«Madre y maestra». En mi turno me toca hablar de la relación entre mi madre y mis temas habituales, la política y la economía, y la verdad es que apenas tengo cosas que decir. Una madre representa lo mejor del ser humano, la bondad, la generosidad, el cariño, y lo cierto es que la política, tal como la conocemos hoy, y no digamos la economía, distan mucho de estos valores.
Tengo muy pocos recuerdos de mi madre en relación con estos temas, pero al igual que hice con el post dedicado a mi padre, tengo un recuerdo bastante claro del golpe de estado de Tejero en 1981. Aquella famosa tarde del 23 de febrero estábamos en casa con mi abuela, la madre de mi madre. Cuando oímos por la radio los tiros en el Congreso (“¡cómo mola!”, pensamos, “parece una peli de las que nos gustan”), mi abuela empezó a decirnos que volvía la guerra, que nos pusiéramos a rezar, que no sabíamos la que nos esperaba, ¡la guerra, es la guerra civil!,… Supongo que nosotros estábamos merendando o vagueando antes de ponernos a hacer los deberes, el caso es que no prestamos demasiada atención a eso del “golpe de estado” que tenía a mi abuela histérica. Ni cogimos el rosario, ni nos pusimos a rezar para caer en el bando “de los buenos”, ni alteramos mucho nuestra rutina habitual.
Mi madre llegó un par de horas más tarde a casa, y desde las escaleras, sin esperar ni siquiera que subiera al piso, mi abuela empezó a gritar: “¡es horrible, horrible! ¡Corre, sube, no sabes lo que está pasando!” Mi madre siempre cuenta que subió en ascensor angustiada como pocas veces lo ha estado en su vida, pensando que algo terrible nos había sucedido a alguno de los hijos, y que cuando llegó al piso, y mi abuela le dijo “¡es horrible! ¡Un golpe de estado!”, mi madre le contestó:
– Ah, bueno, sólo es eso.
Y le restó importancia, moviendo las manos con desdén, porque “sólo es eso” significa que para una madre un terremoto, un golpe de estado o un holocausto nuclear no es peor que el hecho de que algo terrible le ocurra a uno de sus hijos. No están preparadas, no lo estamos ninguno.
Mi abuela, que en paz descanse, a la que alguna vez toqué las narices con temas de política, diciéndole que la veía muy fan de Felipe González, me contestó (y hablo de mediados de los ochenta):
– Eso ni en broma, que yo llevo más de cincuenta años votando a los mismos.
Ja, ja, ja,… “los mismos”. Con el ejercicio que los peperos llevan practicando décadas para desmarcarse de la herencia franquista y resulta que para mi abuela “los buenos” eran “los mismos” de siempre.
Hace unos pocos años, cuando saltó el caso Gürtel, recuerdo una conversación con mi madre en la que me decía que no se creía nada de lo que estaba saliendo, y yo le dije algo así como que en mi caso también era bastante escéptico, porque la sensación que tenía era que apenas estaba saliendo un cinco o un diez por ciento de la realidad. Que desgraciadamente la verdad era mucho más grave que la que los titulares de los periódicos nos mostraban. Si los periodistas bucearan más en los sumarios, si los jueces tuvieran más medios e independencia para investigar, si los ciudadanos usáramos nuestro voto para evitar que los corruptos repitieran, si desde las empresas privadas frenáramos y denunciáramos estas situaciones, todo funcionaría mucho mejor.
Si dejáramos a nuestras madres al frente del cotarro, seguro segurísimo que todo sería mucho más eficiente, racional y sobre todo, humano. No puedes tener como Ministro de Economía a un tío como Rodrigo Rato, que siempre ha sido millonario y ha dedicado su vida a manejar la abundancia (la propia y la ajena). Hay que poner a una madre que se ha encargado de gestionar los escasos recursos de que disponía para que no le falte de nada a sus hijos. Y sería una gran ministra de Alimentación, Medio ambiente, consumo y todo lo que se tercie, pues lo recicla todo, se come el filete más duro y el plátano más blando, y reparte de modo siempre equitativo los recursos.
No puedes poner de Ministra de Sanidad a políticas como Trinidad Jiménez o Leire Pajín, cuando sus únicos méritos han sido los de estar siempre allí, a disposición del partido, ya sea para repartir folletos, poner sillas en mítines u organizar el comité interterritorial. Tienes que poner de Ministra a una madre que con una mirada sabe qué tiene su hijo, si “eso no es nada, andando pá’l colegio”, o si de verdad hay que mover Roma con Santiago para procurarte la mejor atención. Si “un poco de Dalsy” (la milagrosa droga infantil), “un sana, sana, culito de rana”, o un beso en la frente mientras te tapa con la manta.
No puedes poner como Ministros de Educación a analfabetos funcionales cuando tienes a madres que de verdad saben en qué consiste educar, estar ahí a tu lado, ayudando en los deberes, corrigiendo tus fallos o pegándote con la zapatilla si tus notas no son las que deberías sacar, “vago”. Habría menos fracaso escolar. Mi madre siempre será como esa super madre de Baltimore, preparada para darme una colleja, si es necesaria, cuando vea que me estoy equivocando. “Si más me duele a mí”, otro clasicazo.
Muchas felicidades, jefa, Mamá, ministra de todo, maestra, en tu día.
Un comentario en “Mater et magistra (Josean)”