En el fondo siento cierta envidia por la manera que tienen los estadounidenses de disfrutar del deporte. A raíz de la reciente visita de Lester a los Estados Unidos con motivo del maratón de Nueva York, estuvimos comentando lo que fue para él ver un partido de la NBA. Un partido intrascendente, como fue el Brooklyn Nets-Charlotte Hornets.
Decía Lester que le llamó la atención el tamaño del estadio, pero no tanto por las gradas sino por la parafernalia que lo rodeaba: tiendas de merchandising de todo tipo relacionado con el equipo local o con la NBA, puestos de comida rápida (comida basura a precio gourmet), salas VIP, zona de recreativos, otra con grandes pantallas para seguir el partido como si estuvieras en un bar de copas,… Y le sorprendía también que mientras el partido estaba en juego había mucha gente en todos estos sitios, y bastantes huecos en las gradas. Ya en la segunda parte había mucha más animación en las gradas, gritos de «D-fens!», decibelios de música durante el juego, continuas interrupciones para los bailes de las cheerleaders, acróbatas o saltimbanquis,… básicamente showtime!
En cierto modo, esa es la manera de disfrutar el deporte de los estadounidenses. Esto es espectáculo, entretenimiento. No se insulta a los árbitros, no se insulta a los rivales, y si pierde el equipo local, como cuenta Lester que pasó ese día, ¡no pasa nada! Esto es un juego, celebremos la parte lúdica del mismo, no concibamos el deporte como una cuestión de vida o muerte que pueda hacer que nos vayamos eufóricos o cabreados a la cama. Y la vida sigue al día siguiente, no como ocurre con nuestros «partidos del siglo» de fútbol, que duran por lo menos dos semanas: la previa y la posterior al choque.
Algo sé del deporte en Estados Unidos por los tres veranos que pasé allí hace casi treinta años. Fui a varios partidos de béisbol, jugué al baloncesto en una high school y en canchas callejeras (nada heroico, son iguales que en España, pero con cadenas en lugar de redes), al tenis en una pista rapidísima donde mis saques parecían los de McEnroe, participé en un torneo de fútbol (del nuestro) y vi mucho boxeo en la tele y algo de fútbol americano.
Me interesa hoy hablar de los deportes de equipo y de cómo se toman los americanos los mismos. En Estados Unidos se siguen de modo especial tres deportes de equipo: el baloncesto, el fútbol americano y el béisbol.
1. Baloncesto vs fútbol
De baloncesto sabemos bastante en Europa, y en los últimos años las normas de uno y otro lado del Atlántico, y en parte el nivel, se han acercado bastante. Los responsables de la NBA y la FIBA no tienen miedo a cambiar las normas en su búsqueda del espectáculo, todo lo contrario a lo que ocurre con los dirigentes de la FIFA y el fútbol. Nos pretendieron vender como revolucionarios los cambios implantados en el reglamento a partir de la Eurocopa de Francia, pero son una chorrada en su gran mayoría (sacar de centro hacia atrás, eso es lo más relevante, qué nivelazo). Se siguen permitiendo las faltas reiteradas, las pérdidas de tiempo, solo tres cambios por equipo y durante el partido, sin parar el tiempo, y se matiza el fuera de juego (los escandalosos goles en fuera de juego del Barça contra el Valencia y el Sevilla han motivado una nueva reinterpretación de nuestro Comité de Árbitros, «norma Suárez» la llaman).
El fútbol, nuestro fútbol, su soccer, ha crecido mucho en popularidad en Estados Unidos, pero sigue a años luz de lo que representan los otros tres deportes mencionados. Siguen sin entender que en ocasiones gana el que juega peor, o que se puede amasar la pelota durante horas sin intentar lograr el objetivo del juego, el gol. Curiosamente, en inglés, gol y objetivo se definen con la misma palabra, goal. A veces veo a la selección española o al Barça, y me pongo en la piel de un americano que intentara entender este deporte: «¿y si consiste en marcar gol, por qué no intentan chutar?» No me siento capaz de explicar lo que vi hace un par de semanas durante el City-Barça: un córner del City que se saca en corto y el balón va hacia atrás, y hacia atrás, y más atrás, hasta que termina en los pies de Willy Cavallero. La mano de Guardiola, sin duda, dónde se ha visto que un equipo inglés desaproveche un córner.
