Parece que antes de hablar del partido que todo el mundo ha tenido en boca estos últimos meses hay que justificarse como diciendo «yo no soy votante de Vox, ni les votaré nunca, pero…», como mostrando una distancia considerable a «¡la ultraderecha!», «¡los fascistas!», «los herederos del franquismo», «los cómplices de los violadores», «¡¡la mayor amenaza de la democracia!!» Todos esos calificativos que desde hace meses les regalan no solo sus rivales políticos, sino también, y esto me parece menos lícito, la prensa. Sin darse cuenta además, de que cuanto más les atacan, más cobertura les dan y más aumenta el número de seguidores.
Pues yo no soy votante de Vox, ni les votaré nunca, peeeero creo que es vergonzoso el trato que están recibiendo. Y no hablo de sus representantes, que podrán gustarnos más o menos, sino sus votantes, 395.978 solamente en las recientes elecciones autonómicas de Andalucía. ¿Dónde se ha visto que se convoque una manifa para protestar contra los resultados de las elecciones, como hicieron Podemos e Izquierda Unida? ¿En qué país democrático resulta admisible movilizar a las bases para rodear el parlamento cuando tu partido pierde el poder tras casi cuatro décadas? ¿No te planteas por qué las propuestas de esta formación que te empeñas en denostar han tenido tal acogida, o qué parte de culpa tiene tu partido de que mientras tu apoyo cae en picado otros suban como la espuma?
O mejor que la espuma, si se me admite el símil y aunque resulte soez, que los seguidores de ese partido «xenófobo, machista y racista» suban, fluyan de golpe y salpiquen todo como los espermatozoides contenidos de una eyaculación. Y quizás debido a esta eyaculación, los inquisidores de ideas hablan tanto de crear condones sanitarios alrededor de Vox, y digo bien, condones y no cordones como barrera higiénica y anticonceptiva (por aquello de bloquear sus conceptos). No solo eso, sino que se permiten tachar de «fascistas» a sus representantes acudiendo amenazadores y agresivos a sus mítines para hacer algo tan fascista como negarles la voz y la propia existencia como partido. «Vosotros, fascistas, sois los terroristas», «el pistolero de Bilbao», «Ortega Lara, vuelve al zulo» (hay que ser hijo de puta) y lindezas por el estilo. Ya ni me sorprende la autoridad moral que se atribuyen algunos de estos políticos para tratar de convencernos de cuán dignas son sus ideas y cuán terribles e inhumanas las de sus contrarios. Y repito, no soy votante de Vox, ni simpatizante, que creo que me va a tocar repetirlo unas cuantas veces.
La postura de la izquierda y la extrema izquierda era la esperable, pero sorprende la de Ciudadanos, un partido que desde su creación ha presumido de su capacidad de diálogo y adaptación, jugando a ser el amigo pijo de Pablo Iglesias antes de las elecciones de 2015, pactando con el PSOE cuando se le esperaba junto al PP, apoyando al PP cuando seis meses antes lo había hecho con el PSOE, o pactando en Andalucía con Susana Díaz, que a veces les oigo hablar y parecen haberlo olvidado. Pues ese amplio bagaje (que no entro a juzgar) ha saltado por los aires cuando el nuevo actor ha salido a escena.
