El Maratón Popular de Madrid, el célebre Mapoma, celebra su 41ª edición este domingo, 22 de abril de 2018. El Mapoma es para mí como una antigua novia a la que le dediqué mucho tiempo e ingentes esfuerzos, a la que le tengo un enorme cariño pese a lo mucho que me hizo sufrir, y a la que vuelvo cada cierto tiempo porque los buenos recuerdos, como en el amor o las relaciones de pareja, superan con creces el dolor.
Este año ha cambiado su recorrido y no acabará en el Paseo de Coches del Retiro, como los últimos años, sino en el Paseo del Prado, frente al Museo del Prado y un impertérrito Velázquez que, a buen seguro, jamás habría imaginado contemplar este espectáculo de zumbaos que llegan derrengados, pero con una sonrisa de oreja a oreja. Como los tercios de Flandes en La rendición de Breda.
Será un recorrido similar en lo principal: la salida de Colón hacia Plaza de Castilla, el paso por la Puerta del Sol a mitad de carrera, la entrada en la Casa de Campo cuando las fuerzas empiezan a flaquear, el sufrimiento «atlético» al paso por el Calderón, y un final cuesta arriba, aunque más suave que en otras ediciones. El eslogan de la organización me parece acertado:
Ese es el espíritu del maratón: el Desafío. Con mayúsculas. Debuté en esta locura del maratón en 2004 en Madrid, y al llegar a meta (exhausto como no he estado nunca en mi vida y devorando todo lo que cayó en mis manos mientras me tiraba al césped en la plaza de la Bolsa) pensé: «ya está, hecho, reto logrado, lo pones en el currículum y nunca más». Pensamientos que se llevaría el viento, pues lo cierto es que desde entonces he completado el Mapoma otras cinco ocasiones, en 2005, 2006, 2007, 2010 y 2012.
A esa antigua novia he vuelto otras cuatro veces más:
- En 2008 seguí la carrera con mi hijo en varios puntos moviéndonos en bici por esta maravillosa ciudad. Tratábamos de alcanzar a los profesionales en los lugares más emblemáticos de Madrid, pero estos extraterrestres van tan rápido que no siempre lo conseguimos. Aquel año, el «africano» Chema Martínez ganó la prueba por delante de los keniatas Cherono y Keter.
- En 2013 y 2014, acompañé durante 24 y 26 kilómetros a amigos debutantes, para animarles en los peores momentos, para tranquilizarles cuando querían ir muy rápido, «¡que queda mucho, chaval!», o simplemente para acercarles el agua. Esos días que voy sin dorsal me incorporo hacia el kilómetro 15, cuando la carrera se ha despejado, para no molestar a nadie y ayudar a mi amigo, y nunca entro en meta. Además (aviso para gorrones) realizo la «machada» de correr sin coger agua en los avituallamientos, puesto que no he pagado por la carrera. Lo digo por esos runners gorrones que a veces vemos en algunas populares y que además pretenden llevarse una bolsa o incluso medalla en meta.
- El año pasado, en 2017, estuve recorriendo Madrid de nuevo en bici apoyando a una joven debutante en el medio maratón, por si desfallecía en el intento, alguien que ha heredado el gen del corredor de fondo: mi hija Rachel. En el momento en que ella recorría los últimos metros, los profesionales entraban en la meta de los 42 kilómetros, lo que da otra muestra más de la animalada que hacen estos tíos que flotan sobre el asfalto.
Así que son diez años entregado a este maratón que me metió el gusanillo de la larga distancia en las venas, y que me ha llevado a animarme por otras ciudades del mundo hasta completar la cifra de 15. Y de momento no acabo ahí, mientras el cuerpo aguante. Justo esta semana que empieza, me pongo a preparar la 16ª.
«Si quieres correr, corre una milla, si quieres vivir una experiencia, corre un maratón».
(Emil Zatopek)
¿Qué convierte Madrid en una ciudad especial para el maratón? Pues no lo sé, pero tiene algo. Quizás veo mejor ambiente que en otras carreras, pero no por la animación, que he visto mucha más en Nueva York o Berlín, sino por el buen rollo que transmite la gente, tanto corredores como público. Desde el primer kilómetro escuchas risas entre los que salimos a darlo todo y los voluntarios que te ayudan en cada punto de avituallamiento o asistencia también te ofrecen su mejor cara. El paso por la Puerta del Sol, al atravesar una multitud alrededor de la carrera hace que te sientas como los ciclistas subiendo el Tourmalet.
En otras ciudades, en otros países, parece todo más serio, más profesional. Arranca la carrera y pasado un par de kilómetros sientes el silencio de la concentración. Debe ser eso, nuestro carácter latino. Tengo que probar los otros grandes maratones nacionales: Valencia, San Sebastián, Barcelona, Málaga,…
Hay un momento mágico en el maratón de Madrid, que es ese en el que se separan las carreras de 21 y 42 kilómetros, hacia el kilómetro 15 ó 18, dependiendo del recorrido de cada año. En ese momento, los del medio maratón comienzan a aplaudir a los valientes que se lanzan a por el maratón completo, da igual las marcas y las expectativas de unos y otros. Aplauden de modo sincero y con admiración, y nos lanzan frases de ánimo para lo que nos queda, que en esos momentos es mucho. Los maratonianos devolvemos el saludo a todos esos valientes «y valientas» a los que no hemos visto en nuestra vida, pero a los que sentimos como gente cercana.
