Ya está aquí, ya llegó, la hora del maratón está próxima. Para el que siga habitualmente este blog, quizás recuerde que en el dedicado a los objetivos del año (En busca de la tranquilidad, número uno en las listas, como si fuéramos los 40 Principales), hablé de que uno de los míos era bajar de las tres horas y media en el maratón de Ámsterdam el 18 de octubre.
Luego la realidad me ha llevado por otros derroteros, pero como también decía en esa entrada, «la felicidad es un camino, no una meta». En el caso del maratón, y este va a ser mi decimotercero, la marca es un objetivo que nos marcamos, la meta, pero si no se alcanza, disfrutaré el camino, el entrenamiento. El escritor favorito de los maratonianos, el eterno aspirante al Nobel Haruki Murakami, explica lo que supone física y mentalmente un entrenamiento en su libro De qué hablo cuando hablo de correr. Me siento muy identificado con muchas de las afirmaciones del libro y la relación del running con la escritura o con la reflexión sobre uno mismo: «»El semblante de la gente que corre largas distancias es parecido en cualquier parte del mundo. Todos dan la impresión de pensar en algo. Tal vez no piensen en nada, pero parecen tener la mente fija en algo«. O cuando dice «en mi caso, la mayoría de lo que sé sobre la escritura lo he ido aprendiendo corriendo por la calle cada mañana. De un modo natural, físico y práctico«.
Hay quien practica la meditación, yo salgo a correr conmigo y con mis pensamientos, solo en la carretera. Si consigo bajar de las tres horas y media, genial. Si no, con saber que he luchado, que he disfrutado esos meses de puesta a punto, que el día del maratón he dado lo mejor de mí, con disfrutar de una ciudad entera a nuestros pies, me doy por satisfecho. Con las dificultades de los meses me planteé cambiar de meta, ya no bajar de las tres horas y media, sino disfrutar la carrera y terminar. Enseguida explico por qué.
Desde que comencé el año supe que por primera vez en mi vida iba a tener que hacer algo para controlarme el peso. Cuestión de la edad, aunque siempre que digo esto recuerdo aquel anuncio de Font Vella que decía que no pesan los años, sino los kilos. Como ya conté recientemente, he pasado hace unos meses esa edad peligrosa de los 45, pero intento pensar que con 44 hice mi mejor marca, así que no veía motivos para no intentarlo de nuevo. Comencé el año tranquilo, me quedaban muchos meses para la fecha, pero en uno de esos partidos de fútbol que ya no debería jugar, comencé con los problemas de tobillo. En la foto se puede ver que llamar tobillo a eso es como llamar tetas a la delantera de Kate Moss.
Pero no fue gran cosa. No me planteaba empezar el entrenamiento hasta junio, así que me abandoné un poco durante unos meses. Cogí la costumbre de pesarme y hacerme una foto al mes, para ver mi evolución, y la verdad es que, visto en perspectiva, la curva sería una campana de Gauss en toda regla, con una importante subida de enero a julio, y un descenso gradual desde agosto hasta hoy, unas horas antes de la carrera. Las siguientes imágenes pueden herir la sensibilidad del lector, pues mis pies no son la cosa más agradable de ver en este mundo, y menos con esas uñas negras de tanto pisotón o golpe del fútbol.
A finales de mayo tuve una lesión medianamente importante: rotura fibrilar en el gemelo. Tres semanas de parón, que unidas a los excesos del verano (barbacoas, cañas, chiringuito playero, cañas, cenitas con los colegas, más cañas), me llevaron al tope personal de 84,8 kilos. Menos mal que había empezado el entrenamiento, que si no, a saber dónde hubiera terminado. No me veía ni para correr un maratón en octubre. Pero la motivación estaba ahí, así que empecé poco a poco, y me he pasado los últimos tres meses corriendo por el barrio, en el pinar, en la cinta del gimnasio, en Estocolmo, en los bosques finlandeses, en campos sorianos, cada vez que tenía ocasión. Cuando me he visto en condiciones, y listo para intentarlo al menos, resulta que no había plazas para el maratón de Ámsterdam. Así que me he apuntado al de Eindhoven, una semana antes, y ya desde ahí nos iremos a Ámsterdam, la ciudad de los canales, la casa de Ana Frank, los coffee shops y el Barrio Rojo.
