Todavía no entiendo muy bien cómo, el pasado día 31 de diciembre me encontraba a media tarde en pantalón corto junto a la puerta 30 del Bernabéu dispuesto a correr 10 kilómetros para despedir el año 2014. Me convencieron sobre todo mis hijos, que querían participar, y que me han obligado a retirarme algunos ratos de los últimos tres meses del sofá para entrenar la carrera y no morir en el intento. También me insistieron algunos amiguetes, Lester a la cabeza, porque como los seguidores de este blog saben, yo me retiré de la práctica del deporte de «no élite» allá por el final de los 80, principios de los 90. Pero este año me han convencido, «que es muy divertido», «que el ambiente es brutal», «que luego la cena te sienta mucho mejor», y el argumento definitivo, «que al acabar nos tomamos unas cañas en Vallecas». La presión era tal que no pude resistirme. «Venga, va, me apunto, pero por mis hijos, no por las cañas, ¿eh?».
Nos hicimos las fotos de rigor (no podrán decir que no nos parecemos) y me dediqué a perseguir con la cámara a los «no-sé-cómo-definir» cachondos, flipaos, frikis, beer runners, que pululaban a mi alrededor con disfraces que eran cualquier cosa menos cómodos para correr:
Yo ya había corrido esta carrera una vez y he buscado en internet para saber en qué año fue. He llegado a la conclusión de que debió ser en 1990 ó 1991. Lo sé porque el año que participé ganó un tal Ondoro Osoro, y me quedé con el nombre por estar repleto de «oes» y sin más vocales, como el célebre título de Les Luthiers con la e: «Schmerz, el mequetrefe, ese repelente vejete verde». Con mi hijo Barney Jr. compuse una vez la lista de los deportistas «monovocálicos»: Rafa Nadal, Ferrer-Federer, Chigrinskyi (o Chygrynskyi, o como se escriba el crack de Guardiola), Dolgopolov y Umut Bulut (no me lo he inventado, juega en el Galatasaray). Menos conocido, pero Ondoro Onsoro, doble ganador de la San Silvestre a principios de los 90, entra en este elenco de deportistas absurdos que creamos.
Ya me estoy yendo del tema. El caso es que allí estaba con mis hijos y con Lester, con los nervios previos a una carrera, la carne de gallina entre el frío y la excitación de la música a todo meter, y comparaba con lo que yo recordaba veintitantos años atrás, cuando apenas corríamos cuatro gatos. Según la organización, en esta 50 edición de la San Silvestre vallecana había 40.000 corredores inscritos. Y según me han contado, los dorsales se agotaron en unas pocas horas, a veinte euros la inscripción. No he encontrado las cifras del número de corredores que participamos en aquella edición del 90, pero de cabeza me suena que fueron unos 10.000. Sí he encontrado que en 2005 fueron 17.000, lo que demuestra el espectacular auge y crecimiento que ha tenido el running en los últimos años.
Aparte de los corredores inscritos, a los que se distinguía fácilmente porque llevaban una camiseta amarilla fosforito que una vez acabada la carrera te puede servir de chaleco reflectante para el coche, allí estábamos una peña muy numerosa congregada para correr sin dorsal. En esto hice caso a Lester, habitual corredor de este tipo de carreras, como ya nos contó en su relato del maratón de Berlín, que me dijo lo siguiente:
«Mira, al ritmo que vas a ir tú, que vas al cachondeo y a disfrutar del ambiente, es mejor que no pagues el dorsal, como hace tantísima peña. Además, son 20 pavos, es de largo la carrera más cara del año. Es la única en la que yo corro sin dorsal. Como protesta o porque no vale lo que cobran o porque no se puede correr de tanta gente como hay. Desde que Nike cogió la organización, hará diez años o así, es cierto que ha crecido exponencialmente el número de corredores, pero se están cargando el espíritu de la carrera. La San Silvestre ha sido siempre una celebración del final de año y el principio de uno nuevo, y lo de menos era la marca, la propia competición, por eso la gente corría con disfraces, pelucas, empujando carritos o incluso en monociclo.
Pero desde que la lleva Nike, parece que sólo les interesa «su» foto con las calles de Madrid a tope de gente con la camiseta de Nike. Roja, naranja, azul, amarilla,… cada año de un color. ¡Hasta rosa, tío!Y las marcas lo mismo. La organización no hace más que hablar del recorrido favorable, y separan a la gente en cajones para que no te estorben los «lentos», en fin, lo contrario de lo que era».
