Opinar empieza a ser un ejercicio de riesgo. Decir lo que piensas en un grupo de Whatsapp de amigos o conocidos puede llevar a que inmediatamente te cuelguen una etiqueta que seguramente será equivocada o al menos de modo parcial. No digamos en esa jungla llamada Twitter si se te ocurre opinar sobre determinadas noticias porque hemos llegado a un punto en que todo, absolutamente todo, te convierte en rojo o en facha. El término medio, la equidistancia o la moderación están en vías de extinción, y no para el que opina, sino para el entorno que juzga la opinión.
– Creo que Rajoy tenía que haberse ido mucho antes de que lo echaran, «¡rojo!», pero no me gusta nada este gobierno de Sánchez pactando con comunistas e indepes. «¡Facha!»
– Menuda vergüenza la Gürtel, la Púnica, Rodrigo Rato, Bárcenas, los sobres B, «¡¡¡calla, rojo!!!», el mismo asco que los EREs de Andalucía, los fraudes de los cursos de formación, Griñán, Ábalos, las colocaciones a dedo en puestos relevantes, «¿qué dices, facha?»
Intento no opinar sobre política en grupos de Whatsapp porque la gente se calienta mucho, pero sobre todo porque cada vez hay gente más encendida que solo ve la paja en el ojo ajeno y nunca la viga en el propio, o que siempre encuentra un motivo para justificar que «no es lo mismo» o «¡no compares!». Tenemos un grupo de Whatsapp de sesenta amigos, solo tíos al borde de los cincuenta, antiguos compañeros del colegio, y cada vez que alguno ha dejado un comentario político o una noticia partidista e interesada, los otros cincuenta y nueve hemos permanecido en silencio. Una pena, pero creo que es lo más inteligente.
Hemos llegado a una situación en la que no nos sentimos libres para opinar (cosa que, por cierto, no hemos dejado de hacer los cuatro amiguetes de este blog desde hace años) y no se puede opinar porque los juicios o las valoraciones se han radicalizado, las posturas se han polarizado muchísimo y para todo. Hables de lo que hables.
- Me niego a utilizar el lenguaje inclusivo, «eso es muy facha porque la RAE es carca y facha», pero es que no me gustan los toros, «eso es propio de rojos».
- Las grandes empresas y las grandes fortunas deberían pagar más impuestos, unos impuestos más justos y equitativos, «ya está el comunista», pero huyo como de la peste de la sobreintervención de la economía que pretenden los de Pablo Iglesias y Sánchez, «claro, ultraliberalismo descontrolado a tope, muy de derechas».
- El otro día viendo a Ana Pastor en LaSexta…, «yo no tengo sintonizada esa cadena de rojos, ni veo a esa tía», el caso es que sacaron un programa de lo más manipulador acerca de… «cómo os gusta a los fachas decir que LaSexta manipula».
- Soy seguidor del Real Madrid, «claro, como todos los fachas, una institución franquista«, o del Atlético de Madrid, «el equipo del pueblo, los valores de la izquierda».
- No tengo ningún problema con la bandera de España, la rojigualda, de hecho la suelo lucir en los maratones que corro por ahí, «muy, muy facha», pero habría afrontado el problema de Cataluña de un modo distinto a como lo hizo el Partido Popular, «claro, cediendo al independentismo, como los socialistas catalanes, regalando España».
- Me gusta el cine español, sigo bastante sus películas, «claro, los de la ceja, sois todos unos rojos», pero me molesta mucho toda la politización que lo rodea, el rojerío de los Goya, la eterna petición de subvenciones, «¡en Francia sí saben fomentar su cultura, aquí los fachas preferís atacarla!»
- Qué bien me cae Antonio Banderas, o he visto toda la filmografía de Almodóvar, «vaya estómago tenéis los rojos», pero qué mal me cae Javier Bardem y qué bien Arturo Fernández, «os pasa a todos los fachas».
- Me preocupa y mucho la islamización de Europa, «veo que te estás haciendo de Vox», y qué mal lo ha hecho la Iglesia católica durante décadas ocultando los casos de pederastia en su seno, «no me toques a la iglesia, podemita, ¿qué quieres, volver al 36?».
Muchos de estos mensajes son ridículos, pero es que a esa ridiculez estamos llevando cualquier asunto. Ser vegano es progre, comer carne perpetúa un sistema capitalista y de derechas. Es una visión simplista, infantil, reducida a blanco o negro. Todo esto ya estaba en las diez estrategias de manipulación de Chomsky (que no eran de Chomsky, sino de Timsit): dirigirse al público como si fueran niños y ser complaciente con la ignorancia y la estupidez.
