Sin miedo a votar, por Josean

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Recta final para las elecciones generales en España. Apenas unas horas para que el Reino Unido decida acerca de su permanencia o no en la Unión Europea. El famoso Brexit/Bremain. Creo que hay un punto en común entre ambos procesos, un sentimiento que predomina entre nuestros dirigentes y es el miedo.

En el Reino Unido, Cameron y los partidarios del sí a la UE llevan semanas hablando de las consecuencias desastrosas que tendría una salida de la Unión Europea: «Si votamos por irnos, ya está. Es irreversible. Nos iremos de Europa para siempre y la siguiente generación tendrá que vivir con las consecuencias durante mucho más tiempo que el resto de nosotros».

En España, en lugar de hablarnos de las virtudes de votar al partido en el poder o de las posibles alternativas, los partidos tradicionales parecen concentrar sus esfuerzos en transmitirnos lo terrible que sería un gobierno de o con Podemos, “la instauración de un régimen chavista como el de Venezuela”, “caos”, “Maduro», «Hugo Chávez».

A todos se nos llena la boca hablando de democracia, presumimos de lo demócratas que somos, pero a la hora de la verdad, a la hora de ceder esa capacidad de decisión a los demás, nos entra el miedo, provocado sin duda por la inseguridad. Miedo a que votemos algo distinto, pues nuestros dirigentes están convencidos de que solo podemos y debemos votar aquello que ellos han decidido por nosotros, como si nuestra condición de votantes valiera únicamente para ratificar lo que estos entes superiores tienen pensado para nuestro futuro. Y tienen miedo porque saben que no pueden controlarnos. O cada vez menos.

Tras el fracaso posterior a las elecciones del 20-D, en el que los líderes de los principales partidos fueron incapaces de ponerse de acuerdo, quedó más claro que nunca que nuestros dirigentes son unos inútiles incapaces de interpretar la voluntad de sus electores. El mensaje era claro: no queríamos mantener el bipartidismo, les forzábamos a negociar y a pactar entre ellos. Pero no lo entendieron.

votar4Una de las “líneas rojas” de las que tanto se habló hace unos meses, y quizás el principal obstáculo para que se llegara a un acuerdo entre el PSOE y Podemos fue el referéndum catalán. Me he opuesto toda la vida a este referéndum, primero por cómo se invocaba, y sobre todo, por parte de quiénes se reclamaba. Pero cada vez más creo que algún día habrá que hacerlo. Y no hay que tener miedo al resultado de las urnas. Eso es la democracia. Ahora bien, vamos a pactar previamente las condiciones. No puede plantearse un proceso de ruptura como el que sería ese, con consecuencias tan dramáticas para la mayor parte de la población, con el 48% de los votos, que no de la población, a favor. Lo mismo mantengo para la salida del Reino Unido de la Unión Europea. Para iniciar unos procesos de tal envergadura son necesarias dos cosas:

  1. Una participación elevada, que garantice que hay un interés real de la población por someter la propuesta a votación. El Estatut no era un tema que preocupara al pueblo catalán, como lo demuestra que apenas un tercio de los electores acudieron a las urnas. Para que un proceso como los dos de los que estamos hablando quede legitimado, es necesario un porcentaje de votantes de al menos el 75-80%.
  2. Una mayoría amplia que demuestre que entre esa elevada representación de votantes hay un consenso claro por cambiar la situación. Tres quintas partes, o dos tercios, algo así habría que negociar. Es una irresponsabilidad pretender iniciar una desconexión del Estado como la planteada desde Cataluña con menos de la mitad de los votos de los ciudadanos que acudieron a las urnas. Cuando las diferencias son tan pequeñas como las que se dieron en las elecciones catalanas de septiembre, el peso del momento, de las circunstancias económicas actuales, o el hartazgo, la corrupción descubierta en el último mes, o un asesinato como el de la diputada laborista Jo Cox, pueden pesar tanto que desequilibren la balanza en uno u otro sentido.

Pero insisto, hay miedo al voto de los ciudadanos. Nuestros dirigentes son demócratas de boquilla. En Cataluña, en España, en Reino Unido y en todo el mundo. Les fastidia que no votemos aquello para lo que nos han aleccionado. A Evo Morales le salió mal la jugada y perdió en febrero el referéndum con el que pretendía perpetuarse en el poder hasta 2025.