Hace más de dos décadas intentaron popularizar en Estados Unidos un tipo de fútbol que ellos consideraban más espectacular: el recinto era cerrado, indoor, y se podía jugar con las paredes, a la manera del hockey, el campo era más pequeño, por supuesto no había fuera de juego,… y los partidos terminaban 10-8, 7-11, 9-6, resultados impensables para el fútbol que concebimos en Europa. Era un tostón, lo reconozco, un correcalles en el que se metían pelotazos hacia arriba, contra las paredes y a veces ganaba el que tenía más reflejos para enchufar todos los rebotes que se producían. Era una locura de juego, muy dinámico eso sí, pero ganaba el más burro, no el más técnico. No tuvo éxito.
El baloncesto se vive en los USA de modo apasionado, como vemos con las celebraciones que suceden a cada título de campeonato, pero no existe esa exigencia que tenemos en Europa de ganarlo todo todos los años. Un equipo puede ganar la liga o jugar varias finales, y en apenas cinco años ser uno de los peores de la competición, y no pasa nada. Los aficionados saben que mejorarán, que los intercambios de jugadores pueden ser muy provechosos y que el draft igualará la competición. Celebran y aprecian la igualdad de la competición, mientras que en el fútbol europeo se tiende a todo lo contrario, tanto en las ligas nacionales como en la Champions. Nuestra desigualdad (creciente además) no sería tolerada en la NBA, que hasta tiene creado un comité para frenar traspasos que puedan considerar perjudiciales para el equilibrio de la competición.
Supongo que algo tendrá que ver el que un aficionado lo es al equipo de su ciudad, no hay una tradición de un siglo atrás. como pueda haber con el Madrid, el Barça o la Juventus de Turín. Los Grizzlies hoy son de Memphis, pero ayer eran de Vancouver. Los «del lago», los Lakers, hoy son de Los Ángeles, pero hace unas décadas eran de Minneápolis. El Calor de Miami, el Jazz de Utah, los Supersónicos de Seattle o los Soles de Phoenix. A mí el nombre de equipo que me gusta es el de Milwaukee Bucks. ¿Qué es un «buck«? Pues un paquete de cervezas. ¿Cómo no voy a disfrutar, gane o pierda, de un equipo con esta declaración de principios?
2. El fútbol americano
A mí me parece un tostón, qué quieren que les diga. Una vez me tragué una Super Bowl con unos colegas y me tuve que inyectar el café en vena para no dormirme. Cuatro horas de partido, uf, se hace muy duro. Lo mejor estuvo en los números musicales del descanso, manda huevos.
El deporte en sí no puede ser más simple. Un grupo de armarios empotrados intenta hacer un muro de contención para que los bulldozer contrarios no derriben al que lleva la bola, perdón, el melón, el quarterback, que intenta lanzarla a toda prisa a los más ágiles y rápidos del terreno de juego, los receivers. Estos tienen que traspasar la línea de fondo del equipo rival antes de ser cazados. Avanzan yarda a yarda, a veces nada, otras veces veinte o cuarenta del tirón. Y no hay más, y así durante horas.
Pero este deporte tiene una cosa que encanta a los americanos: muchos momentos muertos, intrascendentes. Perfectos para dar una vuelta por el estadio y comprar una gorra del equipo, una cerveza, unos nachos con queso o una foto con algún trofeo. O comprarlo todo en una tarde. Al fútbol americano va uno a divertirse. En el fondo lo de menos es si ganan los Delfines de Miami, las Águilas de Filadelfia o los Pieles Rojas de Washington. Y si en el intermedio nos montan un numerito con el pezón de Janet Jackson, ya hay algo de lo que hablar al día siguiente, porque el juego en sí…
Hay una norma del fútbol americano que me parece impensable aplicar en nuestro fútbol europeo tan dado al drama y la protesta. Consiste en esas jugadas dudosas que el árbitro deja seguir (antes lanzaba un pañuelo amarillo, no sé si se sigue haciendo) y una vez que el juego se ha parado, revisa la jugada en el video marcador del estadio o en una pantalla junto a la mesa de control, y valida o anula la jugada. No me imagino algo similar en nuestro fútbol, en el que, a pesar de tener una treintena de cámaras para algunos partidos, los aficionados y periodistas (auténticos hooligans) pueden estar discutiendo durante horas sin ponerse jamás de acuerdo sobre un penalti o un fuera de juego. Ese es el nivel de dramatismo con el que seguimos el juego (y me incluyo).
