No sé si me va a salir un post muy pedante o no, pero es lo que tiene recurrir a citas, aforismos y referencias de libros o películas, que corres el riesgo de que te confundan con un tertuliano sabelotodo. La entrada de hoy habla de los propósitos para el nuevo año que acaba de comenzar, porque aunque hace años que digo que no me pongo objetivos, de puertas afuera, lo cierto es que sí lo hago. Son personales, pero concretos y medibles. Seguramente no coinciden con los tradicionales, que consisten básicamente en proponerse hacer ejercicio, dejar de fumar o aprender inglés, razón por la cual los gimnasios, los expertos anti-nicotina y las academias de idiomas se saturan en enero para quedar medio vacíos de nuevo en marzo.
Con el comienzo del año cambio de agenda y la de mi empresa tiene la costumbre de incluir una cita o un aforismo de algún autor conocido. Debo ser de las pocas personas que lee esas frases, de las poquísimas que encuadra las que le interesan y uno de los escasísimos frikis que las guardan en la memoria para utilizarlas cuando las necesitan. Habrá quien diga que es un recurso pobre para los mediocres que son incapaces de explicar con sus propias palabras sus reflexiones y fusilan las de otros. Me da igual, soy ese mediocre que a los que todo lo gritan y vociferan para imponer sus opiniones, respondo con la sentencia de Desmond Tutu: “no alces la voz, mejora tus argumentos”. Después de haberlo utilizado varias veces, alguno ya se lo sabe y me contesta:
– ¿Qué pasa? ¿Que tú nunca le gritas a nadie para que te haga caso?
A lo que contesto que, según Leonardo da Vinci, “quien de verdad sabe de qué habla, no encuentra motivos para levantar la voz”.
Pero hay otro gran objetivo que se pone mucha gente a principio de año y que puedes leer en las redes sociales o en artículos de prensa: ser feliz. ¡Toma ya! ¿Y de qué manera se consigue eso?
Había una película de 2006 titulada En busca de la felicidad, con Will Smith y su hijo, que contaba la historia del que luego sería bróker de bolsa Chris Gardner. La película era amable, agradable de ver porque el final es satisfactorio, y supongo que algo modificada para convertir en entrañables unos personajes que pasan por todo tipo de penurias y sufrimientos. ¿Por qué ese título para una historia tan desgraciada en su mayor parte? Será porque esa búsqueda de la felicidad termina bien, y el protagonista alcanza al final una estabilidad económica que después de todo lo que ha pasado le sabe a algo parecido a la felicidad. O será porque como decía alguien, y no recuerdo el autor, «la felicidad es un camino, no una meta… Disfruta del viaje».
Algo parecido a lo que hacía Indiana Jones cuando iba En busca del arca perdida. Toda una vida buscándola, y al final no intenta ni abrirla, ni ver el contenido, ni le importa que la «entierren» junto a otros miles de cajas. Su motivación real era la búsqueda.
Me cuesta creer en esa persecución de la felicidad, como, desgraciadamente tampoco creo que pueda ir, como Proust, En busca del tiempo perdido. Me encantaría poder comprar el tiempo, como en Momo, la novela de Michael Ende, pero como eso no es posible siempre toca renunciar a algo: a leer, a ir al cine, a hacer deporte, a aprender inglés, a pasar tiempo con los niños,… O a dormir.
El carpe diem, de El Club de los Poetas Muertos. He buscado el poema que describe ese sentimiento:
«Quería sacarle el jugo a la vida. Desterrar todo lo que no fuese vida, para así,
no descubrir en el instante de mi muerte que no había vivido».
Deberíamos reducir las horas de trabajo, eso es lo que deberíamos hacer. Las empresas disponen de ese recurso ilimitado que son nuestras horas extras (ilimitado y gratuito) para poder seguir reduciendo plantillas («ajustando») y que entre los demás nos repartamos el exceso. «Ha aumentado la productividad», dicen. Nos ha jodido, Mariano.
Entonces, ¿en busca de qué voy? Pues decía la canción que «tres cosas hay en la vida: salud, dinero y amor».
Lo primero está clarísimo. La salud. Sin ella da igual todo lo demás, incluso la pasta que puedas tener. Recuerdo los casos de famosos a los que sus millones no han salvado de una enfermedad terminal.
