La reciente victoria de España en el Eurobasket de Francia, con la selección subida a la chepa de un inmenso Gasol, me ha vuelto a hacer reflexionar sobre la importancia de mantener la cabeza fría en los momentos decisivos, sobre todo cuando tienes el corazón caliente. Hirviendo, como ocurrió en varios momentos de la semifinal contra Francia.
El partido tuvo momentos en los que parecía todo perdido, como cuando los franceses se fueron de 11 en el tercer cuarto, o de 9 en el último. Pero Gasol pidió la pelota, y pese a que toda Francia, equipo, entrenadores, los 27.000 espectadores y todos los televidentes, sabían que se la iba a jugar y cerraban la defensa en ese sentido, Pau el Grande terminaba acertando siempre. 40 puntos, la cuarta mayor anotación en la carrera de un tío con más de 1.000 partidos en la NBA. Mantuvo al equipo en esos momentos, y sobre todo, tuvo la cabeza fría que no tuvieron nuestros rivales. No solo Francia, le pasó también a Alemania y a Grecia.
El baloncesto tiene una suerte terrible para muchos jugadores, que es el tiro libre. Grandísimos jugadores como Wilt Chamberlain o Shaquille O’Neal sufrían una auténtica tortura en la línea de 4,60 metros. El jugador, la pelota y el aro, no hay más, salvo millones de espectadores con toda su atención en el lance. El público tras la canasta intenta despistar al lanzador, gritando, agitando sus bufandas, con bocinas, saltando, he visto de todo para despistar a un jugador. La Demencia estudiantil enseñando posters de tías en pelotas, o a dos rubias de buen ver morreándose. Todo vale en busca del fallo del rival.
Ahí es donde se suele ver quién los tiene bien puestos, y quién flojea en el momento decisivo. Pau empezó el partido contra Francia flojo, con un 2 de 4 en tiros libres, pero en los momentos decisivos, cuando Gobert y compañía se fueron a por él con defensas que bordeaban el reglamento, anotó 14 tiros libres consecutivos. ¡Puto crack!
En el lado contrario, teníamos a la que algunos definen como la mejor selección francesa de todos los tiempos, que además ejercía de anfitrión. Posiblemente les pudo la presión de jugar en casa, como un año atrás le pasó a España en su Mundial, o como nos pasó en la final del Eurobasket perdida frente a Rusia en 2007 (aquella en la que el aro escupió literalmente de dentro el tiro decisivo de Gasol).
Francia tiene un jugadorazo que me encanta, Nicolas Batum, elegante, gran tirador, bueno física y técnicamente, pero un corazón caliente al que no le acompaña una cabeza fría. Esa falta de cabeza fue la que hizo que agrediera a Navarro en el partido de cuartos de final de los Juegos de Londres 2012, en el que mandamos a nuestros vecinos del norte de vuelta a casa.
El que quiera ver de qué es capaz este jugador cuando está enchufado que busque la semifinal contra Serbia del Mundial 2014. Basta con el último cuarto, qué bestia, imparable. Sin embargo, en el reciente partido del Eurobasket contra España, en la prórroga, le venció la cabeza. Nico Batum tiene la oportunidad de empatar el partido a diez segundos para el final. Francia pierde en ese momento por tres puntos y Batum tiene tres tiros libres. Es un buen tirador, seguro, pero tiene el miedo dibujado en su cara. Lanza el primero y falla. Buff, un oooohh en el pabellón. Todavía podría meter el segundo, y fallar intencionadamente el tercero en busca de un palmeo. Lanza y falla de nuevo. Está descompuesto, yo creo que empezó a sentir retortijones y todo. El tercero lo falló también, pero es anecdótico, lo lanza mal adrede en busca de un milagro.
Un veterano jugón como pocos, y ganador nato como Spanoulis, falló dos seguidos contra España en el partido de cuartos, que recordemos, España ganó por solo dos puntos. Algo parecido le pasó al jugador alemán Schroder en el último partido de la primera fase, en el que España estuvo a punto de quedar fuera del campeonato. Schroder había anotado 6 tiros libres consecutivos en esos minutos finales, pero a la hora de la verdad, el séptimo y decisivo, a tres segundos del final, lo marró.
Para mí hay muchos partidos y muchos detalles que definen lo grande que es Gasol, pero uno de mis favoritos ocurrió en la semifinal contra Argentina del Mundial de Japón de 2006. Todo el que viera aquel partido, recordará el sufrimiento que fue ganar a los argentinos. En los últimos minutos, con el marcador igualado, uno de nuestros jugadores más seguros en los tiros libres, Calderón, falló 2 de los 4 que lanzó. Se le veía sufrir en cada lanzamiento, y eso que hablamos de un jugador que estuvo a punto de batir el récord de tiros libres consecutivos en la NBA, que no es una liga cualquiera. 87 seguidos sin fallo, ni más ni menos. Pero no es lo mismo un partido de temporada regular de la NBA con los Raptors que una semifinal perra, muy perra, del Mundial con tu selección. Y ahí falló 2 de 4.
A poco más de un minuto para el final, a Gasol le hacen una falta. Dos tiros libres. Le duele el pie, apenas se sostiene, pero pide tirarlos, aunque el reglamento le permitía pedir el cambio. Después del partido supimos de la grave lesión de tobillo de Gasol, que le tuvo tres meses parado y le impidió jugar la final. El tío toma la bola, con el tobillo seriamente dañado, y casca los dos tiros libres. Cabeza fría, corazón caliente. Un crack.
