En ocasiones no hay nada mejor que una escena de ficción de una película o de un libro para entender una realidad que se nos antoja incomprensible, y es que han pasado tantas cosas en el mundo del fútbol que incluso este post ya está superado.
Los últimos minutos de Gladiator (Ridley Scott, 2000) muestran la apoteosis del luchador infatigable llamado Máximo Décimo Meridio, apodado el Hispano, enfrentado al emperador Cómodo y a su entorno de secuaces y palmeros. El escenario es el Coliseo rival, en el que el emperador se encuentra arropado por su propio ejército. Mantiene al senado comiendo de su mano y al pueblo sometido a una feliz ignorancia.
Cómodo sabe que usurpa un trono que no le corresponde, como reconoció a su padre:
“Una vez me escribiste enumerando las cuatro grandes virtudes: sabiduría, justicia, fortaleza y templanza. Constaté que no tenía ninguna de ellas, sin embargo, poseo otras. Ambición… se convierte en virtud si nos conduce al éxito. (…)
Lo único que siempre quise fue estar a tu altura”.
Aun teniéndolo todo de su lado, necesita el reconocimiento que sí recibe Máximo, cuyas victorias en Germania, en el norte de África o sobre los enemigos de Roma le han granjeado la admiración de ese gran público que asiste a los juegos.
“Conquista a la multitud, y conquistarás tu libertad”.
Máximo, el general, es un líder nato, un referente. Mira a los suyos a los ojos, de frente y sabe que sus tropas le seguirán hasta el fin del mundo.
“Fuerza y honor”. “A mi señal, ira y fuego”.
Resulta magnánimo con los derrotados y no muestra el sometimiento debido al emperador, lo que enfurece a Cómodo. Ha preparado ciento cincuenta días de juegos para su mayor gloria, pero necesita derrotar al Hispano para lograr el reconocimiento pleno del pueblo.
C.- ¿Y qué podría ser más glorioso que desafiar al mismísimo emperador en la gran arena?
M.- ¿Pelearías conmigo?
C.- ¿Por qué no? ¿Crees que tengo miedo?
M.- Creo que has tenido miedo toda tu vida.
C.- ¿A diferencia de Máximo el invencible, que no conoce miedo alguno?
Cómodo no está seguro, pero necesita esa victoria. Por supuesto que hay miedo en su rostro. Necesita derrotar al idolatrado Máximo, el Hispano, delante de su público. Necesita verle morder el polvo porque solo así sus éxitos serán valorados.
El combate no es limpio, nace con trampas consentidas por aquel que ostenta, mejor dicho, detenta el poder. Cómodo hiere gravemente a Máximo con una daga de quince centímetros. Le debilita, necesita mermar sus fuerzas. Se rodea por un pasillo formado exclusivamente por los suyos, y sitúa a los soldados bien cerca porque sabe que los va a necesitar.
Pero una vez más, Máximo Décimo Meridio no se pliega al destino que para él tenían preparado. Se resiste a caer, a rendir pleitesía al emperador. Vence en la arena, en el campo de batalla, en el cuerpo a cuerpo. Y con su victoria se derrumba el imperio de Cómodo.
“Cincuenta mil personas siguiendo cada movimiento de tu espada. Esperando que des el golpe mortal. El silencio antes de que lo asestes y el bullicio posterior crece… crece como… una tormenta. Como si tú fueras el mismísimo dios del trueno.”
A diferencia del emperador, Máximo no necesita la victoria para obtener el reconocimiento. La victoria es el fin, no un medio. Está cansado de luchar contra todo y contra todos, y solo quiere volver con su familia, como anunciaba desde el principio del metraje. Máximo el campesino, el individuo sencillo:
“Dentro de tres semanas yo estaré recogiendo mis cosechas. Imaginad dónde querréis estar y se hará realidad”.
Exhausto, se imagina regresando a la paz del hogar, cual Ulises volviendo a Ítaca donde le espera Penélope. Aragorn volviendo a Gondor junto a Arwen.