Lo segundo, el dinero. «El dinero no da la felicidad», como decía Woody Allen, «pero procura una sensación tan parecida que se necesita un especialista muy avanzado para verificar la diferencia».
Yo no creo en esa necesidad de ganar más, de tener más pasta, más propiedades, porque como decía Forrest Gump, «el hombre sólo necesita un poco de dinero para vivir, y el resto es para presumir». Hace poco, con motivo de la lotería de Navidad, comentaban en la radio el elevado número de personas que se ha arruinado después de que les tocara el Gordo. Muchos no saben (o sabemos, o sabremos, si algún día entramos en el club) gestionar la abundancia. Es preferible la estabilidad económica, un equilibrio suficiente en el que no falte, pero que tampoco nos permita volvernos gilipollas, como los padres de esos niños de diez años con Iphones.
Lo tercero, según la canción, es el amor. Pero no voy a hablar de eso que quedaría muy «moñas». Me quedaré con otra frase del bueno de Forrest: «puede que no sea muy listo, pero sí sé lo que es el amor».
No voy por tanto en busca de la felicidad, porque hemos quedado en que la felicidad está en el camino. Sí hay que ponerse metas u objetivos, y que creamos que son alcanzables, porque según William Faulkner, «la sabiduría consiste en tener sueños bastante grandes para no perderlos de vista mientras los persigues». Bajar de las tres horas y media en el maratón de Ámsterdam el 18 de octubre, por ejemplo. Eso supone meses de preparación, ese camino gratificante que llevará al objetivo o no, pero que mientras tanto, te permitirá disfrutar lo que haces.
«La vida es aquello que te va sucediendo mientras te empeñas en hacer otros planes»
(John Lennon).
Tampoco busco recuperar el tiempo perdido, pero sí al menos evitar perderlo. Me cabrean sobremanera los ladrones de tiempo: los atascos, las discusiones irracionales, la desorganización en el trabajo, los correos electrónicos indiscriminados, los Whatsapps estúpidos, las esperas sin un libro a mano,… Eliminar la mayoría de ellos es otro de los objetivos del año.
Salud, dinero y amor. Sí a lo primero, y encontré una frase que me hizo gracia de un tal John Dryden, que dice que «la felicidad que cabe esperar no consiste en lograr el placer, sino en descansar del dolor». Bueno, benditos achaques de espalda o rodillas, sobre todo los diez primeros minutos del día.
A lo segundo, lo justo, porque según otra frase de la agenda que ahora abandono, «antes de desear algo ardientemente conviene comprobar la felicidad que le alcanza a quien ya lo posee» (La Rouchefoucauld). Y no pretendo ser sarcástico, pero no veo especialmente felices a esos millonetis agobiados con los metros de eslora del yate, la residencia de verano, el esquí de invierno, comparando su coche con el de al lado, o la última pijada de diseño para su chalé. Qué pereza, no lo echo en falta, no lo busco. De verdad.
Y de lo tercero voy muy bien servido.
Por todo lo dicho, sólo busco la tranquilidad. En todos los sentidos. Será que estoy pasando la crisis de los cuarenta, porque ya decía Schopenhauer que «los primeros cuarenta años de vida nos dan el texto; los treinta siguientes, el comentario». Entiendo esa tranquilidad como un estado de ánimo. Valoro la importancia de tener la conciencia tranquila y dormir sin agobios. Disfruto leyendo un libro tranquilo o viendo una película sin interrupciones. Necesariamente la tranquilidad va asociada a una estabilidad económica y sentimental, y por supuesto a un buen estado de salud.
Para mí, la imagen de mi tocayo Lester Burnham en el momento de su muerte define esa sensación.
El verano pasado comentaba con mi mujer lo barato que es estar a gusto, en un estado muy parecido a la felicidad. Fueron exactamente 2,50 euros. El precio de dos cañas en un chiringuito al borde del mar.
