Juegos de Río 2016 (I): para esto quería una Smart TV (Barney)

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Más de diez mil atletas y en apenas dieciséis días se habrán acabado los Juegos. Visto y no visto. Al contrario que el fútbol, de cuyos partidos «clave» (y parece que todos lo son) se habla desde la semana anterior hasta la posterior, con los Juegos tienes que estar pendiente porque en apenas unas horas ves una medalla en natación, un ciclista que queda cuarto por un puñado de segundos, una gimnasta que cae de la barra y echa por tierra el trabajo de años de sacrificio, o te cabreas con la última decepción de uno de tus equipos.

Juegos de Río2Lo más divertido de los Juegos es la diversidad. Diversidad de países, de atletas y de deportes. Diversidad de estilos desde la ceremonia de inauguración, con una mezcla de culturas como pocas veces puedes ver. Desde el exitoso abanderado de Tonga, directamente extraído de una película de gladiadores hasta los «animosos» españoles («animosos» para el comentarista, para mí que algunos llevan una copa de más), pasando por tribus africanas de todo tipo, cataríes con aspecto de jeques o jamaicanos fumetas.

Es lo que siempre me ha gustado, esa diversidad. Bueno, eso, y quedarme embobado contemplando deportes que apenas tienes oportunidad de ver en los cuatro años siguientes, absorbidos como estamos por el acaparador fútbol. Estos dieciséis días hacen que en mi caso adquiera el look Juegos Olímpicos, consistente en unas ojeras más pronunciadas cada jornada y una tripita cervecera con un pequeño hueco en la parte izquierda del abdomen sospechosamente parecido al mando a distancia.

Juegos de Río 3Si los Juegos se celebran en la otra parte del mundo, como Seúl, Pekín, Atlanta o ahora Río de Janeiro, el «esfuerzo» físico que me supone seguir los Juegos es mayor. Pero lo hago con gusto. Por culpa de, o más bien «gracias a» los Juegos, me he levantado a las cinco de la mañana para ver a Jesús Carballo conseguir una medalla (a cambio vimos su desgraciada caída de la barra fija), he dormido apenas cuatro horas antes de ir a trabajar por ver a Michael Johnson en directo reventando el récord de los 200 metros lisos, o me he levantado temprano para ver a Ben Johnson, a Rafa Nadal o a la selección de baloncesto. Reconozco que alguna vez he dicho en el trabajo que «me he quedado dormido» por no decir que me había quedado a ver el final de un partido o de una carrera de 400 metros lisos.

Después de años viendo «lo que echaban» este año estoy disfrutando de mi flamante Smart TV y la posibilidad que ofrece TVE de elegir entre 16 deportes diferentes. Se me saltaban las lágrimas, lo que siempre quise tener, el poder de decidir qué quiero ver en mis manos.

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Hay deportes que solo se conciben en unos Juegos Olímpicos, que convierten a sus figuras en héroes por unos pocos días. De repente sabemos de su vida, sus sufrimientos, los obstáculos que han tenido que derribar,…  y luego desaparecen de los medios para no saber más. Los primeros días son sobre todo los de la natación y la gimnasia artística.

Juegos de Río 4La natación es soporífera, para qué vamos a engañarnos, y si la vemos es solo en unos Juegos y cuando participa uno de los nuestros (¡grande Mireia!) o porque tenemos un interés morboso en que pierda alguien. En mi caso, por ejemplo, celebraba las victorias del alemán Michael Gross sobre los americanos en Los Ángeles 1984, quería que se ahogaran todos los chinos en Pekín 2008, o animaba a los rivales de Michael Phelps para que no superara las siete medallas de oro de Mark Spitz. A día de hoy sigo sin entender cómo ganó a Milorad Cavic aquella carrera de los 100 metros mariposa en la que yo ya estaba celebrando (estúpidamente, lo sé) la derrota del gigante de Baltimore. En esta foto se ve muy bien, Phelps es el de la izquierda.

La gimnasia artística es espectacular, con esos cuerpos deformados a base de horas y horas de entrenamiento: tipos bajitos con espaldas y bíceps inmensos, niñas minúsculas que pesan poco más de 30 kilos y hacen dobles mortales con más facilidad que nosotros una voltereta. Me encanta ver estas competiciones cada cuatro años, pero tengo el mismo problema que con todos los deportes que dependen de un jurado: que desconfío. Los favoritos siempre reciben mejor trato que el resto de competidores. En la gimnasia artística es menos evidente, pero los saltos de trampolín, la chorrada esa de la doma de caballos (puto coñazo, con perdón), la gimnasia rítmica y sobre todo la natación sincronizada adolecen de ese problema. Recuerdo en los Juegos de Pekín 2008 o en unos Mundiales de Barcelona 2013. Las favoritas eran las rusas y luego las españolas y las chinas,  turnándose entre competición y competición, y exactamente del modo previsto iban cayendo las medallas, sin emoción alguna. Tenían que ganar las rusas y ganaban. Podía irse el jurado de copas, volver borrachos y otorgar las medallas en el orden previsto y a nadie le hubiera extrañado.

