Leer sentencias en los tiempos del tuit (1 de 2), por Josean

Parece mentira que en estos tiempos en los que tenemos más información que nunca al alcance de un clic, mucha más de la que somos capaces de leer y procesar, en cualquier medio, en cualquier soporte, en cuestión de segundos, en una pantalla en la palma de la mano, parece mentira, decía, que estemos más desinformados que nunca. Desde luego mucho más que una o dos décadas atrás.

Y el problema seguramente sea nuestro porque anteponemos la inmediatez a la veracidad de la información. No se contrasta nada, se difunde todo con un solo clic, por Whatsapp, por Facebook, por Twitter, y así, a poco que nos descuidemos, nos dejamos colar cualquier cosa, como la de ese falso enfermo terminal de cáncer, Paco Sanz, «el hombre de los 2.000 tumores«, detenido por estafa, apropiación indebida y blanqueo de capitales, un tipo que lo más que hizo para acreditar su enfermedad fue depilarse la cabeza y las cejas.

O el enorme montaje de Fernando Blanco, el padre de esa niña llamada Nadia a la que llevaba a curar a unas cuevas de Afganistán porque ningún médico de occidente era capaz de enfrentarse a la enfermedad de la pequeña. 150.000 euros recaudados en cuatro días, y a poco que algún medio rascó un poco se encontró todo un historial de mentiras, «inexactitudes y extractos verdaderamente fantasiosos«. Pero antes de desmontar este inmenso fraude, que algunos cifran en un millón de euros, numerosos famosos se sumaron a su difusión con una rapidez inaudita (el famoso hashtag directo al corazón de la gente, #UnaGranHistoriaDeAmor).

¿Las nuevas tecnologías nos han vuelto definitivamente gilipollas? ¿O será que los manipuladores han encontrado un enorme campo abonado para aunar voluntades a sus montajes? Me inclino por esto segundo. Las nuevas tecnologías te permiten acceder a una enorme cantidad de información, pero por otro lado todo fluye tan veloz que cuesta separar el polvo de la paja y en ocasiones resulta imposible realizar un análisis racional (y sosegado) de cualquier asunto.

El problema que veo es que se tiende a convertir esas opiniones manipuladas (públicas o publicadas, según la definición de Felipe González), esos trending topic, en verdades absolutas irrebatibles, en estados de opinión de los que parece que no te puedes salir (hace poco hablaba de este asunto respecto a las marchas del Orgullo). Y se está pretendiendo manipular algo tan serio como las sentencias o las resoluciones judiciales. Porque en este estado de la manipulación son muy pocos los que leen más allá de un tuit, y porque todos nos permitimos el lujo de opinar sobre cualquier asunto, aunque no tengamos los conocimientos precisos para hacerlo.

Tenemos un caso desde hace semanas en todos los medios, del que nos actualizan prácticamente a diario los datos conocidos: el caso de Juana Rivas. Reconozco que la primera vez que escuché una noticia sobre el asunto pensé: «qué barbaridad, entregar a unos niños a un padre maltratador, ¿qué clase de justicia es esta?» Por si alguien tiene dudas, todo mi desprecio hacia los maltratadores, sean del género que sean, y desde luego las mayores condenas hacia todos ellos, pero en este caso reconozco que me asaltaron las dudas: ¿lo que nos estaban contando era realmente así?

El hashtag #JuanaEstáEnMiCasa sucedió al #YoSoyJuanaRivas y el martilleo constante en los medios me hizo tratar de entender el caso. Luego descubres que tres tribunales, ¡tres!, han dado ya la razón al padre, el italiano Francesco Arcuri, frente a la madre, y empiezas a pensar que a lo mejor no todo lo que has escuchado es cierto. A lo mejor no hubo una paliza brutal, como ha declarado la madre. Y a lo mejor la Madre Coraje no es tan buena, ni el padre tan villano. Aunque Twitter ya haya dictado sentencia, yo me quedo con los tribunales.

Entendí mejor el caso tras leer la explicación de María José Bultó, abogada especialista en Derecho de Familia, Penal y Menores. Resulta que la famosa condena por maltrato del año 2009 aplica los artículos 153.2 y 153.3, es decir, agresiones que pueden ser verbales o incluso físicas (basta un agarrón, un leve empujón) que no causan lesiones. Y no solo eso, sino que Juana Rivas y su marido se denunciaron mutuamente tras una fuerte discusión de pareja. Cuando la madre interpone la segunda denuncia por maltrato, en julio de 2016 (después de haber rehecho su vida con el italiano y haber tenido otro hijo en 2012) y en España (el dato es relevante), ya se había llevado a los niños del domicilio familiar en mayo, luego lo que se juzga es un caso de secuestro internacional de menores. Se aplica el Convenio de La Haya sobre sustracción de menores, no el número de retuiteos de un hashtag.

