TRAVIS, 19/07/2020
La novela gráfica de Alan Moore y Dave Gibbons se publicó entre 1986 y 1987 y era cuestión de tiempo que algún valiente se lanzara a producir su adaptación. El propio cómic tenía viñetas que parecían planos cinematográficos: picados, contrapicados, juegos de luces y sombras, panorámicas, zooms,… (Watchmen I: la novela gráfica). Un story-board completo al que faltaba lo más complicado: elaborar un guion que pudiera captar toda la profundidad de la novela, contar todas las tramas y subtramas, mostrar a tanto personaje «vivo», de carne y hueso, y un director con capacidad visual suficiente para trasladar una historia así a la pantalla. Esa era mi opinión según leía el original, pero qué sabré yo si el propio urdidor de la historia, Alan Moore, explicó en su día que: «La gente dice, oh, sí, Watchmen es muy cinematográfica, cuando en realidad no lo es. Es prácticamente lo opuesto a ser cinematográfica». «La escribí pensando en las cosas que los cómics pueden hacer y que ni el cine ni la literatura pueden».
Desde luego que no era tarea fácil y el proyecto pasó por muchas manos durante años. Sonaron los nombres de Terry Gilliam y Darren Aronofsky para encargarse de la adaptación, y aunque sean dos directores con una visión interesante y muy personal de sus proyectos, no me imagino lo que habría salido de sus manos, algo quizás excesivamente desmadrado con el primero y muy negro con el segundo. En todos estos procesos de preproducción de un filme siempre suenan nombres que con la visión de hoy chocan bastante: Arnold Schwarzenegger para el Doctor Manhattan (WTF?!!), Kevin Costner para Dan Dreiberg, Jamie Lee Curtis para Espectro de Seda (supongo que sería la madura, no la joven potente) y ¡atención! Robin Williams y David Bowie para el personaje de Rorschach. Menos mal que estos dos showmen, muy buenos en lo suyo por cierto, permanecieron muy lejos del proyecto definitivo porque además, si hay un acierto brutal de casting en la adaptación, es precisamente el del personaje de Rorschach/Walter Kovacs con la elección de Jackie Earle Haley, desconocido para mí.
Finalmente el proyecto acabó en 2006 en las manos del director Zach Snyder, quien ya había demostrado sus dotes visuales en Amanecer de los muertos y 300. Podrá gustar más o menos esta última adaptación del cómic de Frank Miller (a mí personalmente me parece que se pasa siete pueblos con tanto efecto de cámara lenta, colores pastel en los cielos y planos exagerados), pero lo que está fuera de toda duda es la capacidad visual y estética del director para trasladar una historia como la que manejaba con el cómic de Alan Moore y Dave Gibbons.
El dilema surge entonces con el modo de adaptar una obra tan compleja y ahí es donde la elección de Snyder se decanta por la espectacularidad, por hacer unos superhéroes de verdad, visualmente molones, poderosos físicamente y con trajes «modernos», como los que surgieron tras los Batman de Nolan. Y esa es una de las grandes críticas que se le hace a la adaptación porque los Watchmen de Moore son precisamente lo contrario: unos tipos decadentes, fofos, pasados de vueltas y con una moralidad en algunos casos bastante discutible. El Comediante y Rorschach son despreciables en el cómic, aunque este último personaje se suaviza levemente en la película, no resulta tan psicópata, misógino y hasta homófobo.
Sin embargo, como ya he comentado otras veces en este blog, una adaptación es precisamente eso: tratar de llevar una historia concebida en un formato, ya sea novela o cómic, a otro completamente diferente en el que las reglas no son las mismas, ni el ritmo, ni el tempo escogido, ni mucho menos el tiempo del lector o el espectador para recrearse en los detalles. Desde luego nunca va a ser «lo mismo», nunca va a dejar satisfecho a todos.
Aun con todo, uno se sienta a ver la película de Snyder y el videoclip inicial con el The times they are a-changing de Bob Dylan te pone la carne de gallina. Te absorbe y engancha desde el inicio y cuando te estás recuperando, llega el entierro del Comediante con el The sound of silence de Simon y Garfunkel y ya estás entregado a lo que venga después. Que sí, que no dejan de ser unos videoclips fabulosos que distraen de la negrura de la trama, pero hay que reconocer que son muy potentes desde el punto de vista estético y musical.
En cualquier adaptación hay que tomar decisiones y elegir, como decía, y para mí el casting es un acierto en casi todos los personajes por el simple hecho de ser actores semidesconocidos, sin grandes papeles a sus espaldas por entonces ni después: Patrick Wilson (Dan Dreiberg, Búho Nocturno), el mencionado pelirrojo Haley en la piel de Rorschach, Jeffrey Dean Morgan como El Comediante, Billy Crudup como el Doctor Manhattan, la sueca Malin Akerman como Espectro de Seda, Carla Gugino como su madre y la primera Espectro de Seda, y Matthew Goode como Ozymandias/Adrian Veidt. Este último era el actor más conocido para mí por su participación en Match Point, de Woody Allen, y sin embargo es el que menos me gustó.
Recomiendo la versión original porque algunas voces, en especial las de Rorschach y el Doctor Manhattan, son otra vez grandes aciertos, impresionantes, encajan como un guante hasta el punto de que yo ya no soy capaz de releer el cómic sin emplear el tono de voz de ambos personajes: la voz rasgada de Rorschach y la atiplada, pausada, monótona e insensible de ese tipo de azul que por momentos me quema, cabrea y desespera.
