
JOHANA, 26/06/2022
A finales de 2020, publiqué en este mismo blog uno de los posts que más lectores ha tenido hasta la fecha, aquel en el que concluíamos que la M-30 era machista, y de manera especial los túneles. Llegué a tal convencimiento tras descargar y leer el estudio encargado por el gobierno del ayuntamiento de Madrid en 2018, un informe por el que se pagaron 52.000 euros, en el que citaba como fuentes para fundamentar su análisis unas estadísticas sobre la escasez de paseos de mujeres por los parques de la ciudad chilena de Temuco y el pensamiento de un personaje de ficción de una novela desconocida de 1970. Frente a tamaña fiabilidad de las fuentes empleadas, solo cabía asentir y aplaudir las conclusiones.

A principios de marzo de este año, poco después del inicio de la guerra de Ucrania, la ministra de Igualdad Irene Montero afirmó sin pestañear que «las mujeres son las que más sufren en cualquier conflicto bélico». En su caso no hizo falta ni siquiera un sesudo estudio que demostrara sus palabras, bastaba con ver las imágenes por televisión de esas pobres mujeres que escapaban del país cargando con sus hijos (opresión heteropatriarcal), mientras los hombres se quedaban en el país con sus amigotes para tomar vodkas, ver el fútbol por la tele y a ratos, coger unos fusiles para tratar de defender sus ciudades del avance de las tropas rusas. Si en el fondo la solución al conflicto no es tan complicada, como la propia ministra explicaba con sencillez: bastaba con poner a más mujeres a negociar la paz con Putin.
No hay ámbito, materia o problema en la vida que no tenga que incorporar la perspectiva de género en la actualidad. Se evitarían así muchos problemas, como por ejemplo, los creados por las tradicionalmente machistas Matemáticas.


Las matemáticas socioafectivas y con perspectiva de género no suponen «escribir sobre un papel rosa», como dice Clara Grima, matemática, profesora, divulgadora y una de las voces a favor de este cambio, sino combatir «el estereotipo de que las matemáticas no son para las chicas», o evitar el hecho de que «las niñas se perciben a sí mismas como peores en matemáticas». Lo cierto es que afirmar ciertas cosas acerca de la inferioridad de las mujeres en esta materia (con mejores notas en las pruebas de acceso a la universidad, por ejemplo) me parece de un machismo insoportable y me provoca algo parecido al nombre de esta profesora. Es el mismo machismo del que partían algunos colectivos feministas para promover el acceso de más mujeres a las carreras denominadas STEM (Science, Technology, Engineering and Mathematics):
En los casi ocho años de existencia de este blog ya se han tocado muchos asuntos relacionados con el «machismo» latente en la sociedad: el lenguaje es machista (Horrifying palabros), incluso el hebreo si lo usas en inglés (De ofendiditos y pollaviejas), el cine es machista y solo debe aceptar la «Imposición Rider» a la hora de producir películas, el fútbol y el mundo del deporte son machistas, las políticas tributarias deben considerar la perspectiva de género en sus análisis de impacto (Populismo legislativo),… Pero también hemos tratado asuntos en los que perspectiva de género cobra todo el sentido, como la violencia de género, la brecha salarial o las desigualdades económicas y laborales.


Con lo que no contaba es con algunos de los nuevos «actores» del machismo. Los desastres naturales, por ejemplo, que también deben ser machistas y discriminatorios, pues «reproducen estereotipos de género».
A esta conclusión llegaron tres investigadoras del Departamento de Sociología de la universidad de Oviedo, tras analizar la ayuda prestada tras el terremoto de Lorca (Murcia) en 2011, puesto que «los hombres aparecen como protagonistas del salvamento, mientras que las mujeres son vistas fundamentalmente como beneficiarias de la ayuda masculina». Los hombres son los héroes y las mujeres, las víctimas, o algo así. No sé, yo cuando veo una tragedia observo unos servicios de emergencia coordinados en los que hay bomberos (y bomberas), enfermeras (y enfermeros), psicólogos y psicólogas, militares (también mujeres), médicos y políticos de ambos sexos,… Y sobre todo víctimas. Y «víctimos», ahí no hay discriminación. Creo sinceramente (y que se me perdone la osadía) que el terremoto, las inundaciones, los incendios y las pandemias no entienden de perspectivas de género.
Llegados a este punto, era inevitable que confluyeran el cambio climático y la perspectiva de género. Las Naciones Unidas tienen grupos de trabajo para analizar estas conexiones, si bien todo lo que he leído hasta la fecha no habla en realidad del cambio climático, sino de problemas culturales y sociales en países en vías de desarrollo que aumentan con las consecuencias del cambio climático. Por ejemplo, regiones en las que las mujeres trabajan en la agricultura o se encargan del abastecimiento de agua de sus familias, lugares en los que el cambio climático puede acabar provocando escasez de cosechas o sequías.


