
19/11/2022
Este blog de los «Cuatro amiguetes» lleva entregando textos a los lectores desde agosto de 2014. Con este post de hoy, van ya 558 textos, artículos, post o truñacos, que cada uno lo llame como quiera. Aparte de ello, los 128 con La Galerna bajo el seudónimo de Barney. Durante todo este tiempo, los «cuatro amiguetes» se mantuvieron en un anonimato a medias, pues apenas había datos personales, pero sí fotos de la familia y varias de Lester en sus maratones, aunque siempre de espaldas.
El sábado pasado el Amiguete Barney salió del anonimato, no del armario, como dijeron algunos. Ni del economato, como decía Gomaespuma. La ocasión la requería y el medio empleado fue el mejor posible: la entrevista que Jesús Bengoechea me regaló para anunciar la publicación de mi libro Volver al asfalto.


En esa entrevista cuento mucho de mí. Tanto tiempo alejado de esa exposición, y ahora lo casco todo. Pero es que no siempre tiene uno la inmensa fortuna de publicar un libro. «Un momento, un momento», dirá algún lector habitual de los que no me conoce personalmente, «pero el que corría los maratones era el Amiguete Lester. De hecho, lo del proyecto de Volver al asfalto ya se contó aquí hace algo más de un año». Y es cierto, y también lo hice en La Galerna:


Durante la presentación del libro el pasado lunes 14, el presentador del evento, de nuevo el maestro Jesús Bengoechea, contó cómo nos conocimos. Jesús había leído algunos de mis textos en Twitter, pero le había llamado la atención que unos eran de fútbol (normalmente del Real Madrid), otros de economía y algunos otros de carreras o de cine. Se decidió a escribirme directamente tras leer el artículo de Barney Stephen Hawking era del Madrid al día siguiente de su fallecimiento. Escribió al que creía que era el responsable de la cuenta de Twitter, y le pedía que por favor le pusiera en contacto con Barney, con el que escribía sobre fútbol, que era al que le interesaba para su página. Como contó el lunes, su sorpresa fue al encontrarse un caso inverso al de Carmen Mola: no eran tres escritores que pergeñaban textos al alimón, sino uno solo que escribía por los cuatro. Dos cincuentones que nos conocimos por Twitter, y de ahí surgieron varios cafés, muchos correos y guasaps para definir ideas y artículos, algunos eventos, y una amistad sincera.
Pues sí, y le agradezco profundamente sus palabras, pero me parece hasta cierto punto sencillo. Él mismo escribe sobre fútbol, política, música o cine, y tiene una novela hilarante, Alada y riente, que leí el pasado verano y recomiendo fervientemente. Yo he sido siempre muy aficionado a practicar todo tipo de deportes, no solo las carreras, como he contado varias veces por aquí, y de ahí surgió Lester, un tipo que además escribe relatos o trata de sacar punta a todas las historias que pasan a su alrededor, ya sean en un spa, con la Filarmónica de Londres o con un refugiado ucraniano.
Pero no soy menos aficionado a seguir el deporte por televisión, a cabrearme con lo que me indigna, como este Mundial de Catar, o a disfrutar de las grandes hazañas. Y ese es Barney.
Claro que uno tiene que ganarse la vida haciendo lo que sabe, ese economista que aparece en la entrevista y que publica de manera recurrente en Linkedin, y de ahí nació Josean, el único sin nombre anglófono precisamente porque quería ser leído en lugares más serios.
Lo que menos conocen mis amistades es mi afición al cine, una afición que nació de pequeño con esas visitas a las salas con mi padre y hermanos en aquellos maravillosos programas dobles, y que he mantenido a base de ver centenares de películas o leer muchos libros sobre la materia. Bastantes de ellos centrados en los guiones, en contar historias, porque en el fondo todo trata acerca de lo mismo. Ese es Travis, un guionista en potencia (¡productores, estoy disponible!), y confieso que es quizás el personaje que más disfruto cuando escribo. También es el que logra menos lecturas, qué le vamos a hacer.

