Acaban los Juegos Olímpicos, comienza la Liga de fútbol. Todo el mismo fin de semana, como si esos superatletas ejemplares cedieran el testigo a esos otros no tan ejemplares.
Con la clausura de los Juegos, nos dejan esos gimnastas, nadadores, luchadores y atletas en genera que se han pasado cuatro años preparándose para su gran cita, para pruebas complicadísimas que en muchos casos duran menos de un minuto, y en su lugar pasan a ocupar nuestro espacio de información deportiva esos futbolistas de los que en muchos casos se habla más por sus líos extradeportivos, fiscales, galas horteras como la del Balón de Oro, o por lo más imperdonable que le puede ocurrir a un deportista: estar fuera de forma.
La última jornada de los Juegos vivimos entre otras cosas la magnífica medalla del equipo español de gimnasia rítmica. Aunque yo no sea muy aficionado a los deportes con jueces y jurado de por medio (la natación sincronizada ha quedado finalmente como se preveía, cero sorpresas como siempre), reconozco que lo de estas jóvenes gimnastas es impresionante por su precisión y por su coordinación. Se trataba de un ejercicio 4.000 veces repetido, ensayado 90 veces a la semana durante el último año. Esa perfección apenas ocupó medio minuto de las noticias, pero luego te llega un futbolista que centra mal uno de cada cuatro saques de esquina y recibe el triple de atención. Cada semana.
Pero es que el fútbol lo invade todo y algunos han querido meter su zarpa en los Juegos, y por supuesto este hecho va a influir en este resumen. Estoy abandonando el espíritu de concordia olímpico para enfangarme de nuevo en la batalla de la Liga. El Barça nos regaló su penúltima dosis de humor el mismo día de la clausura de los Juegos:
¿8 medallas de color azulgrana? Espera, que todavía no me he recuperado del ataque de risa, «¿que han proyectado el club al mundo?» Supongo que entre esos ocho estará Neymar, el artista del balón hijo del multiplicador de contratos paralelos, el mismo Neymar que montó líos antes de los Juegos, durante, como esa fiesta repleta de prostitutas para celebrar el empate con Sudáfrica o con Irán (ni lo recuerdo, ni me interesa), y justo al acabar la final, como en esa pelea barriobajera con un aficionado.
Yo, que no sigo el fútbol de los Juegos, reconozco que vi en directo la tanda de penaltis de la final y me cabreé conmigo mismo por desear tan fervientemente que Neymar fallara el último y decisivo. Más aún después de ver su show previo al lanzamiento y por supuesto más aún al ver la parafernalia posterior que organizó. Como el fútbol lo invade todo, incluso los Juegos, me quedo con la imagen del alemán Bauer recordando ciertas semis recientes a la grada de Maracaná. Repito lo que dije al principio de los Juegos: el fútbol sobra en este evento. Los Juegos son para todas esas especialidades que reciben menos atención durante el año (con la excepción de baloncesto y tenis).
En tenis tuvimos varias buenas noticias, como el oro de Marc López y Rafa Nadal en dobles, la competitividad que mostró de nuevo Nadal (por cierto, para los señores del Barça, un madridista que «proyecta el club al mundo»), la vuelta de Del Potro (de los poquísimos que pueden echar a Nole a raquetazos de una pista) y por supuesto, que Djokovic no ganara el único trofeo que le falta (ya ha conseguido Roland Garros y la Copa Davis, que deje algo para los demás).
En baloncesto tuvimos plata en categoría femenina y un sufridísimo bronce en la masculina. Me he aficionado al baloncesto femenino durante los Juegos, al menos a los partidos de España y alguno de Estados Unidos. He podido comprobar que al no ser un deporte tan físico como el masculino, al no jugar por encima del aro ni meter tantos kilos en la pintura, las chicas juegan de un modo mucho más técnico, con muy buenos fundamentos individuales y de equipo. Hacía tiempo que no veía tantos bloqueos ciegos, puertas atrás y jugadas de pick and roll como en los partidos femeninos. Es muy entretenido, pero creo que tras los Juegos termina mi «romance». No es lo mismo un España-USA en la final de los Juegos que un Perfumerías Avenida-Embutidos Pajariel, con todos mis respetos (para el que no lo sepa, son dos equipos reales, no inventados).
