Y ahora llamadme homófobo, machista,… (Josean)

… y racista, islamófobo, carca, ultraconservador, lo que queráis. Mi delito consiste en no coincidir con la versión oficial, en discrepar en algunos puntos de esa verdad única que nos tratan de colar por todas partes, ya sea diciendo que «lo gay es más guay», que el islam es una religión que debemos respetar e incluso abrazar mientras denostamos a la iglesia católica, o que todo lo que haga una mujer es brillante por el hecho de ser mujer, mientras que los hombres, y más si somos españoles y blancos debemos estar pidiendo perdón a todo el mundo, a todas las razas y a todo el género femenino por lo que hicieron otros ayer, la semana pasada, hace siglos, aquí, en Murcia o en el Perú.

Lo que me molesta es que traten de imponernos la versión oficial (o la oficiosa que se ha impuesto como oficial) como verdad absoluta irrebatible de la que no te puedes salir, de la que ni siquiera se puede debatir porque en el momento en que lo hagas te caerán palos de todo tipo. Poco importará que estés de acuerdo con las reivindicaciones de un colectivo concreto o que demandes un debate serio sobre cada asunto, que da igual: prepárate a recibir si te sales de lo que te han dicho que debes afirmar y ensalzar sin discutir.

El domingo pasado entré en Twitter a última hora de la tarde y vi que Javier Marías era trending topic. ¿Javier Marías, que es lo más opuesto a este mundillo fugaz y liviano de los 140 caracteres? ¿Qué habrá hecho? E inmediatamente pensé: «seguro que ya le están atacando las feministas». Estoy convencido de que muchos de los que le atacaban ni siquiera habían leído su artículo en El País Semanal, Más daño que beneficio, porque hablaba precisamente de esta dictadura del pensamiento, de estos policías de la conciencia:

A veces no hay nada tan dañino para una profesión, un colectivo o un sexo entero que sus defensores a ultranza,…

En la actualidad hay una corriente feminista que ha optado por decir que cuanto las mujeres hacen o hicieron es extraordinario, por decreto. Y claro, no siempre es así, porque no lo puede ser.

Tras ensalzar a una serie de mujeres novelistas, se le ocurrió decir que no creía que Gloria Fuertes fuera una grandísima poeta. Ahí empezó todo el movimiento en redes sociales, especialmente en Twitter, donde pude leer chorradas monumentales que ponían en duda incluso la calidad literaria del autor. Te podrá gustar más o menos, pero tiene el Premio Nacional de Narrativa (aunque lo rechazara), el Fastenrath, el Herralde, el Rómulo Gallegos, el Miguel Delibes de periodismo y numerosos premios internacionales más. Da igual, es un escritor pésimo, machista, misógino, carca, triste, de todo.

Estos días nos están contando por todas partes la celebración del Orgullo Gay a nivel mundial en Madrid. Y no tengo nada que decir, nada que objetar, me parece bien que hagan su desfile como les plazca. Aunque mi opinión sea que me parece un evento comercial, totalmente dirigido por empresarios que han visto el filón que se mueve alrededor de este colectivo y que han logrado mover a instituciones, empresas y un turismo de alto poder adquisitivo que va a dejar mucho dinero a cambio de perder todo el sentido de reivindicación del colectivo. Tampoco me creo que vayan a venir tres millones de personas, ¡3!, a Madrid porque es materialmente imposible con el número de plazas hoteleras que hay en la capital. Otro medio de comunicación aventuró este miércoles que serían dos millones, pero el jueves milagrosamente volvían a ser tres. Da igual, nadie va a contrastar las cifras porque no interesan, porque lo que se pretende es vender el concepto de Madrid tomado por el Orgullo. Hoy en el Desfile dirán una cifra desproporcionada que nadie va a rebatir, aunque las matemáticas digan que ese número de gente supondría unas 30 personas por metro cuadrado.

