Ya voy teniendo unos añitos, creía que había visto mundo, que tenía cierta experiencia en «las cosas de la vida» y sin embargo, compruebo atónito que mi capacidad de sorpresa no solo no disminuye, sino que aumenta semana tras semana. Uno de los debates estrella de los últimos días, a la altura de los presupuestos del Estado o el procès catalán, ha sido la polémica sobre el empleo de la palabra «mariconez» en una canción de Mecano de hace tres décadas. Para el que pueda vivir felizmente ajeno a estos sesudos debates psicosociales, le cuento que se ve que unos jovencitos imberbes de OT, que no deben de superar la veintena, sienten que tal palabra es ofensiva y denigrante para el colectivo LGTBIQ (¿me falta alguna letra?) y debería ser suprimida y cambiada de inmediato. «Censurada» es la palabra, chicos.
Por supuesto, la cosa no ha terminado ahí, y la negativa del autor de la canción, José María Cano, a permitir la sustitución por otra le convierte de inmediato en homófobo, carca y supongo que facha, que es el calificativo que se regala hoy en día a todo el que ose ir contra la corriente dominante.
Estoy aburrido de tanta gilipollez, así que no voy a entrar demasiado a explicar las circunstancias de España a principios de los ochenta: cuarenta años de dictadura, una Constitución que se aprueba en 1978, el ruido de sables que acaba en el golpe de Estado de 1981, y una sociedad deseando pasar página. Totalmente. Tras años de represión, surgió la célebre movida madrileña y fue como una explosión de libertad salvaje. Hasta el alcalde de Madrid, el profesor Enrique Tierno Galván pronunció su recordada (y desafortunada) frase:
«Rockeros, el que no esté colocado, que se coloque».
Todo valía. Y todo, incluía todo, lo bueno y lo malo. Por supuesto, ser soez, palabrotero y decir tacos en Televisión Española era lo más suave que hicieron algunos de estos rockeros a mediados de los ochenta. Igual que los últimos años del franquismo vivieron su destape particular, en los ochenta necesitábamos nuestro despelote general.
Y ahí, en ese preciso momento de nuestras vidas, que a mí me pilló en la adolescencia, entraron los grupos de pop y rock españoles con sus letras transgresoras en busca de que te sangraran los oídos ante la aberración que acababas de escuchar. Mecano no pertenecía a estos grupos salvajes, sino al lado más light e incluso correcto (y aunque no venga a cuento, aprovecho para decir que yo detestaba su música entonces y ahora). En fin, Mi agüita amarilla, Te mataré con mis zapatos de claqué, Soy un macarra, soy un hortera, voy a toda hostia por la carretera, Lo estás haciendo muy bien, muy bien, muy bien,…
Alaska confesaba en otra canción cómo «loca de celos, decidió, tras apuntar la dirección» atropellar a su pareja porque «¿Cómo pudiste hacerme esto a mí?» ¡Y no pasaba nada! Nos reíamos, nos dábamos codazos como diciendo «¡joer, mira lo que ha dicho este!» y todos felices. No había por qué escandalizarse, porque se podía decir lo que se quisiera con total libertad. Bueno, con Las Vulpes y su inolvidable (y espantosa) Quiero ser una zorra en La2 de Televisión Española se pasó el Rubicón de lo permitido.
Pues ahora, treinta años después, parece que no, que vuelve la censura. La atroz, intolerante y salvaje dictadura de lo políticamente correcto. Ya está en el lenguaje llamado inclusivo que nos intentan imponer con total ignorancia y desconocimiento, ya lo hemos visto en programas de televisión, se pretende obligar en el cine con la terrible censura de la inclusión Rider, y por supuesto no iba a ser menos con la música. Lo que más me ha sorprendido es que la nueva censura llegara del lado supuestamente progresista. De los mismos, además, a los que les parece intolerable la condena al rapero Valtonyc por sus canciones en las que animaba a disparar al Borbón, o a poner bombas en los cuarteles de la Guardia Civil. Flipo, alucino, me mofo, o como se diga ahora, la censura de lo políticamente correcto y «modelno» supera a todas las demás en intransigencia.
