Cap. V del libro no escrito Grandes errores de las escuelas de negocios
A veces me dan ganas de desinstalar el Excel de todos los ordenadores de la empresa. Pero no voy a hacerlo, es una herramienta fantástica pero que, como tantas otras, como el correo electrónico, el Whatsapp o el Power Point, simplemente sufre las consecuencias de su mal uso. O del abuso, que seguramente ese sea el problema.
La hoja de cálculo de Microsoft que prácticamente todo el mundo conoce y usa en mayor o menor medida, resulta muy útil para algunas funciones básicas, ya sean personales, como las cuentas de la casa o los gastos de viajes, listas de libros leídos y cosas muy curiosas de toda índole (como algunas de este artículo verdaderamente sorprendentes), o bien profesionales, pero siempre hasta un cierto punto. Sin convertirlo en la Biblia de referencia, en la brújula que marque el camino a seguir en una compañía. Sobre todo porque tras el Excel hay una persona enchufando los datos, o peor aún, un directivo indicando los datos a esa persona para que el informe final diga lo que sus intereses quieren que diga.
El profesor de la Universidad de Connecticut James Kwak explicó en su artículo La importancia del Excel las bondades y los vicios de la herramienta, a raíz de los errores encontrados en una serie de hojas de cálculo utilizados por JP Morgan para sus valoraciones de riesgos.
«Así como el Excel es un programa razonablemente robusto, las hojas de cálculo que los usuarios crean con Excel son increíblemente frágiles».
«El papel lo aguanta todo». Es una frase que he escuchado un millón de veces en mi carrera profesional, y creo que las personas que la sueltan tal cual, y tratando de aparentar convicción a la vez que te muestran los resultados de su hoja de cálculo, saben que en el fondo (y en la superficie) te están contando una milonga. El cuadro de Excel que te muestran no es otra cosa que la falsa prueba en la que pretenden sustentar la conclusión de una idea preconcebida antes incluso de meter la primera cifra en la celda A1.
Recuerdo una escena de la primera película de La jungla de cristal, la de John McClane (Bruce Willis) en el edificio Nakatomi de Los Ángeles secuestrado por terroristas. Cuando el agente Johnson del FBI se dirige fusil en mano a bordo de un helicóptero, el piloto le pregunta qué espera lograr con su ataque salvaje, y este le contesta:
– Morirán todos los secuestradores y el veinte por ciento de los rehenes.
– Ja, ja, ja, no te lo crees ni tú, eso lo firmo ahora mismo.
Pues aunque parezca mentira, así se cierran a veces algunas ofertas. A lo bruto, en modo agente Johnson del FBI. Me ha tocado analizar estudios económicos, o por llamarlos de algún modo más técnico, business plans, PEF (Planes Económico-Financieros) o forecasts con errores tan groseros que solo se pueden concebir si han sido paridos con desgana o con una intencionalidad detrás.
A veces son simplemente errores fruto de la urgencia con la que se preparan los informes, por arrastrar una celda, por no incluir una columna, por saltarse un paso en la fórmula, o por no introducir correctamente los datos del técnico en cuestión. Por recordar algunos que me he encontrado:
- Pluses diarios en una tabla salarial que fueron considerados como mensuales en un estudio de costes.
- Costes mensuales que se incluyeron como anuales.
- Vincular todos los ingresos y costes de un modelo a un índice de precios excepto uno, que suele ser el que más efecto tiene sobre el total.
- Estudios a 10 años con el precio del barril brent de petróleo como una constante.
- PEF a 20 años en soles peruanos sin considerar el tipo de cambio cuando las inversiones se hacían en dólares y la inversión financiera en euros.
Pero con todo ello, lo peor no son los errores, sino cuando se fuerza la hoja de cálculo, cuando hay «alguien» indicando un coeficiente multiplicador a los ingresos o reductor a los costes para obtener el resultado deseado. Un PQC de toda la vida: Pá Que Cuadre.
El Excel tiene una fórmula diabólica que sus usuarios conocemos bien: «Buscar objetivo«. Es perfecta si se usa bien: «qué precio tengo que poner para tener un beneficio del equis por ciento en un modelo«. Pero tiene un uso perverso por parte de esas mentes malvadas que nunca descansan: «qué costes de personal tengo que decir que voy a tener (aunque no sean creíbles) para alcanzar un ebitda del tanto por ciento, que es el que quieren ver mis jefes«. (Fucking bonus, con perdón).
Por estas razones, la gente que trabaja conmigo sabe que siempre tengo a mano las «Leyes Universales sobre los métodos recomendados por el Comité de la Sociedad Internacional de los Ingenieros Filósofos para Ingenieros Ingenuos», extraídas de La Ley de Murphy, de Arthur Bloch.
Hubo un tiempo en que las tenía expuestas a la vista en el corcho de la oficina, y creedme que me han sido de utilidad, de modo especial, las números 1, 3, 8, 12 y 13. Es decir, las que acaban afectando a los resultados de un Excel. Cuando los ingresos no están garantizados por nada más que la buena voluntad del departamento comercial, suelo aplicar un coeficiente reductor. Entre el 0,25 y el 0,75, dependiendo de la fiabilidad del «artista» de turno:
– Vamos, no jodas, es que entonces los números no salen.