Evidentemente nada de esto lo puede afirmar un tipo hetero como el que esto escribe, porque estará expuesto a todo tipo de ataques. Hay homosexuales a los que se trata de silenciar que huyen y rechazan el Desfile porque no comparten que las plumas y el cuero con tachuelas les representen. En paralelo al Orgullo oficial se celebra todos los años el Orgullo Crítico, y es crítico porque considera que la fiesta oficial ha tomado una «deriva neoliberal» al haber caído en manos del «mercantilismo». No hay debate sobre las reivindicaciones de los distintos colectivos, ni sobre los pocos avances obtenidos en más de 70 países que siguen prohibiendo la homosexualidad, cuando no ejecutando directamente a los gáis por el hecho de serlo. ¿Cuántos de los asistentes han seguido, promovido o apoyado las campañas de Amnistía Internacional para derogar las leyes anti-homosexualidad existentes en tantos países? ¿Saben algunos de los actuales concejales de Ahora Madrid lo que ocurría hasta hace nada en Cuba con los homosexuales, o lo que sigue pasando cada día en varios países musulmanes?

En España fuimos pioneros al aprobar el matrimonio homosexual hace doce años y me costó varias cenas/coñazo con amigos del ala más conservadora que estaban escandalizados y que no supieron responderme cuando les preguntaba que de qué manera nos «perjudicaba» a nosotros, los matrimonios tradicionales heterosexuales. Y yo mismo, nacido en los últimos años de la dictadura franquista, con una educación concreta (otra de esas «verdades absolutas»), tuve muchas dudas sobre la adopción de niños por parte de estas parejas. Al final parece que todo quedó reducido a una discusión etimológica sobre la palabra «matrimonio» y la mayor prueba de normalización la tuvimos con la boda de Javier Maroto, vicesecretario sectorial del Partido Popular y antiguo alcalde de Vitoria, una ceremonia a la que acudieron los mandamases de ese partido que denunció la ley que permitía estos matrimonios. Lo que en su día provocó encendidos debates hoy se estudia y analiza en numerosos países.

Sinceramente a mí me sobra teatro y me falta debate. Una pregunta que hago a mis amigos más «progres»: ¿qué reclama el colectivo Bisexual? ¿Hay que cambiar alguna ley o alguna norma para encajar sus reivindicaciones? ¿Y los Intersexuales? Ya me he informado, que se inicie el debate a ver qué normas hay que adaptar a sus reivindicaciones.

¿Y ahora la Q del LGTBIQ? Como sigan así, en nada, lo que empezó como LGT va a acabar copando todo el abecedario. Pues yo no pillo esto de la Q. Judith Butler lo describió así:

Mi entendimiento de la palabra “Queer” es el de un término que desea que no tengas que presentar una tarjeta de identidad antes de entrar en una reunión. Los heterosexuales pueden unirse al movimiento queer. Los bisexuales pueden unirse al movimiento queer. Queer no es ser lesbiana, no es ser gay. Es un argumento contra la especificidad lésbica: Si soy lesbiana tengo que ser de tal modo. O si soy gay tengo que desear de cierta manera. Queer es un argumento en contra de cierta normativa, de lo que una adecuada identidad lesbiana o gay constituye.

¿Y? ¿Y usted qué quiere? Aquí tenemos a unos tipos subidos a una carroza hortera, ¿les preguntamos a ellos? Ese desfile «no nos representa, está copada por empresarios y políticos que solo se acuerdan del colectivo LGTBI ese día por los beneficios», decía un miembro de un colectivo por los derechos de los transexuales. Hasta 9.000 euros por carroza se van a pagar en el desfile de esta tarde, ¡y me parece bien, que cada uno haga lo que quiera con su dinero, no tanto que lo hagan con el mío! No he ido nunca al Desfile porque no me interesa lo más mínimo, pero no me voy a oponer a su celebración. El ayuntamiento ha destinado 700.000 euros a AEGAL, la Asociación de Empresas y Profesionales para Gays y Lesbianas de Madrid. El retorno económico supongo que será inmediato, pero no para lo público, sino para lo privado, en un ayuntamiento que presume de tratar de evitar ese trasvase de recursos públicos hacia lo privado.