3. El béisbol
El pasatiempo norteamericano por excelencia. Quizás el único deporte en el que podemos ver a jugadores con unos barrigones mayores que los de los espectadores.
¡162 intrascendentes partidos de fase regular! En ocasiones juegan los mismos equipos entre ellos durante cinco o seis días consecutivos. Si el duelo es un tostón, pues ahí lo tienes, seis tazas. Y luego los playoffs o series mundiales. La competición es tan larga y repetitiva como un culebrón venezolano, pero los aficionados disfrutan con el juego y van a los estadios. Y lo pasan bien.
Yo fui varias veces y conseguí entender el juego. Tampoco es tan complicado, lo que pasa es que como casi nunca ocurre nada, tienes que esperar a que haya una jugada reseñable para que te expliquen lo sucedido. Recuerdo un partido que acabó 2-0 y duró apenas dos horas y cuarto. Corto, pero soso porque no pasó nada. Los dos lanzadores (pitchers) eran unas malas bestias que eliminaban uno tras otro a todos los bateadores.
Pero a los pocos días estuve en otro partido que duró ¡tres horas y media! Para un marcador corto, 4-3, o algo así. Como el juego era soporífero me dediqué a observar a los aficionados, que no dejaban de pedir perritos, cacahuetes, coca-colas big size, dar vueltas por el estadio,… Lo mismo que hice yo. Si el espectador está en medio de una fila de asientos, el perrito o las patatas van de mano en mano hasta que llegan a su destinatario, al igual que el dinero recorriendo el camino inverso.
La gente lo pasa bien, pero en muchas ocasiones por todo lo ajeno al juego. Los animadores son unos profesionales de lo suyo y buscan animar al espectador o preparan juegos: la Kiss camera, el espectador del día, un sorteo, vídeos cómicos o de recuerdos de alguna jugada de otro año, canciones que la mascota del equipo obliga a bailar,… buscan a familias entre el público y las ponen en las pantallas gigantes. Todo por el entretenimiento que el béisbol no consigue.
Durante buena parte de los partidos los espectadores ni miran el juego, lo cual entiendo perfectamente. Un buen bateador tiene un ratio de acierto por encima de 0.3, es decir, consigue golpear e impactar la bola apenas una de cada tres veces que sale al campo. Y eso si es uno de los buenos, los flojos apenas la huelen. Strike 1, strike 2, strike 3, fuera. La mayoría de los jugadores del equipo que defiende no se mueven durante minutos, se pasan el tiempo mascando tabaco o cambiando el pie de apoyo. Quizás solo haya visto un deporte con menos actividad: la pesca.
Pero los americanos lo disfrutan, lo viven a su manera. Por todo eso decía al principio que siento cierta envidia. Es un juego, y se quedan con la parte lúdica del mismo, no con el drama con el que tanto nos gusta envolvernos aquí. Antes de los partidos suena el himno americano y se escucha con devoción, a nadie se le ocurriría montar los shows de las finales Barça-Athletic de Bilbao. A nadie se le ocurriría politizar las gradas, como tanto gusta hacer el equipo de «los valors». Es solo un deporte, es un juego, no hay política ni malos rollos.
Quizás por eso no tengan los problemas de violencia que tenemos en el fútbol FIFA con las aficiones. El problema en Argentina, Polonia, Serbia, Turquía o Rusia, por citar solo algunos países, es tremendo y empieza a acercarse (no hay más que recordar la Eurocopa pasada) a los niveles previos a Heysel. No recuerdo nada similar en Estados Unidos.
Y no es un problema de falta de competitividad o de pasotismo de los deportistas que se contagia a las aficiones. Todo lo contrario, a competitivos no les gana nadie, como vemos continuamente en el atletismo o en los Juegos Olímpicos. Nada hay peor para un estadounidense que ser tachado de loser, de perdedor. Los jugadores lo dan todo en el campo, se dejan los cuernos en los entrenamientos y sobre todo lo que noto es que mejoran año tras año, que difícilmente se estancan. Al contrario de lo que ocurre aquí, donde la falta de confianza que se da a los jugadores hace que muchos estén acabados a los veintipocos años.
