¿Acuerdo beneficioso para todo el mundo o la culminación del proceso instaurador de esa bien llamada plutonomía? (Def. plutonomía: control de la riqueza económica por una minoría)
Me considero una persona medianamente bien informada, incluso muy bien informada cuando se trata de determinados temas de los que pretendo hablar, por eso me sorprendió tanto mi desconocimiento cuando hace más o menos un mes una compañera de trabajo me comentó la mala pinta que tiene ese acuerdo que están negociando Estados Unidos y la Unión Europea.
– ¿Qué es eso del TTIP? -pregunté.
El TTIP es un tratado internacional de libre comercio entre la Unión Europea y Estados Unidos. Responde a las siglas inglesas de Transatlantic Trade and Investment Partnership, y en estos momentos se encuentra en plenas negociaciones, que se espera que concluyan hacia finales de este año 2015.
Para alguien que se considera medianamente bien informado de los temas de actualidad, lo primero que le sorprende es la escasez de noticias sobre el asunto, más sorprendente aún cuando las consecuencias de su aprobación van a afectar nuestra vida diaria mucho más de lo que podamos imaginar.
Hace tres semanas, el 18 de abril concretamente, se convocaron varias manifestaciones en distintas ciudades españolas para protestar contra este acuerdo de libre comercio. Es cierto que la afluencia no fue muy numerosa (¿quién va a madrugar un sábado para protestar contra una cosa llamada TTIP?), pero mi sorpresa fue al comprobar que, por pequeñas que fueran, no recibieron apenas eco alguno en los principales diarios de información general. En estos tiempos en los que se juntan cien ciclistas o un grupo de ganaderos y ya se les dedica un espacio en periódicos y televisiones, resulta curioso, por no decir sospechoso, que no se hablara de las 10.000 (ó 40.000, según otras fuentes) personas que se manifestaron en Madrid, Barcelona y otras ciudades españolas en contra del acuerdo y del modo en que se está llevando a cabo. Los informativos y televisiones ni siquiera mencionaron las concentraciones.
¿Cuáles son los miedos que nos invaden ante este acuerdo?
Uno de los principales motivos de protesta en todo este proceso ha sido la falta de transparencia con la que se están llevando a cabo las negociaciones. Este secretismo provoca desconfianza, tanta como saber que con este acuerdo las principales beneficiarias pueden ser las de siempre, las grandes corporaciones. ¿Qué es lo que realmente preocupa? Según he recogido en diversos medios, como eldiario.es o blogs como ttipsecret.wordpress.com estas serían las razones de la oposición al TTIP:
– Pérdida de poder público: “imposibilidad de aplicar políticas distintas a los enunciados neoliberales” y privatización de la justicia, “al someter todas las discrepancias sobre las inversiones exteriores a procedimientos arbitrales privados”. Realmente esto ya está ocurriendo en la actualidad. Hace poco en otra entrada estuve hablando del ascenso de España en la lista de países denunciados ante el CIADI (Centro Internacional de Arreglo de Diferencias relativas a Inversiones).
– Entre los riesgos para la ciudadanía europea están la pérdida de derechos laborales y posibles rebajas salariales (¿es posible bajarlos más?), la reducción de obligaciones en materia de estándares técnicos y de normalización industrial, y la privatización de servicios públicos.
– Para los ciudadanos norteamericanos, las principales preocupaciones vendrían por la eliminación de reglas en los mercados financieros, así como en el etiquetaje de productos modificados transgénicamente, y la supresión de normas proteccionistas como las reglas de preferencia nacional en contratos públicos o las evaluaciones independientes de medicamentos no producidos en Estados Unidos.
Preocupa especialmente todo lo referido a determinadas prácticas o técnicas de tratamiento de algunos alimentos empleadas en Estados Unidos, pero prohibidas en Europa, y que según indican los detractores del acuerdo, pasarían a estar permitidas a este lado del charco.
Otros artículos, como este publicado por El Mundo el 12 de octubre de 2014, consideran que el verdadero objetivo del acuerdo es limitar la competencia de países como China y Rusia. Y si se trata de frenar a los chinos, puede que empiece a simpatizar con el mismo.
Pero aparte de lo perjudicial que pueda ser el acuerdo o no, que está por ver, o dejando a un lado que la pinta que tiene es que se trata de una negociación promovida por lobbys interesados y dirigidos por grandes corporaciones, lo verdaderamente preocupante del asunto es la opacidad con la que se ha llevado desde el principio. Como recoge este artículo de El País del 9 de marzo de este año, «lo cierto es que la Comisión Europea tardó más de un año en lograr que el Consejo de la UE le permitiera publicar el mandato negociador, cuando este ya había sido filtrado en Internet«. Aquí es donde empiezan a saltar las alarmas por lo de siempre, por el secretismo. ¿Quién o quiénes negocian por ambas partes? ¿Qué lobbys son los que dirigen y mueven a esos tipos que se supone que son nuestros representantes? ¿Por qué han tardado tanto tiempo en publicar los borradores de acuerdos o el calendario de negociaciones?
