BARNEY, 18/07/2021
El domingo pasado finalizó la Eurocopa de fútbol con el triunfo de Italia sobre Inglaterra en los penaltis. La misma escuadra azzurra había eliminado a los nuestros en semifinales por penaltis, de igual modo que España eliminó de esta guisa a Suiza, que a su vez había hecho lo propio con Francia desde los once metros. Siempre que un encuentro se decide de este modo, los periodistas recurren a un tópico tan manido como el de «la pena fatídica» o «los Globos de Oro son la antesala de los Óscar» y es que el partido se resolverá en «la lotería de los penaltis». Y yo creo que, al igual que en el fútbol se entrenan todos los aspectos técnicos, tácticos y físicos, los penaltis son un lance más del juego que se prepara y se entrena, y el resultado final dista mucho de ser una lotería.
En un deporte colectivo como el fútbol, los penaltis son la expresión máxima de la individualidad: el jugador de campo frente al portero. El que tiene todo que perder frente al que puede erigirse como héroe. El que acaba señalado como villano enfrentado al que será el gran triunfador de su país aunque los penaltis se vayan a las nubes. Y en esas circunstancias la cabeza pesa tanto como la habilidad para lanzar los penaltis.
De todos modos y por seguir con el símil, para enfrentarse a una lotería conviene comprar más papeletas o jugar con más números, y hay una serie de reglas que conviene seguir para (al menos) no partir en desventaja:
- El sorteo para elegir portería y orden de lanzamiento. No tengo datos sobre la importancia de lanzar en la portería en la que están los aficionados de uno u otro equipo, aunque lógicamente todos los equipos quieren lanzar frente a la grada en la que están sus seguidores, pero sí hay numerosos estudios sobre el peso del orden de lanzamiento en el resultado final. El famoso estudio de los profesores Palacios-Huerta (London School of Economics) y José Apesteguia (Universidad Pompeu Fabra, Barcelona) analizó 2.820 tandas de penaltis entre los años 1970 y 2008, y llegó a unos porcentajes de 60%-40% a favor del primer lanzador, pero no solo eso, sino que realizó un muestreo de los sorteos para concluir que en más del noventa por ciento de los casos el ganador elige lanzar en primer lugar. Por esa razón, el capitán del Real Madrid, Sergio Ramos, se sorprendió y se frotó las manos al ver que Gabi ganaba el sorteo para elegir en la final de Milán de 2016 y escogía lo indicado por el Cholo Simeone: ceder el turno al Madrid. Sabemos todos lo que pasó. La razón psicológica es clara: la presión suele ser mayor para el que lanza en segundo lugar, y el porcentaje aumenta si el rival anota, es decir, si se va por debajo en el marcador. Si el sorteo es tan importante para el resultado final, no puedes mandar a un tipo como Jordi Alba frente a un italiano, y menos si este es Chiellini, doctor en Administración y Dirección de Empresas. Que te vacile después es una consecuencia lógica. Entre los cambios que algunos expertos han propuesto para el reglamento del fútbol está que el orden de lanzamientos sea ABBA, en lugar del tradicional ABAB, para que se produzca un traspaso de presión entre los equipos.
- Confiar en la experiencia, desconfiar de la juventud. Son muy pocos los jugadores que tiran penaltis a lo largo de una temporada, pues esta es una tarea reservada normalmente para los cracks de cada equipo, así que llegado el momento decisivo lo normal es optar por la veteranía, por jugadores curtidos en mil batallas a los que no les pese la responsabilidad ni la presión de lanzar en un ambiente hostil. En la final de la Euro 2020, por Italia lanzaron los veteranísimos Chiellini (36) y Bonucci (34), y nadie entendió los elegidos por el seleccionador inglés, Gareth Southgate, que dejó la papeleta a tres de los más jóvenes jugadores sobre el campo. Y fallaron los tres. En casa, con un público que nos recordó a los peores tiempos del hooliganismo, con el equipo como favorito y toda la presión sobre sus espaldas, Southgate decidió que Jadon Sancho (21), Marcus Rashford (23) y Bukayo Saka (19) lanzaran. A los dos primeros los sacó en el minuto 120 de partido solo para que cometieran el gambazo que cometieron. En sus enfrentamientos contra Suiza e Italia, Luis Enrique no dejó esa presión a Pedri (18) y creo que todos lo entendimos. En momentos así también se distingue a un entrenador, como cuando Vinicius pidió tirar un penalti en la final de la Supercopa entre el Real Madrid y el Atleti (Arabia Saudí, 2020) y Zidane le dijo que no. Hay jóvenes con mucho más aplomo que algunos veteranos, pero el entrenador debería ser quien dejara los criterios claros mucho antes del partido (días, semanas incluso). Nunca entendí que Camacho escogiera a Joaquín (20 años entonces) para tirar un penalti en aquella fatídica mañana de junio en Gwangju, el día que supimos de la existencia de Al Ghandour, sobre todo porque en el campo había jugadores como Luis Enrique (32) y Miguel Ángel Nadal (35), que se curraron un Bebeto mirando para otro lado y dejando toda la responsabilidad al chavalín.
