La leyenda de David y Goliat, la historia del humilde campesino que derrota al invencible gigante, es tan vieja como la humanidad. Con sus distintas actualizaciones en el cine, la realidad o la ficción, como el McFly senior derribando a Biff Tannen en Regreso al futuro, o el joven abogado recién licenciado que derrota al todopoderoso bufete de los libros de John Grisham, o en la versión patria, representada por ese Paco Martínez Soria (esta vez sin boina) que se sale con la suya en el pleito contra un banco por conseguir la devolución de la enorme cantidad de 257 pesetas (Don erre que erre, 1970, ¿no la habréis olvidado?).
El mito de David derrotando a Goliat es muy socorrido para el poco imaginativo periodismo deportivo que padecemos. Cada vez que se enfrenta uno de los poderosos contra un equipo económicamente modesto lo sacan a relucir, y ningún territorio como la Copa del Rey para encontrar enfrentamientos de este tipo. Será por solidaridad, será una cierta compasión o un deseo de justicia como en el caso de Don erre que erre, el caso es que en los enfrentamientos deportivos David vs Goliat me pongo siempre del lado del débil. Excepto cuando juega el Madrid, claro.
Pero incluso en el caso en que “los míos” compiten en el terreno de juego, soy capaz de reconocer y alabar (no digo celebrar) el triunfo del rival, sobre todo cuando hay una diferencia importante de medios o presupuestos. En aquellos años en que los grandes pasaban de la Copa, el Barça cayó frente al Figueres, la Gramanet o el Novelda, mientras que el Madrid fue eliminado por el Toledo, el Real Unión de Irún, el Alcorcón y un Alavés de Segunda División (1998). Uno nunca sabrá el efecto que tuvo esa eliminación temprana en la victoria posterior del Madrid en la Champions de esa misma temporada frente a la Juventus de Turín. Cosas que pasan en el mundo del fútbol, el campeón de Europa derrotado por un «segunda».
Recuerdo también con dolor la final de Copa del Rey de 2004 entre el Madrid de Figo, Zidane y Beckham (nunca me gustó lo de “Galácticos”) y el Zaragoza, partido jugado en Montjuic (¿por qué no se intentó en el Camp Nou?). El Madrid era favorito claro y a los 20 minutos ya íbamos por delante en el marcador, tras un zapatazo de Beckham. Pero el “modesto” se revolvió frente al grande y armado de ilusión y ganas, fue capaz de doblegar a ese Madrid con un gol de Galletti en la prórroga.
Más dolorosa fue la derrota en la Copa del Rey de 2002, el célebre (y celebrado por tantos en Cataluña) “centenariazo”. Todo estaba preparado para que el Madrid se diera un festín. Se había fijado el Bernabéu de antemano para la final (cosa que no se hace ahora y trae los problemas de siempre con el equipo que siempre quiere venir a donde sabe que no es bien recibido), y se adaptó el calendario de la temporada para que la final coincidiera con el 100º aniversario de la fundación del Real Madrid. Al equipo blanco le perdonaron incluso una ronda de eliminatorias, cosa que no sentó bien en Barcelona, donde en cambio sí les pareció bien no presentarse a una semifinal en el año 2000, o que les perdonaran la sanción posterior de un año sin jugar el trofeo. O ignorar durante dos años la clausura del campo por el lamentable comportamiento de los seguidores. La doble vara de siempre.
En fin, aquel 6 de marzo de 2002 se preparó todo como un homenaje al elegido como «mejor equipo del siglo XX»… y el Madrid pinchó. O mejor dicho, el Deportivo de La Coruña, el Super Depor de aquellos años, estuvo mucho más acertado. Posiblemente la presión pudo con los madridistas, que estuvieron muy mal, como atenazados, sin frescura alguna en las piernas. Un partido horrible, todo lo contrario de lo que se vio en los deportivistas, que corrían como aquel que no tiene nada que temer, «total, si me he colado en esta fiesta, ¿no?»
El nombre de «centenariazo» rendía homenaje a otra derrota de un Goliat de época, la todopoderosa selección de Brasil de 1950, en el partido decisivo del Mundial frente a Uruguay. El histórico «Maracanazo» provocó profundas depresiones en el país, algunos hablaban de suicidios, «nuestro Hiroshima», como lo llamó el dramaturgo Nelson Rodrígues. Cuentan las crónicas de la época que lo más sorprendente fue el silencio de los casi 200 000 espectadores que por aquel entonces tenían cabida en el estadio.
Nunca me he visto en esas, pero supongo que será la presión, la exigencia o la obligación de tener que ganar, la que hace que a los jugadores les tiemblen las piernas cuando las cosas no salen como se supone que tenían que salir: 3-0 a la media hora, y el resto del partido vamos a disfrutar y a no hacernos daño. Y la presión sin duda es mayor cuando juegas como local, delante de todos los tuyos. Le pasó a Portugal en la final de la Euro 2004 perdida ante los griegos, y le pasó a Francia en la edición de 2016 frente a los portugueses, los cuales pudieron desquitarse, por fin, de su mal sueño.
