Profesor Tamames

LESTER, 27/02/2023

«Que el ritmo no pare», como dice la publicidad junto a la foto del incombustible profesor. Quién nos iba a decir a aquel grupo de estudiantes de Estructura Económica de la Autónoma de Madrid a principios de los noventa que nuestro ya entonces veterano profesor Ramón Tamames sería noticia de portada tres décadas después. Lo veo en los medios o en los telediarios como cabeza visible de la moción de censura presentada por los de Santiago Abascal y pienso para mis adentros, como tanta gente, “Ramón, profesor, quién le ha visto y quién le ve”.

Con el paso de los años tengo que reconocer que tuve suerte, que tuvimos mucha suerte con los profesores que nos tocaron en aquellos años en la universidad pública (1988-93, en mi caso), aunque cuando tienes veinte años tu preocupación se reparte entre si los árbitros de Tenerife estaban comprados o si algún día tendríamos secuela de Star Wars. Por mucho que estuviéramos matriculados allí, la economía no estaba en nuestras conversaciones en el césped de la universidad.

Tamames nos dio clase en tercero de su especialidad de siempre, Estructura Económica. En el último año, en quinto, en aquellos años en los que la carrera era de cinco años, tuvimos a Emilio Ontiveros, fallecido hace unos meses, una cara mediática bien visible en esto de la economía, y una voz habitual en los medios del grupo Prisa, tanto escritos como hablados. También tuvimos a José Manuel Revuelta, director de Cinco Días y años después presidente de Navantia. Mis compañeros de Empresariales tuvieron a Cristóbal Montoro antes de ser el ministro Montoro que ha protagonizado un par de post a lo largo de la historia de este blog (Premios Montoro a la mala gestión y Montoro miente).

Don Ramón Tamames era y es un economista con un bagaje cultural indiscutible, con un conocimiento apabullante de numerosas materias. Con muchos tiros metafóricos pegados en el pasado, muchas batallas a sus espaldas y un inconformismo fuera de toda duda, como acredita su detención en 1956 en la primera huelga de estudiantes durante el franquismo, su paso por el Partido Comunista, la Federación Progresista, su trabajo en la fundación de Izquierda Unida, el paso por el Centro Democrático y Social de Suárez, y su sorprendente fichaje por Vox para una moción sin recorrido.

Sus clases no tenían un guion previo, o quizás su virtud era que no parecían tenerlo, pero el caso es que enganchaba un tema y comenzaba a disertar una hora entera sobre el asunto en cuestión, yéndose a otras historias, ligándolo a asuntos diversos de toda índole, comparando con situaciones previas o soluciones dadas en otros países… Recuerdo que la pizarra acababa las clases repleta de siglas, o de letras que no eran siglas, sino abreviaturas en la cabeza del profesor. PDM podían ser los “Pactos de la Moncloa”, CM era un “Consejo de Ministros” y a veces los alumnos nos preguntábamos qué quería decir eso de “CDP”. ¿Era el Carbon Disclosure Project? ¿O era un Comité de Profesionales, o solo “una Casa de Putas”, como me respondió mi amigo Carlos?

En algunas de sus clases dejaba caer sus participaciones en algunos de los hechos históricos recientes de nuestro país, o cómo algunos políticos de postín habían demandado su asesoramiento para la configuración de esta nación en los años de la transición. Como ya salí del anonimato hace unos meses, no me importa decir que Ramón Tamames y Emilio Ontiveros aparecen en el libro sobre la universidad que publiqué en Temas de Hoy en 1995, en la colección de narrativa de humor El Papagayo.