La corriente totalitaria actual, esa «gran creadora» de palabros gilipollescos como heteropatriarcado o manspreading ya ha inventado una expresión para lo que nos ocurre a tantos: «plumofobia». Cágate, lorito. Hay una bloguera y tuitera que se ha hecho famosa en los últimos tiempos, Barbijaputa, con columna en eldiario.es y 250.000 seguidores en Twitter. Se ha convertido en una de las diosas de ese nuevo ¿feminismo? Pese a que a veces dice cosas interesantes y puedes compartir muchas de sus reivindicaciones, como todo lo relacionado con el maltrato y la violencia sobre las mujeres, en otras dice tal cúmulo de gilipolleces y demuestra tal incultura que uno no entiende cómo es posible que tenga tanto apoyo. Por supuesto, todos los hombres somos machistas, maltratadores, acosadores, y promotores de una cultura de la violación. Y el cine y la publicidad que vemos nos convierten en pedófilos. Sí, joder, sí, esas cosas se leen en las redes. Y lo peor es que se expanden como un virus.

A veces, en alguna de esas noches en las que no tienes que madrugar al día siguiente, he dejado algún comentario crítico con esa generalización absurda de todo el género masculino, aunque solo sea para comprobar cómo las hordas radikales-feministas eluden el debate racional y se te lanzan de modo salvaje al cuello. Una de las ocasiones fue por criticar la defensa del burkini, del velo islámico o porque una supuesta feminista apoye con argumentos surrealistas a esa parte (muy abundante) del islam que somete a la mujer a los designios del hombre, la reprime y le priva de todos sus derechos. «Machista», «islamófobo», «racista», «¡facha!», es el nivel del debate.

Hace un par de semanas, tras el incendio de Londres, entrevistaban a una mujer que vivía cerca del edificio incendiado. Llevaba el niqab, el velo islámico casi total. He paseado por calles céntricas de Londres (South Kensington) que me han hecho sentir como en Irán al ver varias decenas de mujeres totalmente de negro y con los rostros cubiertos, caminando varios metros por detrás de sus dueños. Pues qué quieren que les diga, que yo no respeto esa cultura represora de la mujer, y creo firmemente que Europa no debería tolerar estas prácticas del islam más radical, pero no puedes mostrarlo en voz alta porque si lo haces, te espetan que estás atacando su cultura. También Barbijaputa.

Arturo Pérez-Reverte ha sido atacado en repetidas ocasiones por esta ¿mujer? (lo dudo, porque se mantiene en el anonimato) y su cohorte de palmeros en las redes sociales. En ocasiones, por temas tan absurdos como abrir la puerta y ceder el paso a una señora de avanzada edad, algo que, como dice el autor, lleva haciendo toda la vida con ancianos, niños, mujeres y desconocidos de cualquier sexo, por algo que vamos a convertir en peligroso como es la educación.

La entrada de hoy no pretende hablar de mi opinión sobre los diversos temas mencionados, sino atacar a esta dictadura totalitaria del pensamiento, la que impide criticar cualquier acto realizado por un gay, una mujer, un negro o un musulmán por el simple hecho de serlo. Y en ocasiones no llevan razón, como no la llevan los hombres blancos cristianos heterosexuales. Creo que no es una casualidad que esta semana hayan anunciado que la RAE aceptará el término «posverdad» en su diccionario para definir aquella información no basada en hechos objetivos ,«sino que apela a las emociones, creencias o deseos del público», según ha declarado el director de la Academia, Darío Villanueva.

Y ahora llamadme homófobo, machista, islamófobo, racista, y todo lo que queráis. Sin duda alguna soy el fruto de una educación reprimida ultraconservadora impuesta por el heteropatriarcado más intransigente.

 

 

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4 comentarios en “Y ahora llamadme homófobo, machista,… (Josean)

  1. Muy bueno el artículo.Estoy de acuerdo

    Todo mi rspeto para aquellas personas que teniendo la orientación sexual que tengan, la viven sin exhibicionismos,sin esperpentto y sin necesidad de necios carnavales

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  2. Totalmente de acuerdo, OK.
    Yo apuntaría otra cuestión, la del daño que estas carnavaladas del llamado «Orgullo Gay», macarras, horteras, zafias y hasta guarras, les hacen a los homosexuales «normalitos», que son la inmensa mayoría y que lo único que quieren es vivir su homosexualidad con la misma normalidad que los heterosexuales. Los Drags Queen se los han merendado a los pobres. Sus estúpidas extravagancias de plumas y cueros son las que quedan como foto del Día del Orgullo. Los «normalitos» deberían hacer su propio «Día Contra el Día del Orgullo Gay» en plan serio, como si fuera un congreso de cualquier profesión.

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