A ese ambiente especial del Mapoma contribuye la organización internacional EDP Rock ‘n’ Roll Marathon, que desde hace cinco años se ha asociado con el Maratón de Madrid y lo ha incorporado al selecto grupo internacional de maratones «rockeros», como Las Vegas, Chicago, Dublín, Liverpool, Montreal, Guangzhou o una veintena más. Tú estás ahí sobre el asfalto, dándolo todo, y te encuentras cada dos o tres kilómetros a una banda de música haciendo lo mismo sobre un pequeño escenario improvisado. Algunas bandas te animan un montón, los cantantes lanzan frases de ánimo a los corredores en mitad de sus canciones, la batería y la guitarra eléctrica te ponen la carne de gallina, y otros en cambio, con su aspecto de fumetas recién levantados, parecen en peores condiciones que los que llevamos treinta kilómetros a las espaldas.
Esta semana he hablado con varios compañeros que van a correr el domingo, algunos la media distancia y otros el maratón completo. Cuando les he visto con las preguntas, con el dorsal o la camiseta de la carrera, me han entrado de nuevo las ganas de acercarme, pese a que las obligaciones familiares me lo dificultan. George y Juan probarán con la media distancia, y el amiguete Víctor (aquel de la foto del inolvidable entrenamiento con Mario Mola) debutará en la distancia y trataré de encontrarle en algún punto de la ciudad para inmortalizarle en una foto. Algún otro semi profesional, como el ironman Chicho, usará el maratón como entrenamiento, que es una de esas cosas que más me deprimen en la vida. Cada uno hará su carrera, y estoy seguro de que todos las disfrutarán a su modo.
Al llegar a meta, doloridos, pero satisfechos, pensarán como Forrest Gump tras su periplo runner: «Estoy cansado. Quiero irme a casa». Pero se meterán varias birras en el cuerpo, seguro.
Los tiempos han cambiado mucho en estos 14 años transcurridos desde mi primer maratón. Ahora ves a la gente mucho más preparada, con una equipación de varios cientos de euros encima, cuando hace no tanto llevabas unas zapatillas normales y una camiseta de algodón. Al acabar mi segundo maratón me encontré en meta con el preparador personal de un amigo que debutaba ese día y que, señalando mis zapatillas, me espetó:
- ¿Has corrido con eso?
Pues sí, eran unas Nike todoterreno con cámara de aire con las que jugaba al tenis de vez en cuando. Y no pasó nada, chico, porque parece que antes se podía correr sin lesiones, y ahora casi te dicen que pones en riesgo tu vida o tu salud si no te haces veinte pruebas previas de esfuerzo, pisada, zapatillas y plantillas a medida, y vas con GPS y pulsómetro que indique lo que puedes o no puedes forzar la máquina. Yo paso, soy de los clásicos que corren «por sensaciones», y a lo mejor por eso mis marcas no me llevan por debajo de las 3h. 30 min. Pero lo disfruto un huevo.
Termino ya. En la edición de 2007 nos regalaron a todos los participantes un libro que recomiendo para los que se animen a esta carrera: 42 reflexiones y 195 metros, de Javier Serrano, que cuenta kilómetro a kilómetro la experiencia física y mental del maratón de Madrid. Es de esas veces que sientes que el autor se ha metido en tu cerebro porque no concibes de otra manera que haya podido plasmar tus pensamientos de modo tan certero.
Ojalá algún día me ofrezca una editorial la posibilidad de escribir sobre esta distancia que nos tiene enganchados cada vez a más gente. Ahí lo dejo. De momento ya tengo varios capítulos:
Berlín, 2009. El día que gané a Gebreselassie.
Eindhoven, 2015. El maratón número 13.
Nueva York, 2016. El maratón de Nueva York: antes… Y el glorioso después.
Budapest, 2017. Las hordas de runners invaden Budapest (I) y (II).
Mucha suerte a George, Juan, Chicho, Víctor y a los miles y miles de corredores que se van a lanzar mañana al asfalto de Madrid. Todos sois unos héroes y me dais envidia, cabr…
No sabes lo identificado que me siento con esta entrada.
Cito textualmente: «Es de esas veces que sientes que el autor se ha metido en tu cerebro porque no concibes de otro modo que haya podido plasmar tus pensamientos de modo tan certero.»
¡Un abrazo!
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Gracias, Sete, crack! El autor del libro que menciono, Javier Serrano, al que me refiero con esa frase que destacas me ha escrito lo siguiente: «Hola, Lester. Me ha gustado muchísimo el post, y también la cita de «42 reflexiones y 195 metros», muchas gracias por acordarte de ese libro.
Se ve que vives con mucha intensidad la experiencia del maratón, como siempre me ha ocurrido a mí. Da gusto leerte.
Un abrazo».
Debe ser que un sentimiento profundo nos une a los maratonianos que hemos pasado por el Mapoma. Un abrazo.
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Que grata lectura y justo en el momento que mas vueltas estoy dando a mi última locura «runneril»
de hace unos días…No sé como podéis hacer los que corréis y pensáis a la misma vez. Creo que si lo intento me tropiezo.
Bajarás seguro de 3:30 Lester y será cuando estés 3 horas y 29 minutos sin pensar en novias ni películas y si pensando como poner los pies suavemente en el suelo las 42.000 y pico veces. O como te diría tu amigo Travis; Eres el pequeño Piolín de «Los hombres de negro» que va pilotando un cuerpo humano desde la cabina-cabeza. Tienes que ir controlando la maquina que te ha tocado (todas terminan rompiéndose por algún sitio y hay que saber en todo momento que pieza se está sobrecalentando ).
Animo y fuerza de voluntad con los entrenamientos de esta nueva maratón y gracias por la lectura. Pronto leeremos esa crónica del SUB 3:30!!!
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