No pretendo hablar del caso en sí, que seguro que es mucho más complicado de lo que soy capaz de explicar en estos párrafos, sino del bombardeo mediático y la politización de casi cualquier asunto. La explicación de María José Bultó comienza por el lamento del abogado defensor de Francesco Arcuri y «el estupor paralizante que siente cuando algo que pertenece al campo del Derecho se convierte -sin sustento alguno- en un circo mediático».

El tiempo suele poner a cada uno en su sitio y ya empiezo a leer artículos cada vez más en contra de la actitud de Juana, sin duda mal asesorada desde el inicio del caso. A Elisa Beni (y no creo que sea una persona sospechosa de simpatizar con el maltrato y la violencia machista) se le ocurrió escribir el artículo Juana no está en mi casa, en el que decía que «pretender que la solución a los problemas de Juana puede darse en algún otro ámbito es falso, desestabilizador y peligroso«, y me parece que a eso estamos llegando.

Fue contestada en ese mismo medio por dos miembros (¿miembras?) de Podemos, Beatriz Gimeno e Isa Serra, con un artículo de opinión cuyo título daba miedo: «Juana y el derecho de las mujeres a la desobediencia«. Sustituyamos mujeres por cualquier otro colectivo, no sé, musulmanes, fachas, controladores aéreos, el que quieran, y a ver qué pensábamos del texto. Para qué tener tribunales si con la opinión publicada en Twitter es suficiente. Y en un tuit, aunque solo tenga 140 caracteres, se dicen muchas barbaridades.

Yo me sigo quedando con los tribunales de justicia y con los profesionales del Derecho, aunque a veces me cueste entender algunas sentencias. En este mismo foro mostré mi perplejidad con la resolución del «caso Ciempozuelos» (Coño, es un pato), pero dije que habría que aceptarla, porque en este sistema que hemos convenido los delitos hay que probarlos, y existe la presunción de inocencia. También en lo referido a la violencia de género.

Ese defecto tan español de no leer afecta a la mayoría de los ciudadanos, presidente Rajoy a la cabeza, y en el caso de las sentencias creo que se multiplica de modo exponencial. Demasiado farragoso, quizás. Rajoy llegó a decir cuando le preguntaron por el caso de Juana Rivas: «Hay que ser conscientes de lo que le ha ocurrido a la mujer. Ha sido agredida dos [sic] veces. A las personas conviene comprenderlas y luego está todo lo demás«.

Rajoy en estado puro. Confundiéndolo todo, o como dijo Arcadi Espada: «Sería terrible que el presidente del Gobierno empezara a parecerse a esos histéricos que, sin ninguna grave preocupación en la vida, emprenden causas dictadas por el aburrimiento, el oportunismo y la frivolidad«. Porque esto es lo que parece que finalmente ha ocurrido, que se va a convertir este caso, manipulado por diferentes medios y grupos, repleto de falsedades y medias verdades, en un debate público sobre el maltrato, la custodia de menores y el posicionamiento de cada uno de los partidos ante el espinoso asunto. El caso pertenece ya a los medios y no a la Justicia, y no quiero ni imaginar la que se va a montar el día que aparezca Juana Rivas, se la lleven a comisaría y entreguen a sus hijos a ese padre con el que, según dos tribunales, no corren ningún peligro.

En la segunda parte hablaré de varios casos curiosos que son los que inicialmente motivaron este post, pero el tsunami de Juana Rivas ha sido tan exagerado que no he podido abstraerme del mismo. Quizás haya sido arrasado por la fuerza de Twitter.

 

 

Coño, es un pato (2 de 2), por Josean

Continuación de Coño, es un pato (1 de 2)

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En la anterior entrada comencé hablando de los indicios de culpabilidad, seguí con la lentitud de nuestro sistema judicial y terminé con la necesidad de probar las acusaciones, porque, aunque nos duela, no podemos condenar únicamente por los indicios que tenemos, o por nuestra opinión sobre Pujol, Bárcenas, Chaves y compañía. Nuestro sistema judicial tiene una serie de garantías procesales para los acusados que echaríamos en falta en caso de carecer de ellas. Es cierto que desespera la lentitud (los EREs y la Gürtel, entre muchos otros), y cabrea más lo difícil que resulta probar algunos delitos, pero estoy seguro de que la urgencia por condenar al acusado o hacerlo por sospechas sería peor. A veces los atajos son contraproducentes, y si no, que se lo pregunten a los únicos condenados de los casos Blesa y Gúrtel: los jueces Elpidio Silva y Baltasar Garzón.