Pero para hablar hoy de la aparición de Tamames en mi libro, tengo que hablar primero de Emilio Ontiveros. En aquellos años de gobierno socialista, él era el economista que aparecía en numerosos medios afines, el mismo del que nunca olvidaremos aquella clase en que nos dijo categóricamente: “tras las dos primeras devaluaciones de la peseta (del 5% y el 6%) y los ajustes realizados por el gobierno, no hay ninguna razón para una nueva devaluación de la moneda”. No había internet y nuestras clases eran por las tardes, pero nunca olvidaré que fue llegar a casa y ver en el telediario que la peseta se devaluaba un ocho por ciento. ¡Un ocho por ciento adicional! Desde entonces, marcarse un Ontiveros era para nuestro grupo de amigos de la universidad hacer una predicción económica errónea. Y «jugar a Tamames» es una broma exclusiva de nuestro reducido grupo de guasap. Ojo, que Don Emilio era brillante explicando el pasado y las causas de lo que sucedía en el día a día, pero pocas veces vimos que acertara en los pronósticos. Este es el perfil resumido que dibujé de Ontiveros en 1993:

Míster “Pez Gordo”

El “pez gordo” es ese sujeto de reconocido prestigio en su campo que da clases en la universidad como cuarta ocupación profesional y que tiene la vanidad como principal característica. Trabaja en un despacho propio, escribe artículos en algún periódico o revista especializada, es catedrático, participa en debates o programas de radio y alguna vez de televisión (no en La batalla de las estrellas) y está enamorado de su figura. (…)

Alaba sus propios trabajos, sus intervenciones en radio y televisión, sus artículos (de obligada lectura) y, por supuesto, su libro es el mejor y es también el que se sigue para la asignatura. Es el prototipo de profesor al que la tarima le viene enana y necesitaría más altura para separarse de la chusma de sus alumnos, a quienes en su mayoría desprecia.

Su dedo es el más temido a la hora de las preguntas, porque, sea cual sea la respuesta, intentará ridiculizar al alumno. (…) ¿Intentan vengarse de alguna tortura psicológica sufrida en su más tierna infancia? (…) Por supuesto, este “pez gordo” no hace revisiones de examen. Faltaría más, deberíamos estar contentos de que se digne a darnos clase. Además, su opinión va a misa y no tiene por qué aguantar estupideces de sus alumnos”.

En la vida de los que estudiamos con Don Emilio hay un antes y un después de sus clases. Antes de ellas, en los periódicos solo leíamos los deportes, la programación de cine y el humor gráfico. Después de un añito con él, nos tocó interesarnos sobre economía y política. Y lo logró. Hay una frase suya que nunca olvidaré sobre los economistas que aparecían en los medios: “En este país nadie escribe bien. Bueno, yo sí”.

Guardo un mejor recuerdo de Don Ramón Tamames, quien ya parecía octogenario en los noventa, y de él escribí lo siguiente (no olvidemos que tenía menor peso en los medios):

Míster “Pececito Gordo”

Así llamado por tratarse también de un profesor de cierto prestigio, colaborador habitual de prensa y televisión, pero a quien se concede menos importancia que al sujeto anterior. Esto es algo que difícilmente soporta y su reacción consiste en dar un relieve desmesurado a todos sus actos mediante la táctica de restarles trascendencia, de mal disimular modestia, de decir las cosas como sin querer. Sus frases favoritas son:

  • “Perdonad el retraso, Vengo ahora mismo del puente aéreo Barcelona-Madrid”. (Sin duda, habrá forzado ese retraso para poder contarlo).
  • “Como decía ayer en Antena 3…”.
  • “Mañana no habrá clase porque tengo que dar una conferencia sobre…”. (Descuida, sabiendo que no hay clase no interesan los motivos).

De vez en cuando, como revancha ante el “pez gordo” por restarle protagonismo, lanzará tímidos ataques subliminales contra el mismo con expresiones del tipo:

  • “No puedo estar muy de acuerdo con la opinión de “pez gordo” sobre…”.
  • “Me cuesta creer que así se pueda frenar la inflación, porque…”.
  • “Que me perdone mi querido colega, pero no puedo darle la razón respecto a…”.

La falsedad con la que pronuncia “mi querido colega” solo puede equipararse a las recreaciones de un asesinato en un reality show.

M. “Pececito gordo” se enorgullece de que su libro vaya por la vigesimosegunda edición, aunque quizás debería tener en cuenta que lleva veinticinco años utilizándolo como libro de texto.