Corrí mis primeros cuatro maratones en Madrid, de 2004 a 2007, y en los últimos años me he aficionado a los maratones internacionales, uno al año. Hay un auténtico negocio creado en los últimos años alrededor de los maratones. Yo ni me planteo intentar correr en los grandes, Nueva York, Boston, Chicago, Tokio, Londres, París,… De los más grandes, sólo lo he hecho en Berlín, aquel día que gané a Gebreselassie. Me tomo el maratón como una magnífica (y sana) excusa para disfrutar de unos días de asueto y turismo con mi única seguidora (gracias por tu paciencia, cariño).
Roma 2009, Atenas 2009, Madrid en 6 ocasiones, Zaragoza 2008, Berlín 2011, Praga 2013 y Copenhague 2014, esas son mis hazañas hasta la fecha. He cometido muchos errores antes y durante las carreras, pese a los sabios consejos de gente como Moriwase: la nivea entre los dedos de los pies, la vaselina en el orto, las tiritas en los pezones, córtate las uñas, no bebas todo lo que te ofrezcan… y disfruta. Ah, y a jiñar antes de empezar. Fundamental. 12 maratones y en los 12 me he quitado el «marrón» de encima un par de horas antes de la carrera.
Yo podría escribir un libro con todo lo que no hay que hacer: sobrehidratarse, meterse un maratón turístico el día previo a la carrera, caerme de un árbol 20 horas antes de la salida (que nadie pregunte qué hacía ahí subido), correr muy rápido la primera mitad, no descansar bien,…
Eso es lo que tengo que hacer ahora, descansar. Mañana contaré cómo ha ido todo. Aunque haya dicho que no me planteo bajar de las tres horas y media, lo he hecho con la boca chica. Mañana saldré a por todas, a 5 el kilómetro y a lo que el cuerpo aguante. ¡Hasta entonces, compañeros!
Actualización tras la carrera
Pues lo conseguí. O no lo conseguí, según se mire. Si de verdad el objetivo era bajar de tres horas y media, me quedé lejos, en 3h. 47 min. Si lo que pretendía era disfrutar y volver a sentir que podía acabar un maratón, después de diecisiete meses, he cumplido con creces. He disfrutado de Eindhoven, de una ciudad en la que debe ser muy agradable vivir, he sentido el aliento del público, el apoyo y la sonrisa de los voluntarios, igualmente he devuelto yo una sonrisa a todo el que gritaba mi nombre (lo ponía en el dorsal), he apreciado la solidaridad de los corredores, fueran del país que fueran, he chocado la mano de cada niño que me le ofrecía, y en definitiva, me he sentido de nuevo corredor de fondo.
Y como decía antes de la carrera, pese a que los entrenamientos y el peso me advertían de que no estaba en mi mejor momento, lo he intentado. Lo he peleado. En el kilómetro 25 iba por las dos horas y cinco minutos casi clavados, a 5 min./km., lo que dije que pensaba intentar hasta donde dieran de sí las fuerzas. Lo cierto es que poco más del 25 dieron, porque de ahí hasta el final he tenido problemas, especialmente en ese gemelo derecho que me dio guerra hace unos meses. Me he estrellado contra el Muro, me ha atizado el del Mazo, todos los tópicos a la vez. Hay quien dice que los músculos tienen memoria, y si eso es así, mi cuerpo me ha dicho que está hasta los mismísimos de mí y de estos esfuerzos.
En el 37 he tenido que parar a estirar cuando se me ha puesto rígido el gemelo, y he tratado de seguir la máxima de Murakami: no andarás, esto es una carrera, si no puedes correr, te retiras, pero no terminarás andando. Así que solo quedaba apretar los dientes y pensar que lo iba a lograr, aunque fuera a un ritmo lentísimo en los últimos kilómetros.