- La elección y la preparación del portero. El portero es quien más tiene que ganar y menos que perder en una tanda de penaltis. Salvo que seas De Gea. Luego lo explico. Un portero no puede llegar a la tanda sin haber analizado previamente a sus rivales. Coño, que no es tan difícil, que los jugadores y el cuerpo técnico se pasan horas en una concentración preparando un partido y es bastante probable pensar que se puede resolver por penaltis. ¡Pues prepáralo! Parece algo excepcional cada vez que nos cuentan que un técnico o incluso el portero suplente ha soplado al titular por dónde suelen lanzar los jugadores rivales, cuando es algo que debería estudiarse siempre. El Madrid lanzó sus cinco penaltis de Milán a Oblak por su lado izquierdo. Y también consiguió engañarle en los cinco de la Supercopa de 2020. Porque lo habían estudiado. Van Gaal cambió a su portero titular (Cillessen) por el suplente (Krul) en el último minuto de la prórroga frente a Costa Rica en el Mundial de 2014 y le salió bien, seguramente porque descolocó a sus rivales, cambió el guion y los pilló desprevenidos. Si alguien en la selección española hubiera estudiado los aciertos de David De Gea en los lanzamientos de penalti jamás le habría dejado que se la jugara en la tanda del Mundial de Rusia frente a los locales. Porque no los para ni aunque le tiren a dar. Este año le anotaron once seguidos en la final de la Europa League frente al Villarreal, y para colmo falló el suyo. Lleva desde abril de 2016 sin detener un penalti: 40 lanzamientos desde entonces y 40 goles. Solo hay que tirar a puerta. Cuando vimos que la final de la Euro se decidía entre Donnarumma y Pickford, supimos que Italia partía con mejores papeletas para «la lotería». Lo mismo que en las semifinales entre Inglaterra y Dinamarca, en las que Schmeichel hijo me hizo pensar que repetiría la hazaña de Schmeichel padre en la Euro del 92 (El bigote de Kim). Hay porteros con esa habilidad y la confianza necesaria para asustar al rival, pero por desgracia, lo que ocurrió es que un piscinazo de Sterling made in City me privó de confirmar mi teoría.
- Cuidado con los megacracks, es preferible que lancen al principio de la tanda. Mbappé falló por Francia, Cristiano en la final de Champions entre el Manchester y el Chelsea (salvado luego por los errores de Terry y Anelka), Messi en la final de la Copa América frente a Chile, Ronaldo, Kaká y Sergio Ramos en las famosas semis frente al Bayern de 2012, Zico, Sócrates y Platini en los cuartos del 86, Maradona en el partido frente a Yugoslavia del Mundial de Italia 90, Roberto Baggio y Baresi en la final del Mundial USA 94,… y así un largo etcétera de cracks. Algo les pasa que sienten la presión más que sus compañeros, quizás porque nadie espera de ellos lo que les puede ocurrir, igual que al resto. Hay entrenadores que dicen que hay que poner al mejor lanzador en quinta posición y al segundo mejor en la primera. Yo pondría siempre a mi jugador más fiable en primer lugar. Te evitas además que tu estrella se pueda quedar sin tirar, como a Cristiano Ronaldo en las semis contra España en la Euro de 2012, el día del «¡qué inyustisia!».
- Raso, fuerte y al palo. Sé que parece fácil, pero si fuera entrenador, lo primero que haría es obligar a mis jugadores a que se dejen de gilipolleces. Si va raso, fuerte y al palo entrará más del noventa por ciento de las veces, por muy bien que se tire el portero rival. Ni paradinhas, ni pasitos, ni carreras absurdas, ni saltitos, ni esperar al último segundo para decidir el lado, ni panenkas, ni a media altura, ni… La de penaltis que se fallan por estupideces. Zaza, Oyarzábal, . Italia tenía la final ganada cuando Jorginho hizo su típico saltito y falló. Lanzamiento flojo, fácil de parar si el portero adivina la trayectoria. Aquí dejo algunos de los penaltis peor tirados de la historia, que incluye al propio Neymar y la tontería que hace siempre antes de lanzar:
- Y la última, ya que hablamos de confianza: No dejar que lancen jugadores del Atleti. Así es, para qué nos vamos a engañar. Esta no-lotería de los penaltis va sobre la confianza y la historia del Atleti es la de los que se quedan «a punto de», con la miel en los labios, luego no puedes ir a la tanda de penaltis con los jugadores del Atleti. Lo sabía Southgate y no dejó que Trippier (30) lanzara en la final. Luis Enrique lo sabía y en el partido contra Suiza cambió a Morata y a Koke durante el partido. Griezmann y Juanfran en Milán, Saúl en Arabia, Koke en Rusia 2018, Torres en Munich… su cara antes del lanzamiento lo anticipa (recordad El influjo magnético de la sonrisa sobre los postes). De la Euro 2020 nos privó el fallo de Morata. Sí, ya sé que esta temporada ha jugado en la Juve, pero Morata es atlético de carácter, formas, declaraciones y sobre todo, de confianza. Psicológicamente. En todos los chats de Whatsapp, en todo Twitter, en el bar en el que estaba y en todo el puto mundo, se comentó: «tenemos claro que Morata no puede lanzar un penalti». Estaba con confianza, había metido el gol del empate y Luis Enrique lo animó, pero es un cenizo de manual. Ni siquiera me extrañó su fallo. Mi mujer me preguntó que cómo lo sabíamos y le dijimos simplemente: «tiene el ADN del Atleti».