Los Juegos nos ofrecen también la posibilidad de ver «deportes que dan pereza» (título de un más que posible post):

   – El waterpolo, consistente en intentar marcar goles mientras un tío que te está metiendo un pie en el culo por debajo del bañador disimula que te hace aguadillas.

Juegos de Río 5   – El balonmano, en el que unos armarios de 2 x 2 intentan marcar goles mientras otros armarios de 2 x 2 les agarran, empujan, muerden y tiran al suelo con rabia. Cada vez que veo un partido de balonmano acabo con cansancio físico, no quiero ni pensar cómo se sentirán los jugadores, que, por cierto, juegan seis o siete partidos en diez días sin quejarse de los golpes ni del cansancio. Otra lección para los futbolistas.

   – El hockey hierba hace que me duelan los riñones solo de verlo.

   – La halterofilia: ¿alguien de verdad es seguidor de este deporte? ¿Alguien de verdad es capaz de tragarse una competición completa?

   – La vela: hace años dijo un medallista español (¿Luis Doreste?) que era una pena que no se televisaran en directo las regatas, o sea. Con todo el respeto, amigos regatistas, la vela pertenece a esa clase de deportes que solo son entretenidos para el que lo practica.

   – Los deportes de lucha: el judo, unos tíos o tías agarrándose el kimono. Aburrido, pero me tragué el combate por el bronce de María Bernabéu. El taekwondo, la grecorromana, en los próximos Juegos el kárate,… pesadotes, solo me interesan si hay representación española. El boxeo está fuera de lugar, su hábitat natural es el Caesar’s Palace o las películas de mafiosos. La esgrima,… la esgrima es Scaramouche, esto es solo para entendidos.

Luego hay muchos deportes que está muy bien ver cada cuatro años, en directo o en los resúmenes: el piragüismo, sobre todo el de aguas bravas (¡grande Maialen!), el ciclismo de pista, el de montaña y el de ruta, el triatlón, el tenis de mesa, el recién incorporado rugby (aunque esté descafeinado en su modalidad a 7), el bádminton,…

Tengo una discusión con mis amigos acerca del vóley playa. Yo siempre digo que el voleibol de pista, el tradicional, es infinitamente más entretenido, y ellos siempre me dicen: Juegos de Río 8

   – Ya, pero hay unas tías…

Hombre, hay millones de páginas para ver tías buenas con menos ropa aún, pero hablamos de deporte, y el vóley playa es muy aburrido, tremendamente repetitivo.

El tenis y el ba-lon-ces-to no cansan nunca. El golf sobra. Genial el análisis de Gerardo TC sobre los deportes de los Juegos:

«Personalmente yo dejaría la competición en 4 pruebas. Una de correr mucho. El que más corre, gana. Punto. Tome su medalla, señor que corre mucho. Otra de nadar. El que nade más rápido gana. Punto. Y como mucho un par de pruebas más con pelota por eso de hacer entretenida la cosa. Una de pelota con la mano (baloncesto) y otra de pelota con el pie (fútbol). Fin. The End, C’est fini».

El atletismo es el deporte rey de los Juegos. Sin discusión. El que nos da los mejores momentos, los más recordados. Otro ejemplo para los futbolistas, dopaje al margen. Atletas que se pasan años preparándose para pruebas que duran segundos, que se la juegan sin margen de error, que nunca tienen 100 gramos de sobrepeso. Hablaré de ellos al acabar los Juegos.

Juegos de Río 7Curiosamente lo que menos me interesa de los Juegos es el deporte del que más suelo hablar, como todo hijo de vecino: el fútbol. Creo que nunca he visto un partido de fútbol en unos Juegos Olímpicos. Lo más que he llegado a ver ha sido media hora de las finales de Barcelona 1992 y Sidney 2000, en las que jugaba España. No he visto nada en los últimos 3 ó 4 Juegos. Es un deporte que sobra, que se juega con un formato extraño, con equipos de menores de 23 años y algunas estrellas. Al final resulta un torneo aburrido, soso, que no interesa lo más mínimo a los habituales seguidores.

Pero, ¿veis? Es hablar de fútbol y me sale el hooligan. Recuerdo lo que hoy sería impensable, un Camp Nou repleto de banderas de España en Barcelona 1992, y recuerdo también que uno de los campeones de aquel equipo fue un madridista de entonces, Luis Enrique, el cual dijo recientemente no recordar dónde estaba aquel año. También recuerdo que en la final perdida en 2000 contra Camerún el fallo decisivo en la tanda de penaltis fue… sí, de Amaya. De un jugador del Atleti. ¿A quién se le ocurre?

Veremos qué dan de sí estos Juegos de Río, los que pudieron ser de Madrid 2016. Se celebran en un Brasil azotado por la corrupción, con un presidente provisional, sin gobierno, pero la gente está feliz en las playas porque las mujeres son espectaculares. Qué distintos si hubieran sido aquí, ¿no?

Cara Barney

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