– Pues eso quiero ver, iluminao -contesto-, qué pasa si no se cumplen tus maravillosas previsiones, porque estoy seguro de que en los costes te vas a quedar corto.
El día que enseñaron cuatro nociones básicas a algunos ingenieros comenzó la crisis financiera, porque casi todos los análisis que realizan de estos modelos económicos adolecen de los mismos problemas:
- Suponer que el ebitda es un generador de caja cuasi automática del proyecto.
- Considerar irrelevante la deuda, porque «partimos de la premisa de que va a haber una entidad financiera que cubra al menos el ochenta por ciento del proyecto».
- Estudiar la TIR o la rentabilidad únicamente operativa y obviar los costes financieros.
- Errores en el tratamiento fiscal (siempre) y en la caja demandada/generada.
- Y sobre todo, errores de base en la configuración de la estructura de costes, casi siempre infradimensionados.
Hasta aquí puede parecer que este texto tiene una cierta carga de ironía y que solo trato de reflejar la tensión habitual en una empresa moderna entre ingenieros vs Dpto. financiero, pero he visto y padecido decisiones empresariales como la compra de algunas compañías basadas en Excel que no se sostenían por ningún lado. De verdad que he tenido diálogos como el que transcribo, y no solo una vez:
- ¡Pero mira los números que salen del modelo!
- No me los creo. Son los que nos facilita el vendedor.
- Pero hay margen de sobra, y aunque estén un poco hinchados es un negocio acojonante.
- Claro, por eso nos lo vende de modo altruista y desinteresado. El mercado está lleno de tíos con negocios acojonantes que nos ponen en las manos a un módico precio para que la pasta nos la llevemos nosotros. Totalmente lógico.
El tema es mucho más serio de lo que parece como se vio en la crisis de la que no acabamos de salir. El Premio Nobel de Economía Paul Krugman publicó varios artículos sobre las consecuencias de los errores de una hoja de Excel, la de los economistas de Harvard Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff para su célebre estudio Growth in a time of debt (Crecimiento en época de endeudamiento). Recomiendo la lectura de algunos de los artículos, como La depresión del Excel o Further Further Thoughts on Death by Excel. Los informes de 2010 de estos reputados economistas se basaban en unas hojas de Excel que tres años después se demostraron que tenían errores considerables. Unos investigadores de la Universidad de Massachusets demostraron en 2013 que las conclusiones del informe estaban equivocadas, por errores humanos de la hoja de cálculo, pero también por la omisión deliberada de algunos datos que impedían alcanzar los resultados finales. No sé si la mano de Goldman Sachs estaba detrás.
El informe de 2010 de Reinhart y Rogoff fue muy utilizado para aplicar las salvajes políticas de austeridad que se implantaron en varios países de la Unión Europea, con Grecia como paradigma. Según estos artistas, una vez que la deuda pública superaba el noventa por ciento del producto interior bruto de un país, el crecimiento caía en picado. ¡Coño, y resultó después que se habían ¿confundido? en el puto Excel!
– ¿Me estás diciendo que muchas de las medidas adoptadas en pro de la austeridad y que tanto sufrimiento han causado vienen basadas en un informe que tiene un error en una fórmula de Excel?
Así que cuidado con el Excel, que no viene ni mucho menos de Excelencia. Con las nuevas normativas contables implantadas en los últimos años (que por cierto, dan para varios capítulos aparte), las hojas de Excel son aún más relevantes, porque soportan toda la información de valoraciones de una compañía.
Hace unos años analicé el modelo económico (en Excel) de una concesión de autopistas a 40 años (sí, para quien se lo pregunte, una de las quebradas) y la curva de ingresos era exponencial. Se suponía que el tráfico de vehículos iba a crecer de forma continuada toda la vida hasta alcanzar unos ingresos y una rentabilidad brutales y todos sabemos a estas alturas que no fue así. Pues bien, con las normas contables actuales, los costes financieros y las amortizaciones (casi nada en una autopista) se pueden llevar a PyG de modo proporcional a los ingresos, con lo que buena parte de las radiales tenían, además de sus problemas por el tráfico escaso, un importe muy elevado de costes ya incurridos pendientes de llevar a resultados. Una bomba de relojería bajo la mesa, pero eso sí, el papel lo aguantaba todo.
Repito, cuidado con el Excel, cuestionemos esas hojas de cálculo con resultados tan maravillosos como inverosímiles, apliquemos tests de estrés deliberadamente salvajes a lo que nos ponen delante, y sobre todo, por encima de cualquier otra cosa, usemos el sentido común para desmontar las patrañas escondidas tras algunas cifras.
Índice del libro no escrito:
Capítulo I. La falacia del ebitda.
Capítulo II. El apalancamiento, ese engañoso eufemismo.
Capítulo III. El jodido desapalancamiento.
Capítulo IV. La diversificación del riesgo.
Mono (abogado) con una pistola: Word.
Mono (financiero) con una pistola: Excel.
Y Mono (ingeniero) con una pistola: cualquier cosa.
En mi época en Deloitte vi mucho Excel «trucao» para vender a Administraciones ciertos proyectos de infraestructuras. Tela…
Me gustaMe gusta