Han tenido que ser otra vez los internautas y los nuevos Assange, Snowden, Falciani y compañía, los que nos permitieran conocer lo que se estaba cociendo a nuestras espaldas. La experiencia y los siete años de crisis nos han servido para comprender que las grandes corporaciones que compran las voluntades de esos dirigentes europeos a los que no hemos elegido, pero que toman buena parte de nuestras decisiones, se mueven por intereses únicamente económicos, por el beneficio para sus accionistas. Y en esas circunstancias, lo normal es que se aprueben normas tan beneficiosas para algunos sectores, o para la banca, por ejemplo, aunque sea a costa de los ciudadanos. O que se permitan paraísos fiscales dentro de la propia Unión Europea.
La estrategia de comunicación de la Unión Europea ha cambiado por completo después de las filtraciones. Al menos en apariencia. La web de la Unión Europea tiene ahora exceso de información respecto a este asunto, aunque supongo que filtrada. Intenta tranquilizarnos con documentos como «El top-ten de mitos sobre el TTIP», en formato presentación de Power Point, para que los incautos de los ciudadanos podamos entenderlo y tranquilizarnos.
En la web puedes encontrar incluso vías de comunicación directa para transmitir tus dudas o inquietudes ante el susodicho TTIP:
Entonces, ¿a qué conclusión llegamos tras este ejercicio de “transparencia”? ¿Debemos creernos que se pretende alcanzar este acuerdo para mejorar nuestro bienestar y calidad de vida? Pues yo por mi parte no me fío de nada ni de nadie que venga de la Comisión Europea. Posiblemente esté equivocado, pero desde hace varios años, no me creo casi nada de lo que me cuentan.
En España hablamos de transparencia cuando el año pasado se aprobó una Ley de Transparencia y Acceso a la Información repleta de lagunas. No me gusta la Ley del PP en este sentido, pero el PSOE ni siquiera se había preocupado por la tan cacareada transparencia.
Contamos a puñados los dirigentes o gestores tanto de lo público como de lo privado a los que se les llena la boca hablando de claridad en las cuentas mientras mantienen sus fortunas ocultas en sociedades opacas o en paraísos fiscales.
Se supone que con este acuerdo nuestros dirigentes allá en Bruselas pretenden mejorar la calidad de vida de los ciudadanos europeos, pero a ninguno se nos olvida que varios de esos dirigentes que ahora nos dictan las medidas anti-crisis son los mismos cuyas políticas nos llevaron a la misma. Los llamaremos troika, hombres de negro, comisarios o «el Olli Rehn de los cojones», pero en el fondo, son los mismos tipos que persisten en la idea del “austericidio” y en convertir en deuda pública lo que nació como deuda privada. Jamás ni en nuestras peores pesadillas se nos ocurrió pensar en estafas como las preferentes, el Sareb o los recortes sociales, así que no sé por qué tenemos que estar tranquilos ante una negociación como la que se está realizando desde hace meses.
En este interesante artículo de Ricard Pérez Casado, ex alcalde de Valencia, titulado “Too Big to Jail y el TTIP”, nos cuenta cómo fue a través de una filtración del diario Le Monde en abril de 2014 que supimos de estas negociaciones, presididas “por un comisario, Gucht, que ha pasado a engrosar el tránsito de las puertas giratorias europeas”. El título del artículo se basa en un libro del profesor de Derecho de Virginia, Brandon L. Garrett, que denuncia esa práctica de este New Deal cuya máxima es que las grandes corporaciones son “demasiado grandes para ser encarceladas”. Visto el resultado final de esta crisis, la sensación es que nadie ha asumido la culpa o la responsabilidad de lo ocurrido en el mejor de los casos. Alguien más pesimista (o mejor informado) dirá que eso cuando no se ha puesto directamente a algunos de sus principales responsables al frente del Banco Central Europeo, los Ministerios de Economía de algunos de los principales gobiernos occidentales o la Comisión Europea.
Paralelamente a estas negociaciones, se están desarrollando otras en el marco de la OCDE para el control de las prácticas abusivas de las grandes multinacionales en el marco de la fiscalidad internacional (BEPS, Base Erosion and Profit Shifting). Para los menos entendidos, con el objeto de frenar la práctica de Google, Facebook, Starbucks, Twitter y compañía de tributar lo mínimo en aquellos países en los que están obteniendo beneficios. Creo que estas negociaciones sí están siendo un ejemplo de transparencia. La postura de cada país está clara, sus documentos de trabajo, la posición común de la Unión Europea (cuando se alcanza) y los borradores llevan más de dos años circulando para que consultores y expertos independientes aporten su granito de arena en su mejora.
El TTIP no tiene esta pinta. Pero es una opinión personal, nada más. Quizás esté mal informado. Quizás no me lo hayan contado bien. Pero desde luego, a partir de ahora, voy a estar mucho más pendiente de lo que se cuece alrededor de esas siglas: TTIP, no lo olviden.
Cuando tienes que decidirte a favor o en contra de una cuestión que te viene demasiado grande, por muy complicada, o muy técnica, o muy extensa, o muy lejana, o por lo que sea, lo que tienes que hacer es echarle un vistazo para ver de qué va y luego fiarte de lo que dicen los expertos de tu bando, los tuyos, los honestos. En el caso del TTIP está claro que hay que posicionarse en contra y con intransigencia, con toda la fuerza que haga falta, porque nos jugamos demasiado.
Me gustaMe gusta