes al sol: «No quiero saber qué hora es. No quiero saber qué día es ni dónde estoy. Nada de eso importa«.

Y ya que hablo de discursos motivadores sobre la libertad, hay pocos como el de Braveheart antes de saltar al campo de batalla:

Puede que nos quiten la vida, pero jamás nos quitarán ¡la libertad!

Así te sientes capaz de hacer cualquier cosa, cuando luchas por tu ideal. Sé que me he ido un poco del tema, «frases que usar en el trabajo», así que voy a terminar con dos citas que utilizo con cierta frecuencia. Una, de Óscar Wilde, válida para hacerme una idea sobre todas aquellas personas que conoces en el trabajo a lo largo de años:

La primera impresión es siempre la buena, sobre todo cuando es mala.

Y dos, como no podía ser de otro modo, cierro con el inimitable Groucho y la frase con la que siempre «triunfo» en las cenas de empresa:

¿Llamas a esto una fiesta? La cerveza está caliente y las mujeres frías.