La velada resultó, al menos para mí, entrañable, divertida, cercana, quedará para siempre en mi memoria por el resultado, por el cariño de tanta gente y por lograr juntar a mi familia, amigos y gente más querida. Tuvo prácticamente todo lo que quiero en la vida: la familia, el deporte, los amigos del colegio y la universidad, los colegas del fútbol y el baloncesto, buena música… Y lo celebramos en el antiguo cine Cid Campeador, actualmente Pangea – The Travel Store.

Este va a ser el único post en toda la historia pasada, presente y seguramente futura del blog, en el que me expondré tan abiertamente. No me interesa publicar con mi nombre, le tengo cariño a los «cuatro amiguetes» y pienso seguir empleándolos. Para mi sorpresa, este blog que empezó sin pretensiones se lee desde muchos sitios, por mucha gente que no me conoce de nada, y trataré de mantener esa separación entre personajes porque me viene muy bien para diferenciar las temáticas:
Ayer mismo me escribió Ana, una buena amiga, y su mensaje me encantó, tanto, que tengo que compartirlo: «Mis felicitaciones por todos esos años de escribir en el blog, por continuar con esa afición a cuenta de horas de sueño y por entretenernos contándonos muchas historias, anécdotas, vivencias, etc. siempre con ese toque de humor que las caracteriza. La publicación de este libro es un pequeño reconocimiento a todo eso, ¡te lo mereces!». Jo, gracias, Ana, dejadme todos que disfrute mi momento onanista de éxito y… (respiro profundamente) eso me servirá para seguir dando caña.
Los que siguen habitualmente el blog habrán detectado que los textos se han espaciado en las últimas semanas. Llevaba muchos meses cumpliendo con el rigor de uno a la semana al menos, y en el último mes y medio han sido cada nueve o diez días. Entenderéis que he tenido mucho lío con las presentaciones, aparte de un ritmo de trabajo infernal. Pero mañana comienza el Mundial de la infamia y no pienso dedicarle ni un minuto al mismo en el blog (ya lo he criticado abiertamente antes), así que el nuevo reto será ofrecer a los lectores cada día ¡y durante los próximos 30! un plan alternativo a partidos tan «atractivos» como el Catar-Ecuador en mitad del desierto, en un estadio construido sobre los cadáveres de no menos de 800 trabajadores, perdón, esclavos. Habrá días que escriba 200 palabras y una recomendación, y otros que pueda extenderme a las 1500, pero algo habrá, seguro.
Entre hoy y mañana decidiré el título entre Planes alternativos al Mundial de la infamia o crear una serie de textos a modo de club de lectura y homenaje a esos trabajadores fallecidos: El club de los currelas muertos. Se admiten votaciones.
Muchas gracias a todos por estar ahí, al otro lado.
A mí me gustó el libro La universidad me mata. No reflejaba exactamente mi vivencia universitaria, pero reconocí bastantes detalles que no faltaron en ninguna universidad de aquella época. Ese libro sería hoy «impublicable», según creo, por la pestosa corrección política, que no entiende que se puede describir una época con las palabras y las expresiones de aquella época. La censura siempre ha dado muestras soberbias de estupidez.
Saludos,
Aguador.
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Totalmente de acuerdo, Aguador, impublicable. Y una pregunta ¿Planes alternativos al mundial de la infamia o El club de los currelas muertos?
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Uffffffff… Si el tema va de fúrbo no entiendo mucho. Pero sí veo por por dónde vas. No sé si te va a gustar, pero podría ser «El mundial de los derechos invisibles». Es lo que se me ocurre así, a bote pronto. Arréglalo como mejor te parezca 🙂
Saludos,
Aguador.
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Y si hablamos de cosas que se pueden hacer en vez de prestar atención al Mundial… bueno, tengo un montón de libros pendientes de leer xDDD
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