El caso Ciempozuelos

Recuerdo que cuando saltó este caso hace más de diez años, en 2006, me escandalicé, como supongo que hicieron todos los que escuchaban la radio en ese momento. ¡Cuarenta millones de euros! En un sitio como Ciempozuelos, que con todos los respetos del mundo, no es el sitio con mayor riqueza ni tamaño de este país. Para el que no lo recuerde, el caso Ciempozuelos parte de una denuncia del sindicato Manos Limpias contra el alcalde de la ciudad, Pedro Torrejón, y su predecesor en el cargo, Joaquín Tejeiro, a los que acusaba de haber percibido 40 millones de euros en una trama de comisiones ilegales.

Recuerdo que en ese momento intenté hacer un cálculo mental de lo que se podía llegar a cobrar ilícitamente en todo el país si en un lugar relativamente pequeño como Ciempozuelos las comisiones por recalificaciones alcanzaban los 40 millones de euros. Pues bien, nos hemos enterado hace poco más de un mes de que los 13 acusados han quedado absueltos de todos los cargos, que no eran pocos: blanqueo de dinero, cohecho, tráfico de influencias, delito continuado contra Hacienda, malversación, fraude, apropiación indebida, asociación ilícita y prevaricación.

Leo la noticia y no salgo de mi asombro. Según la sentencia, la instrucción del sumario dejaba mucho que desear, pero había “indicios” de delito. “Si tiene plumas de pato, nada como un pato, anda como un pato,…”:

– Los dos ex alcaldes ingresaron 916.000 euros en una cuenta en el AndBanc, en Andorra.

– Ese mismo banco recibió un fax de Tejeiro enviado desde el domicilio de Torrejón en el que decía que iban a recibir un ingreso de 40 millones de euros.

– Torrejón tenía 800.000 euros en la caja fuerte de su casa.

– Torrejón viajó a Andorra con su mujer para hacer un ingreso en efectivo.

Uno lee la noticia en varios medios (El Mundo, El País, ABC) y se asombra, porque según se indica, los propios acusados mostraron su extrañeza (y el consiguiente júbilo) al recibir la sentencia. Un mes antes de la misma leí esta noticia en la que daban por segura la condena. Se supone que la fiscalía o las acusaciones particulares van a recurrir al Supremo, con lo cual hasta dentro de unos años el caso se vuelve a dormir y no sabremos en qué queda.

La verdad es que me cuesta mucho entenderlo con la brevedad de los artículos de prensa, así que, como otras veces, me he tenido que ir a la sentencia, que se puede encontrar fácilmente. Son “sólo” 119 páginas, una ínfima cantidad en comparación con los 24.000 folios del sumario, pero te sirven para entender algunas cosas. O para entender menos todo lo ocurrido, y qué pensar de nuestro sistema.

Si finalmente este caso queda en nada será por la pésima instrucción del mismo, como reprocha en varias ocasiones la sentencia de la Audiencia Provincial de Madrid. Las cifras que se dan por probadas son muy inferiores a los 40 millones de euros, porque (pág. 94) “en primer lugar, aparte del dinero ingresado en Andorra, ha aparecido muy poco más”, y (pág. 95) “no responde a la lógica que los testaferros se queden con más de tres cuartas partes del presunto ilícito beneficio”. De todos modos, aunque fuera “poco”, que no lo es, 4 millones de euros, de los cuales tres cuartas partes se los quedaron los supuestos testaferros, a mí ya me parece muy grave que se intentara ocultar un dinero al fisco español en Andorra. Entre los Hechos Probados aparece, entre otros, en la pág. 52 que “En fecha 10 de febrero de 2006, Torrejón ingresó en su cuenta y en efectivo 300.000 Euros” y “El 17 de marzo de 2006, el Sr. Torrejón… ingresó 300.000 Euros más en efectivo”.

Sin embargo, mantiene la sentencia que la acusación está basada en suposiciones, en indicios de que se trata de un pato, porque anda y se comporta como tal, pero no se ha podido demostrar: “afirmación gratuita” (pág. 94),”nueva afirmación gratuita” (pág. 99), “sin dar la menor pista del por qué de tal afirmación” (pág. 99), “versión indemostrada” (pág. 101), “la fiabilidad de este testigo es, siendo generoso, escasa” (pág. 111).

