Con lo malos que somos, por Barney

Campeones mundo baloncesto

Sinceramente, aún hoy no sé cómo pudimos ganar el Mundial de baloncesto celebrado en China. Nos presentamos con el equipo más flojo de los últimos 15 ó 20 años, con Víctor Claver en el quinteto titular, con un Marc Gasol que venía fuera de forma después de ganar la final de la NBA con Toronto Raptors, con los hermanos Hernangómez más preocupados de lucir sus nuevos tatuajes que del juego en sí, con Llull que nunca fue el mismo desde su terrible lesión y dejando la dirección del juego a uno de los tíos más sobrevalorados de la historia reciente del basket, el base Ricky Rubio, el moñitos. Añadamos a Oriola en las rotaciones, ¡Oriola!, un tío que destaca por su antimadridismo más que por su juego, tres tipos voluntariosos que sin duda se preguntaban qué hacían ahí, como Beirán, Rabaseda y Quino Colom, y para rematar, Gominolo dirigiendo desde el banquillo de un modo histriónico y por momentos errático.

Rafa Nadal US Open

Del mismo modo, no logro entender cómo Rafa Nadal pudo ganar el Open de Estados Unidos una semana antes. Un pasabolas hipermusculado cuya carrera iba a ser muy corta, una carrera en la que solo iba a ganar títulos en tierra batida porque es donde mejor encajaba su juego soporífero, un tenista sin apenas saque ni golpes ganadores relevantes, totalmente cascado, porque a nadie se le olvide que el bueno de Rafa es un tipo eternamente lesionado, acabado y con un desgaste físico que le pasa factura año a año. Sin embargo, se hizo con su decimonoveno Grand Slam, cuatro de ellos en Estados Unidos (igual que McEnroe, por ejemplo) y dos en Wimbledon (los mismos que otra leyenda como Jimmy Connors). Con lo mediocre que es como tenista no se entiende que haya logrado tantos éxitos, posiblemente se deban a las lesiones de sus rivales, la suerte en el cuadro o un momento de forma puntual.

El deporte tiene estas cosas maravillosas que hacen que resulte impredecible y por tanto incomprensible desde un punto de vista racional. Lo que me parece casi tan incomprensible como algunos de estos resultados es la manía que tenemos en España de ensalzar lo de fuera y criticar lo de dentro. Si nos atuviéramos a lo que dicen los “expertos” de barra de bar, foros de Internet o analistas tuiteros, algunos de ellos periodistas por cierto, Jokic, Donovan Mitchell y Antetokounmpo estarían en el quinteto ideal del Mundial, la final se habría disputado entre Serbia y Estados Unidos y el Open USA lo habrían ganado Federer, Zverev o algún joven de la nueva hornada. España no habría pasado de la primera fase en baloncesto y Nadal se habría retirado hace años con un palmarés escueto. Es un fenómeno recurrente.

Champions final

Leyendo a estos sabios del deporte que jamás se calzaron unas botas de fútbol o empuñaron una raqueta, no se entiende que el Real Madrid ganara tres Champions consecutivas con un entrenador que no le ganó a La Roda, un técnico sin conocimientos tácticos que llegó ahí de rebote y que se limitó a ejercer de mero alineador, de gestor de egos. No se entiende que el Madrid ganara cuatro Champions en cinco años jugando sin portero (el terrible año de Casillas, más los tres de Keylor Navas, al que se empeñaban en buscar sustituto, que si De Gea, Oblak o Courtois, cuando ahora intentan convencernos de que el bueno era Keylor y Thibaut es “transparente”). Que lo hiciera también sin defensa, con un Ramos sobreprotegido por su prensa de palmeros, con dos laterales como Carvajal y Marcelo, que son muy buenos como extremos, pero que defienden pésimamente, y un Varane que ha perdido la velocidad y fiabilidad que le caracterizaba. Sumemos un centro del campo que no es de primer nivel, porque Casemiro no sería titular en ningún otro equipo de Champions, Modric aporta menos que Song, Erikssen o De Las Cuevas en sus respectivos equipos, y Kroos jugó sus mejores partidos hace años en Alemania. Para colmo de males, en la delantera el Madrid contaba con un gato que no hacía goles como Karim, un golfista con tendencia a lesionarse como Bale y Cristiano Penaldo, un egocéntrico goleador con poco fútbol en sus botas.