Comienzo con los spoilers a manta
Si digo que no me gustó el personaje de Matthew Goode fue porque desde el inicio se ve que no es trigo limpio, o a lo mejor me traicionó el subconsciente por haber leído la novela. Se supone que el Adrian Veidt original es un tipo embaucador, atractivo para cualquier ser humano sobre la faz de la Tierra por su inteligencia, ingenio, belleza física, cultura, aficiones personales,… y sin embargo yo tuve la sensación desde el inicio de que era un tipo siniestro con una cara oculta. Hay muchas cosas que no da tiempo a contar en una película (aunque dure 160 minutos como la que se estrenó en salas comerciales), pero por ejemplo el cómic nos deja detalles como las explicaciones de Veidt sobre las nuevas tecnologías limpias, o el uso de la mente y la concentración para ser capaz de hazañas como detener una bala. Algo asombroso, imposible para cualquiera que no sea él, «el tipo más inteligente del mundo». Cuando lo vemos en la película parece una chorrada sin importancia, propia del superhéroe que es.
Porque esa es la segunda elección más criticada de la adaptación de Snyder: sus Watchmen son verdaderos sujetos con superpoderes, tipos que dan saltos imposibles como los de Rorschach o el Búho Nocturno, que rompen paredes a puñetazos como El Comediante y Ozymandias, o destrozan huesos de manera rutinaria como Espectro de Seda o un Dan Dreiberg fuera de forma física. La huida de la cárcel tiene dosis de espectacularidad que no existen en el cómic, ¡pero mola un huevo!, con el uso de la cámara lenta y el modo de recrearse en los golpes y las cabriolas de los personajes, como si fueran Neo y Trinity en el vestíbulo de Matrix. Esa manera impostada de rodar, tan de Snyder, es la que ha chocado y chirriado a los defensores de la obra original de Moore ¡y al propio Moore!
Posiblemente lo que menos gustó a los fans de los Watchmen de Moore es el cambio del final de la novela. Para los que no la hayan leído, el personaje de Ozymandias trata de evitar una guerra mundial haciendo creer a la Humanidad en una invasión alienígena que extermina a tres millones de personas en Nueva York (¿dónde si no?). Ayudado por unos científicos especializados en genética crea una especie de pulpo asesino (con unos tentáculos que no sé cómo habrían resultado en pantalla) que siembra el caos en la ciudad y logra provocar que las potencias enfrentadas unan sus fuerzas para luchar contra la invasión. En el cómic se puede ver que uno de los cines destruidos emitía Ultimátum a la Tierra, la estupenda película de los cincuenta en la que un extraterrestre trae un mensaje pacifista al planeta.
La película centra el plan de Ozymandias en hacer creer al mundo que la hecatombe nuclear que sufren varias ciudades (Moscú, Nueva York, Hong Kong) ha sido provocada por el todopoderoso (e «inhumano») Doctor Manhattan, y que esa salvaje destrucción debe hacer reflexionar a la Humanidad sobre el poder de las armas nucleares para unir esfuerzos y frenar la escalada bélica. Lo cierto es que no me pareció una mala idea cuando la vi en pantalla, encajaba perfectamente con la amenaza nuclear que se percibe a lo largo de todas las páginas de la novela. Y con la figura impávida del Doctor Manhattan. A lo largo de las páginas, igual que en todo el metraje, me vino a la mente varias veces la paradoja de Epicuro. No sé si es lo que pretendía Alan Moore, pero desde luego creó un ser todopoderoso y aparentemente bueno, pero con una visión determinista del universo, hasta tal punto que decide no intervenir aun cuando con sus poderes podría evitar el sufrimiento en el mundo.
¿Es que Dios quiere prevenir el mal, pero no es capaz? Entonces no es omnipotente.
¿Es capaz, pero no desea hacerlo? Entonces es malévolo.
¿Es capaz y desea hacerlo? ¿Entonces de dónde surge el mal?
¿Es que no es capaz ni desea hacerlo? ¿Entonces por qué llamarlo Dios?
(Epicuro, siglo III A.C.)
A mí personalmente la película me gustó y mucho, quizás sea mi favorita del género de superhéroes, si es que cabe considerarla en esa lista. Me consta que hay una versión extendida, un Director’s Cut, de 210 minutos de duración, estrenada a los diez años de la original, en 2019. No he sido capaz de encontrarla porque según tengo entendido no ha salido a la venta en España. Aparte de algunas escenas que sin duda eché en falta, incluye los Relatos del navío negro, el cómic de piratas dentro del cómic original, narrados con la voz de Gerard Butler. Ojalá algún día la encuentre y sea tan fabulosa como para escribir una tercera parte de este homenaje a los Watchmen de Moore, Gibbons y Snyder que de momento será solo doble.
Para el que quiera ver una crítica muy interesante de la adaptación, que vea este vídeo de Loulogio que cuenta de manera espléndida por qué la de Snyder «es una mala adaptación» de la obra original.
Loulogio sabe mucho más que yo de aquí a la isla misteriosa de Ozymandias, pero mi consejo es que lean la novela en primer lugar, vean luego la película de Snyder, y disfruten ambas sin el meñique erguido en busca de errores o desviaciones sobre el original.