No voy a tratar de convencer a nadie, y menos a nadie que no alcance los veinte años de edad, como esta misma semana cuando conversaba con mi hija y sus amigas, así que me voy a subir al carro ganador y voy a hacer eso que tanto les gusta a los chicos de OT, «revisionismo histórico», o «acomodación del pasado a las nuevas tendencias», para lo cual, creo que no hay un grupo mejor en esos ochenta homófobos, racistas, machistas y… ah, y fachas (jajaja) que Siniestro Total, el grupo gallego de Julián Hernández, Germán Coppini y otros que no recuerdo. Los nombres no importan, serían también unos fachas. Como Joan Manuel Serrat, que también lo he escuchado en estos tiempos convulsos.
No puedo imaginarme a los profesores de OT diciendo: «A ver, chicos, esta semana toca preparar la canción Matar jipis en las Cíes». Por supuesto, tras un par de soponcios en los concursantes y un escándalo que convertiría a los gallegos en trending topic nacional, los chicos deciden que la canción sobre asesinar a unos hippies en las Cíes debe convertirse en una bonita historia de amor homosexual, todo un canto fraternal de amor y convivencia plena en la Naturaleza. Aquí podemos comparar ambas letras:
El éxito de la versión sería tal que probarían a repetir con otra versión del mismo grupo. «Genial, chicos, vamos a hacerlo más difícil con esta otra, Hoy voy a asesinarte«. Por supuesto que hoy esa canción estaría prohibida, censurada, quiero decir, y se montarían debates sobre que es una incitación a la violencia de género y la cantidad de mujeres que han fallecido en estas décadas tras escuchar sus maridos esta (horrible para mi gusto) canción. Los chicos de OT reescribirían totalmente la letra, harían unos arreglos new age y la canción se transformaría en una bonita oda de amor en la que el hombre reconoce que es un machista impenitente educado en el heteropatriarcado más conservador:
«¡Estupendo!, las cifras de audiencia avalan nuestra propuesta por un revisionismo feliz, así que esta semana nos vamos a atrever con Ayatollah, no me toques la pirola«. El problema es que hay un concursante musulmán en el grupo y se considera que la canción es islamófoba y atenta contra el Islam, así que sería reescrita por los propios chavales en una versión que ensalzaría las bondades de esta religión. Además, es la moda, ¿no? El cristianismo es facha, y el Islam es progre:
Como decían los propios Siniestro Total en otro de sus discos, Ante todo mucha calma. Dejo ya de estrujar mis neuronas para recomponer unas letras que hoy en día pueden escandalizar a almas cándidas, pero a las que no movería ni una coma. Eran otros tiempos. Hace un par de años, en un programa de televisión recordaban un sketch de Martes y Trece que en su día tuvo mucho éxito: «Mi marido me pega». Era terrible. Aparecía Millán Salcedo disfrazado de mujer con un ojo morado y repitiendo varias veces la famosa frase «mi marido me pega» acompañada por «¡sufro bucho!». Le ponían el vídeo al Millán de hoy en día y su respuesta fue la lógica: «Estoy horrorizado». Pero como él mismo recordaba, en aquellos años la gente le paraba por la calle, le decían lo que se habían reído y le pedían que lo repitiera. Y el sketch visto hoy en día no tiene ni puta gracia. Pero no lo vamos a cambiar. Ni vamos a quitar la escena del bofetón de Glenn Ford a Gilda, como pidió alguno esta semana. Ni vamos a censurar Lolita de Nabokov, ni ya puestos Romeo y Julieta, porque cada obra tiene su época, su tiempo y su contexto. Y las jóvenes brigadas censoras harían bien en comprenderlo.
Si os habéis reído de las letras, un saludo, ¡fachas!
Y no digamos si encuentran por ahí al «desconocido» autor de cierto libro sobre la universidad que leí hace tiempo. Fijo que se lo lee un «censor» de esos y lo mete de cabeza en el «Index» progre y lo propone para ser quemado (el libro; y supongo que al autor, cuando le encuentren xDDD).
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¡Que tiempos! Y pensar que todavía escucho (escondido y sin que me oiga nadie) : «La mataré» de Loquillo. La versión en directo por supuesto…
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