Me han faltado rodajes largos y me han sobrado esos kilos de más que comentaba en la previa del maratón (tres o cuatro kilos por encima de mi peso maratoniano ideal). Pero llegué a meta, y eso era tan importante como la marca.
Ahora que me recupero y valoro lo logrado, aunque me haya quedado diez minutos por encima de mi marca personal, ya estoy pensando en la siguiente carrera. A disfrutar, sí, ¡pero a ver si aguanto los cinco minutos por kilómetro hasta la meta!
Lo conseguiste Lester!!! A por el 14!!! Donde nos llevará tu afición entonces? O te pasarás sa la meditación al cumplir los 46?
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¡Ahora lo entiendo todo! ¿Cómo vas a conseguir el 3:30′ con esos pies? Pero si los tienes llenos solo de dedos gordos (ni meñiques, ni corazones, ni ná) jejeje.
Bromas aparte, lo de las marcas es una tontería y si consigues continuidad en el poco tiempo que tenemos para entrenar verás como consigues bajar eso y mas.
Esto de los maratones ha perdido el mito en cuanto ha llegado la «época running» con su tecnología, planes de entrenamiento, nuevos tipos de corredores… Yo también corro algún maratón de vez en cuando y me da envidia (sana) de los pocos maratonianos (de los de antes) que conozco. Con incertidumbre, sin planificación especifica, salían a por lo que fuese, se topaban con el muro, las zapatillas eran «de tenis» y las camisetas de algodón, lo hacían en cuatro horas y dando gracias por no estar entre los tantos corredores que habían visto pararse a estirar, o irse a la parada del autobús. Después como premio dos semanas de agujetas. Uno de ellos hace un tiempo me regaló una de mis frases motivadoras: «Maratón es ir cómodo en el sufrimiento». Creo que desde entonces disfruto mas del camino, como tu bien dices.
!Enhorabuena!
Cuidado con los escaparates allí en Ámsterdam!!!!
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¡Cachondo, Tulaytulah! Un respeto para mis pies maltratados. La wifi del hotel me dio guerra el mismo día del maratón, y no me dejó actualizar la entrada, pese a que la escribí casi igual que la que acabo de colgar ahora. No hace tanto de esos maratones que comentas, concretamente yo corrí en 2004 con camiseta de algodón y zapatillas de tenis, con cámara de aire, eso sí, pero nada de tejidos transpirables hiperligeros ni cronómetros con GPS y medición al instante de los ritmos. De mi primer maratón (4h. 29 min.) al último o a mi mejor marca, hay una diferencia notable, 52 minutos. Yo lo llamaría progresión, ganas de mejorar, que en el fondo es a lo que aspiramos en esto y en prácticamente todos los órdenes de la vida. Respecto a los escaparates de Ámsterdam, buff, qué pereza, cuánta sordidez por metro cuadrado había por allí. Y grupos de turistas convirtiendo esa sordidez en algo digno de visitar. Lo mismo que en algunos coffee shops, y mira que eso del cannabis y su efecto terapéutico/relajante muscular me podía venir bien, pero ni por esas. Murakami de nuevo: «Antes creía que me haría mayor poco a poco, año tras año. Pero no, uno se hace adulto de golpe y porrazo». Ahora solo pienso en disfrutar de un paseo semianciano con mi mujer… y en unos días calzarme las zapatillas de nuevo. Saludos.
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Ahora que El Cid Camp… perdón, Raúl González Blanco ha dejado el futbol creo que los «semiancianos» que aun siguen practicándolo deberían replanteárselo. Seguro que sus marcas en carreras de fondo bajarían bastante.
Por cierto Lester, dile a Barney cuando le veas que para cuando una entrada dedicada a quien silenció el Camp Nou. Que vale ya de tanto «pal-la-ca-nes-tro». Que solo saben gastarse los cuartos con «señoritas simpaticonas en las casas de luces de navidad». Que luego pasa lo que pasa…
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