«El hombre es dueño de sus silencios, y esclavo de sus palabras».
No sé de quién es la frase original, si de Aristóteles, de una obra de Shakespeare o de ese comodín que vale para todo llamado «Proverbio árabe», pero el caso es que hoy quería divagar sobre esas frases tristemente famosas pronunciadas por algunos de nuestros principales representantes, sentencias pronunciadas a veces de modo espontáneo que les convierten en rehenes de las mismas.
Algunas de estas frases reflejan el subconsciente (bastante consciente) de quien las pronuncia y delatan el fondo de lo que su autor pretende callar. Todos los que ejercen la política saben que deben ser cuidadosos con lo que dicen, por eso miden al milímetro sus declaraciones y de ahí que vayan siempre rodeados de asesores que les aconsejan, advierten de los límites y sobre todo les frenan cuando la incontinencia verbal les posee. Algunos como el ya ex presidente Mariano Rajoy hasta se atreven a exteriorizar el peligro de las palabras improvisadas:
«Lo mejor que puedo hacer es estar callado».
Mariano Rajoy ha dejado numerosas frases para la historia, tantas que Beatriz Romero y Marcos Buendía las han recogido en un divertido libro ilustrado titulado Palabra de presidente. Por supuesto aquí figuran las más cómicas, como la del alcalde que elige a los vecinos que quieren que el alcalde sea su vecino (o como sea), la del agua que cae del cielo «sin que se sepa muy bien por qué», o la de los españoles que son «mucho españoles».
Pero yo quería hablar de las que reflejan un modo de hacer política, una filosofía de vida al frente de las instituciones. A M. Rajoy le han apartado del poder los votos de casi todos los partidos de la cámara, hartos de la corrupción y de la connivencia de buena parte de la dirección de su partido con los sujetos condenados por la trama Gürtel. En 2009 Rajoy respaldaba a los investigados Luis Bárcenas y Gerardo Galeote con uno de esos galleguismos tan propios de su persona:
«Nadie podrá probar que Bárcenas y Galeote no son inocentes».
No decía que fueran inocentes, sino que no se podría probar lo contrario. En fin, muchos años después un tribunal, «algunos», sí han podido probar que la mayor parte de los imputados en la trama Gürtel eran culpables. Entre ellos Luis Bárcenas y su mujer, Rosalía Iglesias. Cuando comenzaron a aparecer los papeles de la caja B, o la famosa libreta, el ex presidente negó la veracidad de los mismos, o su validez. Sin embargo, cuando algunos de los señalados en la libreta comenzaron a regularizar sus cuentas con Hacienda para eludir la contingencia fiscal, se vio obligado a improvisar una «gloriosa» rectificación:
«Todo lo referido a mí y a mis compañeros no es cierto, salvo alguna cosa publicada».
Pero sin lugar a dudas hay unas palabras, solo tres, que han convertido a Mariano Rajoy en esclavo de las mismas desde el instante de su publicación:
«Luis, sé fuerte».
Portada de El Mundo del 14 de julio de 2013. Esta frase decía mucho. Lo decía todo, como el resto de SMS de la conversación, que provocaba auténtica vergüenza. Había que ser fuertes y aguantar toda esta oleada de noticias acerca de la corrupción del partido en el poder, pues se premiaría el silencio de los cómplices y se les ayudaría con tal de que no tiraran de la manta. Pero la omertá se quebró, Bárcenas cayó en desgracia y pasó al grupo de «esos señores de los que usted me habla» que «ya no son militantes del PP».
María Dolores de Cospedal será rehén hasta el fin de los tiempos de la falaz rueda de prensa que sucedió a esos días, cuando nos quisieron hacer creer que Luis Bárcenas había sido despedido tres años antes (enlace al vídeo):
«La indemnización que se pactó fue una indemnización en diferido. Y como fue una indemnización en diferido, en forma, efectivamente, de simulación de… de simulación o de lo que hubiera sido en diferido… en partes de una… de lo que… antes era una retribución, tenía que tener la retención a la Seguridad Social. Es que si no, hubiera sido… ahora se habla mucho de pagos que no tienen retenciones a la Seguridad Social. (…) pues no se habría hecho un pago en diferido de una indemnización en forma de retribución, o se habría hecho ese pago también, dándole la forma en su parte de cotizaciones sociales…»
Pese a todas estas incoherencias, parece claro que María Dolores de Cospedal no saldrá del aparato del Partido Popular en la necesaria regeneración que ahora comienza.
Todos los cargos públicos, y especialmente los presidentes de gobierno, terminan siendo dueños de sus silencios y esclavos de sus palabras. José Luis Rodríguez Zapatero fue el hombre que nos recordó que «la Tierra pertenece al viento» o el presidente que incorporó «miembros y miembras» (palabra de Bibiana Aído) con la misma alegría con la que el Ejecutivo de Pedro Sánchez publica en la web oficial «Consejo de Ministras y Ministros», lo que ha motivado ya una nota de la RAE explicando la incorrección de su uso (Horryfing palabros).