Al final parece que lo único que se ha podido probar es que los ex alcaldes ingresaron 916.000 euros en una cuenta en Andorra, y que (pág. 92) “sobre el traslado del dinero en efectivo no hay prueba directa ni puede haberla”, porque “cuando se actúa así, rara vez se dejan huellas”. Concluye la Audiencia mostrando sus dudas sobre el origen del dinero ganado por Torrejón, lo que “también ha sido reconocido por la policía” y “no puede descartarse que el dinero que llega al ANDBANC sea un dinero, “negro”, si se quiere, oculto a la Hacienda Pública, pero lícitamente ganado, (o incluso ilícitamente ganado pero no en razón de los hechos objeto de acusación)”.

En la sentencia se explica cómo Torrejón había comprado y vendido varias viviendas a lo largo de su vida, desde mucho antes de ser alcalde, y que las plusvalías obtenidas parecían razonables dentro de lo que fueron años de burbuja inmobiliaria. Claro que todos los datos de la sentencia se refieren a las escrituras oficiales, y resulta imposible saber si hubo pagos en B en esas transacciones. Aunque este es un país serio, y todos sabemos que en las Notarías no se habilitan salas para ese recuento y traspaso de lo que no figura en la escritura, ¿verdad?

También hace referencia la sentencia a las tres peluquerías de la mujer de Torrejón, y la policía judicial indica (págs. 113-114) que «Es sabido que en las peluquerías muchos pagos se hacen con tarjeta de crédito, sobre todo en el presente y en las grandes ciudades, pero muchos más se hacen en metálico, sobre todo en el pasado y en pequeñas localidades. La diferencia entre los ingresos reales y los declarados pudo ser muy elevada«.

Así que el dinero pudo ser ganado «lícitamente», mediante diversas ventas de viviendas o cobros reales de las peluquerías, generando rendimientos no declarados, un dinero voluntariamente ennegrecido y llevado a Andorra para ocultarlo al fisco. O pudo ser obtenido ilícitamente pero no necesariamente del pago de comisiones. La Audiencia no puede concluir nada porque resulta imposible demostrar nada, sobre todo cuando hay billetes de 500 de por medio. Y en eso siempre hemos estado a la cabeza de Europa.

Es una pena que tengamos que esperar todavía varios años más para saber qué ocurre con este lamentable caso, porque no se ha podido demostrar que detrás hubiera un pato, o un patito, pese a que la página 116 indica claramente que “Existían en la causa indicios de delito. El hecho de que la investigación haya sido incompleta o mal orientada y no permita, incluso pese al claro esfuerzo del Ministerio Fiscal, imputaciones suficientemente precisas, no significa que los hechos no revistieran indicios de presuntos delitos. De hecho, el auto que acordó la transformación del procedimiento, recurrido y sustancialmente confirmado, no es un auto caprichoso como tampoco lo es el de apertura del juicio oral”.

Yo creo que esto no ha acabado, pero habrá que preguntarse si para entonces, sea cual sea la resolución, este caso se habrá resuelto de acuerdo al concepto filosófico de justicia.

Lance Armstrong

De nuevo Barney con el mundo del deporte me traslada una duda: «Lance Armstrong nunca dio positivo en un control antidoping, pero yo nunca tuve dudas de que era culpable. Un tipo desahuciado por el cáncer, que consigue superarlo y ganar no uno, ni dos, sino ¡siete Tours consecutivos! Cada año más fácil, con mayores ventajas. Yo nunca me lo creí. Sabía que había trampa detrás, pero Lance siempre se defendía igual, estoy limpio, he pasado decenas de controles, nadie ha podido demostrar nada». Y sin embargo, al final, años después cayó. El informe de la USADA, la Agencia Norteamericana contra el Dopaje, es demoledor. pato10

¿Estoy queriendo decir que las sospechas eran ciertas, mientras que las pruebas de verificación no? ¿Y que por tanto deberíamos replantearnos el sistema? Buff, pues no. Insisto en pensar que sería peor condenar sin pruebas, sólo por indicios. O saltarse las garantías para los acusados a la manera de Harry el Sucio.

Pero a la conclusión que sí llego es a que los «malos», los tramposos, los delincuentes, los corruptos y los golfos, van muy por delante de sus perseguidores. Cuestión de pasta que sólo se resuelve poniendo más pasta en la investigación.

El caso de Armstrong se descubrió gracias a la perseverancia y los millones de euros de la USADA invertidos en el empeño de demostrar que ese pato de nombre Lance no volaba en bici por los Pirineos y los Alpes con sus propias alas, sino ayudado por otras sustancias que se las daban (y no era Red Bull).

Medios, medios y más medios, es lo que hace falta. Como dice este artículo titulado Justicia y corrupción, «El principal problema de los juzgados para resolver casos complejos es la carencia de medios«.

Cara Josean