(Propósitos para 2016 en Don`t worry & Keep calm)
Por fin leo a cuatro amiguetes, Lester¡¡¡ Me ha gustado mucho la entrada¡¡¡
A ver si seguimos encontrando la felicidad, seguro que si. Y bueno a ver si aprendemos inglés también, jajaja. Si aprendo seré un poco más feliz, jajajajaja
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No sé si serás un poco más feliz, «pena de cuñada». En mi empresa es casi mejor no saber inglés que luego te mandan al extranjero. Y no a Londres o Nueva York, sino a Abu Dhabi o Jerusalén. Bienvenida por estos foros.
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Parafrasear porque de veras se piensa que hubo otro que expresó algo en el justo punto que uno desea me parece genial … es signo de humildad , lo cual demuestra mucha sabiduría . Los necios suelen creer que pueden superarlo todo… eso es porque no ven más allá de su mediocridad ¡já!.
Otra cosa es abusar … mmmmm…. 😉 ¡es como quien anda contestando todo el rato con un refrán !
Y en cuanto a los objetivos … me gusta proponerme cosas , escribirlas y tacharlas… hay propósitos que parecen fáciles pero que una nunca consigue , aún así no me canso de re-proponermelos ( como beber más de un litro de agua al día).Hay otros que, realismo en mano, YA no se proponen ni en voz baja ( limpiarse el cutis antes de acostarse ..mejor no maquillarse ) . Y hay otros que entran en el campo anímico y algo más profundo que la epidermis, el estomago o el bolsillo y que no a lugar exponer aquí. Esos son entre Dios y yo.
¡Buen año!
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Espero no haber abusado parafraseando, Betania. Los propósitos son importantes, debemos llegar a ser como dicen en los cursos de coaching, tan de moda hoy en día, la mejor versión de nosotros mismos. O por seguir dando la tabarra con las citas, «ser lo que somos y convertirnos en lo que somos capaces de ser es la única finalidad de la vida» (Robert Louis Stevenson).
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Te escribe un tio que tiene guardado, en un cajon de la oficina, una libreta donde va copiando las citas que le gustan para no olvidarme de ellas: muy buen post.
Muy de acuerdo en todo.
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Gracias, Sete. A veces da apuros confesar que almacenas frases de estas o utilizarlas ante gente que ni escucha ni sabe de qué les hablas. Me alegra ver que no soy tan raro.
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Me gusta.Son unas reflexiones muy interesantes. La de John Lennon,estupenda!
!!!!!QUE VERDAD ES!!!!
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A veces encuentras las mejores frases donde no las esperas, como aquella de que «la realidad es una alucinación producida por la falta de alcohol». Es una pintada de un baño. No es profunda, pero sí divertida. Hace años leí un libro que hacía un estudio sociológico de estas pintadas. Curioso cuando menos. Saludos.
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Me ha gustado mucho el artículo.
En cuanto al gusto por las citas coincidimos, siempre tengo guardada en favoritos la web proverbia.net o frasescelebres.com, además de poner en mi estado del Whatssapp alguna de ellas (sí, quizás sea así de pedante, ¡qué le vamos a hacer!).
Una de mis favoritas…»No soy una ha sido. Soy una será.» Lauren Bacall.
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Lauren Bacall, qué grande. En su resumen del año se le pasó a Travis comentar que también había fallecido este año. Tiene otra gran frase que define por qué nunca voy a pasar por el quirófano para arreglarme el careto: «creo que toda tu vida se refleja en tu cara y hay que estar orgulloso de eso». Cuando mis hijos me recuerdan las arrugas que tengo, les contesto con la frase del compañero de Lauren Bacall en Tener y no tener, cuando le preguntaron que por qué no se operaba y se estiraba la piel, como el resto de compañeros de su generación: «con lo que me ha costado conseguir estas arrugas, sería un crimen que me las borrara». Saludos.
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«Fui a los bosques porque quería vivir deliberadamente; enfrentar solo los hechos esenciales de la vida y ver si podía aprender lo que ella tenía que enseñar. Quise vivir profundamente y desechar todo aquello que no fuera vida…para no darme cuenta, en el momento de morir, que no había vivido». de Walden: o la vida en los bosques por Henry David Thoreau.
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Muchas gracias por el poema, estupendo. Yo saqué el extracto del propio libro, de la edición que tengo en casa desde hace años, cuestión de traducciones. Me gusta más la que me envías, un saludo.
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