Han pasado muchas cosas en este final de temporada que no soy capaz de explicar si no es utilizando la ficción. Por supuesto que el Barça es ese rival que usurpa el trono, se siente Cómodo en el manejo de las instituciones, coloca a los que dictan las reglas y dispone de los medios que glorifican sus éxitos. Su doblete era un gran logro, pero no lo suficiente si el Madrid se llevaba la Champions. Necesitaba derrotarle y humillarle en el Clásico del pajipasillo (genial el texto de Fred Gwynne). Los quince puntos con los que arteramente arrancó el campeonato le daban una clara ventaja, pero el reconocimiento solo sería total con la derrota del Madrid del general Zizou. Solo así se entiende la desmedida agresividad que mostraron durante todo el partido. Había rabia en sus rostros. Y miedo, mucho miedo. No por lo que pasara en Barcelona, sino por el futuro cercano en Kiev.
Pero el Madrid volvió a ganar, como hizo en Germania con el Bayern, en el norte de África (Mundial de clubes) o derrotando a los enemigos de Roma (Liverpool). Máximo triunfador en Ligas y Champions, Décimo Tercer trofeo en las vitrinas y Meridio, que supongo que querrá decir que proviene de un país meridional de Europa.
El Barça se sintió derrotado. El imperio de Villar y Sánchez Arminio cayó poco después, y el de Roures se tambalea.
Zizou y los suyos volvieron a sonreír. Pero el guerrero necesita descansar, volver a casa. Tomarse un tiempo. Alejarse del campo de batalla, de sus enemigos.
Como dice el esclavo Juba en las últimas palabras de la película (papel interpretado por Djimon Hounsou, ese actor de piel cuyo color le emparenta de modo lejano con Casemiro o Marcelo), mirando al vacío que deja el líder:
“Volveremos a vernos, pero aún no. Aún no.”
***
Aquí terminaba lo que tenía escrito desde hace unos días, pero estaba pendiente de completar el texto. Quise usar Gladiator para poder explicar la salida de Zidane, una dimisión que nos dejó a todo el madridismo desconcertado. El barcelonismo se sentía derrotado tras su gran temporada, el VillARminiato desaparecía. Podíamos ser felices, pero con la salida de Zizou nos quedamos desolados.
Sin embargo, el vodevil de la Federación Española de Fútbol con la destitución de Julen Lopetegui dos días antes del Mundial lo supera todo. Por fichar por el Madrid. Tengo claro que de haberlo hecho por cualquier otro equipo, español o extranjero, no habría tenido problema alguno. El comunicado de la RFEF (o RFEFCB, como dicen algunos) del martes decía que Lopetegui dejaría su cargo como seleccionador al acabar el Mundial, pero hoy miércoles Rubiales se ha comportado como ese emperador romano mirando de soslayo al populacho (Cope, SER, Onda Cero, Rebaño y compañía) para saber por sus aullidos si debía cargarse a Julen o no. Y todos sabemos qué ha ocurrido. De coña. Alea jacta est.
Joder, los madridistas tenéis un complejo con el Barça tras la etapa de Guardiola alucinante. Seguro que seréis capaces de superarlo. Mucho ánimo. Madre de Dios, todavía siguen obsesionados con Villar, los árbitros, pufffffff y eso después de haber ganado 4 Copas de Europa en 5 años. Madre mía. Disfrutad hombre, olvidaros del Barça, de los árbitro y sobretodo de Guardiola. Entiendo que lo hayáis pasado mal con Guardiola pero tenéis que aprender a superarlo, de lo contrario no seréis capaces de disfrutar de las victorias que es lo que os pasa, y ni 2 ni 3 ni 4 Champions serán nunca suficientes
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No sé qué tiene que ver Guardiola en lo que he escrito. Lo he repasado y nada, cero. Hablo de la etapa actual y de cómo Zidane ha dejado el Madrid agotado pese a sus éxitos. Pero sí hablo de tantos culés y atléticos para los cuales su temporada era mala si el Madrid vencía en la Champions, y era grandiosa si palmaba. Me hacía gracia su actitud, pero luego me pareció vergonzosa la violencia que mostraron en el Clásico, Messi incluido. De pena.
Respecto a la etapa del Villarato, los datos y las estadísticas están ahí, para el que quiera leerlos, puesto que los periodistas no hacen su trabajo. Que el Madrid gane más Champions que Ligas y Copas dice mucho de lo que ha pasado en España. Y me temo que con el mafioso del Rabiales va a ir a peor por lo ocurrido con Julen Lopetegui.
Por esa razón los madridistas nos hemos refugiado en la Champions y créeme que la disfrutamos un huevo, sobre todo cuando se sufre tanto como este año.
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