Algún día habrá que afrontar el referéndum catalán. Como hizo el Reino Unido con Escocia o Canadá con Quebec. El problema es que los partidos nacionalistas de cualquier parte del mundo actúan del mismo modo: con inconformismo. Echando la culpa al enemigo exterior, porque eso les evita confrontar la realidad de su incapacidad ante sus electores.

Al día siguiente del referéndum escocés, un compañero de trabajo de esa nacionalidad, partidario de la secesión, me dijo: “ahora sí que sé que lo conseguiremos”. Pero, ¿cómo?, le contesté, si habéis perdido la oportunidad. “Qué va”, me dijo, “en menos de cuatro años votaremos de nuevo, y esta vez seguro que ganamos”. Joder, eso no vale. No podemos estar toda la vida discutiendo y hablando de este asunto en lugar de ocuparnos de los problemas relevantes en una sociedad cada vez más globalizada.

VotarLos dirigentes catalanes llevan años derrochando tiempo y dinero en ese proceso, y los autoproclamados constitucionalistas llevan el mismo tiempo negándoles ese supuesto derecho (inexistente, por otro lado, pero que es planteable como todo en una democracia en la que se pueden alterar las reglas del juego en función de las inquietudes ciudadanas). Empecé a cambiar de opinión acerca del referéndum catalán con un tuit de Alicia Sánchez Camacho: “Que no se pueda votar es una victoria de la democracia”.

Albert Rossich, catedrático de Filología Catalana de la Universidad de Girona, dejó en un artículo este interesante punto de vista: “la Constitución española no permite a un territorio independizarse, pero de ningún modo impide consultarle sobre ello. Como tampoco impide preguntar solo a una parte del Estado y dar validez inicial a este pronunciamiento: esto es exactamente lo que se hizo al someter a referéndum el estatuto de Cataluña”. Más adelante aportaba el ejemplo canadiense: “El Tribunal Supremo canadiense resolvió un problema similar cuando falló en 1998 que Quebec no podía declarar la independencia unilateralmente, pero que en caso de una expresión clara de la voluntad de secesión el Estado debía atenderla y abrir un proceso de negociación bilateral para materializarla”.

No se puede ir en contra de la voluntad de un pueblo, siempre y cuando esta se materialice de modo claro, lo que no ocurrió en las últimas elecciones catalanas, que Mas y los suyos vistieron de plebiscitarias, y en ese sentido se estrellaron.

Pero hay miedo, mucho miedo. Empezando por el existente en los propios partidos al voto de los suyos. Nadie en el Partido Popular ha planteado una alternativa seria a Mariano Rajoy, lo que sería un modo de iniciar el desbloqueo de la situación. Rajoy se mantiene diciendo que ha sido el candidato más votado, pero ignorando que ha pasado de contar con el 44% de los votos a menos del 30%. Es decir, ha perdido uno de cada tres votantes. Pero no hay una crítica interna en el partido ni una alternativa que pusiera en manos de los militantes la decisión sobre quién debe ser el líder y candidato.

El Partido Socialista designa desde hace años a sus candidatos mediante un proceso de primarias, pero les ha fallado tantas veces (suele perder el designado por el aparato oficial) que últimamente intentan que no se presente nadie al proceso. Así ganaron entre otros Pedro Sánchez, Zapatero y el lince de Parla, Tomás Gómez.

Podemos, con toda su parafernalia asamblearia, ha actuado del mismo modo que los partidos tradicionales: imponiendo la opinión de su líder frente a las críticas internas. Lo ha hecho en 2016, como también lo hizo en 2014, cuando Pablo Echenique retiró su candidatura al considerar que el método de votación elegido anulaba todo tipo de competencia. En sus propias palabras, «el efecto de esta decisión… hace que el resultado final de la votación sea fácilmente predecible«.

Miedo a que votemos, miedo a lo que decidamos. Es verdad que uno ve que los candidatos a alcalde más votados de España han sido entre otros Jesús Gil y Tomás Gómez, o que en Estados Unidos salió elegido George W. Bush y puede salir Donald Trump, y es como para desconfiar de la capacidad de los electores. ¡Pero esa es la democracia, ese es el sistema menos malo que tenemos! Y como ya he dicho alguna otra vez, no tenemos más que asistir a alguna junta de vecinos para darnos cuenta de que la democracia en muchísimas ocasiones no funciona. Que es imposible que el del cuarto tenga el mismo peso que yo, que soy más listo, más guapo y estoy mejor informado. ¡Pero es que ese es el sistema!

votar2Los políticos saben de nuestra ignorancia general a la hora de ir a votar y su modo de actuar se centra en la manipulación de los medios y en controlar la educación. Nos bombardean  sistemáticamente con mensajes simples, como si fuéramos unos críos inmaduros, hasta el punto de que según el test de Flesch-Kincaid, Hillary Clinton habla a sus electores como si tuvieran 14 años, mientras que Donald Trump lo hace como si tuvieran 9.