Pero si ya la actitud de los dirigentes de la clase política ha sido furibunda y posiblemente exagerada, aunque por otro lado, esperada, lo que no tiene nombre es el tratamiento mediático a Vox. ¿No debería ser imparcial la prensa? Qué chorrada acabo de decir. Pues con todo ese ruido creado, lo que no nos dejaban era escuchar el peligroso mensaje o leer sus incendiarias propuestas. Nos decían lo que teníamos que pensar de ellos, sin dejar que ellos mismos nos explicaran por qué debíamos despreciarlos. En mi primer texto en este blog, en agosto de 2014, escribí lo siguiente:
«A raíz de los resultados de las elecciones europeas, se ha iniciado una nueva campaña en la que además se han puesto de acuerdo prácticamente todos los medios de comunicación. Es la campaña de ataque a Pablo Iglesias y su partido Podemos. Como saltan ascuas cada vez que se habla de este señor, aclaro en primer lugar que no soy ningún seguidor de este sujeto, que no me va ese discurso demagógico que está teniendo tanto éxito entre la gente desencantada. Lo que resulta relevante, a mi modo de ver, es cómo después de las elecciones, al ver que puede ser un tipo peligroso en el futuro, se ha iniciado una campaña de desprestigio en toda regla en la que se le acusa de todos los males posibles. Le están dando por todos los lados, reinterpretando sus frases, rebuscando vídeos y declaraciones antiguas, sacando frases de contexto,…»
Tengo amigos que en su día me preguntaron si era simpatizante de Podemos, igual que ahora me preguntarán por mi afinidad por los de Santi Abascal. No se trata de eso, sino de cómo se repiten algunos patrones, financiación iraní incluida, aunque luego quede en nada.
La Televisión Española («la de todos», como dicen) habla siempre de Vox como el partido de extrema derecha, adjetivo que ya sabemos que nunca ha regalado a sus máximos oponentes. Pero va mucho más allá, en el telediario matutino de ayer, junto a la foto que acompaña estas líneas, dijeron que los manifestantes protestaban contra «el partido que promueve la desigualdad entre hombres y mujeres».
¿Cómo? ¿Eso es información o es manipulación? Me parece lamentable que se hable así de un partido que todavía no ha llegado y ya ha recibido más palos que muchos otros cuyos dudosos méritos apenas se cuestionan. Claro que la televisión pública ya nos regaló hace unos meses el calificativo de «presos políticos» para los terroristas de ETA.
Nos han tratado de vender la llegada de Vox al parlamento andaluz como la mayor tragedia de la democracia en estos cuarenta años, cuando en estas décadas hemos visto a los batasunos campando a sus anchas y gobernando en ayuntamientos y diputaciones, a los nacionalistas catalanes pasándose al secesionismo para tapar su inmensa corrupción, al PPSOE de las corrupciones de la Gürtel, Filesa, Púnica o los ERE, a los alcaldes más nefastos y populistas que podamos recordar,… ¿y ahora nos vamos a asustar por este partido que difícilmente va a tener poder de decisión, salvo en contados lugares?
Ni siquiera hemos iniciado el debate sobre sus ideas. Si tan nefastos son, dejemos que se expresen y ya nos daremos cuenta por nosotros mismos. ¿O es que se trata de evitar precisamente eso, el debate? ¿De dirigir a las masas siguiendo las estrategias de manipulación de Chomsky, que ni siquiera son de Chomsky?
La estrategia de atacar a este tipo de partidos no funciona. No lo ha hecho con Trump, Orbán, Bolsonaro, Marine Le Pen, ni el propio Vox. Hasta he leído artículos acerca de cómo no hablar de VOX en redes sociales para evitar la difusión de su mensaje. Es un fenómeno interesante, a la manera de Trump en su día: cuantas más burradas profería y más ataques se tuiteaban en su contra, mayor era el número de seguidores.
Yo he tratado de informarme y la verdad es que cuesta mucho separar el polvo de la paja, pero hoy no me toca hablar de Vox ni expresar mi opinión, eso lo dejo para otro día.
Es evidente, tienes razón, estoy de acuerdo.
Lo peor son los tiempos que vienen, auspiciados y abonados por la ya próxima crisis económica que, como todas, resultará dextrógira.
Me gustaMe gusta
Sí. Creo que habrá que hablar más de VOX… cuando tengan un poder significativo. Cosa que podría ocurrir tras las municipales, según tendencias. Otra cosa es que se hable de VOX para no hablar de «otras cosas», que nos afectan más al bolsillo y que por eso mismo no son «interesantes».
Me gustaMe gusta