Movimientos migratorios, abandono escolar de las niñas, violencia contra las mujeres… Los países mencionados en este otro informe son Nigeria, Chad, Sierra Leona, Pakistán… Con el debido respeto, no son problemas de la lucha contra el cambio climático, sino del propio machismo existente en estas sociedades, muchas de ellas, digámoslo abiertamente, musulmanas, países que no están avanzando en derechos sociales, sino retrocediendo y dejándose llevar por el radicalismo. En las conclusiones nos indican que:
El Informe recomienda trabajar sobre cinco puntos concretos, aunque solo escriba cuatro, y me ha dado por pensar si esta mujer va a ser una de las que tiene problemas reales con las matemáticas. Bromas aparte, siempre he creído que el cambio climático y la igualdad de género eran dos luchas necesarias que deberían acometerse por separado, porque además esta mezcla afectaba negativamente a la resolución de ambas. La primera debe estar dirigida por el mundo de la ciencia, la ingeniería, la tecnología, el diseño de productos y nuevas técnicas, etc., mientras que la segunda debe analizarse desde perspectivas jurídicas, sociales o educativas, y se puede y debe avanzar mucho en las conquistas sociales en todos los países. Y todo ello es independiente de los avances tecnológicos o científicos, y de las normativas sobre emisión de gases, residuos o economía circular.
Puede que esté equivocado, ojo, por eso, cuando se presentó el estudio ¿Por qué el Pacto Verde Europeo tiene que ser ecofeminista? corrí a descargarlo antes de que lo retiraran (como hizo el ayuntamiento de Madrid con el del machismo de la M-30, por cierto).
Uno tiene que aprender de todo y de verdad que tengo la mente abierta a nuevos conocimientos, pero es que el propio prólogo, con un lenguaje inventado e incómodo de leer, estuvo a punto de hacerme desistir del intento:
Quizás sea la primera vez que leo un estudio o informe de este tipo en el que el autor explica su condición sexual, identidad de género y raza (al menos creo que quiere decir que no es blanca), factores que, por lo general, me dan exactamente igual cuando voy a leer a alguien. Reconozco que no me he leído las 151 páginas porque tiene partes infumables, pero sí los capítulos que me interesaban, que eran los que podían relacionar el cambio climático con la perspectiva de género, porque trato de entenderlo. El Informe defiende justo lo contrario de lo que indicaba yo en los párrafos precedentes: «buena parte de las políticas medioambientales ignoran el género (…) y el Pacto Verde Europeo no es ninguna excepción. Se centra fundamentalmente en resolver los problemas con soluciones tecnocientíficas, a pesar de que lo que realmente necesitamos son respuestas transformadoras desde el punto de vista social». De verdad que hay párrafos que me parecen propios de gente obsesionada con las diferencias entre hombres y mujeres, o de meter un ideario sobre asuntos que no tienen nada que ver: comienza con los movimientos LGBTQ+, luego los LGBTQIA+, luego desaparece la A, pero, ¿no estábamos hablando de cambio climático?
Yo creo que hace falta que cada uno trabaje en su especialidad y que los fondos públicos, ya sean europeos o nacionales, se destinen a su mejor uso posible. Los Fondos Next Generation no son regalos de la Unión Europea, sino préstamos que habrá que devolver con los rendimientos generados en actividades productivas, no en financiar tanta comisión de estudio para decirnos que los tornados o los terremotos son machistas:
Ya lo están consiguiendo. Resulta casi imposible enfrentar esta corriente, ahora bien, por mucho que consigan fondos de la Unión Europea, no creo que me vean utilizando el término «todes»:

Es tal el ideario de términos y explicaciones sobre identidad de género que cuando llega el capítulo en el que tienen que opinar sobre los efectos de determinadas sustancias químicas sobre las mujeres, caen en el hecho de que llevan páginas explicando que sentirse mujer es algo ajeno a los genitales o al propio cuerpo, así que tienen que aceptar el «convencionalismo» de que un cuerpo tenga anatomía femenina o masculina. Ay, la química, esa otra machista y tránsfoba.

Después de leer algunos capítulos y revisar el índice del Informe, comprobé que de lo que menos había aprendido era de cambio climático, una pena el tiempo invertido. Esta semana entrante, sin ir más lejos, se presentan en Europa algunos de los siguientes asuntos:
- Propuesta de modificación del Régimen de Comercio de derechos de emisión.
- Unificación de normas estándares de CO2 para turismos y furgonetas.
- Propuestas previas al consejo de Energía del martes sobre los enfoques de la Directiva de Energía Renovable y la Directiva de Eficiencia Energética.
- Estudio sobre los mecanismos de ajuste de carbono en frontera.
- Durante la jornada organizada por Business Europe, se analizará la Estrategia de químicos para la sostenibilidad. En particular, los Reglamentos europeos REACH y CLP.
- Diversos avances del Fondo Social por el Clima.
- Propuesta de Reglamento del Parlamento Europeo y del Consejo sobre los requisitos de diseño ecológico aplicables a los productos sostenibles.
Y estas son solo algunas de las iniciativas en marcha, hay muchas más. Ninguna ha tenido en cuenta a los zurdos, ni a la gente del Athletic de Bilbao. Si a los temas mencionados le aplico la perspectiva de género, quizás degenero la propia perspectiva del debate.