Así, tontos, manipulados y dóciles, será más fácil que votemos lo que ellos ya han decidido por nosotros. Tengo claro que en Cataluña será cuestión de tiempo, de pocas generaciones más, que salga un sí claro a favor de la secesión.

Para otro día podíamos hablar de cómo darle tres requiebros a las preguntas, como en el referéndum de la OTAN del 86, para que tanto el «Sí» como el «No» den la razón al que convocó la consulta.

¿Qué quiero, qué espero?

Para el Reino Unido, que gane el sí a la permanencia, el Bremain, aunque no tenga tan claro el por qué. Será porque eso es lo que me han contado, como a la escritora Bárbara Trapido, convencida por el miedo: «No creo que sea una gran cosa la UE. Es horrible, pero supongo que sería aún más horrible estando fuera«.

Los ingleses nunca han creído en una Europa de la misma manera que España, Francia, Alemania o los Países Bajos. Tienen su libra, sus paraísos fiscales en las islas del Canal o en la propia City, su relación comercial diferencias con los países de la Commonwealth, se quedaron fuera de la creación de la CEE en 1957 y fueron vetados por los franceses en los sesenta, no creen en Schengen y la supresión de barreras,… ¿Tiene sentido que sigan cuando han dejado claro que no quieren ningún control por parte de las autoridades europeas? A lo mejor su salida no es tan grave como nos intentan vender. La propia escritora, partidaria del sí a la permanencia, dice: «Mire lo que la UE le ha hecho a Grecia, mire lo que han hecho a España. La imposición de esa doctrina de la austeridad…»

Respecto a las generales españolas, espero que Podemos no llegue al gobierno porque es un partido que solo tiene sentido canalizando el voto indignado en la oposición. Espero igualmente que no repita Mariano Rajoy con el PP. ¿Entonces, Pedro Sánchez, Albert Rivera? ¿Los dos en coalición? Uf, qué pereza, pero a lo mejor es la única salida. Gobierno en minoría de los dos, con apoyos puntuales del PP para temas económicos, y apoyos de Podemos en medidas sociales. No me lo creo ni yo, estoy confiando en nuestros dirigentes, y a esos es a los que sí hay que tener miedo de verdad.

Cara Josean

8 comentarios en “Sin miedo a votar, por Josean

  1. Y en ese referéndum de Cataluña, ¿solamente pueden votar los residentes en Cataluña? ¿El resto de españoles no podemos decidir si queremos prescindir o no de una parte del territorio español? A lo mejor también saldría en el resto de España que se independicen, pero no encuentro sentido a que solamente puedan votar ellos.

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    • Buenas, José Luis:

      Revisando este texto para lo que he escrito hoy, compruebo que no contesté a tu pregunta. Disculpa, pero aunque sea 15 meses después, lo haré. Mi respuesta, como verás en el texto de hoy, es que podemos hablar de todo, incluso de quiénes deben ser los que voten. De la pregunta, de las consecuencias, de las condiciones,…
      Y puede que decidamos que lo conveniente es que solo puedan votar los residentes en Cataluña sobre su forma de Estado o su asociación a España. Sí, ¿por qué no? Si hay una mayoría clara e inequívoca, digamos un 70% del pueblo catalán, con toda la educación sectaria y manipulada detrás, lo que quieras, ¿por qué no? ¿Es más democrático evitarlo? Quebec (Canadá) hizo ese referéndum en 1995 y el 93% del censo acudió a votar (50,6% No, 49,4% Sí). Desde entonces el Parlamento canadiense tiene una Ley que regula el proceso por el cual una de sus regiones podría iniciar las negociaciones para su secesión tras un referéndum.
      Pero lo que más claro tengo de todo este proceso es algo casi imposible: habría que informar sin mentiras a todos los ciudadanos de las consecuencias de una salida de España. Y mira, si aun así un porcentaje claramente mayoritario de la población decide que quiere salir, pues tiro la toalla porque no puedo derrotar a la irracionalidad.
      Saludos y la próxima vez intentaré contestar más rápido.

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