A mí, que soy consciente de que Nike patrocina al Barça, y he sido capaz hace poco de comprar una nevera Teka en lugar de una Beko que estaba mejor de precio por razones de patrocinio futbolero, me costó muy poco dejarme convencer.
La verdad es que todo lo que me decía Lester sobre el ambiente y la diversión resultó ser todavía mejor de lo que me esperaba, al igual que la carrera. Lo de menos era correr, sobre todo, porque había tal cantidad de gente que era imposible. Pero nos daba igual, sobre todo a la familia Barney, el caso era disfrutar como estábamos haciendo de una carrera a ritmo de trote cochinero por las calles de Madrid.
En el pelotón me encontré romanos, racimos de uvas andantes, fregonas, superhéroes, tíos empujando carros del Carrefour con paquetes de regalos, papanoeles, pelucones, un camarero con bandeja y copa, ¡incluso un tío que bajaba la calle Serrano tocando el violín!
Si no fuera porque en el año 90 corrimos los colegas con unos pelucones afro (los Jackdaniels Five), me hubiera quedado alucinado, como se estaban quedando mis hijos. Aquella era la mejor manera de contemplar la iluminación navideña de las calles de Madrid (Serrano, Goya, Alcalá, El Prado,…) en un ambiente de jolgorio y cachondeo general. Nos sacamos unas fotos en la Puerta de Alcalá, junto a un grupo de personajes de cuentos, príncipes y alguna princesa con más barba que Conchita Wurst. Se escapó a mi cámara.
En Cibeles le dio a ese pequeño hooligan que estoy criando, Barney Jr., por hacerse una foto indicando un 10 con las manos, en un gesto que no soy capaz de interpretar bien, porque al paso por Neptuno no quiso hacer ninguno (rima fácil):
A medida que avanzaba la carrera, crecía la animación. Del Prado pasamos a Atocha, y de ahí a Ciudad de Barcelona. Hace años, cuando todos éramos más rojos, comentábamos la diferencia de animación entre la zona noble de Madrid (Castellana entonces) y Vallecas, entre los estirados señoritos a los que molestaba la presencia de esos zumbaos en pantalón corto, y la celebración popular que se vivía en ese barrio humilde de Madrid. Lo cierto es que este año vi mucha animación en las calles de Serrano y al paso por Goya.
Por último entramos en la temida Avenida de la Albufera, la larga cuesta del kilómetro 8 en la que se quedan clavados los que como yo tienen varios hectolitros de cerveza de más en su cuerpo. Allí el griterío era bestial, el barrio de Vallecas (o del Valle del Kas, como dice mi amigo el ilustre vallecano Chema) se vuelca con la carrera. Con ambas carreras, la popular y la profesional, en la que se practica el noble deporte de la caza del keniata con espuma.
Una panda de tíos armados con espadas de pega y emulando diálogos de El Señor de los Anillos subieron la cuesta profiriendo diálogos de profundo calado intelectual:
– ¡Las puertas de Mordor se hallan al final de esta colina, amo Frodo!
– ¡Estoy muy cansado, Samsagaz!
– ¡Legolas! ¿Qué divisan en la distancia tus ojos de elfo?
Entre que me faltaba el aliento por la larga cuesta, y las risas que me vinieron por lo surrealista de la situación, pasé unos momentos de apuro, pero conseguí llegar a lo alto de la colina de Mordor. O de la Comarca, según se mire, porque allí estaba medio Valle del Kas bebiendo cerveza cual hobbits en las fiestas de Hobbiton.
Terminamos en una hora y cinco minutos, de lo cual estoy tremendamente satisfecho, y salimos por los huecos destinados a «corredores sin dorsal», intentando molestar lo menos posible, como la inmensa mayoría de corredores adosados. ¿Cuántos íbamos sin dorsa,? No tengo ni idea, pero por donde yo corrí, la mayoría. ¿15.000, 20.000 personas más? Ni idea. Supongo que dos millones según los runners, y 854 según la organización. Fue una experiencia gratificante y muy divertida. La recomiendo sinceramente, y no descarto repetir en un futuro, si bien el blog requiere de mi presencia y análisis frente a los numerosos acontecimientos deportivos que emiten por televisión y es posible que no pueda entrenar adecuadamente como para volver a esta prueba en el futuro.