Pero ZP fue sobre todo el artífice de una serie de frases que delataban su modo de pensar o su «flexibilidad» acerca de la idea de España:
«Nación es un concepto discutido y discutible».
Esta frase se utilizó numerosas veces indicando que había dicho que «la nación española» era el concepto en discusión, y aunque no era así, ya dejaba entrever que estaba dispuesto a negociar sobre los límites del concepto. Años después, en 2011, reconoció que es una frase que no repetiría. Palabras de alto riesgo.
No solo existe el peligro de las frases, sino también el de las interpretaciones. O el de las manipulaciones. ZP no dijo nunca, aunque se le atribuyera malintencionadamente, la frase que le persigue desde 2006:
«Otegi es un hombre de paz».
Su frase completa fue la siguiente:
«Arnaldo Otegi ha hecho un discurso por la paz, por abrir una etapa política distinta en Euskadi. Eso han sido sus palabras y ahora esperamos que los hechos vayan en la misma dirección».
No es lo mismo, aunque yo jamás gastaré ni un segundo en suavizar la figura de Otegi. La presidencia de Zapatero fue desastrosa en muchos sentidos, no voy a defender su gestión. Negó la crisis cuando ya nos había comido, en 2008, «¿crisis, qué crisis?» o «la crisis es una falacia, puro catastrofismo», para pasar poco después a «España está a punto de salir de la crisis, si no lo ha hecho ya», tras una reunión en Bruselas en enero de 2010. Pero yo me quedo (con tristeza, no porque las haga propias) sobre todo con dos de sus frases:
«Estamos en la Champions League de la economía«.
Fue pronunciada con unos indicadores que comenzaban a irse al garete y algunos genios de su gabinete pensaron que esta situación sería transitoria y se solucionaría con un (nefasto) plan E y la buena voluntad de las empresas. Pero sobre todo recuerdo una frase que algunos consideran el inicio de todo lo que ha ocurrido después en Cataluña:
«Apoyaré la reforma del Estatuto que apruebe el Parlamento catalán«.
Algunos sitúan el inicio del procès y la situación actual en Cataluña inmediatamente después del recorte que sufrió el Estatut en el Constitucional. Puesto que Zapatero había afirmado que aprobaría cualquier redacción del Estatuto (¿fuese la que fuese?), numerosos dirigentes catalanes sintieron atacada su institución. El mensaje era que no bastaba una redacción propia del Estatut, apoyado desde Madrid, aprobado por el Parlament y refrendado por los ciudadanos tras un referéndum. Y aunque pueda ser cierto el malestar de algunos nacionalistas catalanes que por entonces no eran independentistas, yo creo que toda la situación actual comienza con la frase que mejor definió el modo de hacer «política» en Cataluña. Pronunciada por Pasqual Maragall:
«Ustedes tienen un problema, que se llama tres per cent».
Luego lo retiró, casi todos los partidos miraron para otro lado, se pusieron de acuerdo para aprobar el Estatut, pero fue una p… vergüenza. Las investigaciones de la corrupción alrededor de la antigua Convergència i Unió provocaron la huida hacia adelante de Artur Mas y los suyos: el inicio del procès. El ruido alrededor del separatismo para tapar su podredumbre.
Frases, muchas frases de todo tipo, que se quedaron grabadas en nuestra memoria. El Aznar que hablaba «catalán en la intimidad» o el del «España va bien». El mismo Aznar que pronunció hasta la extenuación el «Váyase, señor González», dirigido a un Felipe que dijo no haber recibido dinero «ni de Flick, ni de Flock».
Habrá que dar un margen de confianza al gobierno de Pedro Sánchez (el que yo no le daba la semana pasada), pero estos días me he acordado mucho de una frase que me pareció terrible en su día y de la que espero que su autora haya escarmentado, porque representa un modo de gestionar rayano con el despilfarro. Carmen Calvo, ministra de Cultura en 2004:
«El dinero público no es de nadie«.
Espero que fuera un desliz y que los 17 ministerios en lugar de 13 no signifiquen un mayor gasto de dinero público, y ya de paso, que no lo consideren irrelevante porque no es de nadie. Eso espero. ¿Cien días de margen?
En cien días se puede hacer mucho daño, ¿que tal si lo dejamos en treinta?
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Rajoy se ha tenido que tragar la corrupción que otros consintieron (Aznar).
Pronto se nos ha olvidado en que situación se encontró España.Somos bastante desagradecidos.
!!UNA PENA!!
A pesar de todo quiero confiar en la nueva etapa.
Si hay algo que me alegra, es la cara de seta que se le ha quedado al que le daban bien las encuestas
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