“Yo he crecido viendo a mi género representado (especialmente en películas de acción) a través de personajes que se limitaban a sufrir al otro lado del teléfono, mientras su pareja desataba guerras, se enfrentaba a monstruos o desactivaba artefactos. Ellas: en el mejor de los casos, a buen recaudo, en casa con los hijos”. «Ha llegado un punto en el que me he dado cuenta de que ya no veo series ni leo libros que normalicen mínimamente el machismo.»
Me he acordado de estas palabras tras la segunda parte del artículo de Lester sobre el 8-M y los movimientos en favor de la igualdad entre hombres y mujeres. Quien las pronuncia es la conocida activista Barbijaputa en un artículo titulado Vikingas, publicado en eldiario.es. La conocida bloguera cuenta con más de trescientos mil seguidores en redes sociales, dos libros publicados sobre su particular visión del feminismo y varios artículos en los que despotrica de series, películas y libros que no se ajustan a sus cánones. Allá ella y sus seguidores. O seguidoras. Y seguidoros.
Vivimos en tiempos de exageraciones y, por tanto, no me extraña que alguien inventara algo tan discutible como «el test de Bechdel», un método para descubrir si una película, serie o libro cumple con unos estándares mínimos para evitar la brecha de género. Su creadora, la dibujante Alison Bechdel, planteaba en una tira cómica de 1985 un diálogo entre dos mujeres a las puertas de un cine decidiendo la película y su conclusión era que solo verían aquella que cumpliera estos tres requisitos:
- Que tenga al menos dos personajes femeninos.
- Que compartan al menos una escena en la que haya una conversación entre ambas mujeres.
- Que la conversación no trate acerca de hombres.
Ya hay un cine en Francia que solo proyecta películas que aprueben este test. Según estos cánones, no podríamos o no deberíamos ver ninguna película de la trilogía original de Star Wars, Top Gun, El Padrino, El show de Truman, Reservoir dogs, Cuando Harry encontró a Sally, Toy Story, District 9, Gladiator, ¡la saga completa de El señor de los anillos!,… Llamadme machista, pero me niego a renunciar a una parte tan importante de mi vida.
El precedente de este test se encontraba ya hace tiempo en el ensayo de la escritora británica Virginia Woolf, quien en Una habitación propia (1929) destacaba que la presencia de mujeres en obras de ficción se debía únicamente a su relación con hombres:
«Ellas son ahora, y lo fueron entonces, madres e hijas. Casi sin excepción se les muestra debido a la relación que tienen con los hombres. Era extraño pensar que todas las grandes mujeres de ficción fueran, hasta el día de Jane Austen, vistas no sólo desde el otro sexo, sino también únicamente en su relación con el otro sexo».
No me voy a poner a pasar el calibrador de Bechdel a varias de mis películas favoritas, pero al menos estas reflexiones me han dado la idea de dedicar este post a algunas de las grandes heroínas del cine, a todas esas mujeres que no se dedican a ser sujetos pasivos de la trama, sino protagonistas activas y principales.
Precisamente (y no por casualidad) el 8 de marzo pasado se estrenaba la última de Marvel, Capitana Marvel, protagonizada por Brie Larson, y en algunos foros nos la vendieron como una nueva victoria del feminismo en un mundo tradicional de machos y tipos duros. Capitana Marvel. ¿feminismo o márketing?, se titulaba este otro artículo. Hay un poco de todo, como cuando nos vendieron Black Panther como la primera película con un superhéroe protagonista que fuera negro. O afroamericano, si «negro» es un término que no se debe aplicar en los tiempos de lo políticamente correcto ni aunque el término original lo contenga.
Lo cierto es que Capitana Marvel no es la primera, ni mucho menos. Antes que ella tuvimos a Gal Gadot como Wonder Woman, que se ganó el derecho a su propia película tras ser lo mejor y más salvable de Superman v. Batman, de DC Cómics. O a Halle Berry haciendo una espantosa Catwoman y una fardona Tormenta en los X-Men. Son muchas las actrices de prestigio que han querido poner una superheroína en su carrera, como Scarlett Johansson haciendo de Viuda negra en Los vengadores, Michelle Pfeiffer interpretando a una Catwoman que más bien parecía la loca de los gatos, Jennifer Garner con la soporífera Elektra, o Jessica Alba como la Mujer Invisible de Los cuatro fantásticos.
Todas ellas tuvieron un precedente muy lejano en el tiempo, aquella Barbarella de modelos sensuales interpretada por Jane Fonda en 1968. Mi favorita es Elastic Girl de la maravilla de Pixar Los increíbles. Así que heroínas de acción ha habido siempre, aunque nos lo vendan como una preocupación reciente de las productoras por desarrollar personajes femeninos poderosos.
Lara Croft en Tomb Raider (interpretada por las oscarizadas Angelina Jolie y Alicia Vikander), Alice Abernathy en Resident Evil, Selene en Underworld, Beatrice en Divergente, Katniss (Jennifer Lawrence) en Los juegos del hambre,… Las mujeres saben dar mamporros, saltar edificios y disparar un arma con la misma soltura que sus compañeros masculinos de reparto, así que recomiendo a la bloguera Barbijaputa que vaya de vez en cuando al cine para comprobarlo con sus propios ojos y liberada de prejuicios. Advertirá, además, que no solo son capaces de hacer todo eso, sino que resultan infinitamente sexis embutidas en esas mallas a las que parece que se les aplica luego un aparato de extracción de aire y envasado al vacío.