Ese partido tuvo una última jugada, con 75-74 a favor de España en el marcador, donde un jugador de sangre muy caliente, Andrés «el Chapu» Nocioni, no tuvo la suficiente frialdad y falló en su lanzamiento desde la esquina. Con los años y la veteranía, Nocioni ha mejorado mucho esa faceta de su juego, y ahora, con 35 palos en el Madrid, aporta en mentalidad lo que el físico ya no le da.
Mi historia con los tiros libres viene de hace muchos años, concretamente desde que con menos de diez años viera un partido Real Madrid-Varese de Copa de Europa. Era 1979 y el ex jugador Iturriaga recordaba esta historia en su libro Antes de que se me olvide. Se jugaba en la Ciudad Deportiva y el que ganara aquel partido se clasificaba para la final. Con 82-83 en el marcador a favor de los italianos, pitan una falta dudosa a favor del Madrid. No queda tiempo y el jugador que recibe la falta, Luis Mari Prada, era un buen lanzador de tiros libres. El público empieza a celebrarlo. En aquellos años existía la norma de los 3 tiros libres, según la cual, si se fallaba uno de los dos primeros había una tercera oportunidad de lanzar. No parecía descabellado pensar que anotaría al menos uno para forzar la prórroga, o seguramente dos para llegar a la final.
No he sido capaz de encontrar el vídeo, pero seguramente el bueno de Prada estaba descompuesto, hecho un flan, acongojado cual Messi ante Hacienda, y falló el primero. Yo era un crío, pero recuerdo que mi padre decía «ay, que falla los tres». Y así fue. Una vez que marró el segundo, yo creo que todo el mundo mundial sabía que el tercero, el que podía forzar la prórroga, se iba a ir al hierro, como ocurrió. La presión del tiro libre es brutal, yo creo que muy superior a la del lanzamiento de un penalti en una tanda decisiva.
Afortunadamente no todo ha sido lamentarse. Tengo otro recuerdo antiguo, de la final de la Recopa del 91, en la que pasé de la angustia a la euforia en apenas 3 segundos, los que fueron desde el fallo de Mark Simpson en el tiro libre (entonces funcionaba la chunguísima norma del 1+1), al robo y canasta posterior de Ricky Brown. La madre que me parió, grité varias veces:
En el deporte es fundamental saber mantener la cabeza fría. Y estar a tope en el partido, con el corazón caliente, dejándotelo todo. Lo contrario es ser un mingafría, un Benzema. El Rafa Nadal de sus buenos tiempos, el que tenía la confianza por las nubes, desesperaba a Federer y Djokovic en las bolas de break, que eran las que mejor jugaba. Recuerdo varios partidos que acababan con un 4 de 6, o un 5 de 8, en bolas de break para Nadal, y un 2 de 20 o similar para sus rivales. Y esos detalles, como los tiros libres, ganan partidos.
Hay otro tipo de jugadores que son los que me levantaban del sofá: corazón caliente y cabeza ardiendo, los Camacho, Santillana, Juanito, Hugo Sánchez,… No ganaron grandes campeonatos, a veces se les iba la pinza, pero si necesitabas un milagro, un partido loco en el que se saltaran las convenciones del fútbol, eran los mejores compañeros. Dejo un último vídeo, el cuarto gol al Borussia, el de la remontada, marcado por Santillana a trompicones, pegándole mal a la bola varias veces. En el último minuto del partido. Lo metió con el corazón, o con los huevos. Un amigo mío decía que Santillana hubiera marcado en esa jugada sí o sí, siempre, aunque no tuviera piernas, se hubiera tirado en plancha o la hubiera metido con la p—- (hay niños):
Hasta otra.
Creo que el partido de Francia – España de semifinales ha pasado ya a la historia del deporte español, como el España – Malta de fútbol, la final del la Eurocopa del 84, el Federer-Nadal del primer Wimbledon de Rafa…eventos que hacen que este nuestro país se una alrededor de la tele a ver un partido:abuelos, niños, aficionados al basket, señoras mayores, jóvenes….y que todos a su manera, empujen. Hace poco oía en la radio que los españoles no tenemos héroes, como sí reconocen tener los estadounidenses, los franceses…no sé, para mí PAU es nuestro héroe. No por vestirse de corto y meter una pelotita en un aro, sino por todo lo que transmite en la cancha. El que lo quiera ver lo ve. Está clarísimo. GRANDE PAULINO!!!
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De los partidos que comentas, cambiaría la final del 84 por la de 2008, y mejor aún, la mítica de 2010 en Sudáfrica. Estaba sudando, qué tensión. De la Eurocopa del 84, mi momento favorito fue el gol de Maceda en el último minuto contra Alemania. ¡Nosotros eliminando a los alemanes, lo nunca visto! De la final todos recordamos la cagada de Arconada y algunos menos recordamos el cabezazo de Santillana que un francés sacó bajo palos, ¿desde dentro quizás? Y respecto a los héroes patrios, tenemos una colección como no ha habido nunca: Gasol, Nadal, Márquez, Contador, habrá quien tenga a Alonso, Lorenzo o Pedrosa. En balonmano el mayor catacrack de todos, Urdangarín.
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