La editorial Temas de Hoy encargó al ilustrador Luis Miguel Pérez González que acompañara mis textos con una serie de dibujos y el diseño de la portada, y aunque nunca lo conocí en persona, me pareció un crack. Un fuera de serie que captó la esencia de cachondeo que había en el libro. Con Don Ramón Tamames lo clavó:

Estaré pendiente de la moción de censura, o mejor dicho, del discurso de Tamames en el que nos hablará de los problemas de la nación, de la deriva de este país, de la ruptura de la HDPC por la RN y SD, de la TIU con Bildu, o de los intentos de DNE. Con el profesor siempre se aprende.

Para curiosos:

HDPC: Histórica Declaración del Partido Comunista.

RN y SD: Reconciliación Nacional y Solución Democrática.

TIU: Traición de Izquierda Unida.

DNE: Destrucción de la nación española.

Ah, y por suerte, mi libro está descatalogado: no soportaría los controles de censura actuales.

Condones sanitarios, por Josean

 

vox logo

Parece que antes de hablar del partido que todo el mundo ha tenido en boca estos últimos meses hay que justificarse como diciendo «yo no soy votante de Vox, ni les votaré nunca, pero…», como mostrando una distancia considerable a «¡la ultraderecha!», «¡los fascistas!», «los herederos del franquismo», «los cómplices de los violadores», «¡¡la mayor amenaza de la democracia!!» Todos esos calificativos que desde hace meses les regalan no solo sus rivales políticos, sino también, y esto me parece menos lícito, la prensa. Sin darse cuenta además, de que cuanto más les atacan, más cobertura les dan y más aumenta el número de seguidores.

Pues yo no soy votante de Vox, ni les votaré nunca, peeeero creo que es vergonzoso el trato que están recibiendo. Y no hablo de sus representantes, que podrán gustarnos más o menos, sino sus votantes, 395.978 solamente en las recientes elecciones autonómicas de Andalucía. ¿Dónde se ha visto que se convoque una manifa para protestar contra los resultados de las elecciones, como hicieron Podemos e Izquierda Unida? ¿En qué país democrático resulta admisible movilizar a las bases para rodear el parlamento cuando tu partido pierde el poder tras casi cuatro décadas? ¿No te planteas por qué las propuestas de esta formación que te empeñas en denostar han tenido tal acogida, o qué parte de culpa tiene tu partido de que mientras tu apoyo cae en picado otros suban como la espuma?

O mejor que la espuma, si se me admite el símil y aunque resulte soez, que los seguidores de ese partido «xenófobo, machista y racista» suban, fluyan de golpe y salpiquen todo como los espermatozoides contenidos de una eyaculación. Y quizás debido a esta eyaculación, los inquisidores de ideas hablan tanto de crear condones sanitarios alrededor de Vox, y digo bien, condones y no cordones como barrera higiénica y anticonceptiva (por aquello de bloquear sus conceptos). No solo eso, sino que se permiten tachar de «fascistas» a sus representantes acudiendo amenazadores y agresivos a sus mítines para hacer algo tan fascista como negarles la voz y la propia existencia como partido. «Vosotros, fascistas, sois los terroristas», «el pistolero de Bilbao», «Ortega Lara, vuelve al zulo» (hay que ser hijo de puta) y lindezas por el estilo. Ya ni me sorprende la autoridad moral que se atribuyen algunos de estos políticos para tratar de convencernos de cuán dignas son sus ideas y cuán terribles e inhumanas las de sus contrarios. Y repito, no soy votante de Vox, ni simpatizante, que creo que me va a tocar repetirlo unas cuantas veces.

vox elecciones andalucía

La postura de la izquierda y la extrema izquierda era la esperable, pero sorprende la de Ciudadanos, un partido que desde su creación ha presumido de su capacidad de diálogo y adaptación, jugando a ser el amigo pijo de Pablo Iglesias antes de las elecciones de 2015, pactando con el PSOE cuando se le esperaba junto al PP, apoyando al PP cuando seis meses antes lo había hecho con el PSOE, o pactando en Andalucía con Susana Díaz, que a veces les oigo hablar y parecen haberlo olvidado. Pues ese amplio bagaje (que no entro a juzgar) ha saltado por los aires cuando el nuevo actor ha salido a escena.