Aprovecho la excusa para dejar mi lista de favoritas, que no son superheroínas con poderes, sino mujeres con un par de ovarios que se han convertido en grandes heroínas de acción:
- La teniente Ripley, de la saga Alien. Interpretada por Sigourney Weaver en una saga que comenzó de manera estupenda con las dos primeras entregas (1979 y 1986), y que ha ido decayendo con los años hasta lograr que las nuevas películas no interesen nada. La teniente Ripley es inteligente, dura, guerrera y capaz de mostrar la serenidad suficiente para deshacerse del peligroso alien de diversas formas. Y en la segunda, Aliens, el regreso, habla con la niña a la que rescata, y no habla sobre hombres, sino sobre una fuga, así que supongo que aprobará el test de Bechdel, valiente chorrada.
- Beatrix Kiddo, la Mamba Negra, la Novia de Kill Bill, Vol. I y II, los peliculones de Quentin Tarantino sobre una venganza consumada. Su chándal amarillo con rayas negras se ha convertido en un icono tan reconocible como los trajes de cualquier superhéroe o superheroína. Protagoniza varias escenas memorables, aunque la mas recordada sea la más inverosímil de todas, aquella contra los ochenta y ocho maníacos (¿o eran trescientos?) samuráis. Una locura de sangre como solo Tarantino y Uma Thurman podían filmar.
- Sarah Connor (Linda Hamilton), a la que vemos evolucionar de camarera choni a guerrillera implacable en las dos primeras entregas de Terminator, de madre futura e ignorante a salvadora de la humanidad. Su personaje merecía más en las posteriores entregas, en las que desapareció a mi modo de ver erróneamente.
- Trinity, interpretada por Carrie Ann Moss en Matrix, la mítica película que cumple ahora sus veinte años de vida. Sensual, poderosa, ágil como pocas, capaz de mostrar que es posible dar «la patada del escorpión», al menos en ese mundo virtual tan agobiante que muestra la trilogía.
- La princesa Leia, la deslenguada Carrie Fisher en la vida real y en las películas de Star Wars. ¿Que no cumple los cánones del test de Bechdel? ¡Y a mí qué! Está en el centro de toda la acción desde el inicio. Su captura y posterior rescate dan inicio a la trilogía clásica, y ya entonces vimos cómo las gastaba con un arma en la mano, ¡la princesa! Y con la lengua no era un dechado de virtudes reales propias de palacio, sino de una mujer de mundo con varias galaxias recorridas a sus espaldas. Lideró la Alianza Rebelde, rescató a Han Solo y no a la inversa, y estranguló a Jabba el Hutt con sus propias manos. Como para que digan algunas que las mujeres en las películas de acción se limitan a quedarse en casa con los niños. En la última trilogía perdió su fuerza como guerrera, pero ganó en respeto como generala de las fuerzas rebeldes. Estoy expectante por ver cómo la «matan» en la ficción para el Episodio IX, una vez que Carrie Fisher falleció poco después del Episodio VIII, Los últimos Jedi.
- Rey, la nueva heroína de la última trilogía de Star Wars, interpretada por Daisy Ridley. Desde su primera aparición en El despertar de la Fuerza sentí que J. J. Abrams y los urdidores de las nuevas tramas habían acertado. Otro personaje femenino «pasivo»: pilota el Halcón Milenario, maneja cualquier tipo de arma, se enfrenta a la Nueva Orden, escala por el interior de la Estrella de la Muerte, se defiende con un sable láser,… Lo que le echen encima. También estoy expectante por saber sus orígenes en la próxima entrega, de inminente estreno a finales de este año.
Y hay muchas, muchas más, en el cine reciente y en el clásico. La teniente O’Neal, Elizabeth Swann en los Piratas del Caribe, Clarice Sterling en El silencio de los corderos, Eowyn y Galadriel en El señor de los anillos, ¡Thelma y Louise!, dos mujeres capaces de lograr que Harvey Keitel y Michael Madsen parezcan blandos.
Pero la palabra «heroína» tiene un doble significado, el que he utilizado para este post y el de la temida droga que tantos estragos ha causado durante años. Heroína es el título de una película de Gerardo Herrero que jugaba con ese doble sentido para contarnos la historia real de una heroína interpretada por Adriana Ozores que se enfrentó a los narcotraficantes gallegos que se lucraban con la venta de esa mierda que se inyectaron miles de jóvenes en las venas.
Ese tipo de heroínas, para mí, son mucho más valientes que la mayoría de mujeres de las que he hablado hoy. Porque nada otorga más valor a una madre que eso que menospreciaba Barbijaputa en su artículo: cuidar y defender a sus hijos. Como Erin Brockovich (Julia Roberts), como la Belén Rueda de El orfanato o la Frances McDormand de Tres anuncios en las afueras (pese a su alocada petición en la gala de los Óscar por la temible «Inclusión Rider»), como Jodie Foster en La habitación del pánico, como María Bennett (Naomi Watts) en Lo imposible, o como la madre de Forrest Gump, nuestra Sally Field, personaje fundamental de la historia, heroína como pocas en el cine:
«Nunca dejes que nadie te diga que es mejor que tú»