Por cierto, estos días he leído que los tres primeros clasificados de la carrera popular han sido descalificados por no llevar la camiseta de Nike. Valiente chorrada. Yo si fuera el 4º renunciaría también al premio, pero según he leído, la descalificación se ha debido a una reclamación de los siguientes en la general. Lester, que tiene la sana costumbre (o la mala, según se mire) de leerse los papeles que caen en sus manos, dice que el reglamento de la carrera pone bien claro que hay que llevar la camiseta de la organízación, la Nike de los coj…, durante toda la prueba. Y me dijo algo peor: que la organización anima a los participantes a echar de la carrera a los que no la lleven. Qué gilipollas el que ha escrito esto. Con todas las letras. Los que han parido esa norma no han oído hablar nunca de la solidaridad del corredor de fondo, siempre dispuesto a echar un cable a otro corredor, aunque sea alguien a quien acabas de conocer.
Esta carrera es cada vez más una fiesta, no la jodamos con chorradas.
….pues no os ví.
Desde hace más de 40 años, desde que mi padre me llevaba de la mano hasta que he ido con mis hijos, la San Silvestre ha sido, es y será una tradición para mí (¿quizá la más importante de la Navidad?).
Me crié a orillas del Campo del Rayo, posteriormente Estadio Teresa Rivero, luego creo que Campo de Fútbol de Vallecas pero, vamos, con decir el «Campol Rayo» ya sirve. Y creo que salvo un par de años no he dejado de animar (mi condición física nunca ha sido óptima para correrla) antes de empezar la cena de nochevieja.
Y este año, ¡cómo no!, no falté. y allí encontré a varias personas de mi empresa coriiendo (ya les dije dónde iba a estar y que subieran por la izquierda de la Albufera) y fue una experiencia aún más emocionante. Yo soy de aquellos que cuando llegáis a mi barrio (bueno, el que fue mi barrio, aunque los vallecanos siempre seremos de allí, pacemos donde pacemos) hacemos cambiar el ambiente de la carera con nuestros ánimos, nuestras palmas, nuestras voces….sobre todo cuando se está coronando la cuesta de la Avenida y ya las fuerzas empiezan a flaquear.
Te aseguro que me dejé las palmas de las manos y la voz dándoos aliento (¡venga que ya es cuesta abajo!, ¡vamos campeones que está hecho!, ¡vamos, vamos, vamos!. Espero que algo os llegase.
y luego, con amigos los botellines por los bares de Vallekas, pero vamos, que eso ya es otra historia…..
Me gustaMe gusta
Vaya, pues es una lástima no haberte visto. Subí La Albufera por el lado contrario, por la derecha, como me aconsejó Lester, que ha corrido las últimas 9 ediciones, y me dice que por ese lado se colocan sus colegas. Además la curva al final de la cuesta (el inicio de Mordor) es de derechas y se forma un tapón al entrar en esa calle estrecha de la que desconozco el nombre. Me encantó el ambiente, ver los bares llenos de gente tomando unos botellines y celebrando el fin de año con los amigos. Me encantaría saber el número de botellines que se consume ese día en Vallekas. Veremos si en la familia tenemos fuerzas para repetir, pero es bastante probable.
Saludos.
Me gustaMe gusta
No sabía que a esta grandisima carrera también la habían asaltado los del negocio del «running». Era una de las dos que tenía pensada hacer algún día, junto con la Behobia, pero visto el precio, por mi parte se pueden despedir.
Mi afición por esto del «correr pa ná» surgió a la vez que el boom o la burbuja y pese a que llevo poco tiempo ya tengo demasiadas camisetas conmemorativas inútiles. Desde hace un tiempo me niego a inscribirme en ninguna carrera en la que el precio por km sea mas de un euro y medio. Nunca he corrido una carrera sin dorsal y espero no hacerlo nunca (aunque por esto ultimo no pongo las manos en el fuego).
Como pasa siempre, algún día explotará esta burbuja y solo quedarán los de siempre y unos cuantos de los de ahora que sean capaces de entender que para correr no hacen falta tantos aparatos ni «tanta hostia». Espero haberlo entendido para cuando explote y poderme quedar.
Envidia sana que puedas hacer carreras con tus hijos. Algún día… dentro de diez o doce… toco madera.
Me gustaMe gusta
Buenas, Tulaytula:
Que conste que es la única carrera que he corrido sin dorsal, y es precisamente por lo que comenta Lester, por el negocio. Lo mismo que dices tú, el negocio del running. 40.000 personas pagando 20 euros son 800.000 euros recaudados, y la organización no tiene nada que ver con la que hay detrás de un maratón. Eso sí, la carrera es divertida, animadísima y sumamente recomendable, con o sin dorsal.
Me gustaMe gusta