Pero si ya la actitud de los dirigentes de la clase política ha sido furibunda y posiblemente exagerada, aunque por otro lado, esperada, lo que no tiene nombre es el tratamiento mediático a Vox. ¿No debería ser imparcial la prensa? Qué chorrada acabo de decir. Pues con todo ese ruido creado, lo que no nos dejaban era escuchar el peligroso mensaje o leer sus incendiarias propuestas. Nos decían lo que teníamos que pensar de ellos, sin dejar que ellos mismos nos explicaran por qué debíamos despreciarlos. En mi primer texto en este blog, en agosto de 2014, escribí lo siguiente:

«A raíz de los resultados de las elecciones europeas, se ha iniciado una nueva campaña en la que además se han puesto de acuerdo prácticamente todos los medios de comunicación. Es la campaña de ataque a Pablo Iglesias y su partido Podemos. Como saltan ascuas cada vez que se habla de este señor, aclaro en primer lugar que no soy ningún seguidor de este sujeto, que no me va ese discurso demagógico que está teniendo tanto éxito entre la gente desencantada. Lo que resulta relevante, a mi modo de ver, es cómo después de las elecciones, al ver que puede ser un tipo peligroso en el futuro, se ha iniciado una campaña de desprestigio en toda regla en la que se le acusa de todos los males posibles. Le están dando por todos los lados, reinterpretando sus frases, rebuscando vídeos y declaraciones antiguas, sacando frases de contexto,…»

Tengo amigos que en su día me preguntaron si era simpatizante de Podemos, igual que ahora me preguntarán por mi afinidad por los de Santi Abascal. No se trata de eso, sino de cómo se repiten algunos patrones, financiación iraní incluida, aunque luego quede en nada.

La Televisión Española («la de todos», como dicen) habla siempre de Vox como el partido de extrema derecha, adjetivo que ya sabemos que nunca ha regalado a sus máximos oponentes. Pero va mucho más allá, en el telediario matutino de ayer, junto a la foto que acompaña estas líneas, dijeron que los manifestantes protestaban contra «el partido que promueve la desigualdad entre hombres y mujeres».

vox manifestación

¿Cómo? ¿Eso es información o es manipulación? Me parece lamentable que se hable así de un partido que todavía no ha llegado y ya ha recibido más palos que muchos otros cuyos dudosos méritos apenas se cuestionan. Claro que la televisión pública ya nos regaló hace unos meses el calificativo de «presos políticos» para los terroristas de ETA.

Nos han tratado de vender la llegada de Vox al parlamento andaluz como la mayor tragedia de la democracia en estos cuarenta años, cuando en estas décadas hemos visto a los batasunos campando a sus anchas y gobernando en ayuntamientos y diputaciones, a los nacionalistas catalanes pasándose al secesionismo para tapar su inmensa corrupción, al PPSOE de las corrupciones de la Gürtel, Filesa, Púnica o los ERE, a los alcaldes más nefastos y populistas que podamos recordar,… ¿y ahora nos vamos a asustar por este partido que difícilmente va a tener poder de decisión, salvo en contados lugares?

Ni siquiera hemos iniciado el debate sobre sus ideas. Si tan nefastos son, dejemos que se expresen y ya nos daremos cuenta por nosotros mismos. ¿O es que se trata de evitar precisamente eso, el debate? ¿De dirigir a las masas siguiendo las estrategias de manipulación de Chomsky, que ni siquiera son de Chomsky?

vox santiago abascal

La estrategia de atacar a este tipo de partidos no funciona. No lo ha hecho con Trump, Orbán, Bolsonaro, Marine Le Pen, ni el propio Vox. Hasta he leído artículos acerca de cómo no hablar de VOX en redes sociales para evitar la difusión de su mensaje. Es un fenómeno interesante, a la manera de Trump en su día: cuantas más burradas profería y más ataques se tuiteaban en su contra, mayor era el número de seguidores.

Yo he tratado de informarme y la verdad es que cuesta mucho separar el polvo de la paja, pero hoy no me toca hablar de Vox ni expresar mi opinión, eso lo dejo para otro día.

Cara Josean