¡Y se ganó! No una, ni dos, ni tres, sino hasta cuatro veces en cinco años prácticamente con el mismo equipo. La flor de Zidane, ganar sin proponer, sin estilo, la fortuna, los arbitrajes (inciso para mencionar el doble rasero de la prensa que solo destacó los posibles errores a favor del Madrid y nunca los más numerosos que fueron en contra), los rivales débiles, gordos, pesados, viejos y lentos, siempre había un pero. Cualquier cosa antes que destacar las virtudes propias.

Cuando se logran algunos de estos trofeos como el Mundial de baloncesto y oigo a los jugadores cantar el “Yo soy español, español, español” con fervor, pienso en lo que significa realmente ese cántico. Ese cántico representa el orgullo de pertenecer a una nación, sí, pero es también el sentimiento espontáneo del que no estaba llamado a esa gran gesta que sin embargo ha logrado, y ese autoconvencimiento de que no estaba llamado a la gloria se produce tanto por el sentimiento de inferioridad que nos acompañó durante décadas como por los dardos y críticas sistemáticas que reciben los nuestros cada vez que acuden a un campeonato.

Salto de Pau y Marc

Las frases que he empleado para describir a Nadal, el Madrid de las Champions o la selección de baloncesto las he leído o escuchado a muchos de estos expertos, incluso algunas las he dicho yo (las que están en naranja). Luego llega la realidad y Marc Gasol y Ricky Rubio se convierten en dos de los mejores jugadores del campeonato, Llull recupera su confianza, Claver juega los partidos de su vida y Scariolo da una lección de estrategia tras otra a sus rivales. Pero qué sabrán los entrenadores y periodistas que llevan toda la vida metidos en esto al lado de la brigada tuitera. Qué sabrán los seleccionadores nacionales y los capitanes de los equipos cuando otorgan el Balón de Oro a Luka Modric si existe un tipo como Maldini que ha dicho que no es futbolista para el Madrid. Un tipo que no acertaría los resultados ni aun teniendo el almanaque deportivo de Regreso al futuro en sus manos. Nadal nos tiene a miles de aficionados despiertos hasta las tres y media de la mañana luchando contra un ruso de dos metros y te viene un imbécil (porque no tiene otro nombre) a criticar su juego, sus formas o su ejercicio de españolidad. O te vienen los imbéciles supremacistas a decir que el Mundial de baloncesto lo ha ganado esa cosa inventada de los Paisos Catalans.

Nació Digital

Por eso el “yo soy español, español, español” para mí representa un “aquí están mis cojones para demostraros que estabais equivocados, soplapollas, que valgo tanto o más que mis rivales a los que idolatráis y destacáis a diario”. Porque supongo que a alguien como Paquito Fernández Ochoa le dirían que dónde vas tú con tus esquís a competir en unos Juegos Olímpicos contra esos monstruos americanos y nórdicos. O como le dirían a Severiano Ballesteros cuando no había campos de golf en España y se presentó con 19 años a competir ni más ni menos que por el Open Británico. Supongo que a Carolina Marín le dirían en su Huelva natal que eso de la raquetita y la plumilla está muy bien, pero que dónde pretendía llegar en un deporte en el que las otras siete cuartofinalistas de los Juegos eran de donde se juega de verdad ese deporte, del Sudeste asiático. Afortunadamente tenemos un enorme grupo de deportistas sin complejos que se van de Sant Boi para triunfar en la NBA, de Asturias a la Fórmula 1, de un pueblo navarro de diez mil habitantes como Villava a arrasar en el Tour y establecer los conceptos del ciclismo moderno, o de Fuentealbilla, Camas, Pobla de Segur o Móstoles para traernos el sueño impensable de un Mundial de fútbol.

Porque “yo soy español, español, español”, y no conocemos fuerza motriz mayor que escuchar «no vas a poder», «no eres capaz» o «jamás lo lograrás». Burros, cabezones, empeñados en demostrar a los demás su error, por eso somos capaces de vencer pese a que nos recuerdan constantemente lo malos que somos.

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Un comentario en “Con lo malos que somos, por Barney

  1. Muy bueno Barnie. Ya sabes, el deporte nacional en España es la envidia, y todo el mundo sabe de todo. La realidad es que fuera nos ven de otro modo. Trabajo con compañeros extranjeros y cuando comentamos los lunes las gestas de nuestros deportistas, lo que mas me sorprende es la cara que ponen de «pero….¿como lo haceis?» Pues eso, con dos webs, osea, siendo español.

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