El Barça también tuvo su «Maracanazo» en la final de la Copa de Europa de 1986 disputada en Sevilla. Todo estaba preparado para que el Fútbol Club Barcelona levantara su primera Copa de Europa: el escenario, el rival, el ambiente,… Sin embargo, los que presenciamos aquel partido vimos cómo a medida que transcurrían los minutos sin que el marcador se moviera, los jugadores del Barça comenzaban a ponerse nerviosos, porque ¡ese desenlace no era el que esperaban!, y terminaron hechos unos auténticos flanes cuando llegaron a la tanda de penaltis. ¡Fallaron los 4! No acertaron ni uno. Los tiraron flojitos y mal colocados, y el portero Duckadam los detuvo incrédulo.
En aquella época la rivalidad Madrid-Barça no estaba tan encendida como hoy en día. En el 86 se había producido un hecho inédito y es que las tres finales de los torneos europeos contaban con un representante español: el Atleti en la final de la Recopa y el Madrid de la Quinta del Buitre en la UEFA. Se suponía que teníamos que ir todos con el Barça por aquello del exitazo del fútbol español, pero no me cuesta nada reconocer que según empezaron a tirar y fallar los jugadores culés, se me escapaba una sonrisa cada vez más grande, sonrisa que terminó en enorme carcajada, claramente audible en todo el vecindario.
En una final puede pasar cualquier cosa, esto es deporte y a veces la ilusión puede al talento. Para mí lo verdaderamente meritorio fue la obtención por parte del Leicester de la Premier League 2015-16, porque no fue un día excepcional, sino el triunfo tras 38 jornadas y muchos meses de competición de un equipo formado por jugadores cuyo historial echaba para atrás. Eran como los Doce del patíbulo en una misión imposible en la Alemania de los nazis.
Final de Copa del Rey: F.C. Barcelona – Deportivo Alavés
Ni que decir tiene que voy con los vascos. El Alavés es un equipo recién ascendido a Primera División cuyo presupuesto se cubre solo con el fichaje de André Gómes. No hay comparación posible entre las cifras de uno y otro equipo. Los gastos de personal de toda la plantilla y el equipo técnico no llegan ni a lo que perciben Leo Messi o Neymar en una sola temporada. Ese infraperiodismo del Diario Sport ya ha dado la final por ganada para el Barça, así que habría que preguntar a los jugadores del Alavés que para qué se molestan en presentarse al partido.
Y sin embargo, seguro que en lo que a ilusión se refiere los vitorianos ganan por goleada, así que, ¿por qué no creer en la victoria de David frente a Goliat?
La Grecia de 2004, el Zaragoza o la selección uruguaya visten de blanco y azul, así que repito: ¿por qué no? El Super Depor del centenariazo o el Oporto que conquistó la Champions en 2004 lucían rayas blanquiazules, ¿por qué no van a poder ganar al Goliat azulgrana?
Una de las finales europeas más bonitas y emotivas de la historia tuvo al Deportivo Alavés como protagonista. La Historia le debe un gran triunfo. Ocurrió en 2001 en aquella inolvidable final de la UEFA en la que cayó el modesto Alavés por 5-4 frente a uno de los grandes de Europa, el Liverpool, un equipo que apenas cuatro años después lograría la Champions. Uno de los 20 mejores partidos de la historia para el Diario Telegraph. Las ganas de los alavesistas hicieron que el partido llegara vivo hasta el último minuto. Fue una pena. En este tipo de partidos algo mágico flota en el ambiente si los jugadores creen en el milagro de la victoria, y esa magia es contagiosa. Refuerza a los tuyos y debilita las piernas del rival. Pueden darse sucesos como que jugadores torpes y toscos como Javi Moreno hasta parezcan buenos (dos goles en la final), tan bueno que lo fichó el Milán. Lo soltó al poco tiempo al comprobar su verdadera valía y acabó en el Atleti, ¡coño, como pasó con Torres!
Supongo que este sábado ganará el Barça, tras el enésimo show independentista (esteladas incluidas) en el que Iniesta, el capitán, mirará hacia otro lado como si no fuera con él. En el último enfrentamiento entre ambos equipos los culés arrasaron en Vitoria venciendo 0-6, pero yo me quedo con la heroica victoria del Alavés por 1-2 en el Camp Nou a principios de la temporada. Tiene un buen equipo, que ha mantenido la categoría sin problemas y cuenta con buenos jugadores, dos de ellos (Theo Hernández y Marcos Llorente) con más que posible futuro madridista. El entrenador Mauricio Pellegrino ha hecho un excelente trabajo acoplando jugadores de varios equipos, cedidos o descartados, y ha formado un bloque sólido y competitivo.
Sabe lo que le espera, ya lo vio en las semifinales en las que el Barça saqueó vilmente al Atleti, y la RFEF ha puesto lo mejor que tiene para una final plácida: Clos Gómez. 18 victorias y 4 empates ha tenido el Barça con el árbitro aragonés. Me cae bien Pellegrino, porque esta semana su voz se ha oído entre el silencio cómplice de la prensa que ha pasado de puntillas por encima de los dos penaltis pitados a favor del Barça y en contra del Éibar en la última jornada, una jornada que, no lo olvidemos, podía haber decidido una Liga. Ha dicho el técnico del Alavés:
«Contra el Barça hubiera estado más tranquilo con el VAR».
¡Vamos, Alavés, a por ellos, a la yugular! Sueño con una final decidida por penaltis en la que emulan Sevilla 86, marcan Llorente y Theo Hernández, y fallan Messi, Neymar, Busquets y Piqué. ¿Dónde hay que firmar?
Soñar y el camino hasta intentar la victoria se disfruta muchas veces mas que cuando ganas. Suerte al Alavés y aupa atleti!
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