Supongo que Pau Gasol no es uno de los ocho medallistas que se apunta el Barça en sus cuentas, porque lleva 16 años fuera del club, pero todo es posible, como considerar canterano a todo el que visita La Masía. Cómo vamos a echar de menos a Gasol el día que se retire. Tocado del gemelo, visiblemente agotado a sus 36 tacos y dando una lección en cada partido, especialmente en los clave: 23 puntos contra Estados Unidos y 31 contra Australia. Su hermano Marc es un pedazo de jugador, pero le falta lo fundamental: el carácter de Pau. Por cierto, en este equipazo de bronce estaban los madridistas Sergio Rodríguez, Felipe Reyes, Sergio Llull, Rudy Fernández y Willy Hernangómez «proyectando el club al mundo» y esas chorradas.
Los Juegos de Río 2016 traerán la despedida de dos de los más grandes: posiblemente, el mejor nadador, Michael Phelps, y el mejor velocista de todos los tiempos, Usain Bolt. El tiburón de Baltimore se retira con 23 medallas de oro, las mismas que ha conseguido en toda su historia un país como Jamaica. O una más que Etiopía. Casi nada.
Usain Bolt ha dominado los 100, 200 y con sus compañeros el relevo 4 x 100 durante tres Juegos consecutivos. Y encima con una sonrisa, con alegría y algo de cachondeo sano. Por cierto, Usain Bolt es un confesado admirador del Madrid que gusta de «proyectar el club al mundo».
Al igual que en Londres 2012, la representación española se retira con mayor número de medallas para las mujeres que para los hombres. Bravo por ellas, que además suelen recibir mucha menor atención de los medios. Bravo por Mireia Belmonte, Maialen Chourraut y especialmente por su constancia a Ruth Beitia. Yo siempre he sido seguidor de Blanka Vlasic (menudo bailecito se marcó tras lograr el bronce), pero me alegro por la cántabra, que ha aguantado al máximo nivel hasta los 37 años.
Un bravo enorme a Carolina Marín por ser la mejor en lo suyo, el bádminton, un deporte al que apenas se juega en España y en Europa. Era la favorita y ha cumplido, no como otros deportistas que no quiero mencionar, cuyas excusas me han recordado a las de los futbolistas: «es que hacía mucho calor», «es que la humedad»,… ¡Joder, que desde hace siete años sabías que se iba a celebrar en Río de Janeiro!
Enhorabuena a los piragüistas Saúl Craviotto, Cristian Toro y Marcus Cooper, a los taekwondistas Eva Calvo y Joel González, y por supuesto a la inmensa Lydia Valentín, la haltera cuyo caso es único en la historia del olimpismo, pues ha ganado medallas en tres Juegos distintos en apenas un mes: le acaban de confirmar la plata ¡de Pekín 2008!, que se suma al oro reciente de Londres 2012 y a su bronce en Río 2016.
Me encantó ver la plata de Orlando Ortega en los 110 metros vallas, pero no lo incluyo en el lote de los anteriores, porque con los atletas nacionalizados tengo ciertas reservas. Le doy la enhorabuena como deportista, pero es una medalla más cubana que nacional. Igual que Niurka Montalvo en su día. O el alemán Johann Muehlegg, «Juanito» para algunos antes de que se destapara el dopaje. Cristian Toro, venezolano hijo de españoles, está en la frontera (algún diario venezolano se apuntó la medalla). No es igual el caso de Marcus Cooper Walz, criado en Mallorca desde pequeño, al estilo de otro de los grandes de los Juegos: Mo Farah, somalí criado en Reino Unido.
Como ya ha arrancado la temporada de fútbol, han comenzado las gilipolleces de Piqué. Dejo para él la celebración del último medallista, el enorme Carlos Coloma en mountain bike. Para ti, Piqué, pasecito torero y…
Acabaron los Juegos. Empieza la Liga. Vuelve el hooligan.
Muy buen resumen, coincido en todo aunque deberías haber resaltado los esfuerzos del excubano por izar nuestra bandera. Seguro que se siente más español que muchos, aunque sea reciente, y ya sólo por eso la medalla para mí cuenta igual que las demás.
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Después de escribir el post, supe que Orlando Ortega era del Madrid. Supongo que otro más que «proyecta el club al mundo», como dicen los culés. Así que de acuerdo contigo, que cuente igual que las demás medallas. Ahora queda esperar unos meses (o años) a ver si los análisis de sangre y orina nos dan o quitan alguna medalla. Es lo que tiene el deporte moderno.
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