Escritores que no son fachas ni de lejos, como Javier Marías o Arturo Pérez-Reverte, han recibido este calificativo en varias de estas polémicas a causa de sus artículos de opinión. Me deshuevo, Marías y Pérez-Reverte, fachas. En uno de los artículos de Don Arturo de hace un par de años, Ahora le toca a la lengua española, comentaba que hemos llegado al absurdo de considerar hablar bien y con un acertado uso del lenguaje como «de derechas», mientras que «a cambio, cada vez más, se alaba la incorrección ortográfica y gramatical como actividad libre, progresista, supuestamente propia de la izquierda». Tócate los cojones, como diría el mismo escritor ante algunas de las gilipolleces que nos toca leer o escuchar de vez en cuando.
Con todo, lo peor para mí es la polarización de la sociedad, la diferencia tan grande que se está creando entre «los dos bloques», arrasando con todo lo que intenta situarse en el medio. En política, el PP ha virado más hacia la derecha acercándose a Vox, como contrapeso al posicionamiento del PSOE junto a Podemos y los más radicales de la izquierda. Todo lo que intentó situarse en el medio, Ciudadanos o UPyD en su día, ha sido arrasado, vuelven las dos Españas. Y con las dos Españas se rescata a Franco para que se hable del franquismo más de lo que se hacía en los ochenta y los noventa. Me parece sorprendente escuchar a compañeros de trabajo nacidos después del 85 hablando todo el día de Franco, y los jueces franquistas, y los restos del dictador, y las instituciones heredadas del franquismo, y tal y tal. Nunca se habló tanto de Franco como en estos últimos años.
Al principio me hacía gracia ver cómo me tachaban de facha o rojo en distintos grupos, o según las opiniones que dejaba en este blog, pero lo cierto es que ahora no me gusta nada lo que está quedando, lo que veo. Me da mucha pena ver estas discusiones, me da rabia ver que no puede haber ya un debate sosegado y sobre todo, sobre todo, sobre todo, lo que me cabrea enormemente es comprobar cómo estamos perdiendo progresivamente (o cómo nos estamos limitando) nuestra libertad para opinar.
Sobre este tema y sus implicaciones se podría estar hablando largo y tendido. Pero te diré algo que he aprendido por experiencia: las «redes insociales» te lo roban todo. Son como los coches: si los usaran sólo la gente que los necesita realmente el parqué automovilístico sufriría una reducción drástica. Lo mismo se diga de las «redes insociales»: si las usara sólo la gente que de verdad las necesita, habría un silencio sepulcral. Si no te importa que me haga un poquito de autobombo, sobre ese tema escribí un par de entradas aquí y aquí.
Saludos,
Aguador.
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Buenas, Aguador. Me encantaría leer esos dos textos que indicas, pero el enlace no se ha subido de modo correcto. Por favor, cópialo tal cual en los comentarios, para que podamos leerlos. Gracias.
Respecto a tu comentario, claro que las redes insociales influyen, pero yo creo que hay algo más porque esa polarización también ocurre entre personas que apenas están «conectadas» a ese mundo virtual. Saludos.
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Apreciado Lester: digamos que las «redes insociales» son un reflejo de lo que hay en la sociedad y ésta, a su vez, de lo que hay en redes. Pero sí, tienes razón: no hay conversación que no se vaya al garete por la introducción del elemento político y la «clasificación» que conlleva. En cuanto a los enlaces, había usado HTML, pero si funcionan sin él, mucho mejor:
https://cantarodelaguador.com/2016/09/27/adicto-i/
https://cantarodelaguador.com/2016/09/27/adicto-ii/
Saludos,
Aguador.
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Perfecto, muchas gracias. Ahora los leeré.
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Leídos, y estoy de acuerdo. Debe existir una moderación en el uso de las redes sociales, con ese uso pueden ser muy útiles, a mí me lo han resultado algunas redes, sobre todo LinkedIn. A todo lo que cuentas yo añadiría una tentación más para muchos, sobre todo jóvenes: la de convertirse en influencers. Por cosas serias o sobre todo por chorradas: su modo de vestir (outfit lo llaman ahora) o sus gustos y opiniones sobre cualquier tema. Ya ha veinteañeros cuya motivación en la vida es esa, llegar a ser influencers. Qué pena.
Saludos.
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