Por todas estas razones comentadas, la búsqueda del espectáculo, la igualdad entre equipos, el respeto al árbitro y al rival, la política cero en las gradas, la celebración de la victoria, la ausencia de drama en las derrotas, y por el modo de disfrutar de las aficiones, es por lo que siento una sana envidia de los norteamericanos. Deporte, sana competencia, showtime, ¡que todo se limite a saber si ganan los Pelícanos o los Acereros de Pittsburgh!
Tienes razón, Barney, el deporte es una de las buenas cosas que todavía les quedan a los americanos, aunque lo han hecho tan espectáculo que es más espectáculo que deporte. Algunas de sus normas las deberíamos aplicar aquí, otras no.
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Barney, tu sesgo merengón te hace perder credibilidad una vez más. Te burlas del estilo de fútbol de toque del barça y de Guardiola olvidándote que fue eso lo que hizo a España campeón del Mundo y de Europa en dos ocasiones. Y también olvidas que tu Madrid y su presidente son los que más ha contribuido con sus abusivas negociaciones y políticas a general ese desequilibrio cada vez mayor en la líga española y también en la Copa de Europa. Este deporte espectáculo tiene un gran defecto, que hace que gente inteligente y razonable se convierta en fanáticos con su capacidad de percepción atrofiada en incapaz de valorar objetivamente la realidad, incluso llegan a defender comportamientos y personajes como Mourinho. La defensa del presidente Florentino Pérez y de una buena parte del madridismo al portugués es la mayor demostración de lo que he dicho y la mayor verguenza del Real Madrid en su historia.
Un saludo,
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Buenas, Dagos. Sí y no a lo que comentas. No me burlo del estilo de Guardiola, aunque sí te digo que a veces no lo entiendo, como ese Bayern que no parecía alemán cuando el Madrid le ganaba 0-3 y seguía jugando en horizontal, o ese City sacando los córners hacia su propio portero. Cuando tienes a Messi puedes ser mucho más vertical, pero cuando no está en el campo, uf, puedes terminar jugando como la España de ahora. Plana, aburrida.
Respecto a la influencia en la selección. España gana su primera Eurocopa de esta racha en 2008, y Guardiola llega al banquillo del Barça ese verano, después del torneo, así que difícilmente pudo influir en el juego. Ni siquiera la Euro se debe a Luis Aragonés, sino en cierto modo al azar. Luis Aragonés seguía empeñado en jugar con Albelda y así era imposible jugar bien al fútbol. Solo cuando desaparece este (¡gracias, Koeman, por mandarlo a la grada en Valencia!) y llega Marcos Senna el juego es otro. En el Mundial de Sudáfrica gana un equipo, no el Barça B. Se sale Villa (que por entonces era jugador del Valencia), se salen Iker, Xavi, Xabi, Iniesta (que faltó a dos partidos), Puyol, hasta Capdevila estuvo acertado. España no jugaba como el Barça, y la mejor prueba es que se ganan todas las eliminatorias 1-0 y con un sufrimiento que no tienes cuando Messi está en tus filas.
Respecto a la igualdad, pareces olvidar que he criticado mucho al presidente del Madrid, Florentino Pérez, recuerda Un equipo irreconocible (http://wp.me/p4WfwG-uf), por ejemplo. He criticado que el Madrid tuviera en el banquillo varios cientos de millones más que el Sevilla en la final de la Supercopa (http://wp.me/p4WfwG-o), o cómo Bayern, Barça y Madrid llevan años repartiéndose la pasta y las semifinales en Europa (http://wp.me/p4WfwG-hv).
Estoy de acuerdo en que la gente se vuelve fanática con el deporte y les impide ser objetivos. Por eso decía que me gustaba cómo se lo tomaban los americanos, sin dramatismos. Aquí en España algunos son capaces de lanzar campañas tipo #todosSomosMessi tras una condena de cárcel por fraude fiscal, o callar cuando se usa el fútbol para manifiestos independentistas, o decir que hay una mano blanca tras la UEFA, la FIFA, la Audiencia Nacional, la Fiscalía y hasta la Hacienda brasileña. Y son capaces de seguir defendiendo a su club porque «es su club», porque como dices el fútbol «hace que gente inteligente y razonable se convierta en fanáticos con su capacidad de percepción atrofiada en incapaz de valorar objetivamente la realidad». Saludos.
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